martes, 17 de diciembre de 2019

TESTIMONIO: EL JUEGO DE LA COPA

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EL JUEGO DE LA COPA


LA CURIOSIDAD ES LA PUERTA QUE ABRE EL ENEMIGO!

Hola me llamo Carolina, no vivo en la Capital. Me pides te cuente, cómo entré en el juego de la “copa”. Mi padre cuando yo tenía 6 años se fue por un mes a Montevideo, y mi madre trabajaba de maestra desde el mediodía hasta la tardecita. Yo me quedaba sola, con 3 primas adolescentes, entre 15 y 17 años, unas amigas de ellas, y dos primos de 18 años. Todos andaban por esas edades, cuando quedábamos solos, cerraban todas las ventanas, eran muy curiosos y las cosas del “otro mundo” les fascinaban. Mis primos tenían problemas con sus padres porque eran alcohólicos. Creo que el juego de la copa fue como un escape de lo que vivían en sus casas.

Se sentaban en la mesa que estaba en mi dormitorio, y sobre ella ponían todas las letras del abecedario y los números del 0 al 9. Luego ponían la copa boca arriba y cada uno ponía la punta de un dedo sobre ella, Y comenzaban a llamar al espíritu de la abuela. Abuela Rita, estás ahí? Y así con otros espíritus…

Cuando se sentía que la copa tenía energía, se la daba vuelta y todos ponían el dedo nuevamente sobre ella. Y comenzaba a correr muy fuerte, señalaba las letras o numeros, uno estaba para escribir, porque iba muy rápido.Yo vi como la copa se mueve con una fuerza propia, yo lo vi, la fuerza es impresionante por momentos iba tan rápido que no tocaba la mes, como si levitara sobre la mesa, siempre tenes un dedo sobre ella pero no haces fuerza.La copa te lleva.Comenzaban los mensajes de adivinación. A Manuela le dio la fecha del casamiento con Pedro, a quien no conocía.

Jugamos por curiosidad, no por maldad. Cuando volvió mi padre, fueron a la casa de uno de mis primos, el tiene un perro y al comenzar a jugar, comenzó a aullar y no paraba, la caja con las llaves térmicas, que estaba en la pared, explotó. Se asustaron y no jugaron más. Pasaron muchas cosas malas. Nunca más jugaron.

Cuando fui adolescente, volví a jugar, para mí era normal, pensaba que eran mis familiares fallecidos que venían con” buena onda”. La verdad hubiera sido lindo que todo fuera bueno y sin peligros.

Nunca más pude dormir en ese dormitorio. Allí no duerme nadie, ni las posibles visitas. Si estás allí sientes” presencias”. Cuando todavía dormía, al acostarme sentía que me miraban. Tuve dos parálisis de sueño. (La parálisis del sueño es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia.) Es horrible. Sentís que no te podes mover y sentís al “demonio”. Sentís una presencia horrible, y lo único que podes es rezar. Luego vino mi enfermad. El cuarto está siempre cerrado, allí solamente guardamos ropa. Nunca más voy a dormir allí..

Carolina cuál sería tu mensaje?
 
“No jueguen, no vale la pena, porque no son almas buenas (es el demonio) las que van a la copa y les pueden hacer mucho daño, yo lamento de alma haber tocado ese mundo oscuro, sin colores y que terminó enfermándome. La depresión es horrible es un infierno, no se arriesguen por nada, no vale la pena. Hoy aprendí a rezar el Rosario, y en mis problemas me ayudan la Virgen y Jesús y los santos de Dios. Acudan con ellos.
No con espíritus inmundos que no dejan nada bueno en el alma ni en las casas. Hoy vivo en mi casa, pero no puedo dormir en mi dormitorio, porque sentí cosas horribles ahí”

Gracias Carolina!

jueves, 12 de diciembre de 2019

SAN JUAN PABLO II: SALVE, MARÍA DE GUADALUPE!!!


¡ Salve, María!
Pronuncio con inmenso amor y reverencia estas palabras, tan sencillas y a la vez tan maravillosas. Nadie podrá saludarte nunca de un modo más estupendo que como lo hizo un día el Arcángel en el momento de la Anunciación. Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum. Repito estas palabras que tantos corazones guardar y tantos labios pronuncian en todo el mundo. Nosotros aquí presentes les repetimos juntos, conscientes de que éstas son las palabras con las que Dios mismo, a través de su mensajero, ha saludado a Ti, la Mujer prometida en el Edén, y desde la eternidad elegida como Madre del Verbo, Madre de la divina Sabiduría, Madre del Hijo de Dios.


!Salve, Madre de Dios!

2. Tu Hijo Jesucristo es nuestro Redentor y Señor. Es nuestro Maestro. Todos nosotros aquí reunidos somos sus discípulos. Somos los sucesores de los Apóstoles, de aquellos a quienes el Señor dijo: “Id, pues, enseñad a todas les gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 19-20).

Congregados aquí el Sucesor de Pedro y los sucesores de los Apóstoles, nos damos cuenta de cómo esas palabras se han cumplido, de manera admirable, en esta tierra.


En efecto, desde que en 1492 comienza la gesta evangelizadora en el Nuevo Mundo, apenas una veintena de años después llega la fe a México. Poco más tarde se crea la primera sede arzobispal regida por Juan de Zumárraga, a quien secundarán otras grandes figuras de evangelizadores, que extenderán el cristianismo en muy amplias zonas.


