lunes, 26 de octubre de 2020

BENEDICTO XVI: LA FE COMO RESPUESTA AL AMOR DE DIOS

Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).
 
La fe constituye la adhesión personal ―que incluye todas nuestras facultades― a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor ―«caritas Christi urget nos» (2 Co5,14)―, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.
 
«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

martes, 6 de octubre de 2020

IGNACE DE LA POTTERIE: LOS MOMENTOS DE ORACIÓN SON MOMENTOS DE VERDAD


Para el hombre religioso, los momentos de oración son los momentos de verdad de la propia vida, porque se sitúa ante el misterio profundo de la propia existencia. Sólo en la oración, cuando se encuentra en la soledad ante Dios y se dirige a él, el hombre es plenamente él mismo, sin apariencias ni ficciones. En la oración está completamente solo consigo mismo y con la propia conciencia, y, al mismo tiempo, con Dios. Está ante él y no puede esconderle nada. Sus deseos más profundos, sus ideales, pero también su debilidad, aparecen a plena luz, a la luz de Dios mismo.

En la oración, el hombre dirige una mirada límpida y objetiva a la propia interioridad y ve la orientación fundamental y más auténtica de la propia existencia. La oración lo eleva por encima de cotidianidad de sus ocupaciones profanas, lo libera de una visión mundana de la existencia y le hace arrodillarse ante Dios, en actitud de orante, pecador o niño, para pedir a Dios, darle gracias o hablarle con confianza. Así entra en el mundo trascendente que, en la vida ordinaria, queda inaccesible para la mayor parte de los hombres.

La diferencia entre la oración y una introspección puramente humana está en que quien ora no se propone conocerse a sí mismo en el ámbito reducido de la propia conciencia, sino la luz de Dios y en diálogo con él. El corazón y la conciencia están abiertos a él. En la oración, el hombre dirige sobre sí mismo una mirada serena y mucho más objetiva que en una análisis introspectivo. Aprende también a conocerse mejor. Y en vez de provocar desánimo o complacencia, la oración suscita en él serenidad y humildad ante Dios y, por otra parte, deseo de él, esperanza y alegría en él. En vez de mirarse sólo a sí mismo, el hombre dirige la mirada a Dios y se ve con la luz que proviene de él. Así realiza plenamente lo que san Agustín escribió en el célebre pasaje del principio de sus Confesiones: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”. En la oración, cuando se encuentra ante Dios, el hombre puede ya, en cierto sentido, descansar en él; puede, aunque sea tras el velo misterioso de la fe, encontrar y relacionarse de veras con Dios.

La oración es el diálogo en que se actúa la nueva alianza entre Dios y el hombre, y se realiza la profecía de Jeremías: “Pondré mi ley en su interior; la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Para instruirse no necesitaran animarse unos a otros diciendo: ¡Conoced al Señor! , porque me conocerán todos, desde el más pequeño hasta el mayor, oráculo del Señor (Jr 31,33-34).

jueves, 1 de octubre de 2020

DIÁCONO JORGE NOVOA: SANTA TERESA DE LIEUX, iTINERARIO DE SU VOCACIÓN (3)

El hallazgo

En la carta de Pablo a los Corintios, Dios saciará la búsqueda de Teresa," como estos mis deseos me hacían sufrir durante la oración un verdadero martirio, abrí las cartas de san Pablo con el fin de buscar una respuesta. Y mis ojos se encontraron con los capítulos 12 y 13 de la primera carta a los Corintios" (Manuscrito B),ciertamente que hay dones al servicio de la Iglesia, ellos son concedidos por Dios para el bien de todos, por lo cual es necesario ejercerlos, no para pavonearse, no es propio del don de Dios alardear como si fuera solamente fruto del esfuerzo humano. Si en realidad el llamado de Dios está ausente, no basta con querer. El querer para ser fecundo debe reconocerse como respuesta a un llamado.

La enseñanza encontrada por Teresita en la carta a los Corintios sobre los carismas, esclarece su búsqueda. No todos estamos llamados a ser sacerdotes, mártires y confesores. Esta primera revelación, tal vez un poco desalentadora a primera vista, preparará su corazón para que conozca el fundamento sólido de todas estas formas de vida en la Iglesia. "La respuesta estaba clara, pero no colmaba mis deseos ni me daba paz" (Manuscrito B).

" Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no le faltaría el más necesario, el más noble de todos, comprendí que la Iglesia tenía un corazón y que este corazón estaba ardiendo de Amor"

En la Iglesia, la vocación y todas las vocaciones son posibles solamente por el Amor, no hay vocación que no tenga su origen en el Amor. Es el Amor Trinitario el que suscita para bien de la Iglesia la vocación, incluso la respuesta debe darse en la gracia de ese amor, otorgada a la Iglesia en ese hombre o esa mujer. Esto parece poner la vocación tan sólo al alcance de unos pocos, y ciertamente todos estamos llamados a vivir la vocación bautismal, en el Amor Trinitario que nos ha llamado a participar en su Iglesia.

Si la Iglesia tiene un corazón, este debe ser el motor que impulsa a los apóstoles, mártires, sacerdotes y profetas, sin su "fuerza", no podrían anunciar el Evangelio, no serían capaces de dar testimonio de Jesús en tantas situaciones difíciles como tienen que enfrentar.

"Si hay un corazón, Yo seré el amor en la Iglesia", así el rayo de luz divino toma forma en esta maravillosa frase de Teresa, y le esclarece en su entendimiento esta verdad fundante de la existencia cristiana. A su luz ella contemplará todo lo que le ocurra. El amor de Dios la fortalece para vivir como ofrenda que arde sin consumirse en la hoguera del amor divino. Participa del amor pascual de Cristo, que según los relatos evangélicos, sobre todo S. Juan, presenta dos características: es deseado ardientemente y se consuma viviéndolo hasta el extremo.

