viernes, 24 de febrero de 2023

CARDENAL NEWMAN: IRRADIAR A CRISTO

¡Oh, Jesús!
 

Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. Inunda mi alma de tu espíritu y vida. Penétrame y aduéñate tan por completo de mí, que toda mi vida sea una irradiación de la tuya. Ilumina por mi medio y de tal manera toma posesión de mí, que cada alma con la que yo entre en contacto pueda sentir tu presencia en mi alma.

Que al verme no me vea a mí, sino a Ti en mí. Permanece en mí. Así resplandeceré con tu mismo resplandor, y que mi resplandor sirva de luz para los demás. Mi luz toda de Ti vendrá, Jesús; ni el más leve rayo será mío. Serás Tú el que iluminarás a otros por mi medio.

Sugiéreme la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregone con palabras sino con mi ejemplo, con el influjo de lo que yo lleve a cabo, con el destello visible del amor que mi corazón saca de Ti.
                                                                                     Amén

miércoles, 22 de febrero de 2023

LA CUARESMA: ORACIÓN, AYUNO Y LIMOSNA







125. El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.


A pesar de la secularización de la sociedad contemporánea, el pueblo cristiano advierte claramente que durante la Cuaresma hay que dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes; que hace falta un esfuerzo evangélico y una coherencia de vida, traducida en buenas obras, en forma de renuncia a lo superfluo y suntuoso, en expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados.

También los fieles que frecuentan poco los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía saben, por una larga tradición eclesial, que el tiempo de Cuaresma-Pascua está en relación con el precepto de la Iglesia de confesar lo propios pecados graves, al menos una vez al año, preferentemente en el tiempo pascual.

126. La divergencia existente entre la concepción litúrgica y la visión popular de la Cuaresma, no impide que el tiempo de los "Cuarenta días" sea un espacio propicio para una interacción fecunda entre Liturgia y piedad popular.
Un ejemplo de esta interacción lo tenemos en el hecho de que la piedad popular favorece algunos días, algunos ejercicios de piedad y algunas actividades apostólicas y caritativas, que la misma Liturgia cuaresmal prevé y recomienda. La práctica del ayuno, tan característica desde la antigüedad en este tiempo litúrgico, es un "ejercicio" que libera voluntariamente de las necesidades de la vida terrena para redescubrir la necesidad de la vida que viene del cielo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4; cfr. Dt 8,3; Lc 4,4; antífona de comunión del I Domingo de Cuaresma)


martes, 21 de febrero de 2023

BENEDICTO XVI: LA IMPOSICIÓN DE LAS CENIZAS


En todas las comunidades parroquiales se realiza hoy un gesto austero y simbólico: la imposición de las cenizas, y este rito es acompañado por dos fórmulas llenas de significado que constituyen un apremiante llamamiento a reconocerse pecadores y a volver a Dios. La primera fórmula dice: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” (Cf. Génesis 3, 19). Estas palabras, tomadas del libro del Génesis, evocan la condición humana sometida al signo de la caducidad y de la limitación, y quieren llevarnos a poner únicamente la esperanza en Dios.

La segunda fórmula se remonta a las palabras pronunciadas por Jesús al inicio de su ministerio itinerante: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1, 15). Es una invitación a hacer de la adhesión firme y confiada al Evangelio el fundamento de la renovación personal y comunitaria. La vida del cristiano es vida de fe, fundamentada en la Palabra de Dios y alimentada por ella. En las pruebas de la vida y en cada tentación, el secreto en la victoria consiste en escuchar la Palabra de verdad y en rechazar con decisión la mentira del mal. Éste es el programa auténtico y central del tiempo del Cuaresma: escuchar la Palabra de vedad, vivir, hablar y hacer la verdad, rechazar la mentira que envenena a la humanidad y que es la puerta de todos los males. Es urgente, por tanto, volver a escuchar, en estos cuarenta días, el Evangelio, la Palabra del Señor, Palabra de verdad, para que en todo cristiano, en cada uno de nosotros, se refuerce la conciencia de la verdad que le ha dado, que nos ha dado, para vivirla y ser sus testigos. La Cuaresma nos estimula a dejar que la Palabra de Dios penetre en nuestra vida y a conocer de este modo la verdad fundamental: quiénes somos, de dónde venimos, adónde tenemos que ir, cuál es el camino que hay que tomar en la vida. De este modo, el período de Cuaresma nos ofrece un camino ascético y litúrgico que, ayudándonos a abrir los ojos ante nuestra debilidad, nos hace abrir el corazón al amor misericordioso de Cristo.

