miércoles, 26 de octubre de 2022

ZENIT: HALLOWEEN, QUÉ ES Y QUÉ ORIGEN TIENE?

Milenario de la fiesta de los difuntos

Juan Pablo II envío el 12 de octubre un mensaje al obispo francés Raymond Séguy, de Autun, Chalon y Macon, y abad titular de Cluny, con motivo de las ceremonias conmemorativas del milenario del día de Todos los Fieles Difuntos, instituido por San Odilón, monje benedictino y quinto Abad de Cluny.

Juan Pablo II recuerda que 'San Odilón deseó exhortar a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. A partir del Abad de Cluny comenzó a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse en lo que San Odilón llamó la Fiesta de los Muertos, práctica todavía hoy en vigor en la Iglesia universal'.

'Al rezar por los muertos -escribe el Santo Padre-, la Iglesia contempla sobre todo el misterio de la Resurrección de Cristo que por su Cruz nos obtiene la salvación y la vida eterna. La Iglesia espera en la salvación eterna de todos sus hijos y de todos los hombres'.

Tras subrayar la importancia de las oraciones por los difuntos, escribe: 'Las oraciones de intercesión y de súplica que la Iglesia no cesa de dirigir a Dios tienen un gran valor. El Señor siempre se conmueve por las súplicas de sus hijos, porque es Dios de vivos. La Iglesia cree que las almas del purgatorio 'son ayudadas por la intercesión de los fieles, y sobre todo, por el sacrificio propiciatorio del altar', así como 'por la caridad y otras obras de piedad'.
Finalmente, el Papa anima a los católicos 'a rezar con fervor por los difuntos, por sus familias y por todos nuestros hermanos y hermanas que han fallecido, para que reciban la remisión de las penas debidas a sus pecados y escuchen la llamada del Señor'[1].

2. Del Samain celta al Halloween, pasando por los difuntos

El 31 de octubre por la noche, en los países de cultura anglosajona o de herencia celta, se celebra la víspera de la fiesta de Todos los Santos, con toda una escenografía que antes recordaba a los muertos, luego con la llegada del Cristianismo a las ánimas del Purgatorio, y que ahora se han convertido en una ensalada mental en la que no faltan creencias en brujas, fantasmas y cosas por el estilo. En cambio, en los países de cultura mediterránea, el recuerdo de los difuntos y la atención a la muerte se centra en el 2 de noviembre, el día siguiente a la celebración de la resurrección y la alegría del paraíso que espera a la comunidad cristiana, una familia de 'santos' como la entendía San Pablo.

Diversas tradiciones se unen, se mezclan y se influyen mutuamente en este comienzo de noviembre en las culturas de los países occidentales. En Asia y Africa, el culto a los antepasados y a los muertos tiene fuertes raíces pero no está tan ligado a una fecha concreta como en nuestra cultura.

Un antecedente de esta fiesta lo encontramos entre los romanos que celebraban los Lemura en mayo y practicaban diversas estratagemas para alejar a los fantasmas y, sobre todo, para hacerlos amigos. Las raíces de la fiesta actual se remontan al VII o VI siglo antes de Cristo, cuando los celtas, justamente el 31 de octubre, celebraban el Samain, cambio de año. Creían que los muertos volvían a la tierra y, para festejar su venida, encendían grandes hogueras y preparaban gran cantidad de comida. La antigua creencia mezclada con supersticiones llegó hasta Estados Unidos y empezó a formar parte del folklore autónomo. La calabaza, añadida después, tiene su origen en los países escandinavos y luego regresó a Europa y al resto de América gracias a la colonización cultural de sus medios de comunicación y los telefilmes y películas importados.

En los últimos años, comienza a hacer furor entre los quinceañeros mediterráneos y latinoamericanos que olvidan sus propias y ricas tradiciones para adoptar la hueca calabaza iluminada. En Hallowe'en (de All hallow's eve), literalmente la Víspera de Todos los Santos, la leyenda anglosajona dice que es fácil ver brujas y fantasmas. Los niños se disfrazan y van -con una vela introducida en una calabaza vaciada en la que se hacen incisiones para formar una calavera- de casa en casa. Cuando se abre la puerta gritan: 'trick or treat' (broma o regalo) para indicar que gastarán una broma a quien no les de una especie de propina o aguinaldo en golosinas o dinero.

Una antigua leyenda irlandesa narra que la calabaza iluminada sería la cara de un tal Jack O'Lantern que, en la noche de Todos los Santos, invitó al diablo a beber en su casa, fingiéndose un buen cristiano. Como era un hombre disoluto, acabó en el infierno.