Otras epopeyas religiosas no menos gloriosas escribirán en el hemisferio sus hombres como Santo Toribio de Mogrovejo y otros muchos que merecerían ser citados en larga lista. Los caminos de la fe van alargándose sin cesar, y a finales del primer siglo de evangelización les sedes episcopales en el nuevo Continente son más de 70 con unos cuatro millones de cristianos. Una empresa singular que continuará por largo tiempo, hasta abarcar hoy en día, tras cinco siglos de evangelización, casi la mitad de la entera Iglesia católica, arraigada en la cultura del pueblo latino-americano y formando parte de su identidad propia.


Y a medida que sobre estas tierras se realizaba el mandato de Cristo, a medida que con la gracia del bautismo se multiplicaban por doquier los hijos de la adopción divina, aparece también la Madre. En efecto, a Ti, María, el Hijo de Dios y a la vez Hijo Tuyo, desde lo alto de la cruz indicó a un hombre y dijo “He ahí a tu hijo” (Jn 19, 26), y en aquel hombre te ha confiado a cada hombre, te ha confiado a todos. Y Tú que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, te acercas a todos, buscas maternalmente a todos. De esta manera se cumple lo que el último Concilio ha declarado acerca de tu presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo unigénito, porque estás siempre dondequiera están los hombres sus hermanos, dondequiera está la Iglesia.

2a. De hecho los primeros misioneros llegados a América, provenientes de tierras de eminente tradición mariana, junto con los rudimentos de la fe cristiana van enseñando el amor a Ti, Madre de Jesús y de todos los hombres. Y desde que el indio Juan Diego hablara de la dulce Señora del Tepeyac, Tú, Madre de Guadalupe, entras de modo determinante en la vida cristiana del pueblo de México. No menor ha sido tu presencia en otras partes, donde tus hijos te invocan con tiernos nombres, como Nuestra Señora de la Altagracia, de la Aparecida, de Luján y tantos otros no menos entrañables, para no hacer una lista interminable, con los que en cada nación y aun en cada zona los pueblos latinoamericanos te expresan su devoción más profunda y Tú les proteges en su peregrinar de fe.

El Papa –que proviene de un país en el que tus imágenes, especialmente una: la de Jasna Góra, son también signo de tu presencia en la vida de la nación, en su azarosa historia– es particularmente sensible a este signo de tu presencia aquí, en la vida del Pueblo de Dios en México, en su historia, también ella no fácil y a veces hasta dramática. Pero estás igualmente presente en la vida de tantos otros pueblos y naciones de América Latina, presidiendo y guiando no sólo su pasado remoto o reciente, sino también el momento actual, con sus incertidumbres y sombras. Este Papa percibe en lo hondo de su corazón los vínculos particulares que te unen a Ti con este pueblo y a este pueblo contigo. Este pueblo, que afectuosamente te llama “ la Morenita ”. Este pueblo –e indirectamente todo este inmenso continente– vive su unidad espiritual gracias al hecho de que Tú eres la Madre. Una Madre que, con su amor, crea, conserva, acrecienta espacios de cercanía entre sus hijos.

¡ Salve, Madre de México! ¡Madre de América Latina!

3. Nos encontramos aquí en esta hora insólita y estupenda de la historia del mundo. Llegamos a este lugar, conscientes de hallarnos en un momento crucial. Con esta reunión de obispos deseamos entroncar con la precedente Conferencia del Episcopado Latinoamericano que tuvo lugar hace diez años en Medellín, en coincidencia con el Congreso Eucarístico de Bogotá, y en la que participó el Papa Pablo VI, de imborrable memoria. Hemos venido aquí no tanto para volver a examinar, al cabo de 10 años, el mismo problema, cuanto para revisarlo en modo nuevo, en lugar nuevo y en nuevo momento histórico.
Queremos tomar como punto de partida lo que se contiene en los documentos y resoluciones de aquella Conferencia. Y queremos a la vez, sobre la base de les experiencias de estos 10 años, del desarrollo del pensamiento y a luz de les experiencias de toda la Iglesia, dar un justo y necesario paso adelante.

La Conferencia de Medellín tuvo lugar poco después de la clausura del Vaticano II, el Concilio de nuestro siglo, y ha tenido por objetivo recoger los planteamientos y contenidos esenciales del Concilio, para aplicarlos y hacerlos fuerza orientadora en la situación concreta de la Iglesia Latinoamericana.

Sin el Concilio no hubiera sido posible la reunión de Medellín, que quiso ser un impulso de renovación pastoral, un nuevo “ espíritu ” de cara al futuro, en plena fidelidad eclesial en la interpretación de los signos de los tiempos en América Latina. La intencionalidad evangelizadora era bien clara y queda patente en los 16 temas afrontados, reunidos en torno a tres grandes áreas, mutuamente complementarias: promoción humana, evangelización y crecimiento en la fe, Iglesia visible y sus estructuras.

Con su opción por el hombre latinoamericano visto en su integridad, con su amor preferencial pero no exclusivo por los pobres, con su aliento a una liberación integral de los hombres y de los pueblos, Medellín, la Iglesia allí presente, fue una llamada de esperanza hacia metas más cristianas y más humanas.

Pero han pasado 10 años. Y se han hecho interpretaciones, a veces contradictorias, no siempre correctas, no siempre beneficiosas para la Iglesia. Por ello, la Iglesia busca los caminos que le permitan comprender más profundamente y cumplir con mayor empeño la misión recibida de Cristo Jesús.

Grande importancia han tenido a tal respecto les sesiones del Sínodo de los Obispos que se han celebrado en estos años, y sobre todo la del año 1974, centrada sobre la Evangelización, cuyas conclusiones ha recogido después, de modo vivo y alentador, la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI.

Este es el tema que colocamos hoy sobre nuestra mesa de trabajo, al proponernos estudiar “La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”.

