miércoles, 4 de enero de 2023

DIÁCONO JORGE NOVOA: SI DIOS NO EXISTE, ESTÁ TODO PERMITIDO


Si al entrar en este mundo Dios enviara un ángel para entregarnos, a cada uno, un pequeño boleto en cual se nos pidiera que escribiéramos los años que queremos vivir, la mayor parte de nosotros, en esos primeros años de nuestra vida pondríamos 60, o tal vez algunos 65 años, creyendo que son suficientes. El mensajero divino, además de llevarse nuestro boleto, nos informaría que la puerta para el encuentro con Dios es la muerte, pero que la hora quedaba librada a nuestra elección. Y si cada diez años, Dios enviara a ese mismo emisario para que nos recordara la fecha puesta en el boleto, veríamos como luego de los 30, es decir al cumplir 40, comenzaríamos a pedir autorización para modificar la fecha que colocamos al entrar en este mundo. Y ciertamente que luego de modificada, y adentrándonos en la nueva década, estaríamos esperando que llegara ese nuevo encuentro con el mensajero de Dios, que trae nuestro boleto, para prorrogar un poco más el tiempo de nuestra partida.


Y si nos adentráramos un poco más en la historia que venimos desarrollando, veríamos que muchos, a pesar de conocer que la muerte es la puerta que nos lleva al encuentro con Dios, iríamos interminablemente corrigiendo el boleto.

Gracias a Dios y conociendo el deseo insatisfecho que reside en el corazón del hombre, únicamente saciado por el Encuentro definitivo con ÉL, decidió conocer ÉL únicamente el día y la hora nuestra partida. Qué bondadoso y sabio es nuestro Dios que nos libró de una carga tan pesada!

Dios sabe del apego que tenemos a los bienes materiales, y cuanto, lamentablemente, nos esclavizan impidiéndonos volar al encuentro de su Amor. Ellos entablan en el corazón del hombre una batalla contra Dios, pues quieren ocupar su lugar. Este "golpe de estado" que dan en el corazón de los hijos de Dios, es progresivo y lento, con la intención de que sea imperceptible. El Enemigo quiere ganar la guerra en pequeñas batallas.

Y muchos de los males que nos afligen tienen su origen en la relación que tenemos con Dios. El apego desordenado a los bienes o personas; el desconocimiento de nuestros desórdenes y sus causas, o el diálogo que se ha establecido con el Enemigo por la cultura imperante sin capacidad de discernimiento, son algunas realidades, que entre otras, nos van debilitando.

En la primera batalla el Enemigo tratará de desterrar a Dios, es necesario ponerlo lejos del corazón del hombre, su objetivo será que aceptes para tu vida, que Dios existe pero está muy lejos de ti y de tus cosas. Dios ha sido desterrado del corazón de los hombres, las familias, las casas, las leyes, los hospitales, los colegios y para la New Age de la Iglesia. Dios ha sido desterrado de su Creación y muchos quieren que lo destierres de las cosas de tu vida social, especialmente si eres creyente. Porque Dios es causa de conflictos, de allí que conviene que pongas tus creencias en las cosas del "Mercado". Supongo que el día del juicio particular, el alma creyente que actúe así, le dirá al Señor: éste era tu mundo y todo es tuyo; pero para vender mis productos TÚ eras un obstáculo.

Muchos han impulsado la secularización, no la secularidad, pero en realidad el impulsor de la secularización es un "Espíritu" que con (por y en) ella congrega y descalifica a Dios proponiéndolo como el principal obstáculo para la concordia social. Acusar a Dios de obstáculo es un pecado gravísimo, es compartir la misma visión que nos trasmiten los Evangelios cuando algunos acusaban a Jesús de obrar por el poder del Enemigo.

En la segunda batalla el Enemigo tratará de matar a Dios en el corazón de los hombres. Así lo anunciaba el profeta de Baal de los tiempos modernos, Nietzsche: "Dios ha muerto". Se nos va ofreciendo, poco a poco, como telón de fondo de la sociedad de consumo, en la cultura imperante, el pensamiento de que con Él o sin Él nada cambia. Éstos y otros axiomas, cual decálogo del Enemigo, van matando a Dios en tu corazón. Ya lo decía F.Dostoievski: "Si Dios no existe está todo permitido":


El bienestar es la felicidad.
Tanto tienes tanto vales.
Un regalo tiene que materializarse, si no, no existe.
La fama a cualquier precio es las meta más preciada.
El porvenir es de los fuertes, los débiles son un obstáculo.
La virtud aburre y el vicio divierte.
No hay nada, ni nadie, más importante que uno mismo.
Frente a una cultura de mercaderes, los creyentes debemos trabajar por una cultura de la gratuidad, en la cual son profetas los santos y solamente ellos pueden indicarnos claramente caminos liberadores para el "hombre de hoy". El mundo necesita santos, la Iglesia nos invita insistentemente a recorrer los caminos de la santidad. En nosotros está ser servidores de una cultura de mercaderes o servir a la cultura de la gratuidad.

Si ahora continuáramos con la historia narrada al principio y nos preguntáramos: ¿qué harían lo santos con ese boleto que trae el emisario divino?. Podemos suponer que siempre lo entregarían en blanco, y le comunicarían al ángel el deseo de que sea Dios quien ponga la fecha de la partida.

Por ello pidámosle al Señor nos conceda Sabiduría, que es la capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, traspasando la superficie de las cosas y de los acontecimientos para descubrir en ellos el significado último, querido por el Señor. 

DIÁCONO JORGEN NOVOA: TODA HISTORIA TIENE UN COMIENZO...



El Padre Eterno, en una de esas mañanas eternas, sin principio ni fin, presentaba un gozo sumamente especial. En ese momento de eternidad, y apoyado en una de las tantas nubes con forma de mesa, comenzó a escribir una carta a modo de invitación eterna. En el cielo, los coros angélicos comprendieron que la decisión era importante, y por ello guardaron un silencio solemne: ¿quién sería el destinatario de esa invitación tan importante que produce tal alegría en  el Padre Eterno? Porque alegrías, siempre las hay en el cielo, pero que ellas desborden   así al Padre Eterno, que se manifiesta hasta en su caminar, eso es menos frecuente.

El  Padre escribía lleno de gozo la invitación, para una persona muy singular y tal era la misión, que encomendó a uno de sus mensajeros más eficientes, que la entregará en mano propia. Entre otros consejos, el Padre le recomendó, debido a la solemnidad del anuncio, que lo leyera  pausadamente él mismo, y con mucha reverencia. Así se lo comunicó a Gabriel, uno de los arcángeles que recibió de Dios este maravilloso encargo. Gabriel como todo emisario responsable, y máxime cuando se tiene a un jefe tan poderoso, se preparó para la misión.

