martes, 28 de septiembre de 2021
ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAÉL
lunes, 27 de septiembre de 2021
BENEDICTO XVI: LOS ARCÁNGELES, MIGUEL,GABRIEL Y RAFAEL
Celebramos la fiesta de los tres Arcángeles que la sagrada Escritura menciona por su propio nombre: Miguel, Gabriel y Rafael. Pero, ¿qué es un ángel? La sagrada Escritura y la tradición de la Iglesia nos hacen descubrir dos aspectos.
Por una parte, el ángel es una criatura que está en la presencia de Dios, orientada con todo su ser hacia Dios. Los tres nombres de los Arcángeles acaban con la palabra "El", que significa "Dios". Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza. Su verdadera naturaleza es estar en él y para él.
Precisamente así se explica también el segundo aspecto que caracteriza a los ángeles: son mensajeros de Dios. Llevan a Dios a los hombres, abren el cielo y así abren la tierra. Precisamente porque están en la presencia de Dios, pueden estar también muy cerca del hombre. En efecto, Dios es más íntimo a cada uno de nosotros de lo que somos nosotros mismos.
Como un ángel para los demás
Los ángeles hablan al hombre de lo que constituye su verdadero ser, de lo que en su vida con mucha frecuencia está encubierto y sepultado. Lo invitan a volver a entrar en sí mismo, tocándolo de parte de Dios. En este sentido, también nosotros, los seres humanos, deberíamos convertirnos continuamente en ángeles los unos para los otros, ángeles que nos apartan de los caminos equivocados y nos orientan siempre de nuevo hacia Dios.
Cuando la Iglesia antigua llama a los obispos ángeles de su Iglesia, quiere decir precisamente que los obispos mismos deben ser hombres de Dios, deben vivir orientados hacia Dios. Multum orat pro populo, "Ora mucho por el pueblo", dice el Breviario de la Iglesia a propósito de los obispos santos. El obispo debe ser un orante, uno que intercede por los hombres ante Dios. Cuanto más lo hace, tanto más comprende también a las personas que le han sido encomendadas y puede convertirse para ellas en un ángel, un mensajero de Dios, que les ayuda a encontrar su verdadera naturaleza, a encontrarse a sí mismas, y a vivir la idea que Dios tiene de ellas.
San Miguel: hacer espacio a Dios en el mundo
Pero el dragón no sólo acusa a Dios. El Apocalipsis lo llama también "el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa día y noche delante de nuestro Dios" (Ap 12, 10). Quien aparta a Dios, no hace grande al hombre, sino que le quita su dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la evolución. Quien acusa a Dios, acusa también al hombre. La fe en Dios defiende al hombre en todas sus debilidades e insuficiencias: el esplendor de Dios brilla en cada persona.
El cristiano tiene por misión hacer espacio a Dios en el mundo contra las negaciones y defender así la grandeza del hombre. Y ¿qué cosa más grande se podría decir y pensar sobre el hombre que el hecho de que Dios mismo se ha hecho hombre?
La otra función del arcángel Miguel, según la Escritura, es la de protector del pueblo de Dios (cf.Dn 10, 21; 12, 1). Queridos amigos, sed de verdad "ángeles custodios" de las Iglesias que se os encomendarán. Ayudad al pueblo de Dios, al que debéis preceder en su peregrinación, a encontrar la alegría en la fe y a aprender el discernimiento de espíritus: a acoger el bien y rechazar el mal, a seguir siendo y a ser cada vez más, en virtud de la esperanza de la fe, personas que aman en comunión con el Dios-Amor.
Al Arcángel Gabriel lo encontramos sobre todo en el magnífico relato del anuncio de la encarnación de Dios a María, como nos lo refiere san Lucas (cf. Lc 1, 26-38). Gabriel es el mensajero de la encarnación de Dios. Llama a la puerta de María y, a través de él, Dios mismo pide a María su "sí" a la propuesta de convertirse en la Madre del Redentor: de dar su carne humana al Verbo eterno de Dios, al Hijo de Dios.
En repetidas ocasiones el Señor llama a las puertas del corazón humano. En el Apocalipsis dice al "ángel" de la Iglesia de Laodicea y, a través de él, a los hombres de todos los tiempos: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). El Señor está a la puerta, a la puerta del mundo y a la puerta de cada corazón. Llama para que le permitamos entrar: la encarnación de Dios, su hacerse carne, debe continuar hasta el final de los tiempos.
Todos deben estar reunidos en Cristo en un solo cuerpo: esto nos lo dicen los grandes himnos sobre Cristo en la carta a los Efesios y en la carta a los Colosenses. Cristo llama. También hoy necesita personas que, por decirlo así, le ponen a disposición su carne, le proporcionan la materia del mundo y de su vida, contribuyendo así a la unificación entre Dios y el mundo, a la reconciliación del universo.