Encontrándonos en este lugar santo para iniciar nuestros trabajos, se nos presenta ante los ojos el Cenáculo de Jerusalén, lugar de la institución de la Eucaristía. Al mismo Cenáculo volvieron los Apóstoles después de la Ascensión del Señor, para que, permaneciendo en oración con María, la Madre de Cristo, pudieran preparar sus corazones para recibir al Espíritu Santo, en el momento del nacimiento de la Iglesia.

También nosotros venimos aquí para ello, también nosotros esperamos el descenso del Espíritu Santo, que nos hará ver los caminos de la evangelización, a través de los cuales la Iglesia debe continuar y renacer en nuestro gran continente. También nosotros hoy, y en los próximos días, deseamos perseverar en la oración con María, Madre de Nuestro Señor y Maestro: contigo, Madre de la esperanza, Madre de Guadalupe.

4. Permite pues que yo, Juan Pablo II, Obispo de Roma y Papa, junto con mis hermanos en el Episcopado que representan a la Iglesia de México y de toda la América Latina, en este solemne momento, confiemos y ofrezcamos a Ti, sierva del Señor, todo el patrimonio del Evangelio, de la Cruz, de la Resurrección, de los que todos nosotros somos testigos, apóstoles, maestros y obispos.

¡Oh Madre! Ayúdanos a ser fieles dispensadores de los grandes misterios de Dios. Ayúdanos a enseñar la verdad que tu Hijo ha anunciado y a extender el amor, que es el principal mandamiento y el primer fruto del Espíritu Santo. Ayúdanos a confirmar a nuestros hermanos en la fe, ayúdanos a despertar la esperanza en la vida eterna. Ayúdanos a guardar los grandes tesoros encerrados en las almas del Pueblo de Dios que nos ha sido encomendado.

Te ofrecemos todo este Pueblo de Dios. Te ofrecemos la Iglesia de México y de todo el Continente. Te la ofrecemos como propiedad Tuya. Tú que has entrado tan adentro en los corazones de los fieles a través de la señal de Tu presencia, que es Tu imagen en el Santuario de Guadalupe, vive como en Tu casa en estos corazones, también en el futuro. Sé uno de casa en nuestras familias, en nuestras parroquias, misiones, diócesis y en todos los pueblos.

Y hazlo por medio de la Iglesia Santa, la cual, imitándote a Ti, Madre, desea ser a su vez una buena madre, cuidar a las almas en todas sus necesidades, enunciando el Evangelio, administrando los sacramentos, salvaguardando la vida de las familias mediante el sacramento del matrimonio, reuniendo a todos en la comunidad eucarística por medio del santo sacramento del altar, acompañándolos amorosamente desde la cuna hasta la entrada en la eternidad.

¡Oh Madre! Despierta en las jóvenes generaciones la disponibilidad al exclusivo servicio a Dios. Implora para nosotros abundantes vocaciones locales al sacerdocio y a la vida consagrada.

¡Oh Madre! Corrobora la fe de todos nuestros hermanos y hermanas laicos, para que en cada campo de la vida social, profesional, cultura! y política, actúen de acuerdo con la verdad y la ley que tu Hijo ha traído a la humanidad, para conducir a todos a la salvación eterna y, al mismo tiempo, para hacer la vida sobre la tierra más humana, más digna del hombre.

La Iglesia que desarrolla su labor entre las naciones americanas, la Iglesia en México, quiere servir con todas sus fuerzas esta causa sublime con un renovado espíritu misionero. ¡Oh Madre! haz que sepamos servirla en la verdad y en la justicia. Haz que nosotros mismos sigamos este camino y conduzcamos a los demás, sin desviarnos jamás por senderos tortuosos, arrastrando a los otros.

Te ofrecemos y confiamos todos aquellos y todo aquello que es objeto de nuestra responsabilidad pastoral, confiando que Tú estarás con nosotros, y nos ayudarás a realizar lo que tu Hijo nos ha mandado (cf. Jn 2,5). Te traemos esta confianza ilimitada y con ella, yo, Juan Pablo II, con todos mis hermanos en el Episcopado de México y de América Latina, queremos vincularte de modo todavía más fuerte a nuestro ministerio, a la Iglesia y a la vida de nuestras naciones. Deseamos poner en tus manos nuestro entero porvenir, el porvenir de la evangelización de América Latina.

¡Reina de los Apóstoles! Acepta nuestra prontitud a servir sin reserva la causa de tu Hijo, la causa del Evangelio y la causa de la paz, basada sobre la justicia y el amor entre los hombres y entre los pueblos.

¡Reina de la Paz! Salva a las naciones y a los pueblos de todo el continente, que tanto confían en Ti, de las guerras, del odio y de la subversión.
Haz que todos, gobernantes y súbditos, aprendan a vivir en paz, se eduquen para la paz, hagan cuanto exige la justicia y el respeto de los derechos de todo hombre, para que se consolide la paz.

Acepta esta nuestra confiada entrega, oh sierva del Señor. Que tu materna! presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia se convierta en fuente de alegría y de libertad para cada uno y para todos; fuente de aquella libertad por medio de la cual “Cristo nos ha liberado” (Ga 5, 1), y finalmente fuente de aquella paz que el mundo no puede dar, sino que sólo la da El, Cristo (cf. Jn 14, 27).

Finalmente, oh Madre, recordando y confirmando el gesto de mis Predecesores Benedicto XIV y Pío X, quienes te proclamaron Patrona de México y de toda la América Latina, te presento una diadema en nombre de todos tus hijos mexicanos y latinoamericanos, para que los conserves bajo tu protección, guardes su concordia en la fe y su fidelidad a Cristo, tu Hijo. Amén.

viernes, 6 de diciembre de 2019

BENEDICTO XVI: LA ORACIÓN Y LA ESPERANZA

Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo.