Con la llegada del cristianismo, mientras en los países anglosajones tomaba forma la procesión de los niños disfrazados pidiendo de puerta en puerta con el farol en forma de calavera, en los mediterráneos se extendían otras costumbres ligadas al 1 y 2 de noviembre. En muchos pueblos españoles existe una tradición de ir de puerta en puerta tocando, cantando y pidiendo dinero para las 'ánimas del Purgatorio'. Hoy en día, aunque menos que antaño, se siguen visitando los cementerios, se arreglan las tumbas con flores, se recuerda a los familiares difuntos y se reza por ellos; en las casas se hablaba de la familia, de todos los vivos y de los que habían pasado a otra vida y se consumían dulces especiales, que perduran para la ocasión, como en España los buñuelos de viento o los huesos de santo.

Mientras tanto, al otro lado del océano y al sur de Estados Unidos, la tradición católica llevada por españoles y portugueses se teñía de color propio en cada país americano, mezclada a los ritos locales precoloniales y al folklore del lugar. México es uno de los países en que ha tomado mayor fuerza y colorido la fiesta de Todos los Santos.

Muchos se disfrazan de muertos o se ponen máscaras de calaveras y se consumen dulces en forma de cráneo o de esqueleto. En este sentido, los obispos de dos diócesis mexicanas vecinas a Estados Unidos, Sonora y Sinaloa, han llamado la atención sobre la influencia estadounidense que hace perder las tradiciones autóctonas e incita al consumismo y a imitar una tradición que hoy es más pagana que cristiana. El arzobispo de Hermosillo, José Ulises Macías, dijo que 'los mexicanos debemos arraigarnos a nuestras propias costumbres que son ricas y divertidas, pues cada nación tiene sus festividades de acuerdo a sus sucesos históricos y sociales'.

Seguramente en Galicia se unen dos tradiciones: la celta y la católica, por lo que es esta la región de España en la que más perdura la tradición del recuerdo de los muertos, las ánimas del Purgatorio, muy unidas al folklore local, y las leyendas sobre apariciones y fantasmas. En toda España perdura una costumbre sacrosanta que se ha introducido en los hábitos culturales: la de representar en esta fecha alguna obra de teatro ligada al mito de Don Juan Tenorio. Fue precisamente este personaje, 'el burlador de Sevilla o el convidado de piedra', creado por el fraile mercedario y dramaturgo español Tirso de Molina, el que se atrevió a ir al cementerio, en esta noche, a conjurar las almas de quienes habían sido víctimas de su espada o de su posesividad egoísta.

En todas estas representaciones ritos y recuerdos pervive un deseo inconsciente, y más bien pagano, de exorcizar el miedo a la muerte, sustraerse a su angustia. El mito antiguo del retorno de los muertos, se ha convertido hoy en fantasmas o dráculas con efectos especiales en los filmes de terror.

Sin embargo, para los creyentes es la fiesta de todos los Santos la que verdaderamente tiene relevancia y refleja la fe en el futuro para quienes esperan y viven según el Evangelio predicado por Jesús. Es lo que ha subrayado Juan Pablo II, en su catequesis del pasado miércoles. El respeto a los restos mortales de quienes murieron en la fe y su recuerdo, se inscribe en la veneración de quienes han sido 'templos del Espíritu Santo'.
Como asegura Bruno Forte, profesor de la Facultad teológica de Nápoles, al contrario de quienes no creen en la dignidad personal y desvalorizan la vida presente creyendo en futuras reencarnaciones, el cristiano tiene 'una visión en las antípodas' ya que 'el valor de la persona humana es absoluto'. Es ajena también al dualismo heredero de Platón que separa el cuerpo y el alma. 'Este dualismo y el consiguiente desprecio del cuerpo y de la sexualidad no forma parte del Nuevo Testamento para el que la persona después de la muerte sigue viviendo en tanto en cuanto es amada por Dios'. Dios, añade el teólogo, 'no tiene necesidad de los huesos y de un poco de polvo para hacernos resucitar. Quiero subrayar que en una época de 'pensamiento débil' en la que se mantiene que todo cae siempre en la nada, es significativo afirmar la dignidad del fragmento que es cada vida humana y su destino eterno'[2].


[1] Zenit, 30 de octubre de 1998.
[2] Zenit, 30 de octubre de 1998.

martes, 25 de octubre de 2022

MONS. HÉCTOR AGUER: HALLOWEEN, OBSERVANCIA EXTRAVAGANTE.

“Desde hace varios años se ha tomado la costumbre, en muchos ambientes, de celebrar Halloween y tengo la impresión de que quienes adoptan esta moda no saben bien de qué se trata”.

“Para remontarnos a los orígenes hay que decir que en la antigüedad era la celebración del Año Nuevo Celta. Se la ubica en Gran Bretaña e Irlanda, en épocas antiquísimas”.

“Se pensaba que en la noche del 31 de octubre al 1º de noviembre el espíritu de los muertos regresaba a su casa a visitar a sus hogares y que, además, esa noche vagaban diablos de toda especie, hadas, duendes, brujas y toda clase de espíritus extraños”.