El  Padre con los recaudos propios de su amor, había escrito la invitación en un papel invisible, como era tan importante,  prefirió que  Gabriel únicamente pudiera leerla. Ciertamente que la carta estaba lacrada, y a modo de cerradura, contenía dos letras separadas por un guión: ellas eran S-I. Como iba dirigida a una persona concreta y el Padre respeta y posibilita la libertad de cada uno, nuestro valioso mensajero podría únicamente abrirla cuando se encontrara delante de su destinatario. También recibió los datos necesarios para encontrar a su destinatario, Gabriel mientras oía  las indicaciones  del Padre, utilizó la misma lapicera del Padre Eterno para anotar la dirección. Era una pequeña hoja de ruta, que le indicaría la dirección correcta. Gabriel el día de la partida estaba nervioso por la misión encomendada, saludó eternamente a las huestes angélicas y con especial reverencia a Dios. Esa mañana eterna, sin principio ni fin, en el momento de la partida sonaron en la casa del Padre Eterno las trompetas. Aunque desconocían el contenido de la invitación, todos se alegraban con la alegría del Padre Eterno.

Gabriel desde la eternidad viajó con destino a la tierra, y aunque fue un instante, ya se sentía el peso del tiempo. Gabriel buscó su hoja de ruta, y desolado constató que la letra había desaparecido, inmediatamente recordó que había utilizado la lapicera que el Padre Eterno tiene para los mensajes reservados. Qué tremenda situación!!! ¿Cómo podía cumplir con la misión encomendada? Apenas pudo, constató que se encontraba en lo que llamaban Imperio Romano, pensó en lo importante del mensaje que portaba, y sin otra cavilación, averiguó que la ciudad   en que se encontraba estaba en Grecia,  sin ser percibido presenció la conversación de dos hombres de esa tierra  que platicaban sobre el Bien y la Verdad, esto lo alegró grandemente. Uno de ellos habló del Ágora, lugar público, al que acuden los más importantes y prestigiosos oradores, Gabriel pensó que tal vez allí podría encontrar a su destinatario. Y así se consumió el día, Gabriel  una y otra vez, se detenía delante  de las distintas personalidades portando en su mano  la invitación, él sabía que las letras  aparecerían al estar frente al destinatario. Pero todo fue en vano.

Allí mismo oyó hablar de emperadores y senadores romanos. Nuestro mensajero recorrió una y otra vez sus palacios, deteniéndose frente a ellos, pero todo fue infructuoso.

En ese mismo instante, regresaba del Medio Oriente, el hijo del Emperador que en medio de burlas y desprecios, contó sobre un pueblo que decía  aguardar la llegada del Mesías y adorar al Dios verdadero. Gabriel afinó el oído, algo le hacía reconocer las huellas del Creador. Narraba este pichón de Emperador, para ejemplificar la fe de ese pueblo, que un tal Simeón, hombre mayor y sabio, había sido investigado por el servicio secreto, debido a la extraña ruta que recorría cada día, a lo largo de su vida. Iba de su casa al Templo.  Había declarado, en el interrogatorio, ser portador de una promesa de Dios que le permitía esperar con confianza su cumplimento. Jerusalén, escuchó Gabriel, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba en el Templo. Allí se respiraba cierto perfume del Padre Eterno, por lo cual, comenzó nuevamente su recorrida, pero lamentablemente no halló en el Templo la posibilidad de entregar el mensaje.

A la hora señalada, llegó Simeón, su rostro parecía iluminado, su paso firme y decidido expresaba su fe y amor. Conversó con otros judíos piadosos, sobre las promesas de Dios y su fiel cumplimiento. Gabriel recordaba las letras claves, que la invitación  tenía a modo de contraseña; S-I. Simeón…, balbuceó Gabriel, lleno de felicidad. Pensando que había encontrado a su  destinatario, presuroso se detuvo frente a él con la misiva del Padre, pero ésta se mantuvo oculta. Y sin mucho tiempo que perder, se apostó en el pórtico del Templo para decidir la nueva ruta. El bullicio era grande, y los peregrinos entraban y salían del Templo. De pronto, lo sorprendió el grito de uno de ellos: Nazaret,  a los habitantes de Nazaret, está a punto de partir  la caravana de los peregrinos que regresan en dirección de Nazaret. El nombre le resultó conocido. Algunos hombres de Jerusalén, al escuchar Nazaret, comentaban en voz baja: " ¿acaso puede ocurrir algo importante en Nazaret?". Uno de los hombres que se abría paso presurosamente, y por las herramientas que llevaba parecía carpintero, fue llamado desde lejos por su nombre; José. Al pasar frente a nuestro mensajero, las letras del mensaje por un instante destellaron.

Gabriel comprendió que José tenía algo que ver en esta historia y a paso cansino, para un ángel, emprendió detrás de la caravana la ruta en dirección de Nazaret. Al llegar, José se despidió de sus paisanos y en su camino, se encontró con un hombre mayor, llamado Joaquín. Intercambiaron el característico Shalom, y conversaron amablemente sobre una joven, ¡qué sorpresa fue para Gabriel, constatar que con solo mencionar su nombre, las letras aparecían! Se llamaba María. La posta había cambiado nuevamente, ahora Gabriel caminaba en dirección de la casa de Joaquín, allí estaban Ana y María. Al llegar, Ana le comentó a Joaquín que María estaba en su habitación…Gabriel con el mensaje en sus manos iba en dirección de la habitación de María, las letras, a media que se aproximaba,  iban creciendo en intensidad hasta mostrase claramente. Gabriel, abrió el mensaje, había encontrado  a su destinatario, por lo cual comenzó diciendo…"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo…

Luego de cerrar la misiva descubrió que la clave se había modificado, entre la S y la I, ya no se encontraba el guión, ahora brillaba luminosamente un SI.  Gabriel sonrió frente a la más dulce de todas las criaturas y comprendió el caminar gozoso del Padre Eterno. Intuyó  que ahora era portador de la respuesta, Él conocía perfectamente el camino, y también a su destinatario. Y como dicen los cuentos; colorín, colorado, esta historia ha comenzado…

PD: Dios siempre se las ingenia, si extraviamos nuestra hoja de ruta, Él pone luces en el camino para que lleguemos a nuestra meta. Si buscamos donde no debemos, Él siempre nos dará una nueva oportunidad, pero recuerda, Dios tiene unos caminos maravillosos, no te desanimes, emprende tu búsqueda, tal vez Él, como Gabriel, está detrás de ti llamándote…Anímate a retirar el guión que separa las letras de tu Si. Toda historia tiene un comienzo…tal vez hoy sea tu oportunidad.

DIÁCONO JORGE NOVOA: HAY QUE ABANDONAR LOS SEPULCROS CULTURALES

Cada año recibimos la llegada de la Cuaresma con renovada esperanza, pero en muchas ocasiones pensamos que esta palabra obrará en nosotros mágicamente, y esperamos que cual artilugio de mago, por el solo hecho de pronunciarla, nos dispondrá a recibir frutos abundantes. La Cuaresma es un tiempo de decisión que se manifiesta por la invitación de Dios a abandonar la vida de pecado.


Hay que aceptar partir de la tierra del egoísmo, las injusticias, la ambición desmedida, la explotación, el orgullo, la vanidad, la lujuria y tantas otras manifestaciones del pecado en la vida de los hombres. Hay que partir y abandonarlo todo. En realidad, la vida que llevamos alejados de Dios, es un "espejismo vital", una forma aparente de vida que no sacia y que conduce lenta y paulatinamente a la desolación, más que vida es muerte y por ello parece ser que el sepulcro es el lugar escogido para habitar.