De sus trece años de prisión, nueve de los cuales en aislamiento, el inolvidable Cardenal Nguyen Van Thuan nos ha dejado un precioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece años en la cárcel, en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera en las noches de la soledad.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

ALFONSO RATISBONNE :¡ERA, SIN DUDAS, ELLA!


Alphonse Ratisbonne era un joven judío de Estrasburgo, rico, cultivado, callejero, hijo de banquero... En 1842, Ratisbonne vivía en Roma. Era ateo y tenía un escepticismo quisquilloso que le llevaba a levantar querellas contra la Iglesia y el cristianismo. Tenía un amigo: el barón de Bussieres, muy piadoso, que multiplicaba por su conversión votos y exhortaciones.


Ratisbonne había accedido desde hacía algún tiempo -por pura gentileza, y porque no le concedía verdaderamente importancia alguna- a llevar consigo una medalla piadosa ofrecida por su amigo; un día, el amigo de Ratisbonne le invita a dar un paseo en coche; el carruaje del barón de Bussieres se para en la pequeña plaza de Roma, donde se eleva la iglesia de San Andrés delle-Fratte.


El barón -que ha de hacer una gestión en la iglesia- desciende, e invita a su pasajero a esperar, o a acompañarle; es asunto, añade, de pocos minutos. Ratisbonne, antes que aburrirse en el vehículo, decide visitar la iglesia, sin otra intención -por supuesto- que adicionarla a su colección de monumentos romanos.


Cuando empuja la puerta de esa iglesia, es un perfecto incrédulo, curioso por la arquitectura... Ratisbonne se mantiene no lejos de la entrada, cerca de una capilla lateral, algo empotrada en la muralla, a su izquierda; es un incrédulo que tiene dos o tres minutos que desperdiciar; que no está mejor dispuesto a las emociones místicas, ni deseoso de creer; pero su incredulidad va a terminar allí, hecha añicos por la evidencia; la capilla que Ratisbonne recorre con mirada distraída, que ninguna obra maestra detiene en su paso, desaparece bruscamente.


Lo que él ve entonces es la Virgen María, tal y como figura en la medalla que lleva al cuello, y tal como está hoy representada, con colores realzados por algunos artificios luminosos, en la capilla de San Andrés delle-Fratte.


Esta es la narración que hace el propio Ratisbonne; estamos en el 20 de enero de 1842:


«... Si alguien me hubiera dicho en la mañana de aquel día: "Te has levantado judío y te acostarás cristiano"; si alguien me hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de los hombres.

»Después de haber almorzado en el hotel y llevado yo mismo mis cartas al correo, me dirigí a casa de mi amigo Gustave, el pietista, que había regresado de la caza; excursión que le había mantenido alejado algunos días.

»Estaba muy asombrado de encontrarme en Roma. Le expliqué el motivo: ver al Papa.

»Pero me iría sin verlo -le dije-, pues no ha asistido a las ceremonias de la Cátedra de San Pedro, donde se me habían dado esperanzas de encontrarlo.

»Gustave me consoló irónicamente y me habló de otra ceremonia completamente curiosa, que debía tener lugar, según creo, en Santa María la Mayor. Se trataba de la bendición de los animales. Y sobre ello hubo tal asalto de equívocos y chanzas como el que se puede imaginar entre un judío y un protestante.

»Hablamos de caza, de placeres, de diversiones del carnaval; de la brillante velada que había organizado, la víspera, el duque de Torlonia. No podían olvidarse los festejos de mi matrimonio; yo había invitado a M. de Lotzbeck, que me prometió asistir.

»Si en ese momento -era mediodia- un tercer interlocutor se hubiese acercado a mí y me hubiera dicho: "Alphonse, dentro de un cuarto de hora adorarás a Jesucristo, tu Dios y Salvador; y estarás prosternado en una pobre iglesia; y te golpearás el pecho a los pies de un sacerdote, en un convento de jesuitas, donde pasarás el carnaval preparándote al bautismo; dispuesto a inmolarte por la fe católica; y renunciarás al mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu fortuna, a tus esperanzas, a tu porvenir; y, si es preciso, renunciarás también a tu novia, al afecto de tu familia, a la estima de tus amigos, al apego de los judíos...; ¡y sólo aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la muerte!..."; digo que si algún profeta me hubiera hecho una predicción semejante, sólo habría juzgado a un hombre más insensato que ése: ¡al hombre que hubiera creído en la posibilidad de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la locura causa de mi sabiduría y de mi dicha.

»Al salir del café encuentro el coche de M. Théodore de Bussieres. El coche se para; se me invita a subir para un rato de paseo. El tiempo era magnífico y acepté gustoso. Pero M. de Bussieres me pidió permiso para detenerse unos minutos en la iglesia de San Andrés delle-Fratte, que se encontraba casi junto a nosotros, para una comisión que debía desempeñar; me propuso esperarle dentro del coche; yo preferí salir para ver la iglesia. Se hacían allí preparativos funerarios, y me informé sobre el difunto que debía recibir los últimos honores. M. de Bussieres me respondió: "Es uno de mis amigos, el conde de La Ferronays; su muerte súbita es la causa-añadi6-de la tristeza que usted ha debido notar en mí desde hace dos días." Yo no conocía a M. de La Ferronays; nunca le había visto, y no apreciaba otra impresión que la de una pena bastante vaga, que siempre se siente ante la noticia de una muerte súbita. M. de Bussieres me dejó para ir a retener una tribuna destinada a la familia del difunto. "No se impaciente usted -me dijo mientras subía al claustro-, será cuestión de dos minutos."