“Era una celebración ligada al ritmo de la naturaleza, que tenía que ver con el término del verano y con los cambios propios de la cultura agropecuaria”.

“Luego, con el tiempo, se fue perdiendo el sentido religioso-pagano y, en épocas cristianas, esas observancias se mezclaron con los ritos católicos. En la Edad Media ha habido muchos sincretismos, análogos a los que hoy todavía encontramos en algunos sectores de América Latina o de África”.

“Lo cierto es que los irlandeses que emigraron a Estados Unidos, en la segunda mitad del Siglo XIX, llevaron esta antigua celebración y allí, en América del Norte, tomó características diversas: invadir casas para romper ventanas, reclamar la entrega de regalos y, muchas veces, quedó convertida simplemente en una diversión para los niños que se disfrazaban e iban pidiendo golosinas”.

“Como en este mundo globalizado las modas se estandarizan y cruzan rápidamente los continentes, desde hace unos años tenemos aquí que también entre nosotros se festeja Halloween”.


Halloween y escuela católica

“Me extraña comprobar que hasta en jardines de infantes de escuelas católicas encontramos esta observancia, y me pregunto ¿qué sentido tiene? Recuerdo muy bien que, cuando era niño, la celebración de Todos los Santos -el 1º de noviembre- y la conmemoración de los Fieles Difuntos, el día siguiente, tenían un arraigo cultural consistente. Eran días feriados y, por ejemplo, la visita al cementerio era un gesto de piedad arraigado en una larga tradición católica”.

“Entonces, habría que pensar muy bien qué sentido tiene que incorporemos estos hechos culturales cuyo significado originario se ha perdido, y que se mezclan indebidamente y, de algún modo, desplazan las celebraciones cristianas que corresponde observar en estos días”.

“Habría que recuperar, por ejemplo, el sentido que tiene en lo religioso, catequístico y cultural la Solemnidad de Todos los Santos, que nos recuerda nuestra comunión con la Patria Celestial. Ese dogma fundamental de nuestra fe que profesamos en el Credo cuando decimos ‘creo en la comunión de los santos’ y que nos muestra también la dimensión inmensa de la Iglesia, que no se agota en este mundo peregrino sino que incorpora también a los santos del cielo y a las almas del Purgatorio”.

“Debiéramos recuperar la antiquísima Novena de Ánimas, preparando la celebración del 2 de noviembre; recordar la indulgencia plenaria por los difuntos; recuperar el sentido de la visita al cementerio como un gesto religioso y profundamente humano, e incluso habría que ir elaborando nuevas proyecciones culturales de estas verdades cristianas”.

“No tenemos que darnos por vencidos y, además es preciso criticar con toda claridad, serenamente, estas observancias extravagantes, completamente ajenas a la fe católica de nuestro pueblo y a nuestra tradición cultural”.

lunes, 17 de octubre de 2022

BENEDICTO XVI: SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA


Hoy hablamos de san Ignacio, que fue el tercer obispo de Antioquia, del año 70 al 107, fecha de su martirio.En aquel tiempo, Roma, Alejandría y Antioquia eran las tres grandes metrópolis del Imperio Romano. El Concilio de Nicea habla de los tres «primados»: el de Roma, pero también el de Alejandría y Antioquia participan, en cierto sentido, en un «primado».

San Ignacio era obispo de Antioquia, que hoy se encuentra en Turquía. Allí, en Antioquia, como sabemos por los Hechos de los Apóstoles, surgió una comunidad cristiana floreciente: el primer obispo fue el apóstol Pedro, como dice la tradición, y allí «fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”» (Hechos 11, 26).

Eusebio de Cesarea, un historiador del siglo IV, dedica todo un capítulo de su «Historia Eclesiástica» a la vida y a la obra de Ignacio (3,36). «De Siria», escribe, «Ignacio fue enviado a Roma para ser pasto de fieras, a causa del testimonio que dio de Cristo. Viajando por Asia, bajo la custodia severa de los guardias» (que él llama «diez leopardos» en su Carta a los Romanos 5,1), «en las ciudades en las que se detenía, reforzaba a las Iglesias con predicaciones y exhortaciones; sobre todo les alentaba, de todo corazón, a no caer en las herejías, que entonces comenzaban a pulular, y recomendaba no separarse de la tradición apostólica».

La primera etapa del viaje de Ignacio hacia el martirio fue la ciudad de Esmirna, donde era obispo san Policarpo, discípulo de san Juan. Allí, Ignacio escribió cuatro cartas, respectivamente a las Iglesias de Éfeso, e Magnesia, de Tralles y de Roma.

«Al dejar Esmirna», sigue diciendo Eusebio, «Ignacio llegó a Troade, y allí envió nuevas cartas»: dos a las Iglesias de Filadelfia y de Esmirne, y una al obispo Policarpo. Eusebio completa así la lista de las cartas, que nos han llegado de la Iglesia del primer siglo como un tesoro precioso.
 
Al leer estos textos se siente la frescura de la fe de la generación que todavía había conocido a los apóstoles. Se siente también en estas cartas el amor ardiente de un santo. Finalmente, de Troade el mártir llegó a Roma, donde en el Anfiteatro Flavio, fue dado en pasto a las fieras feroces.

Ningún Padre de la Iglesia ha expresado con la intensidad de Ignacio el anhelo por la «unión» con Cristo y por la «vida» en Él. Por este motivo, hemos leído el pasaje del Evangelio sobre la viña, que según el Evangelio de Juan, es Jesús. En realidad, confluyen en Ignacio dos «corrientes» espirituales: la de Pablo, totalmente orientada a la «unión» con Cristo, y la de Juan, concentrada en la «vida» en Él.

A su vez, estas dos corrientes desembocan en la «imitación» de Cristo, proclamado en varias ocasiones por Ignacio como «mi Dios» o «nuestro Dios». De este modo, Ignacio implora a los cristianos de Roma que no impidan su martirio, pues tiene impaciencia por «unirse con Jesucristo».

Y explica: «Para mí es bello morir caminando hacia («eis») Jesucristo, en vez de poseer un reino que llegue hasta los confines de la tierra. Le busco a Él, que murió por mí, le quiero a Él, que resucitó por nosotros. ¡Dejad que imite la Pasión de mi Dios!» (Romanos 5-6). Se puede percibir en estas expresiones ardientes de amor el agudo «realismo» cristológico típico de la Iglesia de Antioquia, atento más que nunca a la encarnación del Hijo de Dios y a su auténtica y concreta humanidad: Jesucristo, escribe Ignacio a los habitantes de Esmirna, «es realmente de la estirpe de David», «realmente nació de una virgen», «fue clavado realmente por nosotros» (1,1).

La irresistible tensión de Ignacio hacia la unión con Cristo sirve de fundamento para una auténtica «mística de la unidad». Él mismo se define como «un hombre al que se le ha confiado la tarea de la unidad» (A los fieles de Filadelfia 8, 1). Para Ignacio, la unidad es ante todo una prerrogativa de Dios, que existiendo en tres Personas es Uno en una absoluta unidad.

Repite con frecuencia que Dios es unidad y que sólo en Dios ésta se encuentra en el estado puro y originario. La unidad que tienen que realizar sobre esta tierra los cristianos no es más que una imitación lo más conforme posible con el modelo divino. De esta manera, Ignacio llega a elaborar una visión de la Iglesia que recuerda mucho a algunas expresiones de la Carta a los Corintios de Clemente Romano. «Conviene caminar de acuerdo con el pensamiento de vuestro obispo, lo cual vosotros ya hacéis –escribe a los cristianos de Éfeso–. Vuestro presbiterio, justamente reputado, digno de Dios, está conforme con su obispo como las cuerdas a la cítara. Así en vuestro sinfónico y armonioso amor es Jesucristo quien canta. Que cada uno de vosotros también se convierta en coro a fin de que, en la armonía de vuestra concordia, toméis el tono de Dios en la unidad y cantéis a una sola voz» (4,1-2).

Y después de recomendar a los fieles de Esmirna que no hagan nada «que afecte a la Iglesia sin el obispo» (8,1), confía a Policarpo: «Ofrezco mi vida por los que están sometidos al obispo, a los presbíteros y a los diáconos. Que junto a ellos pueda tener parte con Dios. Trabajad unidos los unos por los otros, luchad juntos, corred juntos, sufrid juntos, dormid y velad juntos como administradores de Dios, asesores y siervos suyos. Buscad agradarle a Él por quien militáis y de quien recibís la merced. Que nadie de vosotros deserte. Que vuestro bautismo sea como un escudo, la fe como un casco, la caridad como una lanza, la paciencia como una armadura» (6,1-2).

En su conjunto, se puede percibir en las Cartas de Ignacio una especie de dialéctica constante y fecunda entre dos aspectos característicos de la vida cristiana: por una parte la estructura jerárquica de la comunidad eclesial, y por otra la unidad fundamental que liga entre sí a todos los fieles en Cristo. Por lo tanto, los papeles no se pueden contraponer. Al contrario, la insistencia de la comunión de los creyentes entre sí y con sus pastores, se refuerza constantemente mediante imágenes elocuentes y analogías: la cítara, los instrumentos de cuerda, la entonación, el concierto, la sinfonía.