Cuántos sepulcros culturales son propuestos como verdaderos palacios! Cuántos compramos en cuotas, e incluso, de cuántos somos arquitectos nosotros mismos. Nuestros sepulcros se fueron construyendo a partir de esas realidades que nos han ido encerrando, aislando, incomunicando y debilitando, y así, poco a poco, hemos ido entrando en ellos. El pecado comunica únicamente la muerte, pues no da ningún signo vital, en el venial será preparación para ella o participación, y en el mortal experiencia de oscuridad y desesperanza. Nosotros por la vida de pecado nos vamos introduciendo lentamente en el sepulcro, y el mal espíritu nos susurra al final de nuestro camino, que corramos la loza que lo cierra definitivamente. Hay lozas en nuestros sentidos y en nuestro corazón que nosotros mismos ponemos a veces sin darnos cuenta. El pecado claramente se manifiesta como un suicidio espiritual…

El Señor se detiene delante de nuestros sepulcros, como lo hizo ante el de Lázaro, para liberarnos de la loza que nos impide ver la luz y desde la puerta grita nuestros nombres. Para nosotros el sepulcro es también toda situación límite. El temor a la muerte, el desaliento, el sentir que nos han dejado de lado, la falta de afecto, la ausencia de diálogo, la soledad, y tantas otras situaciones que nos van debilitando. La vida vivida así, queda reducida a la espera de la muerte. Este sepulcro condiciona toda nuestra vida, la llena de angustia, pesimismo e intranquilidad. De ese sepulcro nos viene a liberar el Señor. Jesús es el único que con voz potente anuncia una palabra de vida en todas las situaciones de muerte, solo su voz potente resquebraja las densas oscuridades que se nos presentan como límites invencibles, para iluminar nuestra existencia.

Su Palabra nos invita a partir. Sal de esta tierra de pecado y muerte, y dirígete hacia una que mana leche y miel. La Cuaresma es un tiempo de "escucha" de la Palabra del Señor destinada a ser la luz que ilumina este caminar. Este camino que comienza en la oscuridad y llega hasta la luz; "comienza con pensamientos melancólicos sobre la muerte y la destrucción aparente del hombre (recuerda que eres polvo y al polvo regresarás) y arriba al anuncio de la vida resucitada que iluminará de alegría y de esperanza la noche de pascua; un camino que en la partida nos ofrece el camino áspero de nuestro interior, como reflejo de la transformación de los corazones y del universo obtenida para nosotros por la entrega de Cristo" (G. Biffi).

DIÁCONO JORGE NOVOA: " NO ESTÁS LEJOS DEL REINO "

"No estás lejos de Reino de Dios", fue la respuesta de Jesús en el diálogo que mantuvo con el escriba que le había preguntado:¿qué mandamiento es el primero? Esta es la percepción  que muchas veces tenemos, con relación a tantos hombre y mujeres que no creyendo en Cristo, en sus comportamientos están cerca de Él.

En la bondad de tantos hombres reconocemos la cercanía de la que habla Jesús, en sus búsqueda de la verdad, los heroísmo de la vida laboral, la abnegación familiar, y en tantos y tantos comportamientos presentes hoy entre nosotros.

Debemos conformarnos con esto? No. Resulta claro que el Señor busca a los pecadores, y sabemos que la oveja perdida y el hijo pródigo "dilapidaron la parte de la herencia" que reclamaron. En este caso, no se trata de una lejanía de tal magnitud, son los que habitualmente llamamos " buena gente". Qué debemos hacer?

Estamos llamados a una relación amistosa con el Señor, a " ser santos como nuestro Padre es santo". El gozo que provoca percibir la cercanía del Señor, no debe invalidar el anuncio de la fe católica, por el contrario, debe impulsaron a presentarles a Aquel  que los busca y quiere comunicarles su vida en abundancia.

Él ha venido para que "tengamos vida y vida en abundancia". No existe una recomendación del Señor, en los relatos evangélicos, que diga a sus discípulos," no vayan a los que ustedes consideren que son "buena gente". El Señor ha expresado con sus palabras, y especialmente con sus gestos, que siempre debemos respetar al "otro". El envío misionero es a "todos". Es claro,que nuestra valoración, es una percepción que puede guardar algunos errores, solamente Dios conoce el corazón del hombre. No estamos hablando de una prescindencia voluntaria, sino, de la mirada creyente que evita anunciar a Cristo porque considera que el otro es "bueno".El cristianismo se trata solamente de una moral? Siendo que en sus comportamientos viven como cristianos, no necesitan recibir el anuncio de la salvación?

Benedicto XVI en el discurso inaugural de Aparecida afirmaba:

"Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis."

Anunciemos a Cristo a "todos", y recemos para que sean muchos los que acepten su llamada. No hubo,ni hay, ni habrá personas que no necesiten del Señor, y de su gracia. Él es el Salvador de género humano, y todo lo humano encuentra en Él , el sentido de la existencia.

domingo, 1 de enero de 2023

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA MUERTE COMO KAIROS DE DIOS

La muerte como "kairos" de Dios

Diác. Jorge Novoa

Participé de una misa, en la que rezamos por el alma de un párroco que falleció súbitamente, experimentó lo que  llaman los médicos, una muerte súbita. Alguien que se encontraba cerca, me manifestó  el siguiente comentario …"un instante nos separa". Las palabras se prendieron de mi corazón fuertemente, las encontraba reales, con ellas se expresaba muy claramente algo de esa realidad con  cierta crudeza, pero con profundidad. De todas formas, la expresión me resultaba incompleta, la intuición de la fe me decía  que algo le faltaba. Un instante es  efímero e indefinido, y al mismo tiempo sumamente preciso para describir la presencia de esa realidad de la existencia humana, tan imprecisa como próxima. Dice Teresa de Lisieux, "mi vida es un instante, una efímera hora, momento que evade que huye veloz"[1]Un instante nos separa de ella


"La muerte se ha convertido en el tabú más fuerte del mundo moderno"[2]. La cultura del bienestar censura toda exposición sobre el tema,  desterrando una y otra vez el mencionar su nombre, debido a la tristeza que produce hablar de ella a los hombres de hoy. Los cementerios han sido retirados  de las ciudades, no solo por razones de higiene, en los más modernos,  ya no se visibilizan cruces ni epitafios."No hay un testimonio más elocuente para el fracaso del materialismo que su horror y su pánico ante la muerte. Si la muerte no es más que el último e irreparable fallo de la máquina del cuerpo, no deja de ser consecuente que se retire a la muerte al anonimato de una clínica. Solo si se la considera desde este punto de vista materialista, se puede calificar  de "buena muerte", la muerte ocurrida de repente, sin dolor y sin darse cuenta"[3]."No es sabia la ceguera ante este destino indefectible, ante la desastrosa ruina que comporta, ante la misteriosa metamorfosis que está para realizarse en mi ser, ante lo que se avecina"[4].