El camino cuaresmal, al acercarnos a Dios, nos permite mirar con nuevos ojos a los hermanos y a sus necesidades. Quien comienza a ver a Dios, a contemplar el rostro de Cristo, ve con otros ojos al hermano, descubre al hermano, su bien, su mal, sus necesidades. Por este motivo, la Cuaresma, como tiempo de escucha de la verdad, es un momento propicio para convertirse al amor, pues la verdad profunda, la verdad de Dios, es al mismo tiempo amor. Un amor que sepa asumir la actitud de compasión y de misericordia del Señor, como he querido recordar en el Mensaje para la Cuaresma, que tiene por tema las palabras del Evangelio: “Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas” (Mateo 9, 36).

Consciente de su misión en el mundo, la Iglesia no deja de proclamar el amor misericordioso de Cristo, que sigue dirigiendo la mirada conmovida a los hombres y los pueblos de todos los tiempos: “Ante los terribles desafíos de la pobreza de gran parte de la humanidad --escribía en el citado Mensaje cuaresmal--, la indiferencia y el encerrarse en el propio egoísmo aparecen como un contraste intolerable frente a la ”mirada” de Cristo. El ayuno y la limosna, que, junto con la oración, la Iglesia propone de modo especial en el período de Cuaresma, son una ocasión propicia para conformarnos con esa –mirada-” (párrafo 3), la mirada de Cristo, y para vernos a nosotros mismos, a la humanidad, a los demás, con su mirada. Con esto espíritu, entramos en el clima austero y orante de la Cuaresma, que es precisamente un clima de amor por el hermano.

Que sean días de reflexión y de intensa oración, en los que nos dejemos guiar por la Palabra de Dios, que la liturgia nos propone abundantemente. Que la Cuaresma sea, además, un tiempo de ayuno, de penitencia y de vigilancia sobre nosotros mismos, conscientes de que la lucha contra el pecado no termina nunca, pues la tentación es una realidad de todos los días y la fragilidad y los espejismos son experiencias de todos. Que la Cuaresma sea, por último, a través de la limosna, hacer el bien a los demás, que sea una ocasión sincera para compartir los dones recibidos con los hermanos para prestar atención a las necesidades de los más pobres y abandonados.

Que en este camino de penitencia nos acompañe María, la Madre del Redentor, que es maestra de escucha y de fiel adhesión a Dios. Que la Virgen María nos ayude a celebrar, purificados y renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de Cristo. Con estos sentimientos deseo a todos una buena y fecunda Cuaresma”.

jueves, 9 de febrero de 2023

DIÁCONO JORGE NOVOA: "PREPARA TU ALMA PARA LA PRUEBA"

Solo en Dios reside la sabiduría perfecta. Israel en su literatura sapiencial ha sostenido tal afirmación, destacando especialmente su riqueza doctrinal para con la vida de los hombres. Los sabios son reconocidos como maestros, dado que la sabiduría divina los capacita para ello y ésta se expresa bajo la forma de máximas o consejos. La sabiduría que el Señor comunica a Israel, crece y se desarrolla en un diálogo de fe, “por ello, el “temor del Señor”, es decir, la orientación religiosa y vital hacia Él, fue considerado el “principio”, el “fundamento”, la “escuela” de la verdadera sabiduría (Prov 1, 7; 9, 10; 15, 33)” La sabiduría se manifiesta como luz que todo lo ilumina, como Palabra reveladora de la verdad sobre el camino que conduce a la verdadera felicidad, y como amor que lleva a plenitud el verdadero sentido orientador de las decisiones. Con las motivaciones profundas del amor, la Sabiduría invita al hombre a la comunión con ella y, en consecuencia, a la comunión con el Dios vivo. Ella es revelación de esta luz única que tiene su origen en Dios, y que conjuga admirablemente el binomio amor y verdad con relación a la existencia humana. Manifestado en plenitud en las palabras y obras de Jesús de Nazaret, personalmente la sabiduría de Dios.