Es evidente la peculiar responsabilidad de los obispos, de los presbíteros y los diáconos en la edificación de la comunidad. A ellos se dirige ante todo el llamamiento al amor y la unidad. «Sed una sola cosa», escribe Ignacio a los Magnesios, retomando la oración de Jesús en la Última Cena:

«Una sola súplica, una sola mente, una sola esperanza en el amor… Acudid todos a Jesucristo como al único templo de Dios, como al único altar: él es uno, y al proceder del único Padre, ha permanecido unido a Él, y a Él ha regresado en la unidad» (7, 1-2). Ignacio es el primero que en la literatura cristiana atribuye a la Iglesia el adjetivo «católica», es decir, «universal»: «Donde está Jesucristo», afirma, «allí está la Iglesia católica» (A los fieles de Esmirna 8, 2). Precisamente en el servicio de unidad a la Iglesia católica, la comunidad cristiana de Roma ejerce una especie de primado en el amor: «En Roma, ésta preside, digna de Dios, venerable, digna de ser llamada bienaventurada… Preside en la caridad, que tiene la ley de Cristo, y lleva el nombre del Padre» (A los Romanos, «Prólogo»).

Como se puede ver, Ignacio es verdaderamente el «doctor de la unidad»: unidad de Dios y unidad de Cristo (en oposición a las diferentes herejías que comenzaban a circular y que dividían al hombre y a Dios en Cristo), unidad de la Iglesia, unidad de los fieles, «en la fe y en la caridad, pues no hay nada más excelente que ella» (A los fieles de Esmirna 6,1).

En definitiva, el «realismo» de Ignacio es una invitación para los fieles de ayer y de hoy, es una invitación para todos nosotros a lograr una síntesis progresiva entre «configuración con Cristo» (unión con Él, vida en Él) y «entrega a su Iglesia» (unidad con el obispo, servicio generoso a la comunidad y al mundo).

En definitiva, es necesario lograr una síntesis entre «comunión» de la Iglesia en su interior y «misión», proclamación del Evangelio a los demás, hasta que una dimensión hable a través de la otra, y los creyentes tengan cada vez más «ese espíritu sin divisiones, que es el mismo Jesucristo» (Magnesios 15).

Al implorar del Señor esta «gracia de unidad», y con la convicción de presidir en la caridad a toda la Iglesia (Cf. A los Romanos, «Prólogo»), os dirijo a vosotros el mismo auspicio que cierra la carta de Ignacio a los cristianos de Tralles: «Amaos los unos a los otros con un corazón sin divisiones. 

Mi espíritu se entrega en sacrificio por vosotros no sólo ahora, sino también cuando alcance a Dios… Que en Cristo podáis vivir sin mancha» (13). Y recemos para que el Señor nos ayude a alcanzar esta unidad y vivamos sin mancha, pues el amor purifica las almas.

domingo, 16 de octubre de 2022

BENEDICTO XVI: EL DECÁLOGO DEL SANTO ROSARIO

EL PAPA BENEDICTO XVI EN LES COMBES

1.- “El santo rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentado una nueva primavera”.

2.- “El rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María”.

3.- “En el mundo actual tan dispersivo, esta oración -el rosario- ayuda a poner a Cristo en el centro como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que El hacía y decía”.

4.- “Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos más importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo”.

5.- “Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria”.

6.- “Que María nos ayude a acoger en nosotros la gracia que procede de los misterios del rosario para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas negativas, abriéndola a la novedad de Dios”.

7.- “Cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico o superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre Santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría”.

8.- “El rosario, cuando no es mecánica repetición de formas tradicionales, es una meditación bíblica que nos hace recorrer los acontecimientos de la vida de la Señor en compañía de la Santísima Virgen María, conservándolos, como Ella, en nuestro corazón”.

9.- “Ahora, que finaliza el mes de mayo, no debe cesar esta buena costumbre, es más debe proseguir todavía más con mayor compromiso de manera que, en la escuela de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas”.

10.- “(En el rezo del rosario), os encomiendo las intenciones más urgentes de mi ministerio, las necesidades de la Iglesia, los grandes problemas de la humanidad: la paz en el mundo, la unidad de los cristianos, el diálogo entre las culturas”.

martes, 11 de octubre de 2022

P. ELIÉCER SÁLESMAN: LA VIRGEN DEL PILAR




Pilar es lo mismo que columna. La patrona de España es Nuestra Señora del Pilar, de Zaragoza. Una tradición que viene del siglo XIII, dice que cuando Santiago apóstol, evangelizaba a España, un día vio que sobre una columna o pilar, se le aparecía la santísima Virgen (que vivía todavía en Israel) la cual llegaba a decir que siguiera predicando, a pesar de que fueran pocos los que se convirtieran por lo pronto, pues más tarde toda la nación sería creyente.
Y dice la tradición que en recuerdo de esta aparición, el apóstol y sus discípulos construyeron una capilla allí en ese sitio, donde actualmente está la Basílica del Pilar en Zaragoza, que tienen once cúpulas y cuatro torres, y se ha hecho famosa en España y en el mundo entero, y en la cual a través de los siglos se han obtenido maravillosos favores del cielo al invocar la intervención de la Madre de Dios.

Y precisamente el día de la fiesta de la Virgen del Pilar, Patrona de España, el 12 de octubre (1492) descubrió Colón a América, y dicen que en el momento en que Colón pisó por primera vez suelo americano, estaban los monjes rezando y cantando ante la imagen de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza, pidiendo por el buen éxito de la expedición. El papa Juan Pablo II decía: “Cada santuario es una antena que nos trae maravillosos favores del cielo”. Virgencita Santa: que desde tu Santuario del Pilar en Zaragoza, sigas enviando ayudas y favores a todos los habitantes de España y América.

martes, 4 de octubre de 2022

DIÁCONO JORGE NOVOA: CURSO VUELVE CRISTO? LA GRAN TRIBULACIÓN

 

 

Tomemos como centro de nuestra meditación, las hermosas palabras de Santa Faustina Kowalska, que manan como agua pura del manantial de vida eterna que es Jesús Misericordioso.

En la vida de los santos, hay dos aspectos que se hacen presentes de modo bastante permanente, en primer lugar; se manifiesta una sed insaciable de Dios, y en segundo lugar, una progresiva saciedad que se consumará en la visión. De esta doble experiencia, que tienen los santos, por un lado la sed insaciable, que los atrae irresistiblemente a la unión con Dios, generalmente 
puesta de manifiesto bajo la forma de deseos[1], y por otro la progresiva saciedad[2], sacan enseñanzas que se vuelven verdaderos apotegmas, que iluminan a modo de faros, el camino de santificación de los hombres.

Santa Teresa de Jesús describe agudamente, cómo el Encuentro (sed-saciedad) nos descubre el valor profundo de nuestra existencia: "¡Oh, Vida que la dais a todos!, no me neguéis a mi esta agua dulcísima que prometéis a los que la quieren. Yo la quiero, Señor, y la pido, y vengo a Vos; no os escondáis, Señor, de mi, pues sabéis mi necesidad y que es verdadera medicina del alma llagada por Vos. ¡Oh, Señor, qué de maneras de fuegos hay en esta vida! ¡Oh, con cuánta razón se ha de vivir con temor! Unos consumen el alma, otros la purifican, para que viva siempre gozando de Vos. ¡Oh, fuentes vivas de las llagas de mi Dios, cómo manaréis siempre con gran abundancia para nuestro mantenimiento y qué seguro irá por los peligros de esta miserable vida el que procurare sustentarse de este divino licor!"[3].

Las palabras y obras en la vida de los santos nos ayudan a buscar y comprender, los signos de la presencia siempre amorosa del Señor en la sed y en la saciedad. Signos que hablan a la fe. Recomienda san Ambrosio: "recibe de Cristo, para que puedas hablar a los demás. Acoge en ti el agua de Cristo [...]. Llena, pues, de esta agua tu interior, para que la tierra de tu corazón quede humedecida y regada por sus propias fuentes[4].

Así explica san Agustín estas mociones (movimientos): "Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones" [5].

De allí nacen estas enseñanzas, que a modo de confesiones[6], son las resonancias del corazón, en este caso de Faustina, que cual eco de la voz del Señor, brotan en él manifestando su amor misericordioso, como testimonio de su presencia y acción transformante en el mundo.

He aquí el texto que meditaremos:
"Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón…El resto lo hará Dios. Todo comienza en su misericordia y en su misericordia acaba.[7]"

Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche…El punto de partida, de estas palabras, es la condición humana pecadora. El pecado en la Tradición de la Iglesia, ampliamente desarrollado por su Magisterio, es presentado con imágenes como la oscuridad, las tinieblas, la noche o la negrura. El pecado es el fruto trágico de la libertad humana mal empleada, es la experiencia que más contraría la naturaleza salida de las manos del Creador y el sentido de nuestra existencia, porque hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios. 

Vivir en una situación permanente de pecado, va atrofiando nuestras facultades, hasta dejarnos en una situación mortal, análoga a la de un enfermo terminal. El hombre por el pecado se distancia cada vez más del manantial de la vida que es Dios y esta vivencia, crea un abismo insondable entre la criatura y su Creador. Es el abismo de la libertad finita que se autoproclama todopoderosa.

La conjunción aunque, introduce una objeción real o posible a pesar de la cual, puede ocurrir una cosa y esto es lo que nos enseña la Revelación. Dios no abandonó al hombre en su situación de lejanía e indigencia (experiencias que manifiesta la vida del pecador),sino que le anuncia en la caída misma, una promesa de salvación. Esto, aparece narrado en el capítulo tercero del libro del Génesis. Dios se compromete con el hombre pecador que le ha dado la espalda, y quiere restituirle el don perdido de la vida de comunión íntima con Él. Únicamente Dios en Jesucristo pudo eliminar este abismo, obrando el misterio de la Redención. Jesucristo, es el puente que se asienta en ambos extremos, viene de Dios y pone su morada entre los hombres, abriendo una brecha, como en el Mar Rojo, pero ahora en forma de Cruz, para facilitar el camino por el cual los hombres puedan volverse a Dios.

