viernes, 28 de septiembre de 2018

VIRTUDES NATURALES, MORALES Y SOBRENATURALES

VIRTUD Es un hábito operativo que santo Tomás define como "buena cualidad de la mente, por la que se vive rectamente y de la que nadie puede servirse para el mal». La actitud o el hábito contrario es el vicio.

 En las virtudes podemos distinguir:

a) virtudes naturales. que se adquieren con la repetición constante de actos buenos, Y se dividen en intelectuales y morales;

 b) virtudes cardinales, qué son la prudencia, la justicia, la fortaleza Y la templanza;

 c) virtudes sobrenaturales, que son hábitos infusos por Dios en las facultades humanas junto con la gracia santificante que se infunde en la esencia del alma mediante el bautismo. La doctrina común pone también entre estas virtudes a las cardinales, que perfeccionan y elevan a las adquiridas por el esfuerzo humano. Sin embargo, las principales virtudes infusas siguen siendo las teologales, ya que tienen a Dios como objeto formal, mientras que las cardinales tienden a un bien finito. Las teologales son la fe, la esperanza y la caridad. Esta última es considerada como la reina de todas las demás virtudes, según afirma san Pablo (1 Cor 13). La caridad está íntimamente relacionada con la gracia santificante y se pierde con el pecado, mientras que la fe y la esperanza pueden permanecer en el pecador sin la gracia y la caridad. En el momento de la infusión de la gracia santificante se infunden también los dones del Espíritu Santo.(G. Bove)

 Bibl.: A, de Sutter, Virtud, en DE, 600-607. G, Germán Suárez, La vida teologal, Madrid 1962; J. Pieper, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1976; Ch. Bernard, teología espiritual, Atenas, Madrid 1994, 141-171.

viernes, 21 de septiembre de 2018

SAN FRANCISCO DE ASÍS: LA PERFECTA ALEGRÍA

Iba una vez San Francisco con el hermano León de Perusa a Santa María de los Ángeles en tiempo de invierno. Sintiéndose atormentado por la intensidad del frío, llamó al hermano León, que caminaba un poco delante , y le habló así: ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.

Siguiendo más adelante, le llamó San Francisco segunda vez: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor devuelva la vista a los ciegos, enderece a los tullidos, expulse a los demonios, haga oír a los sordos, andar a los cojos, hablar a los mudos y, lo que aún es más, resucite a un muerto de cuatro días, escribe que no está en eso la alegría perfecta.

Caminando luego un poco más, San Francisco gritó con fuerza: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor llegara a saber todas las lenguas, y todas las ciencias, y todas las Escrituras, hasta poder profetizar y revelar no sólo las cosas futuras, sino aun los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que no es ésa la alegría perfecta.

Yendo un poco más adelante, San Francisco volvió a llamarle fuerte: ¡Oh hermano León, ovejuela de Dios!: aunque el hermano menor hablara la lengua de los ángeles, y conociera el curso de las estrellas y las virtudes de las hierbas, y le fueran descubiertos todos los tesoros de la tierra, y conociera todas las propiedades de las aves y de los peces y de todos los animales, y de los hombres, y de los árboles, y de las piedras, y de las raíces, y de las aguas, escribe que no está en eso la alegría perfecta.

Y, caminando todavía otro poco, San Francisco gritó fuerte: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor supiera predicar tan bien que llegase a convertir a todos los infieles a la fe de Jesucristo, escribe que ésa no es la alegría perfecta. Así fue continuando por espacio de dos millas. Por fin, el hermano León, lleno de asombro, le preguntó: Padre, te pido, de parte de Dios, que me digas en que está la alegría perfecta. Y San Francisco le respondió:

Si, cuando lleguemos a Santa María de los Ángeles, mojados como estamos por la lluvia y pasmados de frío, cubiertos de lodo y desfallecidos de hambre, llamamos a la puerta del lugar y llega malhumorado el portero y grita: "¿Quiénes sois vosotros?" Y nosotros le decimos: "Somos dos de vuestros hermanos". Y él dice: "¡Mentira! Sois dos bribones que vais engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Fuera de aquí!" Y no nos abre y nos tiene allí fuera aguantando la nieve y la lluvia, el frío y el hambre hasta la noche. Si sabemos soportar con paciencia, sin alterarnos y sin murmurar contra él, todas esas injurias, esa crueldad y ese rechazo, y si, más bien, pensamos, con humildad y caridad, que el portero nos conoce bien y que es Dios quien le hace hablar así contra nosotros, escribe ¡oh hermano León! que aquí hay alegría perfecta.