 Dios al dirigirnos su Palabra, nos ha revelado progresivamente el sentido de la muerte a la luz de la muerte-resurrección (Pascua) de Jesucristo. La revelación ha sido progresiva, y los escritores inspirados se preguntan en la Antigua Alianza, por la suerte que corren  los que bajan a la fosa. Este enigma, como lo expresa el Concilio (GS 18), encontró su luz definitiva en la Pascua de Jesucristo. Ahora ese acontecimiento, irradia su luz sobre este enigma de la existencia humana, y se nos revelará en el libro del Apocalipsis que "son bienaventurados los que mueren el  Señor". Esto  ha ocurrido, nos dice san Pablo en la carta a los Corintios, con una repercusión universal, para todos los hombres, Jesucristo aparece como Señor de la muerte, incluso nos ha advertido, que más debiéramos temer a la que llaman en el Apocalipsis  "segunda muerte", y que hace referencia a la condenación eterna. El Señor de la muerte nos anuncia la posibilidad que ya tenemos de tomar parte en su victoria sobre ella.

Hablemos propiamente de ese instante que conduce a la muerte, podemos describirlo, con una categoría bíblica, como Kairós[5], es decir, como un tiempo oportuno[6], en el que se realiza la visita de Dios. El término, también incluye una  referencia a la respuesta del hombre. Podemos vinculando estas realidades  de la existencia humana, describir este Kairós como camino que conduce "del instante a la eternidad". De allí, que completaría la expresión inicial diciendo: "un instante nos separa de Él"[7].

La muerte como "kairós de Dios" puede ser contemplada en un itinerario que supondría tres experiencias de la vida cristiana:  llamada, tránsito y encuentro.

Llamada
Este nacimiento a la vida eterna es fruto de la última llamada de Dios. Recordemos la bellísima oración que conocemos como Alma de Cristo, donde repetimos: "En la hora de mi muerte llámame y mándame ir a Ti". Toda la vida cristiana debe vivirse en clave vocacional, ella debe ser la expresión del  diálogo que se establece a lo largo de la vida, y que permite descubrir y vivir la voluntad de Dios. Sígueme es una palabra vocacional clave, con la que el Señor introduce a los llamados  en el lenguaje del discipulado, siendo instruidos por el Espíritu Santo para caminar a la luz de la fe. Esta llamada que los coloca en la Iglesia, los pone en movimiento, en camino, y en diálogo permanente con Aquél a quien sirven.  

Recordemos aquellas palabras memorables, del otrora cardenal Ratzinger, en la misa de exequias de Juan Pablo II, presentando toda la vida del insigne Papa en clave vocacional: "«Sígueme», esta palabra lapidaria de Cristo puede considerarse la llave para comprender el mensaje que viene de la vida de nuestro llorado y amado Papa Juan Pablo II, cuyos restos mortales depositamos hoy en la tierra como semilla de inmortalidad, con el corazón lleno de tristeza pero también de gozosa esperanza y de profunda gratitud". 

Sígueme se encuentra en el comienzo de la vida creyente, en su entramado y también al final del camino, en el que hemos sido invitados a caminar confiando en su misericordia. Ésta es la última llamada[8]  a seguirlo por el silencioso camino de la cruz para lo cual, es necesario  preparase. El cardenal Schonborn recordando el rito[9] de los dominicos, describe esta dimensión de llamada: "si el moribundo da señales de que la muerte es inminente, el sacerdote le dirige la palabra con estas duras y tremendas palabras: <>….el saber que la muerte es la salida para el gran viaje y que es Dios mismo el que, por medio del sacerdote, llama a esta salida: <> (Tú has mandado salir de este siglo)- así lo dice un antiguo ritual"[10].

Así manifestaba Juan Pablo II,  como deseaba  vivir  su Kairos.  
"Velad porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (cf. Mt 24, 42), estas palabras me recuerdan la última llamada, que vendrá en el momento que quiera el Señor. Quiero seguirle y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrenal me prepare a este momento. No sé cuando llegará, pero como todo, también deposito este momento en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus. En sus manos maternas lo dejo todo y a todos aquellos con quienes me ha ligado mi vida y mi vocación"[11]

Estas palabras sobre el momento de la muerte, expresadas en clave de seguimiento, develan el valor de todas las realidades de la vida en orden a la preparación de este acontecimiento, que se manifiesta como imprevisto. Velar es una expresión metafórica, que literalmente designa la" decisión de renunciar al sueño" para estar vigilante. A los cristianos, una y otra vez en la Escritura, se les manifiesta la necesidad de prepararse para recibir al Señor que viene. Pesan severamente las palabras del evangelio: "No todo el que me dice Señor, Señor…" ¿Cómo pueden los cristianos cumplir con fidelidad, la recomendación  del Señor de velar?  El cristiano vela en la medida en que no descuida su vida de fe, evitando la trágica ruptura que se da entre fe y vida, para ello debe mantener un trato asiduo con el Señor por medio de la oración, la celebración de los sacramentos, y especialmente dos: reconciliación y  eucaristía, alimentos que  preparan para velar. La invitación a velar,  interpela sobre el amor que le tenemos al Señor y a los hermanos.  Es imposible alimentar la espera vigilante que nos propone el Señor, si no escuchamos y vivimos la Palabra de Dios.  Velar es amar.  

Tránsito
¿Cuál es el destino de nuestra peregrinación: la nada, algo o alguien? Si de ella,  nuestra meta es  Él (Dios), la muerte aparecerá a la luz de  la fe, como un tránsito[12]. Ya en el cristianismo primitivo, la muerte se celebra como "tránsito". Recordemos como, en el Evangelio según San Juan[13], toda la vida de Cristo está presentada como un retorno a la casa del Padre. "Nacer significa comenzar el camino hacia el Padre; vivir significa recorrer cada día, cada hora, un tramo de camino en el retorno a la propia casa"[14] "Una existencia en tránsito solo es posible allí donde la muerte como "tránsitus" de ésta a la otra vida no es reprimida"[15].

Juan Pablo II en su testamento espiritual escribía aludiendo  a esta realidad: "aquel tránsito que para cada uno de nosotros es el momento de la propia muerte. Del adiós a este mundo -para nacer a otro, al mundo futuro, signo elocuente (añadido encima: decisivo) es para nosotros la Resurrección de Cristo". Frente a la muerte, dirá Ignacio de Antioquía, "mi parto está ya inminente"[16]. En estas palabras, se nos invita a contemplar la muerte como un  nacimiento, recordemos como las fechas de las celebraciones de los santos, son los días de su partida de este mundo,  la Iglesia con su sabiduría nos enseña que en ese día, ellos nacen a la eternidad. 

El Cardenal Schonborn en un pequeño librito[17] en el que reflexiona sobre la muerte, se lamenta de la reducción  que ha experimentado el renovado rito postconciliar de difuntos. Lanza una afirmación aguda, "la muerte ya no es más, ni siquiera en los conventos un acontecimiento litúrgico; solo es una situación clínica. La "sala de estar" y la "sala de morir" están separadas entre sí, de manera que la muerte ha desaparecido totalmente incluso de los conventos. Y esto -no nos extrañe- trae consecuencias para la vida"[18]. Esta incapacidad que experimenta el mundo moderno y que se "cuela" en los ámbitos religiosos, debilita la posibilidad de reconocer y expresar en símbolos y signos, la experiencia de tránsito del hombre.  "Querer eliminar todo esto diciendo que es "un mundo imaginario pasado de moda", no demuestra que nuestro tiempo sea más ilustrado sobre la escatología del hombre, sino, más bien, que hoy hemos perdido aquel antiguo saber existencial, común para toda la humanidad"[19]. Se sorprende, Schonborn, de que nuestra época se encuentre tan perdida "ante este cambio tan decisivo de la existencia", como lo es, este pasar de ésta vida a la otra. "No es, por tanto extraño que surja un nuevo interés por lo rituales de difuntos de antiguas generaciones"[20].