Si pensáramos en el pecado más grave que se nos pueda ocurrir y en su ejecutor, que de forma ignorante o consciente se mostrara revolcándose en su situación, para promocionarla como maravillosa, a partir de esta enseñanza, concluimos que esta situación no es un obstáculo para vivir un Encuentro con el Señor y disponerse en un camino de conversión.

Así lo esclarece San Cirilo de Jerusalén en una de sus catequesis: "Tus pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo. Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tú también con David: «Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado» (Sal 38,19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: «Y tú has perdonado la malicia de mi corazón» (Sal 32,5)[8].

Si nuestra mirada ha comunicado a nuestro interior el desaliento, por la situación de algún amigo o familiar, hijo, esposo, esposa, hermano, padre o madre. Y si ella, nos ha invitado a bajar los brazos, con la sutil sentencia de : "no se puede hacer nada…" Reconozcamos aquí la voz del enemigo. El Espíritu de Dios nunca invita a la rendición, y menos si la victoria ya se encuentra en las manos de Jesús. Dios ha revelado su juicio sobre el pecador, y éste está dominado por la palabra: Misericordia.

“Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros” (S. Agustín, serm. 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. ‘Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia’ (1 Jn 1,8-9)"[9].

La misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria… Dios tiene para con el hombre pecador, un Corazón Misericordioso que se compadece de su situación. Aunque nuestros pecados, cierren nuestro horizonte, el amor de Dios es más fuerte que nuestros pecados, aunque sean rojos como la escarlata, el amor de Dios los hará más blancos que la nieve(cfr. SL 50).

La Misericordia de Dios se expresa claramente en la forma que tiene Jesús de acercarse al pecador, Él nos enseña a buscarlo y recibirlo, como médico de cuerpos y almas quiere liberarlo de ese mal radical que es el pecado. Jesús se presenta en san Juan como la luz del mundo que viene a revelar la Verdad sobre la condición humana, y se manifiesta como Hijo del hombre, al que el Padre ha transmitido el poder de juzgar (cfr Jn 8). " Mediante esta « revelación » de Cristo conocemos a Dios, sobre todo en su relación de amor hacia el hombre: en su « filantropía ». Es justamente ahí donde « sus perfecciones invisibles » se hacen de modo especial « visibles », incomparablemente más visibles que a través de todas las demás « obras realizadas por él »: tales perfecciones se hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus acciones y palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su resurrección."[10] Como subraya el evangelista san Juan, «Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17). "Sólo quien haya rechazado la salvación, ofrecida por Dios con una misericordia ilimitada, se encontrará condenado, porque se habrá condenado a sí mismo"[11].

Tenemos tendencia a contraponer en Dios la justicia con la misericordia. Cuando en realidad, justicia y misericordia se entienden como dos dimensiones del mismo Misterio de su Amor: «Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia» (Rm 11, 32). En el obrar divino prevalece la misericordia de Dios, también en el obrar humano debería prevalecer: «Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la ley de la libertad, porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al juicio» (St 2, 12-13).

La Misericordia de Dios no es resignación o pasividad, es la acción transformante, que se manifiesta como iniciativa en el camino de la búsqueda de "lo que estaba perdido". Que se detiene ante la miseria humana, porque no pasa de largo indiferentemente, inclinándose para curarla. Jesús revela al Padre Misericordioso en sus gestos y palabras, unificando toda imagen que expresó la Antigua Alianza, y revelando la singularidad de ser Él mismo, la encarnación de la Misericordia divina. Estas enseñanzas brotan de la vida de Jesús y revelan el rostro misericordioso de Dios.

Algunos hombres influidos por la cultura contemporánea, piensan que la Misericordia es una forma de debilidad, y muy por el contrario, es pura y grandiosa gratuidad. A ellos, esta manifestación de Dios como misericordia, al igual que la cruz, les resulta escandalosa y no alcanzan a comprenderla en su sabiduría divina. La sabiduría divina se ha manifestado poderosa en la debilidad humana.

Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón… Ante la dignidad del ofendido (Dios), con nuestra desagradecida respuesta, si razonáramos humanamente sobre lo que debemos hacer, ciertamente que nos sumiríamos en una serie interminable de penitencias para agradar a Dios. Todas exigentes y severas. Pero Faustina, pone ante nuestros oídos una verdad que debe estar en la base de todo movimiento en el plano humano, Dios nos ama con un amor fiel. Él se servirá del gesto más sencillo para atraernos hacia Él. Debemos dejar al menos un poco entornada la puerta de nuestro corazón. El Señor, nos ha expresado la alegría que hay en el cielo por un pecador que se convierte y con cuánto desvelo Él lo busca. De allí, que todo corazón que al menos deje una hendija, que a modo de grieta pequeña,  a los ojos de los hombres puede resultar imperceptible, permitirá entrar por ella a Dios. Pues nuestro Dios tiene sed de amor, y así se acerca a la mujer samaritana que estaba junto al pozo. Se presenta ante ella, como alguien necesitado: "Dame de beber". El Señor en los santos expresa que "no ha venido a ser servido sino a servir".

Reflejamos como Iglesia esta sed de almas que tiene el Señor? Esta pasión que nos manifiesta en el santo Evangelio, entendiéndola como padecer-con, que se involucra y entrega "hasta el extremo"?
Qué maravilloso compromiso podríamos asumir, tratando de facilitar que muchos corazones entornen sus puertas. ¿Cuáles son los obstáculos que te impiden, al menos, entornar la puerta de tu corazón? Jesús está a la puerta del tuyo y espera tu respuesta ¿No oyes los golpes en tu puerta?

Tal vez, el barullo imperante en nuestra sociedad, va amurallando tu vida y no te permite escuchar la voz del Señor que te llama. O, puede ocurrir, que esta cultura emergente, siembre en ti el miedo y con esto te paralice de tomar una decisión que involucra tu futuro.

Jesús Resucitado anuncia la Paz a los suyos (Shalom), no a modo de deseo, como si dijera: ¡Ojalá puedas encontrarla!, muy por el contrario, esta Palabra en boca de Jesús es una orden que alcanza nuestro corazón para fortalecerlo. "Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Es su presencia y acción en el mundo y en cada uno de nosotros, el motivo central de nuestra esperanza.

El resto lo hará Dios. Todo comienza en su misericordia y en su misericordia acaba. La Revelación es la historia de la permanente iniciativa de Dios. En ella, Dios una y otra vez manifiesta su fidelidad. Una fidelidad que se expresa plenamente, en la Pascua de su Hijo en la Nueva Alianza. Dios se ha comprometido con el hombre, respondiendo a su pecado con amor y misericordia, "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo a una muerte de cruz".

Cuando el hombre intenta dar la espalda a Dios y quiere construir una historia al margen de su Creador, los resultados son funestos. La historia de la torre de Babel, que aparece en la Escritura, es una muestra arquetípica de cómo " en vano edifican los arquitectos, si Dios no edifica con ellos". Sólo con la ayuda divina podemos superar los peligros y las dificultades que salpican todos los días de nuestra existencia.

Cristo, al revelar el amor-misericordia de Dios, exige al mismo tiempo que los hombres se dejen guiar en su vida por el amor y la misericordia. De esta acción de Dios da cuenta María con su canto del Magnificat. "Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación".

¿Cabe entonces tomar una actitud totalmente pasiva, esperando que todo lo haga Dios? No debemos darle al texto esta acentuación, podemos repetir con San Agustín: "el que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Pero, si toda obra de emprendimiento humano se presenta muchas veces ardua, cuanto más lo será aquella que quiere ayudar a edificar en los hombres la gloria a Dios. Y si, como lo percibimos, el pecado parece amurallar los corazones, edificando monumentales fortalezas que humanamente pueden presentarnos la tarea como imposible. La Palabra del Señor viene en nuestra ayuda, para que no nos dobleguen los obstáculos por enormes que sean, nosotros pondremos lo nuestro, "el resto lo hará Dios".

"Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío", que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno."[12]

[1] Cuanto más conoce el alma a Dios, tanto más le crece el deseo de verlo y la pena de no verlo (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 6, 2).
[2] Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti (SAN AGUSTIN, Confesiones 1,1).
[3] SANTA TERESA, Exclamaciones, 9.
[4] SAN AMBROSIO, Carta 2
[5] SAN AGUSTIN, Trat. sobre la 1ª carta de S. Juan.
[6] SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Ad. Donatum, 3. "El alabarse a si mismo es odiosa soberbia, pero no es soberbia, sino agradecimiento, el proclamar lo que se atribuye, no al esfuerzo del hombre, sino al don de Dios".
[7] M. Winowska, "L’icona dell’Amore misericordioso. Il messaggio di suor Faustina" -"Icono del Amor misericordioso. El mensaje de sor Faustina"-, Roma 1981, p. 271
[8] SAN CIRILO DE JERUSALÉN; Catequesis II, Invitación a la Conversión.
[9] CEC 1874.
[10] Juan Pablo II, Dives in misericordia, n.2.
[11] Juan Pablo II, Juicio y Misericordia; Observatore Romano, e.e., 9- VII-1999.
[12] Juan Pablo II, Homilía en la Misa de acción de gracias por la canonización Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.