domingo, 31 de julio de 2022

SAN IGNACIO DE LOYOLA: PRINCIPIO Y FUNDAMENTO.



Al comienzo de los ejercicios espirituales, San Ignacio de Loyola, con una síntesis perfecta, seguramente inspidada por el Espíritu Santo, llamada "principio y fundamento", nos pone frente a la verdad primera y última de nuestra existencia. Allí, aparece la "santa indiferencia", un estado de libertad interior al que hay que tender y  que nos permite, querer el querer de Dios... Te invito a meditarla y orarla a lo largo de una semana, verás cuanta sabiduría divina, Dios nos ha regalado, en estas palabras humanas... 

El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la cosecución del fin para que el es creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe alejarse de ellas, cuanto para ello le impiden. 

Por lo cual es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados.

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO: DE LA INTERCESIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

Sus oraciones valen más que las de todo el paraíso.  San Bernardo hablando de la Virgen escribió estas hermosas palabras: Así como nosotros no podemos acercarnos al Padre sino por medio del Hijo, que es mediador de justicia, así no podemos acercarnos a Jesús si no es por medio de María que es la mediadora de la gracia y nos obtiene con su intercesión todos los bienes que nos ha concedido Jesucristo. En otro lugar saca el mismo Santo de todo esto una consecuencia lógica, cuando dice que María ha recibido de Dios dos plenitudes de gracias- la primera, la encarnación del Verbo eterno, tomando carne humana en su purísimo seno... la segunda, la plenitud de las gracias que de Dios recibimos por su intercesión. Oigamos las palabras del mismo Santo: Puso el Señor en María la plenitud de todos los bienes, y por tanto, si tenemos alguna gracia y alguna esperanza, si alguna seguridad tenemos de salvación eterna, podemos confesar que todo nos viene de ella, pues rebosa de delicias divinas. Huerto de delicias es su alma y de allí corren y se esparcen suaves aromas, es decir, los carismas de todas las gracias.
Podemos por tanto asegurar que todos los bienes que del Señor recibirnos, nos llegan por medio de la intercesión de María. ¿Qué por qué es así? Responde categóricamente San Bernardo: Porque así lo ha dispuesto el mismo Dios. Esta es su divina voluntad, son palabras de San Bernardo, que todo lo recibamos por manos de María Pero San Agustín da otra razón y parece más lógica, y es que María es propiamente nuestra Madre; lo es, porque su caridad cooperó para que naciésemos a la vida de la gracia y fuéramos hechos miembros de nuestra cabeza que es Jesucristo. Pues ella ha cooperado con su bondad al nacimiento espiritual de todos los redimidos, por eso ha querido el Señor que con su intercesión coopere a que tengan la vida de la gracia en este mundo, y en el otro mundo la vida de la gloria. Que por esto la Santa Iglesia se complace en llamar y saludarla con estas suavísimas palabras: Vida, dulzura y esperanza nuestra.
Nos exhorta San Bernardo a recurrir siempre a esta divina Madre, ya que sus súplicas son siempre escuchadas por su divino Hijo. Acudamos a María, exclama con fervoroso acento, lo digo sin vacilar ..., el Hijo oirá a su Madre. A continuación añade: Hijos míos, Ella es la escala de los pecadores. Ella mi máxima esperanza, Ella, toda la razón de confianza del alma mía. La llama escala, porque así como no podemos subir el tercer escalón sin poner antes el pie en el segundo, de la misma manera nadie llega a Dios sino es por medio de Jesucristo, y a Jesucristo nadie llega sino por medio de María. Y añade que es su máxima esperanza y el fundamento de su confianza porque Dios ha dispuesto que todas las gracias nos pasen por manos de María. Por esto concluye recordándonos que todas las gracias que queramos obtener, las pidamos por medio de María, porque ella alcanza todo lo que quiere y sus oraciones jamás serán desatendidas. He aquí sus textuales palabras: Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María, porque halla todo lo que busca y jamás pueden ser frustrados sus deseos. No de distinta forma hablaba el fervoroso San Efrén: Sólo una esperanza tenemos, decía, y eres tú, Virgen purísima. San Ildefonso, vuelto a la misma celestial Señora, le hablaba así. La Majestad divina ordenó que todos sus bienes pasaran por tus manos benditas. A Ti están confiados todos los tesoros divinos y todas las riquezas de las gracias. San Germán le decía todo tembloroso: ¿Oué será de nosotros si Tú nos abandonas, vida de todos los