»La iglesia de San Andrés es pequeña, pobre y desierta; creo haber estado allí casi solo; ... ningún objeto artístico atraía en ella mi atención. Paseé maquinalmente la mirada en torno a mí, sin detenerme en ningún pensamiento; recuerdo tan sólo a un perro negro que saltaba y brincaba ante mis pasos... En seguida el perro desapareció, la iglesia entera desapareció, ya no vi, o más bien, ¡¡¡Oh, Dios mío, vi una sola cosa!!!


»¿Cómo sería posible explicar lo que es inexplicable? Cualquier descripción -por sublime que fuera- no sería más que una profanación de la inefable verdad. Yo estaba allí, prosternado, en lágrimas, con el corazón fuera de mí mismo, cuando M. de Bussieres me devolvió a la vida.


»No podía responder a sus preguntas precipitadas; mas al fin, tomé la medalla que había dejado sobre mi pecho; besé efusivamente la imagen de la Virgen, radiante de gracia... ¡Era, sin dudas, Ella!


»No sabía dónde estaba, ni si yo era Alphonse u otro distinto; sentí un cambio tan total que me creía otro yo mismo... Buscaba cómo reencontrarme y no daba conmigo... La más ardiente alegría estalló en el fondo de mi alma; no pude hablar, no quise revelar nada; sentí en mí algo solemne y sagrado que me hizo pedir un sacerdote... Se me condujo ante él y sólo después de recibir su positiva orden hablé como pude: de rodillas y con el corazón estremecido.


»Mis primeras palabras fueron de agradecimiento para M. de La Ferronays y para la archicofradía de Nuestra Señora de las Victorias. Sabía de una manera cierta que M. de La Ferronays había rezado por mí; pero no sabría decir cómo lo supe, ni tampoco podría dar razón de las verdades cuya fe y conocimiento había adquirido. Todo lo que puedo decir es que, en el momento del gesto, la venda cayó de mis ojos; no sólo una, sino toda la multitud de vendas que me habían envuelto desaparecieron sucesiva y rápidamente, como la nieve y el barro y el hielo bajo la acción del sol candente.


»Todo lo que sé es que, al entrar en la iglesia, ignoraba todo; que saliendo de ella, veía claro. No puedo explicar ese cambio, sino comparándolo a un hombre a quien se despertara súbitamente de un profundo sueño; o por analogía con un ciego de nacimiento que, de golpe, viera la luz del día: ve, pero no puede definir la luz que le ilumina y en cuyo ámbito contempla los objetos de su admiraci6n. Si no se puede explicar la luz física, ¿cómo podría explicarse la luz que, en el fondo, es la verdad misma? Creo permanecer en la verdad diciendo que yo no tenía ciencia alguna de la letra, pero que entreveía el sentido y el espíritu de los dogmas. Sentía, más que veía, esas cosas; y las sentía por los efectos inexpresables que produjeron en mí. Todo ocurría en mi interior; y esas impresiones -mil veces más rápidas que el pensamiento- no habían tan sólo conmocionado mi alma, sino que la habían como vuelto del revés, dirigiéndola en otro sentido, hacia otro fin y hacia una nueva vida.»

Alfonso Ratisbonne entró en la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue destinado a París donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos.


Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden y funda en 1848, las religiosas y las misiones de Ntra. Sra. de Sión. En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió santamente en 1884 a los 70 años.


lunes, 18 de noviembre de 2019

RP.HORACIO BOJORGE: VIVA CRISTO REY!!!


  Que Dios sea el Rey del universo no es ninguna novedad. Puesto que Él lo ha Creado y es todopoderoso, y todos los reyes están en la palma de su mano y hace con ellos lo que quiere.

            Lo grande, lo misterioso de esta fiesta es que Dios ha querido ser Rey del Universo como Hombre. Que el Rey del Universo es un Hombre como nosotros. Y que por lo tanto, uno de nuestra naturaleza y de nuestra raza es Soberano, Rey y Señor del Universo.

            Esto resulta por demás novedoso y sorprendente cuando medimos la distancia que hay entre la pequeñez de un hombre y la fugacidad de su vida sobre la tierra por un lado y la grandeza y duración del universo por el otro.

            En estos días hemos meditado sobre la grandeza y duración del universo. La luz viaja a 300.000 Kms./seg. Nos llega desde el Sol en 8 minutos y algo. Desde la otra estrella más cercana, Alfa del Centauro, en 30 años/luz. En ir y volver de ella a caballo de un rayo de luz se nos irían 60 años de vida. Las demás estrellas, serían inalcanzables en una vida humana. Las dimensiones y duración de estrellas y galaxias, es inimaginable. )Quién puede imaginar lo que son, tanto como duración cuanto como distancia, 360 millones de años luz? A esa distancia y después de ese tiempo, podemos ver hoy la explosión de una Galaxia. Estamos algo atrasados de noticias.

            Esa inmensidad nos habla de la Grandeza, del Poder y de la Eternidad del Verbo Creador de Dios. Dijo y fueron hechas. El Universo, la Creación, en su grandeza, o en la estructura atómica de la materia, o en la perfección de la organización de un ser viviente y del equilibrio ecológico en el jardín Tierra... Todo eso es como un Dedo que señala hacia el Creador. Como un signo que nos habla de Él. El Hombre es el único ser material capaz de entender lo que ese dedo apunta y lo que ese signo significa. El único ser material que puede no sólo conocer sino hablar con ese Ser Creador y dirigirse a él en la Oración, la Alabanza y la Súplica. Y sin embargo muchos hombres, mirando ese dedo, están como el perro bobo, al que se le señala la pieza y se queda mirando el dedo. Pienso en algunos programas científicos de Quality o Infinito, o del National Geographic...