Así como el maestro ha deseado ardientemente vivir su Pascua, así elige a Teresa para participar en este deseo ardiente "que no se consume", la posesión que Dios toma de Teresa, la hace análogamente como a la zarza ,"arder sin consumirse".
Para poder vivir así, es necesario "amar hasta el extremo", Teresa, va por esta gracia que Jesús le concede a vivir totalmente abismada en su Divino esposo, que "tiene sed de amor". Este amar hasta el extremo, solamente se puede realizar si confiadamente el alma se entrega totalmente en los brazos del Señor, para que este la conduzca" en medio de la más oscura tormenta" con el rayo de su gracia. Para llegar a "la cima de la montaña del amor, Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud".

IV-_Epílogo


¿Qué puede decirnos a nosotros ésta joven monja de clausura del Carmelo de Lisiuex? ¿Alcanza con su mensaje a hombres y mujeres que viven inmersos en la vorágine del mundo actual?

Yo creo que su mensaje absolutamente actual, es portador de una palabra esperanzadora e iluminadora. Todos debemos entrar en el Carmelo? No, sin llamado no basta mi querer, el llamado es un don, un regalo, un misterio que no tiene su origen en nosotros. ¿Entonces, la puerta que conduce a la santidad está clausurada para nosotros?

El Santo Padre nos da una serie de lineamientos generales en orden a las prioridades pastorales de la Iglesia Universal cuando entramos en el Nuevo Milenio, la santidad es la perspectiva en la que debe situarse este camino , la santidad es una "urgencia pastoral" (NMI n 30). Podemos caer en la trágica tentación, de creer que esta propuesta, no acarrea grandes e inmediatas consecuencias para la vida de una Iglesia local. El "Inmediatismo activista y el fariseísmo" son tentaciones permanentes que asechan a la barca de Pedro y a sus pastores. El Papa como el Señor nos infunde confianza, ante nuestra impaciencia, -"no hemos pescado nada", "nuestras redees están vacías"- nos invita con la voz del Señor a "navegar mar adentro". La santidad no es para las orillas cómodas, es una vida de profundidad, hay que ir "mar adentro". La tempestad de los "mesianismos intrahistóricos eclesiales" cesa ante la voz del pastor, confiemos en el Señor y adentrémonos en "Su mar". Duc in altum.

Caminos múltiples

Este mensaje de Teresa se inscribe en la llamada universal a la santidad, hecha por el Concilio Vaticano II, todos estamos llamados a la santidad. "Sea cual fuere nuestro estado de vida o el hábito que llevemos, cada uno de nosotros tiene que ser el santo de Dios. ¿Quién es, pues, más santo? Quien más ama, quien contempla más a Dios y satisface las exigencias de la mirada divina" (Isabel de la Trinidad).
"Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno" (NMI n 31). En la variedad de caminos Dios expresa la belleza inagotable de su gracia, la santidad es la ciencia del amor.

En el documento conciliar llamado Lumen Gentium, luego de mirar a los miembros del Pueblo de Dios, desde la particular aportación de cada uno, obispos, presbíteros y diáconos, desarrolla todo un capítulo dedicado a los laicos, concluyendo con la vida religiosa (vida consagrada), es decir luego de enumerar la riqueza de la variedad, destaca lo común a todos, la "llamada universal a la santidad". Para todos y cada uno de los miembros de la Iglesia, este es el lugar común, la santidad. Desde el origen (Bautismo) por el cual somos miembros del Pueblo de Dios, es decir, hemos sido injertados en la vid de Cristo, somos uno con Él. Resaltando la aportación de cada uno de los miembros del Pueblo (orden, laicos, vida consagrada) en orden a la misión (evangelizar) debemos comunicar la vida (gracia) que viniendo de Dios nos nutre (santificación) e impulsa a correr hacia la meta (visión de Dios).
En la imagen del Cuerpo, S.Pablo nos dice que "hay muchos miembros" y que todos son necesarios, es imposible decir a alguno, "no te necesito", todos recibimos la vida de la única vid y nos nutrimos con su savia, el buen funcionamiento de un miembro redunda en beneficio de todo el cuerpo. La vida santa de un creyente enriquece la vida de la Iglesia y la impulsa hacia el cumplimiento más eficaz de su misión. Teresa llama la atención sobre el poder transformador de la caridad. Todos podemos amar, y vivir este amor en las cosas cotidianas, y así edificar la Iglesia. Ningún gesto de amor se pierde, Dios no deja estéril ningún acto de amor, y aunque nosotros a veces no percibamos su efecto inmediato, Dios en el tiempo oportuno, lo distribuye para nosotros o en otros, según sea necesario. Una mamá que cuida a sus hijos y esposo, deposita en Dios este tesoro de amar generosamente y Dios siempre devuelve el ciento por uno. Solo el amor salva, y ahora posee un rostro concreto, Jesús de Nazaret, este es el grito de Teresa, tal vez, sea la puerta olvidada de la humanidad, que por ser estrecha está abandonada. Teresa nos anuncia esta buena noticia que tiene su origen en el Evangelio. Su vida es una experiencia luminosa de la gracia, que la introdujo en la ciencia del amor.