cristianos? San Pedro Damián: En tus manos están todos los tesoros de las misericordias de Dios. San Antonio: Quien reza sin contar contigo es como quien pretende volar sin alas. San Bernardino de Sena: Tú eres la dispensadora de todas las gracias: nuestra salvación está en tus manos. En otro lugar llegó a afirmar el mismo Santo que no tan sólo es María el medio por el cual se nos comunican todas las gracias de Dios sino que desde el día en que fue hecha madre de Dios, adquirió una especie de jurisdicción sobre todas las gracias que se nos conceden. Sigue ponderando la autoridad de la Virgen con estas palabras, Por Maria, de la cabeza de Cristo, pasan todas las gracias vitales a su cuerpo místico. El día en que siendo Virgen fue hecha Madre de Dios, adquirió una suerte de posesión y autoridad sobre todas las gracias que el Espíritu Santo concede a los hombres de este mundo, que nadie jamás obtendrá gracia alguna, sino según lo disponga esta Madre piadosísima. Y añade esta conclusión, Por tanto, sus manos misericordiosas dispensan a quien quiere dones, virtudes y gracias. Y lo mismo confirma San Bernardino de Sena con estas palabras: Ya que toda la naturaleza divina se encerró en el seno de María, no temo afirmar que por ello adquirió la Virgen cierta jurisdicción sobre todas las corrientes de las gracias, pues fue su seno el océano del cual salieron todos los ríos de las divinas gracias.
Muchos teólogos apoyados en la autoridad de estos Santos, justa y piadosamente tienen la opinión de que no hay gracia que no sea dispensada por medio de la intercesión de María. Así podemos citar entre muchos a Vega, Mendoza, Pacíuccheli, Séñeri, Poiré, Crasset. Lo mismo defiende el docto P. Natal Alejandro, del cual son estas palabras: Quiere Dios que todos los bienes que de El esperamos, los obtengamos por la poderosísima intercesión de su Madre, cuando debidamente la invocamos. Y trae para confirmarlo el célebre texto de San Bernardo: Esta es la voluntad de Dios: quiere que todo lo tengamos por María. El P. Contenson, comentando aquellas palabras que Cristo pronunció en la cruz: Ahí tienes a tu madre, añade. Como si dijere: Ninguno puede participar de mi sangre, sino por la intercesión de mi Madre. Fuentes son de gracia sus llagas, pero su agua sólo llegará a las almas por medio de ese canal que se llama María. Juan, mi amado discípulo, serás tan amado de Mí, cuanto amares a Ella.
Por lo demás, si es cierto que le agrada al Señor que recurramos a los santos, mucho más le ha de agradar que acudamos a la intercesión de María para que supla ella nuestra indignidad con la santidad de sus méritos. Así cabalmente lo afirma San Anselmo: para que la dignidad de la intercesora supla nuestra miseria. Por tanto, acudir a la Virgen no es desconfiar de la divina misericordia; es tener miedo de nuestra indignidad. Santo Tomás, cuando habla de la dignidad de María, no repara en llamarla casi infinita. Como es madre de Dios tiene cierta especie de dignidad infinita. Y por tanto, puede decirse sin exageración que las oraciones de María son casi más poderosas que las de todo el cielo.
Pongamos fin a este primer capítulo resumiendo todo lo dicho y dejando bien sentada esta afirmación: que el que reza se salva y el que no reza se condena. Si dejamos a un lado a los niños, todos los demás bienaventurados se salvaron porque rezaron, y los condenados se condenaron porque no rezaron. Y ninguna otra cosa les producirá en el infierno más espantosa desesperación que pensar que les hubiera sido cosa muy fácil salvarse. Pues lo hubieran conseguido pidiendo a Dios sus gracias, y que ya serán eternamente desgraciados, porque pasó el tiempo de la oración.

martes, 26 de julio de 2022

SAN IGNACIO DE LOYOLA


 Presbítero

Nació el año 1491 en Loyola, en las provincias vascongadas; su vida transcurrió primero entre la corte real y la milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compañeros con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús. Ejerció un fecundo apostolado con sus escritos y con la formación de discípulos, que habían de trabajar intensamente por la reforma de la Iglesia. Murió en Roma el año 1556.
Examinad si los espíritus provienen de Dios

De los Hechos de san Ignacio recibidos por Luis Gonçalves de Cámara de labios del mismo santo

Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de caballerías, narraciones llenas de historias fabulosas e imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para leer un libro llamado Vida de Cristo y otro que te por título Flos sanctórum, escritos en su lengua materna.

Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés por las cosas que en ellas se trataban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que había leído en tiempos pasados y entretenía su imaginación con el recuerdo de las vanidades que habitualmente retenían su atención durante su vida anterior.

Pero, entretanto, iba actuando también la misericordia divina, inspirando en su ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente lo que acababa de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo:
«¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?»
Y, así, su mente estaba siempre activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que, distraído por cualquier motivo, volvía a pensar, también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta sucesión de pensamientos duró bastante tiempo.

Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la reali­dad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario­, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría. De esta diferencia él no se daba cuenta ni le daba importancia, hasta que un día se le abrieron los ojos del alma y comenzó a admirarse de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que, mientras una clase de pensamientos lo dejaban triste, otros, en cambio, alegre. Y así fue como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando ­se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya le ayudó mucho a comprender lo que sobre la discreción de espíritus enseñaría luego a los suyos.

Oración


Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
(Fundación Gratis Date)

sábado, 16 de julio de 2022

DIÁCONO JORGE NOVOA: EL ABANDONO ES EL FRUTO DEL AMOR


El Camino de la Infancia Espiritual recorrido por Santa Teresita de Lisieux es una fuente inagotable de gracia para la Iglesia Universal. "Su mensaje, a menudo sintetizado en el así llamado «caminito», que no es más que el camino evangélico de la santidad para todos, ha sido objeto de estudio por parte de teólogos y autores de espiritualidad"[1]. La maestra del Carmelo de Lisieux con su camino fecundo de obediencia a la gracia divina, siguiendo como modelo al Niño santo y perfecto en los elementos constitutivos de su figura simple y atrayente, ha logrado plasmar un camino ascensional de la caridad teologal.


Como maestra, "descubre y comunica a las novicias encomendadas a su cuidado el caminito de la Infancia Espiritual. Progresando en el, ella penetra cada vez más en el misterio de la Iglesia y, atraída por el amor de Cristo, siente crecer en sí misma la vocación apostólica y misionera, que la impulsa a llevar a todos hacia el encuentro con el Esposo divino"[2].



"A fines del siglo XIX, quedaban todavía huellas muy fuertes del jansenismo, con su Dios rígido y severo. En el clima que se respiraba, la vida cristiana era sobre todo una cuestión de combate ascético. La virtud esencial del buen cristiano era una voluntad de hierro para aplicar al pie de la letra las enseñanzas y merecer así la gracia divina. Por lo cual, es un milagro ulterior el hecho de que, en un tiempo así, con todo el contexto cultural dominante en la Iglesia que jugaba en contra, haya brotado la santidad de Teresa de Lisieux, en la que todo es debido a lo que Dios realiza en ella, y no a lo que ella hubiera podido aportar por sí misma"[3].



Para los estudiosos del tema, los pilares de la Infancia Espiritual son cuatro: la humildad, la confianza en Dios, el santo abandono y el celo, estas cuatro aristas de  la Caridad teologal cimientan la Infancia Espiritual como camino ascensional que se encuentra implícito en la enseñanza evangélica. Un camino original y sugestivo que despliega la Caridad teologal en lo esencial de la existencia cristiana. Es necesario entonces reconocer el lugar que ocupan las cuatro vertientes antes expuestas y su íntima e indisoluble vinculación. Al pasar del programa a la realidad de la vida, cada elemento constitutivo de la Infancia Espiritual se estereotipa en una fórmula. Así el de la humildad es "soy débil y pequeña", el de la confianza en Dios; "Señor, confío en Ti"; el celo; "todo por mi Dios". La fórmula del abandono en su existencia, en momentos de gozo y en los de sufrimiento será esta: "¡Sí, Padre!".Con esta actitud vital, su vida una y otra vez, congregará el ejercicio permanente de múltiples virtudes, dado que numerosos caminos se unifican en el abandono.


En este breve y parcial esbozo, nuestra mirada se posa sobre el "Abandono", al que es conducida en un  determinado momento la existencia creyente. El Amor teologal  la congrega ante la entrega abismal que supone el abandono.

