jueves, 30 de mayo de 2019

HANS URS VON BALTHASAR: ASCENSIÓN DEL SEÑOR (C)

Mientras los bendecía, se separó de ellos. Lucas nos cuenta hoy, al final de su evangelio y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, la ascensión del Señor: en el evangelio con una mirada retrospectiva que conduce al mismo tiempo a la misión en el futuro; y en los Hechos de los Apóstoles, eliminando las falsas concepciones para hacer sitio a la futura misión de la Iglesia. En el evangelio el Señor remite a la quintaesencia de la Sagrada Escritura: la pasión y la resurrección del Mesías, y esto es lo que se anunciará de ahora en adelante a todos los pueblos. Los discípulos han sido y siguen siendo los testigos oculares de esta quintaesencia de toda la revelación , y esta gracia única (¡ Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!) los convierte en los “testigos” privilegiados. Pero el testigo principal es el propio Dios, su Espíritu Santo, que conferirá a sus palabras humanas “la fuerza de lo alto”. Los discípulos han de esperar a este Espíritu de Dios, de modo que su misión exigirá una obediencia permanente al Espíritu Santo. La ascensión de Jesús hacia el Padre está precedida de una bendición final que envuelve a todo el futuro de la Iglesia, una bendición cuya eficacia durará siempre y bajo la que hemos de poner toda nuestra actividad.



Mis testigos hasta los confines del mundo. La primera lectura, el comienzo de lo Hechos de los Apóstoles, elimina las limitadas expectativas de los discípulos, que siguen esperando todavía la restauración del reino de Israel, y amplía expresamente el campo misionero de la Iglesia, que parte de Jerusalén, pasa por Judea y el país herético de Samaría, y llega hasta los confines de la tierra. La reconciliación operada por Dios en Cristo afecta al mundo entero, todos los pueblos han de conocerla. Los apóstoles no hacen propaganda de una religión determinada, sino que anuncian un acontecimiento divino que concierne a todos desde el principio, que de hecho ya les ha afectado, lo sepan o no. Pero todos deben conocerlo, pues entonces podrán poner su vida bajo esta nueva luz que le da sentido y ordenarla en consecuencia. La universalidad de la verdad de Cristo exige que su verdad objetiva sea afirmada también subjetivamente por los hombres. Afirmada o negada, rechazada: lo que es también una forma de ser conocida.

Un camino nuevo y vivo a través de la cortina. La segunda lectura subraya el carácter único y definitivo del acontecimiento de Cristo. Si este acontecimiento fuera repetible, no tendría una validez universal. La Antigua Alianza estaba bajo el signo de la repetición, porque la ofrenda de la sangre de los animales no podía producir una expiación definitiva ante Dios; pero la autoinmolación de Jesús fue tan irrepetible y suficiente que en virtud de ella podemos entrar en el santuario de Dios a través de la cortina, que anteriormente era siempre un elemento separador: lo que parecía separarnos de Dios, nuestra carne mortal, se ha convertido precisamente, con la ascensión de Cristo, en lo que ha penetrado hasta el Padre, ha purificado nuestra “mala conciencia” y nos ha dado “la firme esperanza que profesamos” en la “fidelidad” de Dios, ahora definitivamente demostrada.

sábado, 18 de mayo de 2019

MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA: GUIADOS POR EL ESPÍRITU SANTO


Nuestra fe católica afirma que la tercera persona de la Santísima Trinidad procede del Padre y del Hijo. Con profunda veneración, constatamos además que la presencia y la intercesión de María en el Cenáculo fue providencial para que los Apóstoles recibiesen el don del Espíritu en el primer Pentecostés de la era cristiana. Dios ha querido que el mayor de sus dones, el Espíritu Santo, tenga a María por “madrina”, al igual que el resto de las gracias del Cielo.


El Espíritu Santo, plenitud de la obra de Cristo

Para que nos demos cuenta de la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, nos puede ayudar el reflexionar sobre las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan: “Os conviene que yo me vaya, porque así vendrá a vosotros el Espíritu que viene de mi Padre” (Jn 16, 7). Dicho de otra manera: ¡hemos “salido ganando” con la Ascensión de Jesús a los cielos, porque fue compensada con creces en la venida del Espíritu Santo! En efecto, sin la acción del Espíritu Santo no habríamos podido conocer en profundidad a Jesucristo: “Pero el abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo” (Jn 14, 26).

Dos errores distintos, pero confluyentes

Necesitamos renovar nuestra fe en el Espíritu Santo, precisamente cuando se está extendiendo la absurda creencia de que el “acceso” a la figura de Jesucristo haya podido permanecer vedado hasta el momento presente. Parece que gracias a algunas recientes investigaciones ¡estaríamos en disposición de conocer, por primera vez, el mensaje original de Jesucristo! Esta falsa suposición se está difundiendo en ámbitos y niveles bien distintos:

En primer lugar, la encontramos muy desarrollada en la abundante literatura y filmografía anticatólica de corte esotérico. Se intenta intoxicar la opinión pública, presentando lo que es mera quimera e invención, bajo un ambiguo formato que emula a la historia novelada. Los guiones de estas producciones son muy similares: la Iglesia Católica habría “secuestrado” al auténtico Jesucristo a lo largo de la historia, hasta que ha llegado este momento en que somos liberados de la ignorancia, gracias al descubrimiento de algún papiro secreto que habría sido ocultado y custodiado a lo largo de los siglos por las órdenes oscurantistas medievales. ¡La cosa sería para tomarla a risa, si no fuera por la desafección sembrada, que lleva incluso a confundir la ficción con la realidad!

Pero no estamos hablando exclusivamente de un fenómeno extraeclesial. Entre nosotros, también se desarrollan métodos exegéticos que buscan el acceso al “Jesús histórico”, que bien parecen dar crédito a la premisa de que la fe en Jesucristo predicada por la Iglesia Católica se haya alejado de la figura originaria. En efecto, determinadas exégesis de los textos evangélicos utilizan exclusivamente el método histórico-crítico, y desprecian o ignoran la exégesis canónica que la Iglesia ha realizado durante veinte siglos bajo la asistencia del Espíritu Santo. Quienes así proceden, parecen olvidarse de que el Magisterio de la Iglesia y los mismos santos, han sido inspirados y sostenidos en todo momento por la acción del Espíritu, para profundizar y predicar el misterio de Cristo.

Nosotros no dudamos de que la promesa de asistencia del Espíritu se ha visto cumplida con creces, de forma que hoy estamos en disposición de hacer una afirmación que posiblemente pueda sorprender y escandalizar a quienes han asumido los errores de planteamiento a los que nos hemos referido: los católicos del siglo XXI tenemos un conocimiento mucho más profundo y exacto de la figura y del mensaje de Jesucristo que el que tuvieron sus primeros discípulos. Más aún, no nos cabe duda de que los cristianos que vivan dentro de cinco siglos se habrán acercado a Jesucristo y a su Evangelio, todavía más que nosotros.

En pocas palabras: el paso del tiempo no nos ha alejado de Jesucristo, sino todo lo contrario; ya que es el Espíritu Santo quien dirige la historia de la salvación hasta la plena manifestación del Señor en la Parusía. Mientras tanto, el Paráclito, el Espíritu de la Verdad, continúa guiándonos hacia la plena comprensión del misterio de Cristo, nos fortalece con sus dones y nos enriquece con sus carismas.

Nos preparamos para un nuevo Pentecostés, porque Dios desea completar en nosotros la santidad que obró en María. Así lo decía el “Papa bueno”, el beato Juan XXIII: “El Espíritu Santo, que formó el cuerpo de Cristo en el seno de María, forma también, une, sana y fortifica a los miembros de Cristo”. Por ello, por intercesión de Santa María suplicamos: ¡Ven, Espíritu Santo!

viernes, 17 de mayo de 2019

DIÁCONO JORGE NOVOA: SEAN COMPASIVOS...


«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.» (Lc 6,36)

Es
tamos en el contexto del Sermón del Monte, se revela ahora a los hombres, "la plenitud de la ley", el origen del obrar de los hijos de Dios, es la compasión (misericordia) del Padre, otras traducciones utilizan la expresión misericordia. Se nos invitaba, en los versículos anteriores, a ser hijos del Padre, que " es bueno aún con los malos".La condición filial exige la irradiación de la misericordia del Padre, inicialmente recibida por nosotros de ÉL, y luego entregada, por nosotros a los demás.

Como dijo san San Ambrosio, "Practica, pues, la misericordia para que merezcas la gracia".Dios se nos revela, en la Persona de Jesucristo, como amor misericordioso: Como amor gratuito, personal y entrañable para nosotros.

La plenitud de la ley, revelada por el Hijo, irrumpe en la historia de la humanidad con el rostro misericordioso del Padre.Jesús justifica su conducta hacia los pecadores diciendo que así actúa el Padre celestial. A sus detractores les recuerda la palabra de Dios en los profetas: «Misericordia quiero, y no sacrificios» (Mt 9, 13). La misericordia hacia la infidelidad del pueblo, la hesed, es el rasgo más sobresaliente del Dios de la Alianza y llena la Biblia de un extremo a otro. Un Salmo lo repite en forma de letanía, explicando con ella todos los eventos de la historia de Israel: «Porque eterna es su misericordia» (Sal 136).

Ser misericordiosos se presenta así como un aspecto esencial del ser «a imagen y semejanza de Dios». Recuerda el padre Cantalamessa: "En la Biblia, la palabra misericordia se presenta con dos significados fundamentales: el primero indica la actitud de la parte más fuerte (en la alianza, Dios mismo) hacia la parte más débil y se expresa habitualmente en el perdón de las infidelidades y de las culpas; el segundo indica la actitud hacia la necesidad del otro y se expresa en las llamadas obras de misericordia. (En este segundo sentido el término se repite con frecuencia en el libro de Tobías). Existe, por así decirlo, una misericordia del corazón y una misericordia de las manos".

jueves, 16 de mayo de 2019

DIÁCONO JORGE NOVOA: LOS CABELLOS DE NUESTRA CABEZA ESTÁN CONTADOS...

«Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios.Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos.

 En medio de los ayes (ay de vosotros) conminatorios dirigidos a los fariseos, Jesús les enseña a sus discípulos, cuál es el verdadero mal que el hombre debe temer, y cuán valiosos somos cada uno de nosotros para el Padre celestial. Como enseña san Cirilo los destinatarios son sus discípulos, hoy es aplicable a los creyentes: No parece que se dirige esta sentencia a todos, sino únicamente a los que aman a Dios de todo corazón, los cuales conviene que digan ( Rom 8,35): "¿Quién nos separará del amor de Jesucristo?" .

 El hombre muchas veces experimenta temor, aquí se establece cuál es el peor mal que el hombre puede padecer, aunque inicialmente uno puede pensar que es la muerte, Jesús invita a los suyos a no temer la muerte sino la condenación eterna. Este es el peor mal. Los hijos no deben actuar por miedo, resulta incomprensible pensar que nuestras motivaciones estén sustentadas en el temor servil, como hijos, nos mueve el respeto y deseo profundo de no ofenderle. Los hijos padecerían la peor tragedia si se separaran del Padre por toda la eternidad. Si arriesgan la propia vida, e incluso, si la pierden por ser fieles al amor del Señor, actúan conforme a su condición de hijos muy amados del Padre que los recompensará.

 El texto expresa claramente que algo permanece más allá de la muerte, a la muerte del cuerpo, le sigue lo que no puede ser alcanzado por la acción de los hombres, la suerte de la  eternidad del alma. El destino final de ella es lo que más debe importar al hombre.

 Jesús nunca desprecia la existencia humana, ni la dimensión corporal de la persona, solamente muestra cual es la realidad última a la que el hombre debe orientar su existencia. La meta es la salvación, si para alcanzarla es necesario entregar la vida en esta tierra, hay que hacerlo, sabiendo que el que te quita esta vida, no tiene poder para decidir tu destino eterno.

Cada uno de nosotros es muy valioso para Dios, esta afirmación está expresada no solamente con palabras, sino con obras, la vida del Hijo Eterno y su entrega por nosotros, es expresión concreta de este amor, de lo valiosos que somos, como dirá el apóstol Pedro: " hemos sido rescatados de la conducta necia por la sangre del cordero sin mancha".

Dios por la providencia, orienta todas las cosas a su consumación y cuida con deferencia de lo pájaros del cielo y los lirios del campo, con mayor razón debemos confiar en el Padre que nos ama y nos ha rescatado del pecado y la muerte.

No debemos temer, ni inquietarnos, Dios está mucho más cerca de lo que podemos imaginar, y nada ocurre sin que ÉL lo permita y lo ordene para nuestra salvación. Cuánto reconforta saber por la enseñanza de Jesús, que los cabellos de nuestras cabezas están contados!Se conoce por estas palabras hasta dónde llega la acción de la divina Providencia, que se ocupa hasta de las cosas más pequeñas.
 
Para el Padre nadie es inútil, ni su existencia frutó de la casualidad, todos somos amados y conocidos por el Padre desde la eternidad y destinados a vivir unidos a Él para siempre..