            Hay una misteriosa resistencia en no querer ser únicos en el universo. Hay como una desesperada búsqueda de otras creaturas que nos releven del privilegio de ser los únicos seres inteligentes y capaces de conocer a Dios. Un inmenso campo de antenas ausculta el cielo tratando de captar alguna voz de una creatura inteligente. En treinta años o más de escucha, nada se ha oído. Mientras tanto, Dios ha hablado por medio de su Hijo, aquí en la tierra... Y: )Quién ha escuchado nuestra voz?

            En la intención de Dios, el Hombre tenía que ser el Ser capaz de conocerlo y escuchar su voz, capaz de dialogar con él y amarlo. El hombre tenía que ser el diputado de la materia, ciega, muda, inerte, tonta, que la pusiera en vibración con el canto del gloria. Sin nuestra alabanza, el universo material entero estaría mudo. Es cierto que los ángeles cantan, pero ellos no pertenecen al mundo material, como nosotros. No pueden representarlo, ni su alabanza pone en movimiento porciones de materia. Nuestro cuerpo, en cambio, es como un instrumento musical, en donde nuestro espíritu hace resonar y pone en vibración acordes materiales que se expanden como ondas hacia el infinito. Así como la luz de las estrellas nos llega como un hilo de luz desde distancias inimaginables, la voz de nuestra alabanza llega a los rincones inalcanzables del cosmos y viajará, seguirá viajando por el universo aún después de haber nosotros dejado esta morada terrenal y haber llegado a la patria futura. Y como un eco que se repite chocando en los muros lejanísimos del Universo, nuestro canto de alabanza seguirá resonando y repitiéndose como un eco, de esos que se multiplica, reflejado en una pieza de espejos, centuplicándose por los siglos de los siglos y poniendo en vibración toda la materia. (Oh efecto inimaginable de nuestra débil voz humana con la que hemos hecho vibrar, como caja de resonancia, este cuerpo mortal, y contagiado desde él con su vibración, al universo entero! Este cuerpo que no está hecho para la lujuria, sino para ser caja de resonancia del himno de Su Gloria. (Por Él, con Él y en Él... !

            Sin nuestra alabanza, el Universo entero estaría mudo. Date cuenta (oh Hombre! de tu dignidad. Eres el diputado de la materia para conocer, reconocer, amar, alabar y proclamar con todo tu cuerpo la Gloria del Creador. Eres como un Angel de la Materia inanimada. Y el universo inmenso y duradero se dice en tu voz débil y efímera, se dice como himno de Gloria. Es en tu voz, donde "los cielos proclaman la Gloria de Dios".

            Todo tu ser está en intercambio de comunión con la materia, por la respiración, por la alimentación, hasta por la corrupción de la muerte. Amasado de tierra, eres la única porción de tierra que está animada de un soplo divino. Y por eso llamado a ser soberano del Universo: su Rey.

            (Qué lógica conexión existe entre el misterio de la Encarnación al que nos introducirá el inminente próximo adviento y este misterio del Reino de Jesús sobre el Universo, material y humano! Por la Encarnación, el Dios-Rey-divino instaura el reino del Dios-Rey-humano.

            En Jesús, Hombre verdadero, se realiza el designio del Comienzo, frustrado por el pecado de Adán. El Hombre llega a ser en Jesús el Cristo, Rey del Universo, como el Padre quería.

            Ese Hombre reina por el Amor. Su reino es de amor. Por eso no se impone sobre los que dicen: No queremos que reine sobre nosotros. (Y cuántos son hoy los hombres que lo dicen! (Toda nuestra cultura actual! Nuestra cultura apóstata se ha venido sacudiendo a Dios como un yugo. Lo sacó de sus escuelas, de sus universidades, de su historia y de su filosofía, de sus leyes, de sus gobiernos, de sus costumbres, de sus conversaciones, de sus signos y símbolos, de su lenguaje... No quiere ningún signo exterior que se lo recuerde... No quiere, tampoco y mucho menos, que le digamos que, sin embargo: Él está ahí... Y es Rey. Y que lo es no como el Dios deísta sino como el Hombre Jesús, Verbo hecho carne.

            Esta cultura moderna y postmoderna es la que quiere establecer frente al Reino de Cristo, otro Reino. El Reino del Hombre endiosado en lugar de Cristo. Esta es la cultura del Anti-Cristo. Parodia del Reino de Cristo.

            Pero Cristo Reina. No hemos de temer. El Señor ha entronizado a su Rey en Sion su Monte Santo. )Por qué se confabulan las naciones y los reyes murmuran contra el Señor y su Rey? Rompamos su coyunda, sacudamos su yugo.El Señor desde el cielo sonríe, El Señor se burla de ellos, los quebranta como vasos de barro con su cetro de hierro (Salmo 2).

            Mi corazón espera el día en que veré otra Humanidad. Una Humanidad distinta a ésta dentro de la cual me tocó vivir en mi efímera vida mortal. Aquella Humanidad sentirá lo que se adelantan a profetizar en mi corazón el Espíritu y la Esposa: enjuiciará estos siglos y llorará el error de los hombres de esta cultura. Desde lo más hondo de su corazón lanzará la oración de su profundo anhelo: (Ven Señor Jesús! (Ven Rey del Universo! Ven a reinar sobre nosotros como has reinado dentro de nosotros en tus fieles! (Qué necios fueron nuestros antepasados que no quisieron que Tú los gobernaras con tu yugo suave y tu carga ligera! (Ellos! (que no podían ni siquiera gobernarse a sí mismo y dominar sus pasiones! (Ellos a los que tiranizaban los caprichos de su corazón! (Ellos pensaron que podían gobernarse a sí mismos y gobernar a otros, e incluso gobernar el mundo, instalando el Reino del Hombre sobre el Hombre! Así fue como instalaron la tiranía mentirosa del Anticristo para destronarte a Ti y arrebatarte el Reino que te ha dado el Padre!