Encuentro
Finalmente, en ella se da el encuentro para el que hemos sido llamados a la existencia, la vida como peregrinación  es una lenta o presurosa marcha en dirección de este encuentro. La utilización de esta categoría permite comprender una verdad fundamental, Jesús nos advierte con distintas imágenes sobre su visita imprevista, pero, y esto es lo más importante, conocemos perfectamente al que viene de esta manera. Y esto debe llenarnos de profunda paz, a veces, la imagen imprevista del ladrón, nos ha hecho inconscientemente asociar su visita, con la llegada de un desconocido (o de lo desconocido) que nos atemoriza. El Espíritu Santo nos ha dado a conocer de modo real al que viene a llamarnos en la muerte. No debemos olvidar que el esperado,  "nos ha amado hasta el extremo", llamándonos amigos y descubriéndonos que volvía a la casa del Padre para prepararnos un lugar. Las palabras y hechos  de la vida del Señor alimentan nuestra fe, comunicándonos esperanza y paz.. Él nos acompaña y sostiene en la espera amorosa,  para finalmente venir a nuestro encuentro. 

La muerte es presentada en una catequesis papal[21] como la puerta que abre al encuentro con el Padre:"ciertamente, es preciso pasar por la muerte, pero ya con la certeza de que nos encontraremos con el Padre cuando «este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad» (1 Co 15, 54)."  Cristo nos ha revelado el rostro del Padre, verlo es ver al Padre, canta en Señor en toda su existencia, el cántico de la fidelidad a la voluntad del Padre. En Cristo, el rostro del Padre se nos manifiesta cercano, conocido, es el Espíritu Santo el que nos introduce en la íntima invocación: Ábba. Repetimos con el salmista: "en la sentencias tendrás razón en el juicio brillará tu rectitud….(Sl 50)" Las personas divinas que vienen a nuestro encuentro se han revelado como Amor."Dios es amor" (I Jn). El encuentro que se produce es el lugar de la realización de este Amor…

Los mártires de la primera hora, vivían intensamente la dimensión de encuentro que tiene la muerte. San Ignacio de Antioquia la propone como "alcanzar a Cristo": "Vengan sobre mí el fuego, la cruz, manadas de fieras, quebrantamientos de huesos, descoyuntamientos de miembros, trituraciones de todo mi cuerpo, torturas atroces del diablo, sólo con que pueda yo alcanzar a Cristo…Para mí es más bello morir y pasar a Cristo, que reinar sobre los confines de la tierra. Voy en pos de aquel que murió por nosotros: voy en pos de aquel que resucitó por nosotros."[22].Teresita de niño Jesús, escribía: "a mi Jesús deseo ver sin velos, sin nubes"[23]

El modo de celebrar la muerte, parece denotar ciertas enfermedades que padece la fe, no es mi intención abordar esta compleja situación, solo mencionaremos este diagnóstico iluminador. "Mirar a nuestro tiempo con los ojos de la fe significa ser capaz de mirar al hombre, al mundo y a la historia a la luz de Cristo crucificado y resucitado, única estrella capaz de orientar «al hombre que avanza entre los condicionamientos de la mentalidad inmanentista y las estrecheces de una lógica tecnocrática»(«Fides et ratio», 15)… De hecho, la cultura secularizada ha penetrado en la mente y en el corazón de no pocos consagrados, que ven en ella una forma de acceso a la modernidad y de acercamiento al mundo contemporáneo. La consecuencia es que junto con un indudable impulso generoso, capaz de testimonio y de entrega total, la vida consagrada experimenta hoy la insidia de la mediocridad, del aburguesamiento y de la mentalidad consumista[24]. En el texto de benedicto XVI aparecen tres grandes causa que distorsionan la fe y sus expresiones: la mentalidad inmanentista, la cultura secularizada y la mentalidad consumista. La Conferencia episcopal española, en la instrucción pastoralTeología y secularización en España, a los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, constata "junto a los signos de esperanza sombras que oscurecen la verdad"[25]. "Se trata de interpretaciones reduccionistas que no acogen el Misterio revelado en su integridad. Los aspectos de la crisis pueden resumirse en cuatro: concepción racionalista de la fe y de la Revelaciónhumanismo inmanentista aplicado a Jesucristo; interpretación meramente sociológica de la Iglesia, y subjetivismo-relativismo secular en la moral católica"[26]      
La vida cristiana no desemboca en el mar de la nada, en su transcurso, una y otra vez hemos repetido a María santísima, que ruegue por nosotros  ahora y en la hora de nuestra muerte. Así escribía Juan Pablo II en su testamento espiritual: "deposito este momento en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus" ¿Una Madre tan santa podrá olvidar ésta súplica confiada que dirigen sus hijos?¿Cerrarán las personas divinas "sus oídos" a esta petición de la Reina del cielo? Oremos con fe, conscientes de la importancia de nuestra petición. No será la mejor decisión  de nuestra vida, en medio de estas coordenadas culturales, poner ese momento en las manos de María. ¡Cuánta sabiduría atesorada en la gran tradición eclesial!¡ Con qué sublime sencillez la Iglesia nos proporciona las medicinas  de  la fe para nuestros temores e incertidumbres! 





 

[1] Santa Teresa de Lisieux, Poesía, Mi canto de hoy. Hay en las enseñanzas de Teresa de Lisieux una reflexión sobre el tiempo: dirá "cada instante es una eternidad, una eternidad de alegría". El cardenal Mercier  en esta misma línea había dicho,"no tengo que gemir más por un pasado que ya no es, ni inquietarme por un futuro que no existe. Es el único momento presente lo que quiero bendecir, y, aunque fuera con angustias e incluso escalofríos, intrépidamente realizar".
[2] Philippe Ariés. Citado por el Cardenal Christoph  Schonborn en su pequeño libro "De la muerte a la vida" Edicep, 2000,p.144.
[3] Ibídem, p 150.
[4] Pablo VI, Testamento.
[5] Las palabras griegas claves para designar el tiempo en la antigüedad eran eón,  cronos y kairós,  en  ellas se distingue  el tiempo objetivo mensurable (cronos) del que es significativo para la persona (kairós). 
[6] Algunos pensadores modernos, profundizando en filósofos y pensadores antiguos hablan de la Kairología, como la teoría del tiempo oportuno. Para el prof. Dr. M. Kerkhoff es necesaria la distinción  entre Kairología y Kairosofía: "como la diferencia entre lo calculable del tiempo vivido que sería el Logos, el discurso racional sobre esta temática, y un elemento que podría llamarse la gracia divina, de favor divino, que no es calculable y predecibleun don, creo que se expresarían así los poetas, un don divino para el cual hay que estar preparados y dispuestos. Y eso se llamaría Kairosofía… Ver  Dr. Manfred Kerkhoff, Kairós. Editorial de la Universidad de Puerto Rico,1997. Exploraciones ocasionales acerca del tiempo y destiempo. 
El profesor Ruben Soto Rivera, ha  estudiado y publicado sobre el tema, y  manifiesta que  la kairología es el estudio del "tiempo justo", "tiempo oportuno", u "ocasión propicia" (kairós). Estudia a Arcesilao, un filósofo de la Academia Media, que había dicho que lo más importante  de la filosofía era conocer el Kairós de cada cosa. Algunos kairólogos han escrito también acerca de una kairotanasia. Se trata de la idea de desear morir en el momento oportuno; querer un kairós de la propia muerte. 
[7] También podríamos decir un "instante nos acerca a Él."
[8] Pablo VI, manifiesta esta dimensión  en su Testamento: "el de mi llamada a la otra vida parece obvio".
[9] Processionarium justa ritum sacri ordinis praedicatorum de 1930.
[10] Card.C. Schonborn, De la muerte a la vida,pp.147-148.
[11] Juan Pablo II, Testamento espiritual.
[12]  Pablo VI en su testamento  presenta el tránsito como: "mi éxodo de este mundo".
[13] Ese mismo anuncio lo dirigió Jesús varias veces a sus discípulos en el período pascual. Lo hizo especialmente durante la última Cena, «sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre..., sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía» (Jn 13, 1-3). Jesús tenía, sin duda, en la mente su muerte ya cercana y, sin embargo, miraba más allá y pronunciaba aquellas palabras en la perspectiva de su próxima partida, de su regreso al Padremediante la ascensión al cielo: «Me voy a aquel que me ha enviado» ( Jn 16, 5): « Me voy al Padre, y ya no me veréis» (Jn 16, 10). Los discípulos no comprendieron bien, entonces, qué tenía Jesús en mente, tanto menos cuanto que hablaba de forma misteriosa: «Me voy y volveré a vosotros», e incluso añadía: «Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo» (Jn 14, 28). ...  
[14] Juan Pablo IICatequesis de S.S. Juan Pablo II en la última audiencia general del año 1981, dada el 30 de diciembre de 1981
[15] Cardenal Christoph Schonborn, De la muerte a la vida, p.143.
[16] San Ignacio de Antioquia; carta a los Efesios.
[17] De la muerte a la vida.
[18] Ibídem p. 146.
[19] Ibídem, pp 152-153.
[20] Ibídem ,p 145.
[21] Catequesis, Juan Pablo II. La muerte como encuentro con el Padre, 2 de junio de 1999.
[22] San Ignacio de Antioquia, carta a los Efesios.
[23] Santa Teresita de Lisieux, Poesía, Mi canto de hoy.
[24] Benedicto XVI, lunes 22 de mayo - Discurso que dirigió Benedicto XVI a los superiores y superioras generales de los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica al recibirles en el Aula Pablo VI. (fuente ZENIT.org).
[25] LXXXVI ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA   Instrucción Pastoral ,Teología y secularización en España, A los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, Madrid, 30 de marzo de 2006 ,N 5.

DIÁCONO JORGE NOVOA: SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR...

 Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.»

Qué perciben ellos, que piden esto a Jesús? Los discípulos son testigos de la oración de Jesús,  y se muestra tan singular , que nace en sus corazones esta súplica: " enseñamos a orar". Quieren vivir la misteriosa relación que Jesús tiene con su Padre, esa que se explícita en su oración y de la que son testigos privilegiados.

Jesús necesitaba orar? Responde san Cirilo :" Siendo así que Jesucristo encierra en sí la plenitud de todo lo bueno ¿por qué ora si es perfecto y de nada necesita? A esto respondemos, que, conforme a su Encarnación, puesto que así lo había querido, debía cumplir en su tiempo conveniente las cosas humanas. Si comió y bebió, no era impropia de El tampoco la oración; lo hizo para enseñarnos a que no fuéramos perezosos respecto de ella, sino que la ejercitáramos con toda atención."

Jesús como hijo de Israel, reza al ritmo de su pueblo y ha aprendido y hecho propio, los salmos que son el núcleo de la oración del pueblo de la Antigua Alianza, su oración brota de la fuente de la Escritura y la tradición de su pueblo.Seguramente su Madre y san José le hicieron encontrarse con oraciónque Israél dirigía al Señor.  Pero hay en Él una fuente secreta y totalmente nueva, que por Él se hizo presente en el mundo, es la relación con su Padre. Nunca nadie antes que Él dialogó con Dios de esta manera, es la novedad absoluta  de la oración traída por el Señor y enseñada por Él a los suyos.

Los maestros enseñaban a orar a sus discípulos, como en el caso de Juan que se menciona, pero aquí el maestro es el Hijo eterno del Padre, que plasma en la existencia humana el modo perfecto de orar que tienen los hijos de Dios. Esta nueva relación que se establece, será obra del Espíritu Santo en nosotros, según san Pablo, es Él quien nos enseña a invocar a Dios como Abbà. La oración de Jesús es revelación del misterio de la intimidad que es invitado a alcanzar todo hombre, porque donado el Espíritu,  es Él quien nos conduce al encuentro del Padre.

La fórmula del Padrenuestro sin la presencia vivificante del Espíritu Santo permanece como una realidad exterior, un cuerpo sin alma, pero con Él, saboreamos sus verdades y somos penetrados por su luz. Jesús comunicará  una fórmula que expresa un contenido vital, pero y fundamentalmente donará con el Padre, el Espíritu del Amor sin el cual toda oración permanece estéril y vacía.

La oración es un don de lo alto, que hay que pedir, para ser introducidos en  la relación de intimidad con el Padre,"que ve en lo secreto" y vivir de cara Él. Esto quiere enseñarnos a nosotros el Señor, por ello le pedimos, "enseñamos a orar"...

DIÁCONO JORGE NOVOA: EL CIELO ESTÁ POBLADO


El Hijo Eterno ha bajado del cielo, esto en la Escritura, aparece afirmado con solemnidad, dirá san Juan: “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, este descenso alcanza su mayor ocultamiento en la muerte del Señor. Pero, el sepulcro no pudo retener a Cristo, la Vida se mostró más fuerte que la muerte, y dirá san Pablo, a la luz de este misterio: “¿dónde está muerte tu aguijón?”.

La Resurrección del Señor y su Ascensión a los cielos, llevan a término la obra de Dios, ahora Aquel que se encarnó, se encuentra a la derecha de Dios y ha recibido, todo “honor, poder y gloria”, abriéndonos las puertas del cielo y prometiéndoles a los suyos que volvería a buscarlos, para que estén con él, para siempre.

“Vale la pena escuchar lo que a este respecto nos dice el apóstol Pablo en un texto de gran intensidad: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo -por gracia habéis sido salvados- y con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Ef 2, 4-7).

El cielo está poblado de hermanos. Tenemos, a veces equivocadamente, la impresión contraria. Los habitantes del cielo viven en el mundo de Dios; el cielo tiene Reina, y en él habitan los ángeles con todos sus coros, los santos canonizados, y otros que no lo fueron, y aquellos que pasaron por el purgatorio, y que Dios ya ha admitido a su presencia.

El cielo está poblado de amigos de Dios. Ellos pueden enseñarnos el camino de la amistad con Dios. Debemos orar a los “habitantes” del cielo para que cuiden de nuestros pasos con su intercesión, y nos enseñen el camino de la verdadera alegría. Dado que el cielo no es un lugar, sino una relación “viva y personal con la Santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo”.

Con todo, decía Juan Pablo II, “esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna”. En la eternidad, ya está operante esta realidad de relación, y nosotros, los que vamos en camino de ver descorrido el velo, podemos vivir esta realidad de comunión con los habitantes del cielo, por la comunión de los santos.

Y hablando de Juan Pablo II, amigo de Dios, recordemos lo que decía el cardenal Ratzinger (Benedicto XVI) en sus exequias; “podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendícenos, Santo Padre. Nosotros confiamos tu alma querida a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Nos enseña con esta expresión, como debemos por la oración hablar amistosamente a los moradores del cielo, a aquellos que alcanzaron la patria eterna.

DIÁCONO JORGE NOVOA: SANTA FAUSTINA, RESONANCIAS DEL CORAZÓN




Tomemos como centro de nuestra meditación, las hermosas palabras de Santa Faustina Kowalska, que manan como agua pura del manantial de vida eterna que es Jesús Misericordioso.

En la vida de los santos, hay dos aspectos que se hacen presentes de modo bastante permanente, en primer lugar; se manifiesta una sed insaciable de Dios, y en segundo lugar, una progresiva saciedad que se consumará en la visión. De esta doble experiencia, que tienen los santos, por un lado la sed insaciable, que los atrae irresistiblemente a la unión con Dios, generalmente 
puesta de manifiesto bajo la forma de deseos[1], y por otro la progresiva saciedad[2], sacan enseñanzas que se vuelven verdaderos apotegmas, que iluminan a modo de faros, el camino de santificación de los hombres.

Santa Teresa de Jesús describe agudamente, cómo el Encuentro (sed-saciedad) nos descubre el valor profundo de nuestra existencia: "¡Oh, Vida que la dais a todos!, no me neguéis a mi esta agua dulcísima que prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a Vos; no os escondáis, Señor, de mi, pues sabéis mi necesidad y que es verdadera medicina del alma llagada por Vos. ¡Oh, Señor, qué de maneras de fuegos hay en esta vida! ¡Oh, con cuánta razón se ha de vivir con temor! Unos consumen el alma, otros la purifican, para que viva siempre gozando de Vos. ¡Oh, fuentes vivas de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran abundancia para nuestro mantenimiento y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida el que procurare sustentarse de este divino licor!"[3].

Las palabras y obras en la vida de los santos nos ayudan a buscar y comprender, los signos de la presencia siempre amorosa del Señor en la sed y en la saciedad. Signos que hablan a la fe. Recomienda san Ambrosio: "recibe de Cristo, para que puedas hablar a los demás. Acoge en ti el agua de Cristo [...]. Llena, pues, de esta agua tu interior, para que la tierra de tu corazón quede humedecida y regada por sus propias fuentes[4].

Así explica san Agustín estas mociones (movimientos): "Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones" [5].

De allí nacen estas enseñanzas, que a modo de confesiones[6], son las resonancias del corazón, en este caso de Faustina, que cual eco de la voz del Señor, brotan en él manifestando su amor misericordioso, como testimonio de su presencia y acción transformante en el mundo.

He aquí el texto que meditaremos:
"Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón…El resto lo hará Dios. Todo comienza en su misericordia y en su misericordia acaba.[7]"

Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche…El punto de partida, de estas palabras, es la condición humana pecadora. El pecado en la Tradición de la Iglesia, ampliamente desarrollado por su Magisterio, es presentado con imágenes como la oscuridad, las tinieblas, la noche o la negrura. El pecado es el fruto trágico de la libertad humana mal empleada, es la experiencia que más contraría la naturaleza salida de las manos del Creador y el sentido de nuestra existencia, porque hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios. 

Vivir en una situación permanente de pecado, va atrofiando nuestras facultades, hasta dejarnos en una situación mortal, análoga a la de un enfermo terminal. El hombre por el pecado se distancia cada vez más del manantial de la vida que es Dios y esta vivencia, crea un abismo insondable entre la criatura y su Creador. Es el abismo de la libertad finita que se autoproclama todopoderosa.

La conjunción aunque, introduce una objeción real o posible a pesar de la cual, puede ocurrir una cosa y esto es lo que nos enseña la Revelación. Dios no abandonó al hombre en su situación de lejanía e indigencia (experiencias que manifiesta la vida del pecador),sino que le anuncia en la caída misma, una promesa de salvación. Esto, aparece narrado en el capítulo tercero del libro del Génesis. Dios se compromete con el hombre pecador que le ha dado la espalda, y quiere restituirle el don perdido de la vida de comunión íntima con Él. Únicamente Dios en Jesucristo pudo eliminar este abismo, obrando el misterio de la Redención. Jesucristo, es el puente que se asienta en ambos extremos, viene de Dios y pone su morada entre los hombres, abriendo una brecha, como en el Mar Rojo, pero ahora en forma de Cruz, para facilitar el camino por el cual los hombres puedan volverse a Dios.

Si pensáramos en el pecado más grave que se nos pueda ocurrir y en su ejecutor, que de forma ignorante o consciente se mostrara revolcándose en su situación, para promocionarla como maravillosa, a partir de esta enseñanza, concluimos que esta situación no es un obstáculo para vivir un Encuentro con el Señor y disponerse en un camino de conversión.

Así lo esclarece San Cirilo de Jerusalén en una de sus catequesis: "Tus pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo. Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tú también con David: «Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado» (Sal 38,19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: «Y tú has perdonado la malicia de mi corazón» (Sal 32,5)[8].

Si nuestra mirada ha comunicado a nuestro interior el desaliento, por la situación de algún amigo o familiar, hijo, esposo, esposa, hermano, padre o madre. Y si ella, nos ha invitado a bajar los brazos, con la sutil sentencia de : "no se puede hacer nada…" Reconozcamos aquí la voz del enemigo. El Espíritu de Dios nunca invita a la rendición, y menos si la victoria ya se encuentra en las manos de Jesús. Dios ha revelado su juicio sobre el pecador, y éste está dominado por la palabra: Misericordia.

“Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros” (S. Agustín, serm. 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. ‘Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia’ (1 Jn 1,8-9)"[9].

La misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria… Dios tiene para con el hombre pecador, un Corazón Misericordioso que se compadece de su situación. Aunque nuestros pecados, cierren nuestro horizonte, el amor de Dios es más fuerte que nuestros pecados, aunque sean rojos como la escarlata, el amor de Dios los hará más blancos que la nieve(cfr. SL 50).