Nuestra maestra del Carmelo suplicaba a Santa Cecilia:
"Alcanzadme, Oh Cecilia, que entre la lucha y la guerra, -goce del abandono, que es fruto del amor…"[4].

Hacia allí la conduce la comprensión de su pequeñez y debilidad, pues el pequeño siente la necesidad de dejarse llevar; su debilidad le lanza esperando hallar su más firme apoyo. La confianza tiende allí con todas sus fuerzas, pues instintivamente el que confía se entrega, y una entera confianza conduce a un completo abandono en los brazos del Esposo adorado. Pero, sobre todo, el abandono es el término y la consecuencia del "crescendo" de la caridad teologal en la vida del creyente. El amor que se  Abandona en el Amado tiene la firme certeza de que su entrega será fecundada en el momento oportuno. Renuncia a los consuelos de la  repercusión de su  entrega, y descansa  saciadamente sus deseos haciéndolos cada vez más uno con los deseos de su Amado. Amar es darse, pero, la manera más perfecta de darse, es abandonarse.

La doctora del Carmelo cumpliendo perfectamente lo que acabamos de decir, declara:
"Al presente me encuentro enferma y no me curaré. Sin embargo, vivo en paz…Desde hace mucho tiempo no me pertenezco; me entregué del todo a Jesús…Es muy libre de hacer de mí lo que le plazca"[5].

El amor que se abisma en Dios, sale de los límites de las posibilidades humanas apoyándose totalmente  en Él, esta salida para nada supone un despreocuparse de las realidades temporales. Anclada en Dios, participa en la medida que se lo concede su Señor del amor que Él tiene por la obra de sus manos. Abandonarse, en efecto, no es despreocuparse en absoluto de los sucesos del mundo. Este amor la sumerge en la realidad más esencial de la obra de la salvación y la mueve a ofrecerse como "víctima de expiación".

" ¡Oh Jesús! Os pido solo la paz. La paz y, sobre todo el amor sin límites, infinito! Jesús: que muera yo mártir por Ti: concédeme el martirio del corazón o el del cuerpo. ¡Ah!¡Prefiero que me des los dos!"[6]

"Dándose a Él abdica en sus manos todas sus preocupaciones, olvida sus propias necesidades y manifiesta, por ende, que tiene ilimitada confianza en aquel a quien se entrega"[7].Como Abraham está pronta a sacrificarle en cualquier momento la prenda más querida y, como  sabe que Dios salva y restaura icuando parece todo perdido. La entrega de sí es un acto de amor perfecto. Como la esposa del Cantar de los Cantares,  Teresita murmura: "duermo, pero mi corazón vela"(5,2). El total abandono que expresa aquel que  " duerme", se complementa con la actividad interior del alma expresada en el "corazón que vela".Confiada y abismada en el amor de su esposo, su fe reposa serenamente en su presencia invisible, y su alma vela aguardando la visita de su Señor.

En los brazos de Dios

La imagen del niño que duerme en los brazos de su padre, utilizada por la Santa, expresa la paz que reina en su corazón. El abandonó se manifiesta como el fruto maduro del amor a Dios.
"Jesús se complace en mostrarme el único camino que me conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono al niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre..."

Dios cuida de cada uno de nosotros con una ternura inefable, el niño que duerme en los brazos de su padre con total confianza, ha aventado el temor, sintiéndose seguro, protegido y amado. En los brazos del Padre, cual muralla protectora, Teresa se abandona, sabiendo que su debilidad encontrará  en la solidez de su Amado el camino hacia la cima del amor.

Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ninguna sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas sino únicamente abandono y gratitud... (MsB1vº)

El enunciado que Teresa realiza, se presenta a nuestro espíritu como una demostración evidente, en el camino de la santificación el abandono es un componente esencial. Dios es fiel, y no abandona la obra de sus manos. Jesús "el testigo fiel" manifiesta con su vida y especialmente con su muerte y resurrección esta verdad que nutre la vida del creyente en la  entrega de todo su corazón.

Una reflexión final

... mi director que es Jesús, me enseña a no llevar cuentas de mis actos, Él me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de demostrarle que le amo; pero esta se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quien lo hace todo y yo no hago nada"  [8].

Teresa se entregó en cuerpo y alma a Jesús, pero nunca trasmitió ni sugirió, que esta entrega fuese una especie de "salto al vacío". Pensamiento un tanto pelagiano[9] que a veces merodea en algunos círculos católicos. Dios es Amor y este Amor, se ha manifestado abundantemente en la entrega del Hijo y en la donación del Espíritu Santo. Dios ha dado el Espíritu sin medida.
Abandonarse en Dios es la suprema seguridad, su Palabra es una roca inconmovible, y su Amor fecunda y sostiene la entrega generosa por débil que sea. "No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios" (I Sam 2,1), él "guarda los pasos de sus amigos" (I Sam 2,9)para que puedan confiadamente entregarse.

Recordemos la oración de Carlos de Foucault:

Padre mío me abandono a ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mi te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.
Con tal que tu voluntad se haga en mi
y en tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo.
Y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.



El Dios que se esconde en la postura del "salto al vacío" no es el de Jesucristo ni el que Teresa que Lisieux nos entregó. "Sin embargo, no por eso ignora el sentimiento de la ausencia de Dios, cuya dura experiencia ha hecho, a su manera, nuestro siglo: "A veces le parece a este pajarito (con quien ella se compara) no creer que exista otra cosa sino las nubes que lo envuelven... Es el momento de la alegría perfecta para el pobre, pequeño y débil ser... Qué dicha para él permanecer allí y fijar la mirada en la luz invisible que se oculta a su fe ".

Que la debilidad humana sienta el peso de la exigencia de amar así, no hay dudas de ello; que la fe avanza en la oscuridad y se purifica a veces sin consuelos, y esto produce incertidumbres, nadie lo niega. Porque el misterio de nuestra incorporación a Cristo y el de nuestra vida en Él es a la vez un misterio de abandono e iluminación. Nuestra fuerza reside en la promesa del testigo fiel,  Jesucristo prometió estar con los hombres "todos los días" hasta el fin del mundo, esta presencia suya nos invita a vivir confiadamente en su Amor. Este Amor, como don inefable que se derrama en nuestros corazones es el Espíritu Santo. Su acción multiforme, es presentada en el Evangelio según San Juan, como destinada a fortalecer, consolar y  penetrar la entrega de los discípulos en el misterio del amor de Dios que se manifestó en Jesucristo, una entrega que se realiza únicamente participando del mismo Amor entregado, que Resucitado se dona en Pentecostés. Esta efusión, es una invitación a vivir confiadamente en el amor, el abandono.

El Amor que viene de Dios no esta bajo las leyes del mercado de consumo, no se trata de oferta y demanda. En el Amor que Dios nos revela, no se vive bajo la ley del cálculo, la respuesta no parte de la evaluación de lo recibido. El que ama no aguarda, sale al encuentro del otro, navega en el espacio de la gratuidad bebiendo permanentemente de esa fuente que brota incesantemente  hasta la Vida Eterna (Jn 4). "Con la infancia espiritual experimentamos que todo viene de Dios, a él vuelve y en él permanece, para la salvación de todos, en un misterio de amor misericordioso. Ese es el mensaje doctrinal que enseñó y vivió esta santa. Como para los santos de la Iglesia de todos los tiempos, también para ella, en su experiencia espiritual, el centro y la plenitud de la revelación es Cristo. Teresa conoció a Jesús, lo amó y lo hizo amar con la pasión de una esposa. Penetró en los misterios de su infancia, en las palabras de su Evangelio, en la pasión del Siervo que sufre, esculpida en su santa Faz, en el esplendor de su existencia gloriosa y en su presencia eucarística. Cantó todas las expresiones de la caridad divina de Cristo, como las presenta el Evangelio (cf. Poesías, 24 «Acuérdate, mi Amor»)"[10].¡Que nuestro amor, por la gracia de Dios, pueda florecer en el fruto maduro del Abandono!

La poesía de Teresita que colocamos a continuación,  expresa claramente como en el camino del Amor el  abandono es su fruto maduro.

"En la tierra hay un árbol
Prodigioso Oh! misterio
sus raíces se encuentran,
profundas en los cielos
Jamás bajo su sombra
se pueden sufrir males;
seguro se reposa,
sin miedo a tempestades.
"Amor" se denomina
Ese árbol inefable,
Y el "abandono" es
su fruto deleitable.
Tal fruto en esta vida
me da la bienandanza,
a mi alma regocija
su divina fragancia.
Cuando toco este fruto,
me parece un tesoro;
y, gustado en la boca,
resulta aún más sabroso.
Él me abre en este mundo
un océano de paz,
y en esta paz profunda
es siempre mi vagar…
Me lanza el abandono
a tus brazos Jesús
solo él me hace vivir
allá en el cielo azul.
A ti yo me abandono,
oh, mi Esposo divino;
y ya solo ambiciono
tu mirar peregrino.
Durmiéndome en tu pecho,
te quiero sonreír;
y que "¡Te amo, Señor!"
por siempre repetir.
Como la margarita
de cáliz amarillo,
yo, humilde florcita,
siempre hacia el sol me inclino.
Oh! admirable Rey,
y de mi vida Sol,
es tu divina hostia
pequeña como yo….
De su celeste llama
el rayo luminoso
hace nacer en mi alma
el perfecto abandono.
Todas las criaturas
pueden abandonarme,
yo intentaré sin quejas
junto a ti resignarme.
Si tú me abandonases,
sin tus dulces caricias,
mi divino Tesoro,
aún te sonreiría.
En paz quiero esperar
tu vuelta, mi Señor,
sin suspender jamás
mis cánticos de amor.
Nada, nada me inquieta,
Nada puede turbarme,
Mas alto que la alondra
Mi alma sabe elevarse.
Más allá de las nubes
siempre es azul el cielo,
y se tocan las playas
donde Dios tiene el Reino.
Yo espero en paz la gloria
de la eterna Mansión,
¡ pues tengo en el sagrario
el Fruto del amor!

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[1] DIVINI AMORIS SCIENTIA N°1; Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz es declarada Doctora de la Iglesia Universal , Juan Pablo II; 19 de octubre de 1997.
[2] Ibíd. , N°5.
[3] G. Danneels, Historia de un alma, 30 Días.
[4] La melodía de Santa Cecilia
[5] Historia de un alma, IX, 21.
[6] HA VIII, 4.
[7] La Infancia Espiritual, Fernando de Santa Inés o.c.d,
[8]  Carta 142.
[9] "Pero quisiera agregar que en tiempos de Teresa, como también en los nuestros, la tendencia dominante que acompaña a la Iglesia sigue siendo lo que antiguamente se llamaba pelagianismo. Sencillamente, consiste en creer que hacer es más seguro que recibir, que podemos actuar solos. Luego viene el semi-pelagianismo, esto es, la actitud de aquellos que dicen: Todo lo podemos hacer solos, Señor; nada más que para los últimos metros de nuestra carrera necesitamos de tu parte una pequeña ayuda, un pequeño empuje..." Entrevista al Card. G. Danneels en 30 Días.

[10] DIVINI AMORIS SCIENTIA, N°8.
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martes, 12 de julio de 2022

DIÀCONO JORGE NOVOA: AMAR O TEMER, ESA ES LA CUESTIÓN...


"En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto, no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos."
Cada uno de nosotros es muy valioso para Dios.Somos únicos e irrepetibles! La afirmación de esta verdad debe librarnos de los miedos que nos asechan. En el texto que abre nuestra meditación, en dos oportunidades el Señor nos invita a no temer: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma..."  y finalmente,"no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos".

Padecemos miedos que nos esclavizan, sentimos que nos encadenan  llenando nuestro presente,y fundamentalmente nuestro futuro de desánimo. El miedo que sitia nuestro corazón distorsiona lo que vemos, y pone en jaque muchas veces las verdades de nuestra fe.

La vida aparece aquí claramente amenazada, habla de "matar el cuerpo" y pide que se repare sobre la posibilidad de una tragedia infinitamente mayor que sería la muerte del alma. El Padre se ocupa de los pequeños detalles, de la suerte de los pajarillos, que según el testimonio de Jesús, son de valor inferior a los hombres: "vosotros valéis más que muchos pajarillos".

El cuidado del Padre es el fundamento de nuestra confianza. Decía madre Teresa a los jóvenes:" No debemos desanimarnos. No hay necesidad si hemos comprendido la ternura del amor de Dios. Tú eres preciosos para Él. Él te ama. Y te quiere con tanta ternura que te ha grabado en la palma de su mano".