1 Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.

Resulta interesante constatar como los que “deciden” acercarse a servir al Señor, a poco tiempo, se enfrentan personalmente a un cuestionamiento que les resulta inexplicable. “Yo antes gozaba de ciertos reconocimientos familiares o de mis amistades, e incluso en medio de mis decisiones frívolas, y ahora que me he acercado al Señor, a vivir en la fe, a tratar de cumplir sus mandamientos, he comenzado a ser blanco de muchas incomprensiones, críticas desproporcionadas y en muchos casos de los que más me aman y me son más cercanos. Qué pasa? ”. Algunos, se realizan esta pregunta sintiéndose un tanto desconcertados.

La SSEE viene en nuestra ayuda, con este texto tomado del capítulo 2 del Eclesiástico. Hay una constatación, algo ha marcado en nuestra existencia un antes y un después, y esto tiene su origen en una decisión. Nuestra voluntad nos dispone en una dirección que afecta toda nuestra vida. “Servir al Señor”.

Entre “servir al Señor” y la “prueba” se establece una relación de causa-efecto. Por qué se establece está consecuencia irremediable? Cómo debemos comprenderla?

Tratando de sintetizar, digamos que la decisión de “servir al Señor” comporta, conformar la propia vida con Su voluntad. Servirlo supone “hacer su voluntad”, conformar la voluntad humana a la voluntad divina, según el modelo del Hijo. Jesús nuestro maestro repite en el Huerto: “que no se cumpla mi voluntad sino la tuya”. Esta decisión no supone la alienación personal, y menos aún la imagen de un Dios que arbitrariamente nos impone caprichos. Se establece el diálogo entre el hombre y Dios, dos amores y dos libertades, uno con capacidad para revelar y el otro para creer.

Siguiendo a san Agustín, digamos que “conformar la voluntad propia con la de Dios” comporta un cierto itinerario, que podría presentarse así: conocer, amar y seguir. Así lo expresa este gran maestro de la fe: “a Cristo es imposible conocerlo y no amarlo, amarlo y no seguirlo”. El conocer y el amar están íntimamente compenetrados, y en ellos se da la acción misteriosa y fecunda del Espíritu Santo, incluso primero puede encontrase el amor y luego el conocer, debido a que hay un modo de conocer que nos viene únicamente del amor. Hay muchos ejemplos en que verifican este camino: “estoy conociendo al que amo”. Y de hecho, el camino que realizan los niños en tantas familias cristianas tiene también esta afirmación, “han comenzado por amar al que luego irán conociendo”.

Este itinerario de fe, tiene la particularidad, de ponernos en relación con alguien que está Resucitado, al que queremos conocer, amar y servir, ha vencido la muerte y “Vive”. Por ello, puede presentarse como “camino, verdad y vida”. Y esta presencia suya, es luz para mi existencia, revelación de mi verdad e invitación a “conformar mi voluntad a la suya”.Su luz es amable incluso cuando purifica mi existencia y amigable cuando ilumina mis oscuridades.

Su luz permite descubrir en nuestras vidas, la desproporción entre lo que soy y lo que estoy llamado a ser, y ello, sin sumirme en la desesperanza, porque según el apóstol Pablo “todo lo puedo en Aquel que me conforta”.El poder vislumbrar, aunque sea imperfectamente este abismo, entre lo que soy y lo que estoy llamado a ser, se traduce para mí en el “camino de la conversión”. Todo camino de “conversión” conlleva la prueba como posibilidad de lugar para el crecimiento. En la prueba se purifica nuestro conocimiento de Dios, y se adquiere uno más perfecto de nosotros mismos.

El Señor nos advierte para prepararnos e instruirnos, por medio de la sabiduría divina, sobre como debemos comportarnos en tales situaciones. En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad.

2 Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. 3 Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido. 4 Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación. 5 Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación. 6 Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él.

Desde el versículo 2 y hasta el 6 inclusive, el escritor inspirado nos da una serie de recomendaciones, que debemos asumir para no sucumbir en la prueba. Divido la perícopa en 4 partes, todas destinadas al creyente para que obre conforme a estas recomendaciones.

