Desde hace ya varias décadas
El Santo Padre todos los años emite un mensaje que está orientado precisamente a ofrecer un material de reflexión sobre este tema. El de este año se ha dedicado especialmente a tratar sobre la comunicación por la vía digital. Es decir, los medios tecnológicos admirables que hoy tenemos a disposición para comunicar el conocimiento y para intercomunicar a la gente en el mundo entero.
El Papa muestra muy bien cómo estas posibilidades tecnológicas sirven a la creación de una cultura, y lo que significa esto como nuevo areópago para la difusión del Evangelio. Esta expresión areópago tiene que ver con el primer encuentro del Evangelio con la cultura griega. San Pablo ha sido el protagonista de ese famoso discurso del areópago que aparece en el Libro de los Hechos de los Apóstoles y la imagen sirve, en todo caso, para ejemplificar la problemática evangelizadora que se le presenta a la Iglesia ante estos desafíos culturales como, por ejemplo, el uso de la comunicación globalizada.
Benedicto XVI en su mensaje cataloga las posibilidades extraordinarias y también los peligros. Y estos peligros no se refieren solamente a las cuestiones religiosas y a la difusión de la fe sino que son apuntados también por muchos pedagogos y por personas que estudian los cambios de las costumbres, la psicología social. Ya se está comenzando a poner la atención sobre el efecto que este tipo de tecnología comunicativa tiene, por ejemplo, sobre los jóvenes, sobre los adolescentes.
Sin embargo, si miramos la realidad y, concretamente, la realidad de
En este campo, si uno compara el nivel de la televisión en
A mí me preocupa, por ejemplo, y creo que a muchos más, que un programa que tiene un altísimo raiting sea una de las fuentes de degradación cultural más notable desde que la televisión existe.
Otro motivo de preocupación es que un canal educativo, por muchos conceptos excelentes, imponga en sus programas una uniformidad ideológica semejante a la de aquellos países en los que impera un pensamiento único.
El enunciado de estos datos implica que debemos ejercer un oportuno discernimiento en este mundo de la comunicación y, especialmente, en el campo de la televisión. Hay que advertir estas cosas y reaccionar como corresponde, porque de lo contrario vamos a vernos cada vez más sumergidos en una especie de pantano cultural en el que todo es igual, nada es mejor y donde, la verdad, la bondad y la belleza desaparecen.
El gran drama sería que estos medios fabulosos, que tienen que servir a la edificación del hombre, sirvan por el contrario para su degradación y para ir fomentando en la sociedad humana una progresiva deshumanización.
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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