            Nosotros hemos conocido ese reino atroz. Ya no creemos en ese ídolo, en esas ideologías 'cristianas' que quisieron suplantar a Jesús el Cristo haciéndolo manipulable por el Hombre. Nosotros somos los desengañados de las ideologías del Anti-Cristo, del Anti-Jesús. Del Antifaz fraudulento. (Ven Tú, Señor, ven en persona a reinar sobre nosotros, pues nosotros reconocemos el poder y el honor y la gloria que te ha dado el Padre para siempre! (Nosotros reconocemos que somos tu herencia y la porción de tu heredad para siempre!
           
            Muchísimos mártires del siglo veinte murieron gritando ¡viva Cristo Rey! No era una consigna, no era un programa, no era un lema. Nadie puede prever lo que dirá en esa hora. Quizás el que premedite frases heroicas sólo atine a implorar ¡no me maten!

            El grito de ¡Viva Cristo Rey!, por lo tanto, no es un grito humano. Es un don, una gracia del Espíritu Santo que lo proclama en Espíritu y en Verdad a través de la boca de los mejores hijos del Padre celestial, sacrificados como Corderos inocentes. Por su boca, es el Espíritu Santo quien lo grita a un mundo que no quiere que Cristo reine sobre ellos.

Yo sueño en ese día en que Jesús será aclamado y elegido por unanimidad (por lo menos por mayoría absoluta, porque la generación perversa e incrédula no pasará antes de su venida). Ese día, el Reino que le ha dado el Padre será reconocido y convalidado desde abajo, por todos los redimidos, como lo es ahora por nosotros. Y ese día el Padre verá a la Humanidad que creó y redimió con la sangre de su Hijo y verá "que es buena" como me consuela a mí imaginándola, y la bendecirá.

viernes, 8 de noviembre de 2019

HANS URS VON BALTHASAR: DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

Aquí tenemos la visión de Jesús sobre la historia del mundo que vendrá después de él. Mientras que la primera lectura ve por adelantado la última fase de la historia -, separando a los malvados que serán quemados como paja, de los justos, que brillarán como el sol-, Jesús en el evangelio ve la constantes teológicas dentro de la historia. La predicción de la destrucción del templo no es más que un preludio. Mientras está en pie, el templo está en la casa del Padre que debe conservarse limpia para la oración. Pero Jesús no se ata a templos de piedra; tampoco a las catedrales o a los magníficos templos barrocos –ni al cuidado y conservación de los mismos-, sino solo al templo de su cuerpo, que será la Iglesia, sobre cuyo destino se predicen tres cosas:

Muchos vendrán usando mi nombre...; no vayáis tras ellos. Pablo habló de la inevitabilidad de los cismas, todos los cuales ciertamente vendrán en mi nombre. Jesús condenó irremisiblemente a aquellos por los que viene el escándalo (Mt 18,7), y sin embargo los cismas son inevitables: así destacarán también lo hombres de calidad (1 Co 11,19). El que suplicó al Padre por la unidad de los cristianos no podía prever nada más doloroso ¿Son irremediables los cismas? Casi automáticamente vienen a la mente estas palabras: “Nadie hecha un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado (Mt 9,16). Aquí se recomienda sólo una cosa: No vayáis tras ellos.

Después viene la previsión “de guerras y lamentaciones de pueblo contra pueblo y reino contra reino”.Esto no es un empréstito del lenguaje apocalíptico que hoy ya no habría que tomar en serio, es más bien la consecuencia de que Jesús no viniera a traer la paz terrena sino la espada y la visión hasta en lo más íntimo de las relaciones familiares (Mt 10,34). Lo que su doctrina suscita en la historia, es la aparición de las bestias apocalípticas. Y cuanto más aumentan los instrumentos del poder terrestre, tanto más absolutas llegar a ser la oposiciones. Esto es bastante paradójico, porque Jesús declaró bienaventurados a los débiles y a los que trabajan por la paz, pero justamente su presencia hace que las olas de la historia del mundo se enfurezcan cada vez más. La doctrina y la persona de Jesús fueron ya intolerables para sus contemporáneos; “¡Fuera, fuera! Crucifícalo! A su pretensión de ser la Verdad (se ha declarado Hijo de Dios, Jn 19,7), la historia del mundo responderá de una manera cada vez más violenta.

Por eso la persecución no será un episodio ocasional sino un existencial para la Iglesia de Cristo y para cada uno de los cristianos. En este punto Jesús es formal (vers. 12-17). “Os”perseguirán a vosotros, los representantes de la Iglesia, y por tanto a toda la Iglesia. Como lugares en los que los cristianos deben dar testimonio (martyrion) se mencionan la sinagogas y los tribunales paganos. Se anuncian arrestos, cárceles, traiciones y odios por todas partes, incluso por parte de la propia familia; en cambio, sólo matarán a algunos de estos mártires, lo que ha de tenerse presente para el concepto martirio. (También en el Apocalipsis aparece más o menos lo mismo, se exige dar testimonio con el compromiso de la propia vida, lo que a veces implica ponerla en peligro, pero no necesariamente el testimonio del ángel).