La primera (v.2) tiene como sujeto el “corazón” del creyente, y está orientada a las disposiciones profundas, a las opciones y decisiones que se han de vivir y confirmar en las “adversidades”.Este parece ser el sentido que tiene la expresión desgracia, como traducen algunas Biblias, y que expresa las circunstancias adversas en las que viven los creyentes. La “prueba” puede asumir distintos rostros, entre ellos el del sufrimiento u otros, distintos modos de experimentar desdicha o desventura.

Hay tres recomendaciones que se dan a los que se encuentran en tal situación, la primera queda expresa por el verbo enderezar. La “adversidad” provoca un sacudón, parece que no encontramos un lugar de donde agarrarnos, todo se vuelve movedizo. El corazón siente el peso de sus inclinaciones, de las pasiones desordenadas, y puede entrar en diálogo con las cosas que le propone la tentación. Enderezar el corazón, es tomar el timón de la nave, reafirmando las decisiones profundas en medio de las adversidades. Ellas no se aplacarán si cambiamos nuestras decisiones. Sé hacia donde me dirijo, y no debo cambiar, aunque me encuentre en medio de las adversidades. San Ignacio recomienda “no mudar” en desolación. La segunda exige el ejercicio de la fortaleza, de allí la recomendación “sé firme”, hay que alejar los pensamientos dubitativos que nos debilitan para enfrentar la tentación. Estas dos recomendaciones ayudan a superar la inquietud que viene como consecuencia. Aquí nos da la tercera recomendación, la prueba genera cierta inquietud, esta experiencia interior debilita y confunde.

La segunda (v.3) manifiesta la presencia del Señor en medio de las adversidades. En estas situaciones, hay una sensación de ausencia del Señor, parece que estamos librados a nuestras fuerzas y aunque clamamos, nos cuesta percibir cercana la presencia del Señor. El foco que nos guía es la fe, que nos impulsa a unirnos al Señor y no separarnos de Él. La fe nos revela la presencia del Señor, y aunque estén ausentes los consuelos sensibles, ella encuentra en la Iglesia la palabra que nos conduce al puerto seguro.

Cómo puedo unirme al Señor en estas circunstancias adversas? Me fortalecerá perseverar recibiendo la Eucaristía y escuchando su Palabra. Aunque sensiblemente, no experimente los consuelos habituales, debo perseverar en la unión con el Señor. La Iglesia es la que me indica dónde lo encuentro. Ella es la que lo señala presente. El Resucitado está en medio de su Pueblo, “allí donde dos o tres se reúnen en su nombre”, no es una decisión acertada apartarse de la comunidad eclesial cuando atravesamos por adversidades.

Adorar al Señor siempre fortalece. Y así como nuestros rostros expuestos al sol, no perciben inmediatamente su acción, sino luego que transcurre el tiempo, y podemos percibir cuanto nos ha quemado. La adoración eucarística produce en nosotros un efecto análogo que con el tiempo se percibe, estamos bajo su acción, y Él en la adoración nos modela lentamente.

La tercera parte (vv.4-5) nos devela el valor de aceptar en la prueba la humillación. Dice Jesús en el Evangelio, “el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. La prueba deja en evidencia nuestra debilidad, experimentamos la fuerza que muchas veces tienen las tentaciones, y la “falsa seguridad” espiritual en la que nos creíamos encontrar. De allí emergen expresiones de asombro: Cómo me pudo a mí ocurrir ésto? Esta vivencia nos hace desconfiar de nuestras posibilidades. El que actúa humillándose, dobla su rodilla ante Aquél que todo lo puede, para implorar su auxilio.

La prueba es una escuela de humildad. Benedicto XVI nos hace repara en la experiencia del apóstol Pedro:La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días. Pedro, que había prometido fe absoluta, experimenta la amargura y la humillación del que reniega: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad. También Pedro tiene que aprender que es débil y que necesita perdón. Cuando finalmente se le cae la máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya está listo para su misión”[2] .

“Aceptar y ser paciente” son las palabras orientadoras de estos versículos. La aceptación no es mera pasividad, es la posibilidad de descubrir y vivir cumpliendo la voluntad de Dios, en la situación adversa que debo enfrentar. Para ello, es necesario el ejercicio de la virtud de la paciencia. Este es el binomio que la sabiduría divina presenta como insustituible en las adversidades: humildad y paciencia. En la prueba se acrisola la virtud, y la humillación es el lugar elegido por Dios.