Queridos amigos, vosotros tenéis la misión de llamar en nombre de Cristo a los corazones de los hombres. Entrando vosotros mismos en unión con Cristo, podréis también asumir la función de Gabriel: llevar la llamada de Cristo a los hombres.
San Rafael: recobrar la vista
El libro de Tobías refiere dos tareas emblemáticas de curación que realiza el Arcángel Rafael. Cura la comunión perturbada entre el hombre y la mujer. Cura su amor. Expulsa los demonios que, siempre de nuevo, desgarran y destruyen su amor. Purifica el clima entre los dos y les da la capacidad de acogerse mutuamente para siempre. El relato de Tobías presenta esta curación con imágenes legendarias.
En el Nuevo Testamento, el orden del matrimonio, establecido en la creación y amenazado de muchas maneras por el pecado, es curado por el hecho de que Cristo lo acoge en su amor redentor. Cristo hace del matrimonio un sacramento: su amor, al subir por nosotros a la cruz, es la fuerza sanadora que, en todas las confusiones, capacita para la reconciliación, purifica el clima y cura las heridas.
Al sacerdote está confiada la misión de llevar a los hombres continuamente al encuentro de la fuerza reconciliadora del amor de Cristo. Debe ser el "ángel" sanador que les ayude a fundamentar su amor en el sacramento y a vivirlo con empeño siempre renovado a partir de él.
En segundo lugar, el libro de Tobías habla de la curación de la ceguera. Todos sabemos que hoy nos amenaza seriamente la ceguera con respecto a Dios. Hoy es muy grande el peligro de que, ante todo lo que sabemos sobre las cosas materiales y lo que con ellas podemos hacer, nos hagamos ciegos con respecto a la luz de Dios.
Curar esta ceguera mediante el mensaje de la fe y el testimonio del amor es el servicio de Rafael, encomendado cada día al sacerdote y de modo especial al obispo. Así, nos viene espontáneamente también el pensamiento del sacramento de la Reconciliación, del sacramento de la Penitencia, que, en el sentido más profundo de la palabra, es un sacramento de curación. En efecto, la verdadera herida del alma, el motivo de todas nuestras demás heridas, es el pecado. Y sólo podemos ser curados, sólo podemos ser redimidos, si existe un perdón en virtud del poder de Dios, en virtud del poder del amor de Cristo.
"Permaneced en mi amor", nos dice hoy el Señor en el evangelio (Jn 15, 9). Permaneced en la amistad con él, llena del amor que él os regala de nuevo en este momento. Entonces vuestra vida dará fruto, un fruto que permanece (cf. Jn 15, 16).
Benedicto XVI, fragmentos de una homilía pronunciada en Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre de 2007.
viernes, 17 de septiembre de 2021
SAN FRANCISCO DE SALES: CUIDADO CON LA INQUIETUD
La inquietud no es una simple tentación, sino una fuente de la cual y por la cual vienen muchas tentaciones: diremos, pues, algo acerca de ella. La tristeza no es otra cosa que el dolor del espíritu a causa del mal que se encuentra en nosotros contra nuestra voluntad; ya sea exterior, como pobreza, enfermedad, desprecio, ya interior, como ignorancia, sequedad, repugnancia, tentación.
Luego, cuando el alma siente que padece algún mal, se disgusta de tenerlo, y he aquí la tristeza, y, enseguida desea verse libre de él y poseer los medios para echarlo de sí. Hasta este momento tiene razón, porque todos, naturalmente, deseamos el bien y huimos de lo que creemos que es un mal.
Si el alma busca, por amor de Dios, los medios para librarse del mal, los buscará con paciencia, dulzura, humildad y tranquilidad, y esperará su liberación más de la bondad y providencia de Dios que de su industria y diligencia; si busca su liberación por amor propio, se inquietará y acalorará en pos de los medios, como si este bien dependiese más de ella que de Dios. No digo que así lo piense, sino que se afanará como si así lo pensase.
Y, si no encuentra enseguida lo que desea, caerá en inquietud y en impaciencia, las cuales, lejos de librarla del mal presente, lo empeorarán, y el alma quedará sumida en una angustia y una tristeza, y en una falta de aliento y de fuerzas tal, que le parecerá que su mal no tiene ya remedio. He aquí, pues, cómo la tristeza, que al principio es justa, engendra la inquietud, y ésta le produce un aumento de tristeza, que es mala sobre toda medida.
La inquietud es el mayor mal que puede sobrevenir a un alma, fuera del pecado; porque, así como las sediciones y revueltas intestinas de una nación la arruinan enteramente, e impiden que pueda resistir al extranjero, de la misma manera nuestro corazón, cuando está interiormente perturbado e inquieto, pierde la fuerza para conservar las virtudes que había adquirido, y también la manera de resistir las tentaciones del enemigo, el cual hace entonces toda clase de esfuerzos para pescar a río revuelto, como suele decirse.
La inquietud proviene del deseo desordenado de librarse del mal que se siente o de adquirir el bien que se espera, y, sin embargo, nada hay que empeore más el mal y que aleje tanto el bien como la inquietud y el ansia. Los pájaros quedan prisioneros en las redes y en las trampas porque, al verse cogidos en ellas, comienzan a agitarse y revolverse convulsivamente para poder salir, lo cual es causa de que, a cada momento, se enreden más.
Luego, cuando te apremie el deseo de verte libre de algún mal o de poseer algún bien, ante todo es menester procurar el reposo y la tranquilidad del espíritu y el sosiego del entendimiento y de la Voluntad, y después, suave y dulcemente, perseguir el logro de los deseos, empleando, con orden, los medios convenientes; y cuando digo suavemente, no quiero decir con negligencia, sino sin precipitación, turbación e inquietud; de lo contrario, en lugar de conseguir el objeto de tus deseos, lo echarás todo a perder y te enredarás cada vez más.
«Mi alma-decía David siempre está puesta, ¡oh Señor!, en mis manos, y no puedo olvidar tu santa ley.» Examina, pues, una vez al día a lo menos, o por la noche y por la mañana, si tienes tu alma en tus manos, o si alguna pasión o inquietud te la ha robado: considera si tienes tu corazón bajo tu dominio, o bien si ha huído de tus manos, para enredarse en alguna pasión des ordenada de amor, de aborrecimiento, de envidia, de deseo, de temor, de enojo, de alegría.
Y si se ha extraviado, procura, ante todo, buscarlo y conducirlo a la presencia de Dios, poniendo todos tus afectos y deseos bajo la obediencia y la dirección de
su divina voluntad. Porque, así como los que temen perder alguna cosa que les agrada mucho, la tienen bien cogida de la mano, así también, a imitación de aquel gran rey, hemos de decir siempre: «¡Oh Dios mío!, mi alma está en peligro; por esto la tengo siempre en mis manos, y, de esta manera, no he olvidado tu santa ley».No permitas que tus deseos te inquieten, por pequeños y por poco importantes que sean; porque, después de los pequeños, los grandes y los más importantes encontrarán tu corazón más dispuesto a la turbación y al desorden. Cuando sientas que llega la inquietud, encomiéndate a Dios y resuelve no hacer nada de lo que tu deseo reclama hasta que aquélla haya totalmente pasado, a no ser que se trate de alguna cosa que no se pueda diferir; en este caso, es menester refrenar la corriente del deseo, con un suave y tranquilo esfuerzo, templándola y moderándola en la medida de lo posible, y hecho esto, poner manos a la obra,no según los deseos, sino según razón.
Si puedes manifestar la inquietud al director de tu alma, o, a lo menos, a algún confidente y devoto amigo, no dudes de que enseguida te sentirás sosegada; porque la comunicación de los dolores del corazón hace en el alma el mismo efecto que la sangría en el cuerpo que siempre está calenturiento: es el remedio de los remedios.
martes, 14 de septiembre de 2021
DIÁCONO JORGE NOVOA: EL HIJO DEL HOMBRE DEBE SER LEVANTADO...
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
La fe nos introduce, por la comprensión y vivencia del misterio de la Cruz, en la vida eterna. Ella es una clave de comprensión para la existencia del creyente, no debemos prescindir de leer la vida desde su Verdad, de hacerlo, vemos al crucificado pero no la salvación amorosa de Dios. Jesús queda reducido a un hombre bueno ajusticiado injustamente.
El juicio de Dios es salvífico, Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. En la entrega amorosa del Hijo se ha expresado la voluntad salvífica del Padre, esto es lo que Dios quiere, por ello ha enviado al mundo a su Hijo. Esta acción amorosa del Señor es una invitación que el Padre dirige personalmente a cada uno de nosotros, es como si nos dijera, la mesa está servida y tú eres mi invitado,quieres sentarte a mi mesa?Ciertamente que Jesús es el Salvador, pero es mí Salvador?
La expresión de san Agustín esclarece nuestra meditación: el que te creó sin ti, no te salvará sin ti. La salvación como expresión del amor del Padre por su hijos y del Hijo por sus hermanos, es siempre invitación, llamada amorosa que se irradia desde la Cruz.
El Señor transitó en solitario el camino de la Cruz, el consuelo del Padre y el de su Madre lo asistieron, pero al Gólgota subió solo, abandonado y en medio del silencio del cielo. El camino de la cruz ahora es transitado por los suyos, sabemos que sigue siendo un lugar de sufrimientos e incomprensiones, pero ahora es habitado por Él, ya no reina la soledad, porque allí los suyos perciben su presencia pacificadora. El Amor del Señor fecundó la aridez del sufrimiento.
La Cruz es de diversa magnitud, las hay pequeñas y también grandes, sabemos que en nuestra existencia se hará presente en alguna circunstancia, ella aparece en las enfermedades, muertes, sufrimientos físicos y morales , calumnias y mentiras, injusticias y en tantas otras realidades que hay que enfrentar. La fe nos enseña a encontrarnos allí con el Señor. En el camino de la fe, este será nuestro desafío. Le reconoceremos presente en esas circunstancias?Aceptaremos vivirlas unidos a ÉL,y sostenidos por su Amor?
Por el Señor,que nos enseña a cargar la Cruz llegaremos al cielo, ella irradia luz sobre nuestras vidas, tratando de ayudarnos a disipar las tinieblas. Gracias Señor por tu Cruz, por el Amor que ella irradia, por tantos testigos del amor manifestado en la Cruz. Gracias porque al pie de la Cruz nos dejaste a María por Madre,para que nos enseñe a vivir las exigencias del amor manifestado en la Cruz.
lunes, 6 de septiembre de 2021
CARD. ROBERT SARAH:IDEOLOGÍA DE GÉNERO ATAQUE FROTAL A LA FAMILIA
miércoles, 1 de septiembre de 2021
MONSEÑOR JOSEFINO RAMIREZ: MADRE TERESA Y EL ORIGEN SU FECUNDIDAD APOSTÓLICA
Después de la Misa tuve el privilegio de hablar en privado con Madre Teresa. Ahí fue cuando me contó la historia de su comunidad. La hermana Agnus, una monja pequeña y morena de la India, fue su primera discípula. Al principio hubieron pocas hermanas junto a la madre Teresa, aunque eran muchas las personas necesitadas. Desde los ancianos y enfermos que morían en las calles, hasta los bebés y niños abandonados que no tenían a nadie que se ocupara de ellos. La madre Teresa quería llegar a todos. La pregunta era:¿ cómo hacerlo con tan pocas seguidoras? No había suficiente tiempo durante el día para atender a todos aquellos necesitados. La madre y las hermanas oraron a fin de saber que hacer. La respuesta fue sorprendente. Dios quería algo muy especial además de sus oraciones regulares. Aún cuando parecía que no alcanzaba las horas del día. Dios quería algo más. Él quería que la comunidad reservara una hora cada día para que todas juntas tuvieran una hora santa en la presencia de su Hijo en el Santísimo Sacramento.
La madre Teresa declaraba que esta hora santa diaria es la causa y la razón por la que su comunidad ha florecido. La comunidad creció a más de tres mil, mediante el poder y la gracia recibidas en la hora santa diaria. La madre Teresa se multiplicó y ahora están presentes en todo el mundo por medio de sus hermanas. Debido a que estuvo dispuesta a dedicar un tiempo para unirse a la “vid”, ahora puede alcanzar al mundo entero.
Su historia me inspiró a hacer lo mismo que ella hizo. Había estado leyendo sobre el apostolado de la adoración perpetua y cómo el padre Martín la estaba promoviendo con éxito en los EEUU y otros países. Yo quería que se difundiera por toda Filipinas. Por eso fundé la comunidad llamada “Los discípulos eucarísticos de san Pío X”. Día y noche, sin descanso, ellos se acercan la Santísimo Sacramento, en amante adoración. Primero rezaron para que el padre Martín pudiera venir a Filipinas y así empezar el gran apostolado para establecer la adoración perpetua en la parroquias. Luego rezaron para que se extendiera en todo el país. En este momento hay 500 capilla. Ahora los Discípulos Eucarísticos oran para que podamos lograr nuestro objetivo de lograr en 1000 parroquias, capillas de adoración perpetua.
Estos dos ejemplos, el de la madre Teresa y el de los Discípulos Eucarísticos, demuestran la verdad de lo que Jesús dijo en el Evangelio: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola, María eligió la parte buena que no le será quitada (Lc 10,41-42).
La parte buena es estar con Jesús en el Santísimo Sacramento. El mejor tiempo invertido en la tierra, querido amigo, es el que pasas junto a tu mejor amigo: Jesús en el Santísimo Sacramento. Y es la forma más segura de dar mucho fruto apostólico.
Fraternalmente tuyo en su amor eucarístico