Deseando ahora comenzar la preparación de tan importante acontecimiento, me alegra precisar que, si Dios quiere, se celebrará del 30 de mayo al 3 de junio y, al mismo tiempo, dar algunas indicaciones más detalladas respecto a la temática y a las modalidades de realización.
El trabajo y la fiesta están íntimamente relacionados con la vida de las familias: condicionan sus elecciones, influyen en las relaciones entre los cónyuges y entre padres e hijos, inciden en la relación de la familia con la sociedad y con la Iglesia. La Sagrada Escritura (cf. Gn 1- 2) nos dice que familia, trabajo y día festivo son dones y bendiciones de Dios para ayudarnos a vivir una existencia plenamente humana. La experiencia cotidiana demuestra que el desarrollo auténtico de la persona comprende tanto la dimensión individual, familiar y comunitaria, como las actividades y las relaciones funcionales, al igual que la apertura a la esperanza y al Bien sin límites.
En nuestros días, lamentablemente, la organización del trabajo, pensada y realizada en función de la competencia de mercado y del máximo beneficio, y la concepción de la fiesta como ocasión de evasión y de consumo, contribuyen a disgregar la familia y la comunidad, y a difundir un estilo de vida individualista. Por tanto, es preciso promover una reflexión y un compromiso encaminados a conciliar las exigencias y los tiempos del trabajo con los de la familia y a recuperar el verdadero sentido de la fiesta, especialmente del domingo, pascua semanal, día del Señor y día del hombre, día de la familia, de la comunidad y de la solidaridad.
El próximo Encuentro mundial de las familias constituye una ocasión privilegiada para repensar el trabajo y la fiesta en la perspectiva de una familia unida y abierta a la vida, bien insertada en la sociedad y en la Iglesia, atenta a la calidad de las relaciones además que a la economía del núcleo familiar. El acontecimiento, para que sea realmente provechoso, no debería quedar aislado, sino colocarse dentro de un itinerario adecuado de preparación eclesial y cultural.
Por tanto, deseo que ya durante el año 2011, XXX aniversario de la exhortación apostólica Familiaris consortio, «carta magna» de la pastoral familiar, se pueda emprender un itinerario eficaz con iniciativas de ámbito parroquial, diocesano y nacional, que pongan de manifiesto experiencias de trabajo y de fiesta en sus aspectos más verdaderos y positivos, considerando especialmente la incidencia sobre la vida concreta de las familias. Por esto, que las familias cristianas y comunidades eclesiales de todo el mundo se sientan interpeladas y partícipes, y se pongan solícitamente en camino hacia «Milán 2012».
El VII Encuentro mundial tendrá, como los anteriores, una duración de cinco días y culminará el sábado por la noche con la «Fiesta de los testimonios» y el domingo por la mañana con la misa solemne. Estas dos celebraciones, que yo mismo presidiré, nos verán a todos reunidos como «familia de familias». Se cuidará el desarrollo de todo el acontecimiento a fin de armonizar perfectamente las distintas dimensiones: oración comunitaria, reflexión teológica y pastoral, momentos de fraternidad y de intercambio entre las familias invitadas con las del territorio, resonancia mediática.
Que el Señor recompense desde ahora, con abundantes favores celestiales, a la archidiócesis ambrosiana por la generosa disponibilidad y el empeño organizativo puesto al servicio de la Iglesia universal y de las familias pertenecientes a numerosas naciones.
Mientras invoco la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, aplicada en el trabajo cotidiano y asidua de las celebraciones festivas de su pueblo, le imparto de corazón a usted, venerado hermano, y a sus colaboradores, la bendición apostólica, que, con afecto especial, extiendo de buen grado a todas las familias que participan en la preparación del gran Encuentro de Milán.
Castelgandolfo, 23 de agosto de 2010
Benedictus PP XVI
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