Caminos actuales y posibles

" Vivir de amor es navegar sin tregua,
en las almas sembrando paz y gozo.
¡Oh mi piloto amado!,la caridad me urge,
pues te veo en las almas mis hermanas
La caridad me guía, ella es mi estrella,
bogo siempre a su luz.
En mi vela yo llevo grabada mi divisa:
¡Vivir de amor!"
 
Vivir de amor es una poesía de enorme profundidad, este canto que entona Teresa por la vida de la caridad, es descalificado por la voz del mundo que le ordena;"¡Vivir de amor, oh que locura extraña -me dice el mundo-cesa ya tu canto!"

El discípulo de Jesús sabe desde siempre a que tres enemigos debe enfrentar; mundo (realidad negativa presente en el mundo que se opone al plan de Dios, capitaneado por el que S. Juan llama príncipe de este mundo) demonio ( ser personal, espiritual que busca permanentemente apartarnos de Dios) carne (nuestras propias inclinaciones, la concupiscencia, etc). Estos enemigos de la naturaleza humana, lo son de modo mayor en tanto la cultura actual no los distingue con claridad; llamar al mal bien y al bien mal es un modo de confusión babélico. "Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben encontrar, porque está escondido y el mundo ama lo que brilla".Teresa nos anima a vivir bajo la luz de la caridad, ella transforma lo amargo en dulce,"Jesús hace dulce lo más amargo" lo difuso por su presencia queda esclarecido. A pesar de ser un camino arduo en virtud de la resistencia del pecado, la caridad inunda poco a poco la vida del creyente, para ser un río que brotando en las fuentes del cordero, se derrama en el mundo, allí donde el creyente por la gracia obra la voluntad de Dios.
 
Ante tanta Verdad que se nos manifiesta sin necesidad de argumentos que la defiendan, lo mejor es callar y contemplar, miremos con admiración la obra de Dios y agradezcámosle por Santa Teresita del Niño Jesús.

 

DIÁCONO JORGE NOVOA: SANTA TERESA DE LISIEUX, ITINERARIO DE SU VOCACIÓN (2)

 

Teresa busca una y otra vez, describe su actitud con una imagen maravillosa, dice: "inclinándome sin cesar como Magdalena sobre la tumba vacía…", por medio de ella podemos comprender lo árida que resultó por momentos su búsqueda. La tumba vacía… muestra la vivencia de una gran aspereza, que manifiesta permanentemente la ausencia de respuestas evidentes. Esta acción por la cual Teresa se inclina sobre la silenciosa tumba que no le responde, la va purificando, fortaleciendo su fe y su confianza en Dios. El silencio manifiesta la ausencia de la respuesta a la pregunta que la sacude, ¿por dónde realizaré estos deseos?


"No creais que nado en consuelos. ¡oh , no! Mi consuelo es no tenerlo en la tierra". En el comienzo del Cántico Espiritual, San Juan de la Cruz expresa con gran maestría la experiencia espiritual del discípulo en la búsqueda del maestro. "¿ Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?" En esta búsqueda apasionada, Teresa crece en la confianza que brota de la fe, es decir, la fe se desborda en la confianza que le exige el amor.

Como Magdalena, Teresa busca una respuesta del Señor, "habla Señor que tu sierva escucha", pero el peso del silencio la hace penetrar en la aridez de la noche de la fe, en la que solamente puede caminar, iluminada por el tenue resplandor que despiden los ojos de Jesús. La presencia cercana de Jesús es la fuente inagotable de la que brota la confianza de Teresa, la tierra prometida es vivir en la compañia de Jesús, aún en tierra extranjera la vida es seguir "a zaga de su huella". La fe penetra en el silencioso lenguaje del sepulcro vacío. La prueba que se busca en el sepulcro vacío, es purificadora del amor humano que debe descansar sobre la oscura inevidencia de la fe. "Comprendo mejor que nunca cuanto nos ama el Señor cuando nos prueba" (Beata Isabel de la Trinidad).

Ella no se desalienta, aguarda a la puerta del sepulcro como el centinela a la aurora, con su lámpara llena de aceite el momento en que su amado la llame por su nombre. Amar es esperar (1 Cor 13), cuando el velo se corra, este tiempo que en muchos casos nos parece interminable, será solo un momento. El amor da forma a la espera, que por silenciosa ya no atemoriza el corazón de Teresa. Como enseña San Juan de la Cruz, es necesario buscar en "fe y amor". "Porque la fe son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que le encamina".
 
SanJuan Pablo II en la Novo Millenio Ineunte, reconoce que aún para los discípulos, "no fue fácil creer", las actitudes de los discípulos camino de Emaús, al igual que la de Tomás que quiere confirmar lo que le han dicho sus amigos introduciendo la mano en su costado son tan sólo las muestras de que "en realidad, aunque se viese y se tocase su cuerpo, sólo la fe podía franquear el misterio de aquel rostro[...] A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio en la bien conocida escena de Cesarea de Filipo (cf. Mt 16,13-20)" (NMI n. 19).
 