La cuarta parte (v.6) parece ser un consejo presentado a modo de síntesis perfecta, con los tres desafíos que deben enfrentar los creyentes en estas circunstancias: confiar, enderezar y esperar con sus consiguientes tentaciones que son: desconfiar, “tomar atajos” y desesperar. El tiempo de la prueba es propicio para crecer en la confianza, la esperanza y la determinación del camino emprendido. Las dos primeras de las tres acciones a realizar, me enseñan a disponerme en la relación con Dios, asegurándome sobre la viabilidad y posibilidad del camino emprendido. Allí está en fundamento. Aunque experimentemos la debilidad y la limitación, si confiamos y esperamos, Dios vendrá en nuestro auxilio, y nos socorrerá en la hora de la tribulación.


[1] Juan Pablo II Catequesis 22 de abril de 1987.

[2] Intervención del Papa Benedicto XVI durante la Audiencia General dedicada al tema "Pedro, el apóstol".

miércoles, 8 de febrero de 2023

DIÁCONO JORGE NOVOA: ÁNGELES Y DEMONIOS (4) LAS MISIONES

 

ORACIÓN ATRIBUIDA A SANTA BERNARDITA

Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y por mi constante cansancio... te doy gracias, Jesús.
Te doy las gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyremale...
No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas; por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien que trataba de hacer un negocio..., te doy las gracias, Madre.
Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque, si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses elegido...
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó "hermana María Bernarda"..., te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que me colmaste de amargura...
Porque la madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación... te doy gracias.
Gracias por haber sido como soy, porque la madre Teresa pudiese decir de mí: " Jamás le cedáis lo suficiente"...
Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que otras hermanas pudieran decir: "Qué suerte que no soy Bernardita"...
Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: "¿Esa cosa es ella?" la Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico...
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad, que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus relámpagos, por tus rayos... por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús.

(Algunos  consideran que esta oración no fue escrita por la santa, sino por Marcelle Auclair, quien al escribir la vida de la santa, expresó en esta oración lo que estaba presente en su vida. Otros consideran que es una recopilación de frases suyas esparcidas por distintos lugares)

ALEXIS CARREL MÉDICO: MI VIAJE A LOURDES


Alexis Carrel premio Nobel de Medicina, y ateo; quiso reírse de lo que ocurría en Lourdes. Fue allí para demostrar que todo era una patraña, que aquello era mentira, que aquello era todo un fraude. Y así subió al tren de una peregrinación que iba a Lourdes.

En el tren iba una mujer enferma, que se llamaba Marie Ferrand Bayllie, en el viaje  su salud emperó y estaba a punto de morir. Piden un médico, y Alexis Carrel va a ver a aquella mujer, al parecer, era una peritonitis. Carrel vaticina que no llegará a Lourdes. No hay nada que hacer, sentenció. Está desahuciada. 

Comenta: -Bueno, si esta mujer se cura en Lourdes, entonces yo creería en Lourdes.

Dios le tomó la palabra. Aquella mujer llegó a Lourdes. Y ante los ojos atónitos de Alexis Carrel instantáneamente se curó de su enfermedad. Él cumple su palabra y se convierte. Tiene un libro muy bonito, que se llama Mi viaje a Lourdes, donde cuenta su conversión.  De esta experiencia de fe nació esta bellísima oración del médico, ahora creyente.

«Virgen Santa, socorro de los desgraciados que te imploran humildemente, sálvame. Creo que Tú has querido responder a mi duda con un gran milagro. No lo comprendo, y dudo todavía. Pero mi gran deseo y el objeto supremo de todas mis aspiraciones es ahora creer, creer apasionadamente y ciegamente, sin discutir ni criticar nunca más.

 Tu nombre es más bello que el sol de la mañana. Acoge al inquieto pecador que, con el corazón turbado y la frente surcada por las arrugas, se agita corriendo tras las quimeras. Bajo los profundos y duros consejos de mi orgullo intelectual yace, desgraciadamente ahogado todavía, un sueño, el más seductor de todos los sueños: el de creer en Ti y de amarte como aman los monjes de alma pura».

Puedes leer más acerca del tema en la siguiente dirección: http://www.arbil.org/90alex.htm