A lo largo de la vida del Señor y particularmente en la Cruz  se nos ha manifestado el  "Amor hasta el extremo", con todo su escándalo, " tanto ha amado Dios al mundo que le ha entregado a su único Hijo". Este amor que sostiene nuestra vida y nos impulsa a enfrentar lo que vendrá es el que nos libera de los miedos que nos esclavizan y paralizan.  San Juan en la primera carta , explicita  ésta  enseñanza:" no hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor".

Si crecemos en el amor decrecemos en el temor, si crecemos en el temor decrecemos en el amor. El Padre que cuida los detalles sencillos de tu vida, acepta tus gestos pequeños de amor de cada día. No dejes de amarlo con todo tu corazón, esto permitirá que en el, no haya lugar para el temor.

lunes, 4 de julio de 2022

JOSÉ MARÍA BOVER SJ: EL ANTICRISTO (2 Tes 2,3-10)


“Que nadie los engañe de ninguna manera. Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. 
 ¿No recuerdan que cuando estuve con ustedes les decía estas cosas? Ya saben qué es lo que ahora lo retiene, para que no se manifieste sino a su debido tiempo. El misterio de la iniquidad ya está actuando. Sólo falta que desaparezca el que lo retiene, resplandor de su Venida. La venida del Impío será provocada por la acción de Satanás y está acompañada de toda clase de demostraciones de poder, de signos y falsos milagros, y de toda clase de engaños perversos, destinados a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar.” (2 Tes 2,3-10)

Conviene distinguir en esta declaración de san Pablo lo que es suficientemente claro y lo que es más o menos problemático o enigmático.

Primeramente, resultan claros, aún ahora para nosotros, algunos puntos sobremanera interesantes. Es claro el advenimiento y manifestación del Anticristo, su perversidad satánica, su irreligiosidad  y ateísmo, su enorme fuerza de seducción, su acción diabólica. Es también claro que este misterio de iniquidad actúa y cunda ya de presente, pero que culminará en el Anticristo que será como la concreción de todas las fuerzas del mal. No es menos claro que su exterminio será radical y fulminante, y facilísimo de parte de Cristo, que lo destruirá con el soplo de su boca. Por fin, tampoco es dudoso que el advenimiento del Anticristo precederá inmediatamente al advenimiento de Cristo.

Podemos dar como cosa segura la personalidad del Anticristo? Será una persona o una colectividad? Las declaraciones de san Pablo deciden resueltamente en el sentido de la personalidad. Tal es, en efecto, el sentido obvio de sus expresiones, repetidas y variadas: el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el impío. Y no hay razón alguna seria que nos obligue a abandonar este sentido obvio. Al contrario, existen razones positivas y eficaces que nos mueven mantenerlo. Por una parte, contrastan estas expresiones personales con la expresión impersonal el misterio de la iniquidad, que precede y prepara la aparición del anticristo. Naturalmente esta personalidad del Anticristo no impide que a su alrededor y a sus órdenes actúen otros muchos, que formarán colectividad, pero semejante colectividad tendrá un jefe, a quien todos acatarán y quien será propiamente el Anticristo.

En cambio, son oscuros y casi indescifrables otros puntos. Por de pronto, desconocemos en absoluto el tiempo de la manifestación del Anticristo. Lo que dice el apóstol, que el misterio de la iniquidad está ya en acción acaba de desorientarnos. Hace ya veinte siglos que está actuando, o comenzó a actuar, este misterio de la iniquidad, y no ha aparecido todavía en tanto tiempo el anticristo. Si consideramos en el curso de la historia el desenvolvimiento de las fuerzas del mal, notaremos fácilmente un constante vaivén de avances y retrocesos, que nos aconsejan cautela y reserva para no aventurar predicciones sobre la mayor o menor proximidad del fin del mundo, que siempre hasta ahora han sido desmentidas en los hechos. Qué nos asegurará que tal o cual avance del mal sea ya el definitivo, es decir, la general apostasía, precursora inmediata de la aparición del anticristo?

No es menos enigmático el misterioso obstáculo que, frenado los avances del mal, impide la aparición del anticristo. Insinúa san Pablo, si sus expresiones no son casuales, que semejante obstáculo es a la vez real (lo que le detiene) y personal ( el que lo detiene). Pero qué es o quién es este obstáculo? Y cómo actúa en su obra de frenar el misterio de la iniquidad?

FUENTE: La teología de San Pablo. BAC