¿Qué debe hacer el cristiano? Pablo da en la segunda lectura una respuesta lacónica: trabajar. Y trabajar como él. Tanto en la Iglesia como en el mundo. Pablo ha trabajado día y noche. “nadie me dio de balde el pan que comí. Al cristiano se le exige un compromiso en la Iglesia y en el mundo, visto desde la providencia de Dios: “Ni un cabello de vuestra cabeza se perderá” (Lc 21,18).

VIRGEN DE LOS 33 PATRONA DEL URUGUAY


Su figura, nombre e historia, forman parte del imaginario del pueblo uruguayo, su Santuario integra nuestro Patrimonio Nacional. Es la Patrona de nuestro país y un símbolo qué, en su permanencia, solidifica los orígenes culturales, raciales e históricos del Uruguay.

Su talla data del siglo XVIII por los guaraníes y fue confiada a Antonio Díaz, indio de Santo Domingo de Soriano, de quién recibió su primera capilla en el Pintado. Fundadora de la Villa de San Fernando de la Florida en 1825, vio a pie a los Treinta y Tres Orientales con la bandera tricolor, al gobierno provisorio y a la asamblea que declara nuestra independencia.

Fue honrada a lo largo del tiempo con distintas coronas, una obsequiada por Manuel Oribe y otra con alhajas de las mujeres orientales.Declarada Patrona de la República Oriental del Uruguay por el Papa Juan XXIII, fue coronada solemnemente en la Piedra Alta en 1961. El Papa Juan Pablo II la honró en Tres Cruces y peregrinó hasta ella en Florida.

Su Santuario – Catedral, que se levanta ante la Plaza de la Asamblea, está enriquecido con delicadas pinturas que representan el nacimiento de Jesús, Pentecostés y la Asunción y Coronación de María. Se destacan sus puertas de bronce, obra de Belloni.

RP HORACIO BOJORGE: NUESTRA SEÑORA DE LOS 33

“Santísima Virgen María, ante cuya imagen
inclinaron su bandera y doblaron
reverentes su rodilla
los fundadores de nuestra Patria
Protege siempre a este pueblo
nacido a tu sombra bienhechora.
Haz ¡Oh Madre!
que en nuestros hogares florezcan la religión y
todas las virtudes cristianas.
Haz que veamos el reinado de Cristo,
que es el de la verdad y la justicia.
Alcánzanos estas gracias y la de la eterna salvación,
de tu hijo Jesucristo que con el Padre y el Espíritu Santo
vive y reina por los siglos
de los siglos.
Amén”

VIRGEN DE LOS 33

sábado, 2 de noviembre de 2019

LOS SUFRAGIOS POR LOS DIFUNTOS


"El máximo enigma de la vida humana es la muerte". Sin embargo, la fe en Cristo convierte este enigma en certeza de vida sin fin. Él proclamó que había sido enviado por el Padre "para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,16) y también: "Esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,40). Por eso, en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano la Iglesia profesa su fe en la vida eterna: "Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro".

Apoyándose en la Palabra de Dios, la Iglesia cree y espera firmemente que "del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado".

249. La fe en la resurrección de los muertos, elemento esencial de la revelación cristiana, implica una visión particular del hecho ineludible y misterioso que es la muerte.

La muerte es el final de la etapa terrena de la vida, pero "no de nuestro ser", pues el alma es inmortal. "Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida"; desde el punto de vista de la fe, la muerte es también "el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino".

Si por una parte la muerte corporal es algo natural, por otra parte se presenta como "castigo del pecado" (Rom 6,23). El Magisterio de la Iglesia, interpretando auténticamente las afirmaciones de la Sagrada Escritura (cfr. Gn 2,17; 3,3; 3,19; Sab 1,13; Rom 5,12; 6,23), "enseña que la muerte ha entrado en el mundo a causa del pecado del hombre".

También Jesús, Hijo de Dios, "nacido de mujer, nacido bajo la Ley" (Gal 4,4) ha padecido la muerte, propia de la condición humana; y, a pesar de su angustia ante la misma (cfr. Mc 14,33-34; Heb 5,7-8), "la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad del Padre. La obediencia de Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición".

La muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera, por lo que la Iglesia, invirtiendo la lógica y las expectativas de este mundo, llama dies natalis al día de la muerte del cristiano, día de su nacimiento para el cielo, donde "no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni preocupaciones, porque las cosas de antes han pasado" (Ap 21,4); es la prolongación, en un modo nuevo, del acontecimiento de la vida, porque como dice la Liturgia: "la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo".

Finalmente, la muerte del cristiano es un acontecimiento de gracia, que tiene en Cristo y por Cristo un valor y un significado positivo. Se apoya en la enseñanza de las Escrituras: "Para mí vivir es Cristo, y una ganancia el morir" (Fil 1,21); "Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él" (2 Tim 2,11).

250. Según la fe de la Iglesia el "morir con Cristo" comienza ya en el Bautismo: allí el discípulo del Señor ya está sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si muere en la gracia de Dios, al muerte física ratifica este "morir con Cristo" y lo lleva a la consumación, incorporándole plenamente y para siempre en Cristo Redentor.

La Iglesia, por otra parte, en su oración de sufragio por las almas de los difuntos, implora la vida eterna no sólo para los discípulos de Cristo muertos en su paz, sino también para todos los difuntos, cuya fe sólo Dios ha conocido.

Sentido de los sufragios

251. En la muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle partícipe de la vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus culpas. "La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento".

De aquí viene la piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas del Purgatorio, que son una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de los fieles difuntos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino de la luz y de la vida.


Los sufragios son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los Santos. Así, "la Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios por ellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (2 Mac 12,46)". Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico, y después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos.