"Subamos a Jerusalén" (Lc 9,51), invitación que realiza el Señor a los suyos, sabiendo que de hacerlo, sus vidas corren serios riesgos. Pedro, por ello, reacciona oponiéndose, y trata de evitar que tome en dirección de Jerusalén.
Los discípulos han compartido este tiempo de gracia, tiempo de salvación, siendo testigos de las maravillas obradas por ÉL. Lo vieron calmar la tempestad, caminar sobre las aguas, curar a muchos enfermos, liberar a posesos del demonio, y a este elenco breve pero significativo, podríamos agregarle un sinnúmero de cuentas, sobre las obras del Señor. La Buena Noticia del Reino ha sido recibida por los sencillos de corazón, y su fama se ha propagado de una región a otra, de forma que acudían a escucharlo, porque "enseña con autoridad". Como le dice Nicodemo: no podrías realizar estas obras, si Dios no está contigo.
Los discípulos han compartido este tiempo de gracia, tiempo de salvación, siendo testigos de las maravillas obradas por ÉL. Lo vieron calmar la tempestad, caminar sobre las aguas, curar a muchos enfermos, liberar a posesos del demonio, y a este elenco breve pero significativo, podríamos agregarle un sinnúmero de cuentas, sobre las obras del Señor. La Buena Noticia del Reino ha sido recibida por los sencillos de corazón, y su fama se ha propagado de una región a otra, de forma que acudían a escucharlo, porque "enseña con autoridad". Como le dice Nicodemo: no podrías realizar estas obras, si Dios no está contigo.
Los discípulos están a su lado, felices, Él colma sus expectativas, y le reconocen como Mesías: "Tú eres el Cristo", dirá Pedro en Cesárea de Filipo. Por qué arriesgarnos a que te pase algo? Por qué poner en peligro la labor tuya, que vence todo mal? Subir a Jerusalén supone correr ese riesgo. Y llegará la hora de la injusticia, la calumnia, el destrato, la humillación....y todo lo que ya conocen.. Y nuestra amistad nos llevará a beber del amargo cáliz del Señor o a decir que no lo conocemos. Subir a Jerusalén, supone aceptar vivir la hora del Señor como nuestra hora...
Adentrándonos en la Cuaresma, vamos orientándonos para subir a Jerusalén. Hoy somos nosotros los que recibimos esta invitación. El Señor ha entrado en Jerusalén como Rey, es un rey humillado, ultrajado, menospreciado, que camina hacia la Cruz.
¿Es nuestro Rey? ¿Lo reconocemos presente, en los rechazos, las humillaciones y los sufrimientos que nos tocan vivir? ¿Levantamos nuestra voz, en nuestra Jerusalén de hoy, para no abandonarlo? En las decisiones laborales, familiares, políticas, económicas, afectivas, lo reconocemos como nuestro Rey? Subimos con Él al mundo de las incomprensiones y los rechazos, y permanecemos a su lado? O lo abandonamos? Ir con Jesús a Jerusalén, es para débiles que confían que su Señor los sostiene.
Damos testimonio del amor del Señor en la Cruz. Por los niños no nacidos, los injustamente abandonados, los mártires de Siria, Iraq y otros tantos, los matrimonios destrozados, los ancianos abandonados y por muchas cosas más, ...CON JESÚS VAMOS A JERUSALÉN.
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