Y si nosotros seguimos llamando, y él sale fuera furioso y nos echa entre insultos y golpes, como a indeseables importunos, diciendo: "¡Fuera de aquí, ladronzuelos miserables; id al hospital, porque aquí no hay comida ni hospedaje para vosotros!" Si lo sobrellevamos con paciencia y alegría y en buena caridad, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta.

Y si nosotros, obligados por el hambre y el frío de la noche, volvemos todavía a llamar, gritando y suplicando entre llantos por el amor de Dios, que nos abra y nos permita entrar, y él más enfurecido dice: "¡Vaya con estos pesados indeseables! Yo les voy a dar su merecido". Y sale fuera con un palo nudoso y nos coge por el capucho, y nos tira a tierra, y nos arrastra por la nieve, y nos apalea con todos los nudos de aquel palo; si todo esto lo soportamos con paciencia y con gozo, acordándonos de los padecimientos de Cristo bendito, que nosotros hemos de sobrellevar por su amor, ¡oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta.

Y ahora escucha la conclusión, hermano León: por encima de todas las gracias y de todos los dones del Espíritu Santo que Cristo concede a sus amigos, está el de vencerse a sí mismo y de sobrellevar gustosamente, por amor de Cristo Jesús, penas, injurias, oprobios e incomodidades. Porque en todos los demás dones de Dios no podemos gloriarnos, ya que no son nuestros, sino de Dios; por eso dice el Apóstol: ¿Qué tienes que no hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido de El, por qué te glorías como si lo tuvieras de ti mismo? Pero en la cruz de la tribulación y de la aflicción podemos gloriarnos, ya que esto es nuestro; por lo cual dice el Apóstol: No me quiero gloriar sino en la cruz de Cristo. A él sea siempre loor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 18 de septiembre de 2018

DIÁC. JORGE NOVOA: DIOS NO TIENE NIETOS

Supongo que el título te habrá resultado sugestivo ¿Qué afirmamos al expresar que “Dios no tiene nietos”? Te pido un poco de paciencia y atención.

Podríamos plantearnos la hipótesis de la siguiente manera: “Los hijos de los creyentes, por serlo, no son nietos de Dios”. En la problemática de la trasmisión de la fe, a veces pensamos incorrectamente, que comunicando a nuestros hijos los conocimientos que tenemos de nuestra religión, con ello, será suficiente. Hay un aspecto doctrinal que necesita ser comunicado, nuestra fe posee un Credo, pero el cristianismo no se reduce a una comunicación de ideas.

Muchos hombres incrédulos tienen informaciones adecuadas sobre datos de la vida y las enseñanzas de Jesús. Saben que nació en Belén, y que su madre se llamaba María, conocen el modo de su muerte con bastantes detalles, pero y sin dudarlo, afirmamos que no lo conocen a Él. Los guardias que conduce Judas al lugar donde se encuentra Jesús, antes de su pasión, al enfrentarse con Él que les pregunta a quien buscan, le responden a Jesús el Nazareno. Se encuentran delante de Él, conocen su nombre, pero no lo conocen a Él.

Jesús le dice a la mujer samaritana, que se encuentra junto al pozo: “Si conocieras quien es el que te pide de beber”. En la Sagradas Escrituras, conocer es una relación vital que se establece entre dos personas, este concepto no se reduce en el mundo de la Biblia a una operación intelectual, la incluye, pero va más allá.

El cristianismo brota de un encuentro con Cristo Resucitado. Podemos y debemos testimoniarles a nuestros hijos a Cristo con palabras y obras, para que se manifieste la Belleza de la vida cristiana, y ésta ejerza una suerte de atracción del corazón de los nuestros. Pero inevitablemente, tendrán ellos que vivir su encuentro con el Señor. Los hijos de los creyentes, por serlo, no son nietos de Dios, porque Dios no tiene nietos, tiene hijos, y para serlo, hay que aceptar personal y libremente la invitación a vivir la vida desde esta experiencia de la fe.

El encuentro con el Señor, es un acontecimiento de gracia, que los padres preparamos con la oración y nuestro propio testimonio. Podemos acompañarlos, aproximándonos con ellos hasta el umbral del pórtico que conduce al encuentro con el Señor, pero la palabra final sobre esta decisión la tienen ellos.

Jesús está Resucitado, este es el grito de la Noche Pascual, Él se encuentra en medio de nosotros, “todos los días hasta el fin del mundo”. No estamos solos en la tarea de comunicar la fe, pidamos al Señor la ayuda necesaria, para que complete la obra que ha iniciado.

jueves, 13 de septiembre de 2018

SAN JUAN PABLO II COMENTA EL SALMO 32



1 Aclamen, justos, al Señor:
es propio de los buenos alabarlo. 

2 Alaben al Señor con la cítara, 
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; 
3 entonen para él un canto nuevo, 
toquen con arte, profiriendo aclamaciones. 


La Palabra creadora de Dios



4 Porque la palabra del Señor es recta 
y él obra siempre con lealtad; 
5 él ama la justicia y el derecho, 
y la tierra está llena de su amor.

6 La palabra del Señor hizo el cielo, 
y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; 
7 él encierra en un cántaro las aguas del mar 
y pone en un depósito las olas del océano. 

8 Que toda la tierra tema al Señor, 
y tiemblen ante él los habitantes del mundo; 
9 porque él lo dijo, y el mundo existió, 
él dio una orden, y todo subsiste. 

Los planes de la Providencia divina

10 El Señor frustra el designio de las naciones 
y deshace los planes de los pueblos, 
11 pero el designio del Señor 
permanece para siempre, 
y sus planes, a lo largo de las generaciones.

12 ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia! 

13 El Señor observa desde el cielo 
y contempla a todos los hombres; 
14 él mira desde su trono 
a todos los habitantes de la tierra; 
15 modela el corazón de cada uno 
y conoce a fondo todas sus acciones. 

16 El rey no vence por su mucha fuerza 
ni se libra el guerrero por su gran vigor; 
17 de nada sirven los caballos para la victoria:
a pesar de su fuerza no pueden salvar. 
18 Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, 
sobre los que esperan en su misericordia, 
19 para librar sus vidas de la muerte 
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Expresión de confianza

20 Nuestra alma espera en el Señor:
él es nuestra ayuda y nuestro escudo. 

21 Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.

22 Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, 
conforme a la esperanza que tenemos en ti. 

1. El salmo 32, dividido en 22 versículos, tantos cuantas son las letras del alfabeto hebraico, es un canto de alabanza al Señor del universo y de la historia. Está impregnado de alegría desde sus primeras palabras: "Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando los vítores con bordones" (vv. 1-3). Por tanto, esta aclamación (tern'ah) va acompañada de música y es expresión de una voz interior de fe y esperanza, de felicidad y confianza. El cántico es "nuevo", no sólo porque renueva la certeza en la presencia divina dentro de la creación y de las situaciones humanas, sino también porque anticipa la alabanza perfecta que se entonará el día de la salvación definitiva, cuando el reino de Dios llegue a su realización gloriosa.
San Basilio, considerando precisamente el cumplimiento final en Cristo, explica así este pasaje: "Habitualmente se llama "nuevo" a lo insólito o a lo que acaba de nacer. Si piensas en el modo de la encarnación del Señor, admirable y superior a cualquier imaginación, cantas necesariamente un cántico nuevo e insólito. Y si repasas con la mente la regeneración y la renovación de toda la humanidad, envejecida por el pecado, y anuncias los misterios de la resurrección, también entonces cantas un cántico nuevo e insólito" (Homilía sobre el salmo 32, 2: PG 29, 327). En resumidas cuentas, según san Basilio, la invitación del salmista, que dice: "Cantad al Señor un cántico nuevo", para los creyentes en Cristo significa: "Honrad a Dios, no según la costumbre antigua de la "letra", sino según la novedad del "espíritu". En efecto, quien no valora la Ley exteriormente, sino que reconoce su "espíritu", canta un "cántico nuevo"" (ib.).

2. El cuerpo central del himno está articulado en tres partes, que forman una trilogía de alabanza. En la primera (cf. vv. 6-9) se celebra la palabra creadora de Dios. La arquitectura admirable del universo, semejante a un templo cósmico, no surgió y ni se desarrolló a consecuencia de una lucha entre dioses, como sugerían ciertas cosmogonías del antiguo Oriente Próximo, sino sólo gracias a la eficacia de la palabra divina. Precisamente como enseña la primera página del Génesis: "Dijo Dios... Y así fue" (cf. Gn 1). En efecto, el salmista repite: "Porque él lo dijo, y existió; él lo mandó, y surgió" (Sal 32, 9).

El orante atribuye una importancia particular al control de las aguas marinas, porque en la Biblia son el signo del caos y el mal. El mundo, a pesar de sus límites, es conservado en el ser por el Creador, que, como recuerda el libro de Job, ordena al mar detenerse en la playa: "¡Llegarás hasta aquí, no más allá; aquí se romperá el orgullo de tus olas!" (Jb 38, 11).

3. El Señor es también el soberano de la historia humana, como se afirma en la segunda parte del salmo 32, en los versículos 10-15. Con vigorosa antítesis se oponen los proyectos de las potencias terrenas y el designio admirable que Dios está trazando en la historia. Los programas humanos, cuando quieren ser alternativos, introducen injusticia, mal y violencia, en contraposición con el proyecto divino de justicia y salvación. Y, a pesar de sus éxitos transitorios y aparentes, se reducen a simples maquinaciones, condenadas a la disolución y al fracaso.

En el libro bíblico de los Proverbios se afirma sintéticamente: "Muchos proyectos hay en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21). De modo semejante, el salmista nos recuerda que Dios, desde el cielo, su morada trascendente, sigue todos los itinerarios de la humanidad, incluso los insensatos y absurdos, e intuye todos los secretos del corazón humano.

"Dondequiera que vayas, hagas lo que hagas, tanto en las tinieblas como a la luz del día, el ojo de Dios te mira", comenta san Basilio (Homilía sobre el salmo 32, 8: PG 29, 343). Feliz será el pueblo que, acogiendo la revelación divina, siga sus indicaciones de vida, avanzando por sus senderos en el camino de la historia. Al final sólo queda una cosa: "El plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad" (Sal 32, 11).

4. La tercera y última parte del Salmo (vv. 16-22) vuelve a tratar, desde dos perspectivas nuevas, el tema del señorío único de Dios sobre la historia humana. Por una parte, invita ante todo a los poderosos a no engañarse confiando en la fuerza militar de los ejércitos y la caballería; por otra, a los fieles, a menudo oprimidos, hambrientos y al borde de la muerte, los exhorta a esperar en el Señor, que no permitirá que caigan en el abismo de la destrucción. Así, se revela la función también "catequística" de este salmo. Se transforma en una llamada a la fe en un Dios que no es indiferente a la arrogancia de los poderosos y se compadece de la debilidad de la humanidad, elevándola y sosteniéndola si tiene confianza, si se fía de él, y si eleva a él su súplica y su alabanza.

"La humildad de los que sirven a Dios -explica también san Basilio- muestra que esperan en su misericordia. En efecto, quien no confía en sus grandes empresas, ni espera ser justificado por sus obras, tiene como única esperanza de salvación la misericordia de Dios" (Homilía sobre el salmo 32, 10: PG 29, 347).

5. El Salmo concluye con una antífona que es también el final del conocido himno Te Deum: "Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti" (v. 22). La gracia divina y la esperanza humana se encuentran y se abrazan. Más aún, la fidelidad amorosa de Dios (según el valor del vocablo hebraico original usado aquí, hésed), como un manto, nos envuelve, calienta y protege, ofreciéndonos serenidad y proporcionando un fundamento seguro a nuestra fe y a nuestra esperanza.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

ORACIÓN AL DULCE NOMBRE DE MARÍA

Madre de Dios y Madre mía María! Yo no soy digno de pronunciar tu nombre; pero tú que deseas y quieres mi salvación, me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura, que pueda llamar en mi socorro tu santo y poderoso nombre, que es ayuda en la vida y salvación al morir.


 ¡Dulce Madre, María! haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida. No tardes, Señora, en auxiliarme cada vez que te llame. 


Pues en cada tentación que me combata, y en cualquier necesidad que experimente, quiero llamarte sin cesar; ¡María! Así espero hacerlo en la vida, y así, sobre todo, en la última hora, para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado: “¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” 


¡Qué aliento, dulzura y confianza, qué ternura siento con sólo nombrarte y pensar en ti! Doy gracias a nuestro Señor y Dios, que nos ha dado para nuestro bien, este nombre tan dulce, tan amable y poderoso. Señora, no me contento con sólo pronunciar tu nombre; quiero que tu amor me recuerde que debo llamarte a cada instante; y que pueda exclamar con san Anselmo: “¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor mío!” 


Amada María y amado Jesús mío, que vivan siempre en mi corazón y en el de todos, vuestros nombres salvadores. Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre, para acordarme sólo y siempre, de invocar vuestros nombres adorados. 


Jesús, Redentor mío, y Madre mía María, cuando llegue la hora de dejar esta vida, concédeme entonces la gracia de deciros: “Os amo, Jesús y María; Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía”.

jueves, 6 de septiembre de 2018

DIÁCONO JORGE NOVOA: ESCUELAS DE TIEMPO COMPLETO O LOS PADRES EN LAS CASAS?


Cómo ayudar para que lo niños no estén tanto en las calleso absorbidos por los medios electrónicos? Cómo hacer para evitar el ausentismo escolar? Estas son algunas de las preguntas, que preocupan a buena parte de la sociedad. Las respuestas dadas no pretenden ser una solución mágica a los problemas, pero sí, ayudar a mejorar la situación de los niños de nuestro país.

La escuela de tiempo completo, parece cobrar cada vez más fuerza, la argumentación es clara, los niños están mucho tiempo solos y al no tener a sus padres en la casa, por cuestiones laborales, de forma que ampliando el horario escolar se podrá cuidar a estos niños que están muy desprotegidos. Cualquiera convendrá en reconocer, siguiendo este razonamiento, que vale la pena invertir en Escuelas de tiempo completo.

No hay para los hijos, otra necesidad mayor que la de contar con sus padres más tiempo con ellos. El pluriempleo, los salarios miserables y los extensos horarios a cumplir para traer un magro salario a la casa, hacen que los padres estén ausentes de sus hogares más de la cuenta. Lo que se inició por el padre, también hoy se ha extendido a la madre, y los hijos carecen del aporte paterno-materno en la etapa de crecimiento y consolidación de su personalidad.

No será bueno que los padres tengan mejores salarios para que puedan ocupar su lugar en la educación de sus hijos? El estado que valora la escuela de tiempo completo, y considera la inversión adecuada, no valora esta alternativa, disponiendo de los recursos necesarios para que los padres están más tiempo con sus hijos?

Seguramente esto sería posible si conviniéramos en el papel irremplazable de la familia fundada en el matrimonio, entre varón y mujer, y en la misión irrenunciable que tienen los padres sobre la educación de sus hijos, pero, lo que parece claro en la teoría, en la práctica no toma la misma dirección. Las ideas que se proponen, sustituyen la misión de los padres, o tal vez, podríamos decir usurpan la tarea de los padres, porque en el fondo no reconocen en la familia la célula básica de la sociedad.

Resulta incomprensible, ver y reconocer los males, y no considerar como imperioso para cualquier sociedad enferma que quiera recobrar su salud, favorecer a la familia y su misión como educadora de personas. En las propuestas de los gobernantes de turno está ausente proponer soluciones que pasen por ayudar a las familias para que pueda realizar su misión.

Si descuidamos la vida familiar, los remedios alternativos que pretendan suplir su ausencia, o usurpar su misión, se tornaran una y otra vez ineficaces. Apostar por la familia, defender la misión de los padres, es construir el futuro de la Patria.