La Misericordia de Dios se expresa claramente en la forma que tiene Jesús de acercarse al pecador, Él nos enseña a buscarlo y recibirlo, como médico de cuerpos y almas quiere liberarlo de ese mal radical que es el pecado. Jesús se presenta en san Juan como la luz del mundo que viene a revelar la Verdad sobre la condición humana, y se manifiesta como Hijo del hombre, al que el Padre ha transmitido el poder de juzgar (cfr Jn 8). " Mediante esta « revelación » de Cristo conocemos a Dios, sobre todo en su relación de amor hacia el hombre: en su « filantropía ». Es justamente ahí donde « sus perfecciones invisibles » se hacen de modo especial « visibles », incomparablemente más visibles que a través de todas las demás « obras realizadas por él »: tales perfecciones se hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus acciones y palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su resurrección."[10] Como subraya el evangelista san Juan, «Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17). "Sólo quien haya rechazado la salvación, ofrecida por Dios con una misericordia ilimitada, se encontrará condenado, porque se habrá condenado a sí mismo"[11].

Tenemos tendencia a contraponer en Dios la justicia con la misericordia. Cuando en realidad, justicia y misericordia se entienden como dos dimensiones del mismo Misterio de su Amor: «Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia» (Rm 11, 32). En el obrar divino prevalece la misericordia de Dios, también en el obrar humano debería prevalecer: «Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la ley de la libertad, porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al juicio» (St 2, 12-13).

La Misericordia de Dios no es resignación o pasividad, es la acción transformante, que se manifiesta como iniciativa en el camino de la búsqueda de "lo que estaba perdido". Que se detiene ante la miseria humana, porque no pasa de largo indiferentemente, inclinándose para curarla. Jesús revela al Padre Misericordioso en sus gestos y palabras, unificando toda imagen que expresó la Antigua Alianza, y revelando la singularidad de ser Él mismo, la encarnación de la Misericordia divina. Estas enseñanzas brotan de la vida de Jesús y revelan el rostro misericordioso de Dios.

Algunos hombres influidos por la cultura contemporánea, piensan que la Misericordia es una forma de debilidad, y muy por el contrario, es pura y grandiosa gratuidad. A ellos, esta manifestación de Dios como misericordia, al igual que la cruz, les resulta escandalosa y no alcanzan a comprenderla en su sabiduría divina. La sabiduría divina se ha manifestado poderosa en la debilidad humana.

Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón… Ante la dignidad del ofendido (Dios), con nuestra desagradecida respuesta, si razonáramos humanamente sobre lo que debemos hacer, ciertamente que nos sumiríamos en una serie interminable de penitencias para agradar a Dios. Todas exigentes y severas. Pero Faustina, pone ante nuestros oídos una verdad que debe estar en la base de todo movimiento en el plano humano, Dios nos ama con un amor fiel. Él se servirá del gesto más sencillo para atraernos hacia Él. Debemos dejar al menos un poco entornada la puerta de nuestro corazón. El Señor, nos ha expresado la alegría que hay en el cielo por un pecador que se convierte y con cuánto desvelo Él lo busca. De allí, que todo corazón que al menos deje una hendija, que a modo de grieta pequeña,  a los ojos de los hombres puede resultar imperceptible, permitirá entrar por ella a Dios. Pues nuestro Dios tiene sed de amor, y así se acerca a la mujer samaritana que estaba junto al pozo. Se presenta ante ella, como alguien necesitado: "Dame de beber". El Señor en los santos expresa que "no ha venido a ser servido sino a servir".

Reflejamos como Iglesia esta sed de almas que tiene el Señor? Esta pasión que nos manifiesta en el santo Evangelio, entendiéndola como padecer-con, que se involucra y entrega "hasta el extremo"?
Qué maravilloso compromiso podríamos asumir, tratando de facilitar que muchos corazones entornen sus puertas. ¿Cuáles son los obstáculos que te impiden, al menos, entornar la puerta de tu corazón? Jesús está a la puerta del tuyo y espera tu respuesta ¿No oyes los golpes en tu puerta?

Tal vez, el barullo imperante en nuestra sociedad, va amurallando tu vida y no te permite escuchar la voz del Señor que te llama. O, puede ocurrir, que esta cultura emergente, siembre en ti el miedo y con esto te paralice de tomar una decisión que involucra tu futuro.

Jesús Resucitado anuncia la Paz a los suyos (Shalom), no a modo de deseo, como si dijera: ¡Ojalá puedas encontrarla!, muy por el contrario, esta Palabra en boca de Jesús es una orden que alcanza nuestro corazón para fortalecerlo. "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Es su presencia y acción en el mundo y en cada uno de nosotros, el motivo central de nuestra esperanza.

El resto lo hará Dios. Todo comienza en su misericordia y en su misericordia acaba. La Revelación es la historia de la permanente iniciativa de Dios. En ella, Dios una y otra vez manifiesta su fidelidad. Una fidelidad que se expresa plenamente, en la Pascua de su Hijo en la Nueva Alianza. Dios se ha comprometido con el hombre, respondiendo a su pecado con amor y misericordia, "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo a una muerte de cruz".

Cuando el hombre intenta dar la espalda a Dios y quiere construir una historia al margen de su Creador, los resultados son funestos. La historia de la torre de Babel, que aparece en la Escritura, es una muestra arquetípica de cómo " en vano edifican los arquitectos, si Dios no edifica con ellos". Sólo con la ayuda divina podemos superar los peligros y las dificultades que salpican todos los días de nuestra existencia.

Cristo, al revelar el amor-misericordia de Dios, exige al mismo tiempo que los hombres se dejen guiar en su vida por el amor y la misericordia. De esta acción de Dios da cuenta María con su canto del Magnificat. "Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".

¿Cabe entonces tomar una actitud totalmente pasiva, esperando que todo lo haga Dios? No debemos darle al texto esta acentuación, podemos repetir con San Agustín: "el que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Pero, si toda obra de emprendimiento humano se presenta muchas veces ardua, cuanto más lo será aquella que quiere ayudar a edificar en los hombres la gloria a Dios. Y si, como lo percibimos, el pecado parece amurallar los corazones, edificando monumentales fortalezas que humanamente pueden presentarnos la tarea como imposible. La Palabra del Señor viene en nuestra ayuda, para que no nos dobleguen los obstáculos por enormes que sean, nosotros pondremos lo nuestro, "el resto lo hará Dios".

"Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío", que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno."[12]

[1] Cuanto más conoce el alma a Dios, tanto más le crece el deseo de verlo y la pena de no verlo (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 6, 2).
[2] Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti (SAN AGUSTIN, Confesiones 1,1).
[3] SANTA TERESA, Exclamaciones, 9.
[4] SAN AMBROSIO, Carta 2
[5] SAN AGUSTIN, Trat. sobre la 1ª carta de S. Juan.
[6] SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Ad. Donatum, 3. "El alabarse a si mismo es odiosa soberbia, pero no es soberbia, sino agradecimiento, el proclamar lo que se atribuye, no al esfuerzo del hombre, sino al don de Dios".
[7] M. Winowska, "L’icona dell’Amore misericordioso. Il messaggio di suor Faustina" -"Icono del Amor misericordioso. El mensaje de sor Faustina"-, Roma 1981, p. 271
[8] SAN CIRILO DE JERUSALÉN; Catequesis II, Invitación a la Conversión.
[9] CEC 1874.
[10] Juan Pablo II, Dives in misericordia, n.2.
[11] Juan Pablo II, Juicio y Misericordia; Observatore Romano, e.e., 9- VII-1999.
[12] Juan Pablo II, Homilía en la Misa de acción de gracias por la canonización Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.