Nuestras búsquedas, tienen, no en su intensidad, algunos elementos comunes a los que vivió Teresa, en virtud de que la fe es el lenguaje propio del creyente y la noche es su "habitat" natural. Para todos y cada uno "es necesaria una gracia de revelación que viene del Padre" (NMI n 20).

miércoles, 26 de agosto de 2020

SAN AGUSTÍN: TARDE TE AMÉ

Estabas conmigo, y yo no estaba contigo. Me retenían alejado de ti las cosas que no podían existir sin ti. Yo me recorría todas las cosas, buscándote a ti, y por llegar a ellas me abandonaba a mí. Interrogué a la tierra, si ella era mi Dios, y me respondió que no; y lo mismo me confesaron todas las cosas que hay en ella. Interrogué al mar y a los abismos, y a los reptiles que hay en ellos, y me respondieron: Nosotros no somos tu Dios; búscale por encima de nosotros. Interrogué a las suaves brisas, y me dijo todo el aire con sus habitantes: Se equivoca Anaxímenes, pues yo no soy tu dios. Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. Tampoco nosotros somos tu dios, responden. Y dije a todas las cosas que me rodean por las entradas de mi carne: Me habéis dicho acerca de mi Dios que vosotras no sois, decidme algo de Él. Y todas exclamaron con gran voz: Él nos hizo. Pregunté después a la mole del mundo: Dime si tú eres mi Dios o no. Y me dijo con voz potente: Yo no soy, responde; sino que por El soy yo; al que tú buscas en mí, ése me hizo a mí; busca por encima de mí al que me gobierna a mí, y que también te hizo a ti.

 Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé; y Tú estabas dentro, y yo fuera; aquí te buscaba, y yo deforme me precipitaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. 


Estabas conmigo, y yo no estaba contigo. Me retenían alejado de ti las cosas que no podían existir sin ti. Yo me recorría todas las cosas, buscándote a ti, y por llegar a ellas me abandonaba a mí. Interrogué a la tierra, si ella era mi Dios, y me respondió que no; y lo mismo me confesaron todas las cosas que hay en ella. Interrogué al mar y a los abismos, y a los reptiles que hay en ellos, y me respondieron: Nosotros no somos tu Dios; búscale por encima de nosotros. Interrogué a las suaves brisas, y me dijo todo el aire con sus habitantes: Se equivoca Anaxímenes, pues yo no soy tu dios. Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. Tampoco nosotros somos tu dios, responden. Y dije a todas las cosas que me rodean por las entradas de mi carne: Me habéis dicho acerca de mi Dios que vosotras no sois, decidme algo de Él. Y todas exclamaron con gran voz: Él nos hizo. Pregunté después a la mole del mundo: Dime si tú eres mi Dios o no. Y me dijo con voz potente: Yo no soy, responde; sino que por El soy yo; al que tú buscas en mí, ése me hizo a mí; busca por encima de mí al que me gobierna a mí, y que también te hizo a ti.

viernes, 10 de julio de 2020

PADRE jOSÉ ANTONIO FORTEA: MEDALLA DE SAN BENITO

Dada la gran difusión que tiene entre los exorcistas de la medalla de San Benito voy a explicar su simbolismo e historia. La medalla presenta, por un lado, la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, y en ella y a su alrededor unas letras que son las letras iniciales de una oración, que dice así:


Crux Sancti Patris Benedicti
Cruz del Santo Padre Benito

Crux Sacra Sit Mihi Lux
Mi luz sea la cruz santa,
Non Draco Sit Mihi Dux
No sea el demonio mi guía

Vade Retro Satana
¡Apártate, Satanás!
Numquam Suade Mibi Vana
No sugieras cosas vanas,
Sunt Mala Quae Libas
Pues maldad es lo que brindas

Ipse Venena Bibas
Bebe tú mismo el veneno.
La difusión de esta medalla comenzó a raíz de un proceso por brujería en Baviera, en 1647. En Natternberg, unas mujeres fueron juzgadas por hechiceras, y en el proceso declararon que no habían podido dañar a la abadía benedictina de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Santa Cruz. Se buscó entonces en el monasterio y se encontraron pintadas antiguas representaciones de esta cruz, con la inscripción antes explicada, la que siempre acompaña a la medalla. Pero esas iniciales misteriosas no pudieron ser interpretadas, hasta que, en un manuscrito de la biblioteca, iluminado en el mismo monasterio de Metten en 1414 y conservado hoy en la Biblioteca Estatal de Munich, se vio una imagen de San Benito, con esas mismas palabras. Un manuscrito anterior, del siglo XIV y procedente de Austria, que se encuentra en la biblioteca de Wolfenbüttel, parece haber sido el origen de la imagen y del texto. En el siglo XVII J. B. Thiers, erudito francés, la juzgó supersticiosa, por los enigmáticos caracteres que la acompañan, pero el Papa Benedicto XIV la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Ritual Romano.

lunes, 8 de junio de 2020

MONS. JOSÉ IGNACIO MUNILLA AGUIRRE: CORAZÓN DE CRISTO ,SANADOR


Introducción:
Constatamos la cantidad de males que padece la humanidad: guerras, pobreza, injusticias, discriminaciones injustas, inseguridad ciudadana, flujos migratorios desesperados, rupturas familiares, etc. Frente a todos estos males morales, son muchos los que apuestan por la superación de los males del mundo, a partir de la transformación de sus estructuras políticas.

Sin embargo, el pensamiento cristiano sostiene que el mal del mundo no podrá ser superado, sino como consecuencia de un cambio profundo en el corazón del hombre. Por ello, nosotros hemos comenzado constatando en la catequesis anterior la situación de “emergencia” en la que se encuentra el “corazón” humano; que es la fuente desde la que se derivan los males sociales.

La transformación de las estructuras injustas es totalmente necesaria, pero sería del todo inútil, si no fuese acompañada de la conversión personal del ser humano. El principio cristiano es que toda la transformación del mundo debe partir de la transformación del hombre. Porque somos nosotros, los hombres, los que construimos el mundo. La crisis del mundo tiene su raíz en el hombre, en el corazón del hombre.

El niño y el puzzle.
El padre estaba trabajando en su despacho y el niño molestándolo un poco, así es que para entretenerlo arrancó de una revista la fotografía de un mapamundi y la recortó en bastantes pedacitos para que el niño hiciera el puzzle. El padre siguió trabajando feliz con la buena idea que había tenido. Pero, al momento, el niño otra vez estaba allí:
-"¡Ya está, papá!".
-"¿Cómo lo has hecho?", le contestó el padre asombrado.
-"Es que por detrás aparecía la foto de un hombre, reconstruí el hombre y quedó arreglado el mundo".

 ¿Cómo se reconstruye el corazón del hombre?

1)      Sólo Dios salva.
Pero, ¿cómo se arregla el corazón del hombre? ¿Es esto posible para nosotros?
Constatamos con nuestra propia experiencia, además de a la luz de la Revelación, que el hombre no puede transformar su corazón con sus solas fuerzas. Ningún hombre es capaz de “autorredimirse”. Nada somos sin la gracia de Dios, tal y como nos lo explica el propio Jesucristo: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
Como decía Benedicto XVI a los jóvenes en Colonia: "¿Qué puede salvarnos sino el amor?". En efecto, Dios es Amor; y por ello, sólo Él puede salvar, sanar y transformar al hombre…

2) Encarnación, el camino de salvación
Dios es todopoderoso. El podría haber optado entre muchos caminos para salvar al hombre. Sin embargo, su amor infinito le ha llevado a elegir el “camino” de la encarnación… Se ha hecho uno de nosotros, para salvarnos desde nuestra propia condición humana. Lo sorprendente es que para salvar al hombre, se ha hecho hombre. O dicho de otro modo, el que venía a “sanar” nuestro corazón enfermo, ha querido hacerlo sirviéndose para ello de un “corazón de hombre” –el Corazón de Jesús- como instrumento de salvación.
El propio nombre de “Jesús”, significa “salvador”. Recordamos el texto de los Hechos de los Apóstoles: “Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4, 11-12)

 3)      Misterio de la Redención
Jesucristo es el Salvador, y todos los episodios de su vida son redentores… Así podemos decir que Jesús nos salva naciendo en Belén, en su vida oculta en Nazaret, en su predicación del Reino, haciendo milagros, venciendo las tentaciones del desierto, curando enfermos, etc, etc. Pero hay un momento especialmente redentor de la vida de Cristo: su muerte y resurrección.

En el episodio de Getsemaní se da a conocer el sentido profundo de la redención de la humanidad. Solamente Jesús es capaz de comprender la hondura de la ofensa del pecado de los hombres. Hay que conocer el amor de Dios Padre -como lo conoce Jesús- para entender la gravedad del “desprecio” al Amor de Dios… Jesús tiene plena conciencia de que en la cruz va a asumir los pecados de toda la humanidad, y de cada uno de nosotros en particular. Las palabras pronunciadas por Cristo en la institución de la eucaristía, la víspera de su pasión, no dejan lugar a dudas: “Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros… Ésta es mi sangre derramada por el perdón de los pecados

La cruz es la síntesis de toda la Redención de Jesús. Porque en ninguna parte nos ha mostrado tanto el amor que nos tiene, la misericordia del Padre y la gravedad del pecado. "Mirarán al que atravesaron". Miramos con fe y gratitud la cruz del Señor: 

Atravesado por amor. Jesús nos dice que nos ama hasta el extremo. Por amor al hombre se da, se entrega. Por amor al hombre se deja herir, se deja traspasar. “A mí nadie me quita la vida, sino que yo la doy voluntariamente…” (Jn 10, 18)

Atravesado por nuestros pecados. Esa lanza que se hunde atravesando el Costado de Cristo significa el pecado del hombre. "Ha sido atravesado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes" (Is 53, 5).

Atravesado para nuestra salvación. Sigue diciendo Isaías: "…sus heridas nos han curado". La sangre y el agua que brota del Costado de Cristo –imagen de los sacramentos de la Iglesia- es fuente de salvación.

 4)      El Espíritu Santo nos ofrece un “corazón nuevo”
-         El Espíritu Santo formó en las entrañas de la Virgen María el Corazón de Jesús.
-         Del Corazón de Jesús traspasado por la lanza, brotó el Espíritu Santo (simbolizado por el agua).
-         El Espíritu Santo tiene ahora la tarea de formar en cada uno de nosotros un nuevo corazón, a imagen del Corazón de Cristo.

 El Espíritu Santo lleva a cabo la obra de la santificación en nuestras vidas: la transformación del corazón egoísta en un corazón semejante al de Jesús. Sólo así podremos construir la tan deseada Civilización del Amor, capaz de transformar las estructuras injustas de nuestra sociedad.

Necesitamos más unidad entre nosotros para poder construir el Reino de Dios, sin caer en la tentación de buscar cada uno sus intereses particulares (¡Cor unum et anima una! ¡Un solo corazón y una sola alma!). Este fue el ideal por el que Jesús oró al Padre en su oración sacerdotal: "Que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti…" (Jn 17, 21).

No olvidemos que el ideal de la unión entre los hombres requiere la unión en Cristo. Sólo seremos capaces de construir un mundo unido y justo, si el Corazón de Cristo es nuestro punto de encuentro. 

Profecía de Ezequiel
“Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”.  (Ez 36, 24-28)

lunes, 1 de junio de 2020

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


El viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, la Iglesia celebra la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. Además de la celebración litúrgica, otras muchas expresiones de piedad tienen por objeto el Corazón de Cristo. No hay duda de que la devoción al Corazón del Salvador ha sido, y sigue siendo, una de las expresiones más difundidas y amadas de la piedad eclesial.

Entendida a la luz de la sagrada Escritura, la expresión "Corazón de Cristo" designa el misterio mismo de Cristo, la totalidad de su ser, su persona considerada en el núcleo más íntimo y esencial: Hijo de Dios, sabiduría increada, caridad infinita, principio de salvación y de santificación para toda la humanidad. El "Corazón de Cristo" es Cristo, Verbo encarnado y salvador, intrínsecamente ofrecido, en el Espíritu, con amor infinito divino-humano hacia el Padre y hacia los hombres sus hermanos.

Como han recordado frecuentemente los Romanos Pontífices, la devoción al Corazón de Cristo tiene un sólido fundamento en la Escritura.

Jesús, que es uno con el Padre (cfr. Jn 10,30), invita a sus discípulos a vivir en íntima comunión con Él, a asumir su persona y su palabra como norma de conducta, y se presenta a sí mismo como maestro "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29). Se puede decir, en un cierto sentido, que la devoción al Corazón de Cristo es la traducción en términos cultuales de la mirada que, según las palabras proféticas y evangélicas, todas las generaciones cristianas dirigirán al que ha sido atravesado (cfr. Jn 19,37; Zc 12,10), esto es, al costado de Cristo atravesado por la lanza, del cual brotó sangre y agua (cfr. Jn 19,34), símbolo del "sacramento admirable de toda la Iglesia".

El texto de san Juan que narra la ostensión de las manos y del costado de Cristo a los discípulos (cfr. Jn 20,20) y la invitación dirigida por Cristo a Tomás, para que extendiera su mano y la metiera en su costado (cfr. Jn 20,27), han tenido también un influjo notable en el origen y en el desarrollo de la piedad eclesial al sagrado Corazón.

Estos textos, y otros que presentan a Cristo como Cordero pascual, victorioso, aunque también inmolado (cfr. Ap 5,6), fueron objeto de asidua meditación por parte de los Santos Padres, que desvelaron las riquezas doctrinales y con frecuencia invitaron a los fieles a penetrar en el misterio de Cristo por la puerta abierta de su costado. Así san Agustín: "La entrada es accesible: Cristo es la puerta. También se abrió para ti cuando su costado fue abierto por la lanza. Recuerda qué salió de allí; así mira por dónde puedes entrar. Del costado del Señor que colgaba y moría en la Cruz salió sangre y agua, cuando fue abierto por la lanza. En el agua está tu purificación, en la sangre tu redención".

La Edad Media fue una época especialmente fecunda para el desarrollo de la devoción al Corazón del Salvador. Hombres insignes por su doctrina y santidad, como san Bernardo (+1153), san Buenaventura (+1274), y místicos como santa Lutgarda (+1246), santa Matilde de Magdeburgo (+1282), las santas hermanas Matilde (+1299) y Gertrudis (+1302) del monasterio de Helfta, Ludolfo de Sajonia (+1378), santa Catalina de Siena (+1380), profundizaron en el misterio del Corazón de Cristo, en el que veían el "refugio" donde acogerse, la sede de la misericordia, el lugar del encuentro con Él, la fuente del amor infinito del Señor, la fuente de la cual brota el agua del Espíritu, la verdadera tierra prometida y el verdadero paraíso.

En la época moderna, el culto del Corazón de Salvador tuvo un nuevo desarrollo. En un momento en el que el jansenismo proclamaba los rigores de la justicia divina, la devoción al Corazón de Cristo fue un antídoto eficaz para suscitar en los fieles el amor al Señor y la confianza en su infinita misericordia, de la cual el Corazón es prenda y símbolo. San Francisco de Sales (+1622), que adoptó como norma de vida y apostolado la actitud fundamental del Corazón de Cristo, esto es, la humildad, la mansedumbre (cfr. Mt 11,29), el amor tierno y misericordioso; santa Margarita María de Alacoque (+1690), a quien el Señor mostró repetidas veces las riquezas de su Corazón; San Juan Eudes (+1680), promotor del culto litúrgico al sagrado Corazón; san Claudio de la Colombiere (+1682), San Juan Bosco (+1888) y otros santos, han sido insignes apóstoles de la devoción al sagrado Corazón.

Las formas de devoción al Corazón del Salvador son muy numerosas; algunas han sido explícitamente aprobadas y recomendadas con frecuencia por la Sede Apostólica. Entre éstas hay que recordar:

- la consagración personal, que, según Pío XI, "entre todas las prácticas del culto al sagrado Corazón es sin duda la principal";

- la consagración de la familia, mediante la que el núcleo familiar, partícipe ya por el sacramento del matrimonio del misterio de unidad y de amor entre Cristo y la Iglesia, se entrega al Señor para que reine en el corazón de cada uno de sus miembros;

- las Letanías del Corazón de Jesús, aprobadas en 1891 para toda la Iglesia, de contenido marcadamente bíblico y a las que se han concedido indulgencias;

- el acto de reparación, fórmula de oración con la que el fiel, consciente de la infinita bondad de Cristo, quiere implorar misericordia y reparar las ofensas cometidas de tantas maneras contra su Corazón;

- la práctica de los nueve primeros viernes de mes, que tiene su origen en la "gran promesa" hecha por Jesús a santa Margarita María de Alacoque. En una época en la que la comunión sacramental era muy rara entre los fieles, la práctica de los nueve primeros viernes de mes contribuyó significativamente a restablecer la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. En nuestros días, la devoción de los primeros viernes de mes, si se practica de un modo correcto, puede dar todavía indudable fruto espiritual. Es preciso, sin embargo, que se instruya de manera conveniente a los fieles: sobre el hecho de que no se debe poner en esta práctica una confianza que se convierta en una vana credulidad que, en orden a la salvación, anula las exigencias absolutamente necesarias de la fe operante y del propósito de llevar una vida conforme al Evangelio; sobre el valor absolutamente principal del domingo, la "fiesta primordial", que se debe caracterizar por la plena participación de los fieles en la celebración eucarística.

La devoción al sagrado Corazón constituye una gran expresión histórica de la piedad de la Iglesia hacia Jesucristo, su esposo y señor; requiere una actitud de fondo, constituida por la conversión y la reparación, por el amor y la gratitud, por el empeño apostólico y la consagración a Cristo y a su obra de salvación. Por esto, la Sede Apostólica y los Obispos la recomiendan, y promueven su renovación: en las expresiones del lenguaje y en las imágenes, en la toma de conciencia de sus raíces bíblicas y su vinculación con las verdades principales de la fe, en la afirmación de la primacía del amor a Dios y al prójimo, como contenido esencial de la misma devoción.

La piedad popular tiende a identificar una devoción con su representación iconográfica. Esto es algo normal, que sin duda tiene elementos positivos, pero puede también dar lugar a ciertos inconvenientes: un tipo de imágenes que no responda ya al gusto de los fieles, puede ocasionar un menor aprecio del objeto de la devoción, independientemente de su fundamento teológico y de contenido histórico salvífico.

Así ha sucedido con la devoción al sagrado Corazón: ciertas láminas con imágenes a veces dulzonas, inadecuadas para expresar el robusto contenido teológico, no favorecen el acercamiento de los fieles al misterio del Corazón del Salvador.

En nuestro tiempo se ha visto con agrado la tendencia a representar el sagrado Corazón remitiéndose al momento de la Crucifixión, en la que se manifiesta en grado máximo el amor de Cristo. El sagrado Corazón es Cristo crucificado, con el costado abierto por la lanza, del que brotan sangre y agua (cfr. Jn 19,34).

FUENTE: DIRECTORIO DE PASTORAL POPULAR

DIÁCONO JORGE NOVOA: EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (4)

domingo, 3 de mayo de 2020

Monseñor HÉCTOR AGUER: EL JUEGO: PASIÓN Y RIESGO



Justificar a ambos lados
 El juego constituye una dimensión esencial de la vida humana. Con razón, el homo sapiens ha sido llamado también homo ludens. Para justificar esta apariencia menos seria de nuestra actividad, Santo Tomás de Aquino emplea un argumento humanista: así como el descanso físico repone del cansancio, el juego alivia la fatiga del espíritu, la atención de la inteligencia y el esfuerzo de la voluntad. En la tradición clásica y cristiana se lo vincula con el valor espiritual del ocio, con el sentido de la fiesta y la sensibilidad para percibir lo sagrado. Es verdad que existe también un falsificación del espíritu lúdico. La diversión, cuando procede de la incapacidad de sosiego, de “habitar consigo mismo”, se multiplica convulsivamente para cubrir el vacío existencial, el desarraigo del espíritu; se convierte así en lo contrario del verdadero ocio, de aquel que ponderaban los antiguos como actividad característica del hombre libre.

Se pueden mencionar también otras deformaciones. Nadie duda del valor del deporte, reconocido plenamente por la espiritualidad cristiana. Pero en nuestros días se verifica una tendencia a hacer de la vida corporal un valor absoluto; se promueve el culto de la perfección física y el éxito deportivo brinda acceso al dinero y a la adoración de las multitudes. Nosotros solemos reconocer al fútbol como pasión nacional. En muchos casos se trata de una pasión desordenada. El “Mundial” ofrece un ejemplo elocuente: durante un mes absorbe el interés del país, modifica las agendas, promueve un dudoso patriotismo y desencadena reacciones insensatas y arrebatos irracionales. Por no hablar de la delincuencia encaramada en los tablones, y de sus protectores.

La madurez humana y el equilibrio de la personalidad implican la vivencia justa, virtuosa, de estas realidades. Así como es necesaria la moderación en la comida y la bebida, en la vida sexual y en el afán de sobresalir, existe también una templanza propia del homo ludens. Aristóteles la llamó “eutrapelia”: la virtud de quien encuentra solaz en un humor que no se excede y es capaz de volverse a las cosas joviales o recreativas sin perder la debida circunspección ni infringir los límites morales. La persona que sabe ubicarse como conviene al momento y se distrae moderadamente, dista tanto del bufón, el hincha fanático y el play-boy como del agrio, amargado y cejijunto.

Hablando del juego, es oportuno dedicar unos párrafos a la cuestión del juego por dinero. La moral cristiana lo consideró siempre ambiguo y peligroso, acicate de la codicia y de las peores pasiones. Algunos autores lo descalifican como intrínsecamente malo. San Francisco de Sales, tan suave en sus juicios, llegó a escribir: “Los juegos de dados, naipes y otros semejantes, en que la ganancia depende por la mayor parte de la suerte, son recreaciones no sólo peligrosas, sino absoluta y esencialmente malas y reprensibles, y por eso las prohíben las leyes...; tales juegos, aunque se llaman recreación y para esto se juegan, no lo son, sino ocupación violenta, pues en ellos está el espíritu tenso con atención continua y agitado por inquietudes, aprensiones y cuidados. ¿Hay atención más triste, opaca y melancólica que la de los jugadores? Ni se puede hablar del juego, ni reír, ni aun toser sin que se desesperen”.

No es fácil cultivar la eutrapelia en este campo preciso de la moralidad. Según el Catecismo, el juego es decididamente inmoral cuando se somete a la suerte aquello que en justicia debía dedicarse a otros fines, cuando la persona arriesga lo que corresponde dedicar a la atención de sus necesidades o las de su familia. Esta turbia actividad era, en otras épocas, prohibida por las leyes; hoy, en cambio, se la fomenta. La oferta es amplísima: loto, prode, quiniela, bingo, quini-seis, loterías varias, casinos (terrestres y flotantes), la engañifa de las máquinas tragamonedas. La fiebre privatizadora avanzó exitosamente sobre este sector, con el beneplácito de las autoridades. Se suele justificar la multiplicación de sitios e instrumentos de apuestas porque un porcentaje del mucho dinero acumulado se destina a fines benéficos. Puede aplicarse también al tratamiento de los ludópatas. Un pequeño bien que procede de un gran mal. Todo el mundo sabe, además, que una bruma sospechosa se cierne sobre el negocio del juego.

Mirando al bien común, habría que considerar con cuidado cuál es el mejor camino para limitar, en lo posible, este negocio que progresa atizando la pasión del juego. ¡Cuánta gente se ilusiona con la posibilidad de un rápido enriquecimiento, por un golpe de azar! En la coyuntura social que vive hoy la Argentina, cuando no abunda el empleo digno y no se acierta a instrumentar los medios para promover una cultura del trabajo, la difusión de los juegos de azar contribuye a extender un clima de escapismo, de huida de las responsabilidades personales y, en definitiva, de frivolidad. Las Vegas y Montecarlo no son modelos deseables de un estilo de vida. Conviene recordarlo cuando ya se advierte entre nosotros, como lamentable espectáculo, el contraste entre la ostentación y el despilfarro de los ricos -cada vez menos, probablemente-, y la creciente pobreza y marginalidad que invaden el paisaje suburbano y se adentran en la ciudad. Una versión rioplatense de la parábola evangélica del epulón y del mendigo Lázaro.


+ HÉCTOR AGUER

Arzobispo de La Plata



viernes, 1 de mayo de 2020

SANTO CURA DE ARS : 5 DIÁLOGOS BREVES...

Una señora le dijo:
- Hace tres días que no he podido hablar con usted.
- En el paraíso, hija mía; hablaremos en el paraíso.

Otra le dice:
- He caminado cien leguas para verlo.
- No valía la pena venir de tan lejos para eso.

Otra señora:
- Padre mío, sólo una palabrita.
- Hija mía, ya me has dicho veinte.

Una viuda le pregunta:
- ¿Mi marido está en el purgatorio?
- No sé, no he estado allí.

Una jovencita:
- Padre, quisiera que me diga cuál es mi vocación.
- Tu vocación es ir al cielo.


Un hombre temeroso:
- Tengo miedo de ir al infierno.
- Los que tienen miedo de ir al infierno, tienen menos riesgos de ir que los otros.

martes, 28 de abril de 2020

ALBERT VANHOYE SI: MODIFICAR EL CONCEPTO DE SACRIFICIO

Para entender correctamente el sacrificio de Cristo es necesario, antes que nada, modificar nuestro concepto de sacrificio. En el lenguaje corriente esta palabra asumió un sentido negativo: significa privación penosa. Una madre de familia, por ejemplo, dirá: En estos tiempos, el aumento del costo de la vida impone muchos sacrificios. Tenemos que prescindir de varias cosas que nos serían útiles. 
Mírate, alégrate, ama. ¡Cristo ha resucitado!» – Un paso al día 👣 
Pero en sí, sacrificio es un término positivo del lenguaje religioso; es el sustantivo que corresponde al verbo sacrificar, el cual significa hacer sacro, así como simplificar significa hacer simple y purificar, hacer puro.La idea, por lo tanto, no es la de una privación, sino al contrario, la de agregarle un valor, la de un enriquecimiento. Se trata de hacer sacro lo que no lo era, y esto exige una comunicación de la santidad divina, la cual es la más positiva de todas las realidades, la más rica de valor. 

Un sacrificio puede también comportar un significado penoso, pero no se le debe identificar con él, ya que su significado más importante consiste en la transformación positiva de la realidad. Una pena que es sólo una pena no es un sacrificio. Llega a ser sacrificio si es transformada desde el interior, en medio de una santificación, de una comunión más íntima con Dios. Tal transformación se realiza por medio del amor divino, porque la santidad de Dios es una santidad de amor. 

El sacrificio de Cristo consistió en colmar de amor divino su sufrimiento y su muerte, hasta el punto de obtener la victoria del amor sobre la muerte. La resurrección es parte integrante del sacrificio de Cristo, porque constituye el éxito positivo. Una visión superficial de las cosas vislumbra entre la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección sólo una gran ruptura. En cambio, una visión profunda percibe una íntima continuidad: con la fuerza interior del amor, Jesús transformó su sufrimiento y su muerte en fuente de una nueva vida, una vida de perfecta unión con Dios en la gloria. La transformación realizada en la pasión produjo la resurrección.El sacrificio de Cristo es el evento más positivo que jamás haya existido. Presenta una inagotable riqueza de significados. En estas páginas se explicarán algunos de estos significados, los más importantes, para que los lectores los puedan acoger mejor en su vida personal. Veremos posteriormente el significado fundamental del agradecimiento, después los de purificación de pecados, de liberación pascual, de la institución de la nueva alianza y de la consagración sacerdotal. Así podremos entender un poco mejor qué significan las palabras del cuatro evangelio: Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único (Jn 3,16).
Tanto amó Dios al mundo, San Pablo, 2005, pp 5-7