jueves, 28 de febrero de 2013
BENEDICTO XVI : ÚLTIMA AUDIENCIA GENERAL
"Como el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, yo también siento en mi corazón que ante todo tengo que dar gracias a Dios que guía a la Iglesia y la hace crecer, que siembra su Palabra y alimenta así la fe en su Pueblo. En este momento mi corazón se expande y abraza a la Iglesia extendida por todo el mundo, y doy gracias a Dios por las "noticias" que en estos años de ministerio petrino he recibido sobre la fe en el Señor Jesucristo, y sobre la caridad que circula realmente en el cuerpo de la Iglesia y hace que viva en el amor, y sobre la esperanza que nos abre y nos orienta hacia la plenitud de la vida, hacia la patria celestial”.
Siento que os llevo a todos conmigo en la oración, en un presente que es de Dios, en el que recojo cada uno de los encuentros, cada uno de los viajes, cada visita pastoral. Todo y todos reunidos en oración para confiarlos al Señor, porque tenemos pleno conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, y por qué nos comportamos de una manera digna de Él y de su amor, llevando fruto en toda buena obra.
En este momento, dentro de mí hay mucha confianza, porque sé, porque todos sabemos que la palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, da fruto, en todo lugar donde la comunidad de los creyentes lo escucha y recibe la gracia de Dios en la verdad y en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.
Cuando, el 19 de abril de hace casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tenía esta firme certeza que siempre me ha acompañado ,esta certeza de la vida de la Iglesia, de la Palabra de Dios. En aquel momento, como ya he dicho varias veces, las palabras que resonaban en mi corazón eran: Señor, ¿ por qué me pides esto ? Y ¿que me pides? Es un gran peso el que colocas sobre mis hombros, pero si Tu me lo pides, con tu palabra, echaré las redes, seguro de que me guiarás, también con todas mis debilidades. Y ocho años después puedo decir que el Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir su presencia todos los días. Ha sido un trozo de camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos difíciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca del lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en que la pesca ha sido abundante; también ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es El quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Esta ha sido una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios porque no ha dejado nunca que a su Iglesia entera y a mí, nos faltasen su consuelo, su luz, su amor.
Estamos en el Año de la fe, que he proclamado para fortalecer nuestra fe en Dios en un contexto que parece dejarlo cada vez más en segundo plano. Me gustaría invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son lo que nos permiten caminar todos los días, también entre las fatigas. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y nos ha mostrado su amor sin límites.
Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. Hay una hermosa oración que se reza todas las mañanas y dice: "Te adoro, Dios mío, y te amo con todo mi corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano... " Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el don más precioso, que ninguno puede quitarnos! Demos gracias al Señor por ello todos los días, con la oración y con una vida cristiana coherente. !Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos¡
Pero no es sólo a Dios, a quien quiero dar las gracias en este momento. Un Papa no está sólo en la guía de la barca de Pedro, aunque sea su principal responsabilidad, y yo no me he sentido nunca solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino, el Señor me ha puesto al lado a tantas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mi. Ante todo. Vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría y vuestros consejos, vuestra amistad han sido preciosos para mí. Mis colaboradores, empezando por mi Secretario de Estado, quien me ha acompañado fielmente en estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, así como a todos aquellos que, en diversos ámbitos, prestan su servicio a la Santa Sede: tantos rostros que no se muestran, que permanecen en la sombra, pero que en silencio, en su trabajo diario, con espíritu de fe y de humildad han sido para mí un apoyo seguro y confiable. Un recuerdo especial para la Iglesia de Roma, !mi diócesis! No puedo olvidar a los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a las personas consagradas y a todo el Pueblo de Dios en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he recibido mucha atención y un afecto profundo. Pero yo también os he querido, a todos y a cada uno de vosotros sin excepción, con la caridad pastoral, que es el corazón de cada pastor, especialmente del Obispo de Roma, del Sucesor del Apóstol Pedro. Todos los días he tenido a cada uno de vosotros en mis oraciones, con el corazón de un padre.
Querría que mi saludo y mi agradecimiento llegase a todos: el corazón de un Papa se extiende al mundo entero. Y me gustaría expresar mi gratitud al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que hace presente la gran familia de las Naciones. Aquí también pienso en todos los que trabajan para una buena comunicación y les doy las gracias por su importante servicio.
Ahora me gustaría dar las gracias de todo corazón a tanta gente de todo el mundo que en las últimas semanas me ha enviado pruebas conmovedoras de atención, amistad y oración. Sí, el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo en un modo tan grande que toca el corazón. El Papa pertenece a todos y tantísimas personas se sienten muy cerca de él. Es cierto que recibo cartas de los grandes del mundo – de los Jefes de Estado, líderes religiosos, representantes del mundo de la cultura, etc.-. Pero también recibo muchas cartas de gente ordinaria que me escribe con sencillez, desde lo más profundo de su corazón y me hacen sentir su cariño, que nace de estar juntos con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe a un príncipe o a un gran personaje que uno no conoce. Me escriben como hermanos y hermanas, hijos e hijas, con un sentido del vínculo familiar muy cariñoso. Así, se puede sentir que es la Iglesia - no es una organización, no es una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera y casi poder tocar con las manos la fuerza de su verdad y de su amor es una fuente de alegría, en un tiempo en que muchos hablan de su decadencia. Y, sin embargo, vemos como la Iglesia hoy está viva.
En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me iluminase con su luz para que me hiciera tomar la decisión más justa no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.
Permitid que vuelva una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de la decisión reside precisamente en el hecho de que a partir de aquel momento yo estaba ocupado siempre y para siempre por el Señor. Siempre - quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad-. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida es, por así decirlo, totalmente carente de la dimensión privada. He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la propia vida cuando la da. Dije antes que mucha gente que ama al Señor ama también al Sucesor de San Pedro y le quieren; que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que él se siente seguro en el abrazo de su comunión, porque ya no se pertenece a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.
El "siempre" es también un "para siempre" - no existe un volver al privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio del ministerio activo, no lo revoca. No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sigo de un nuevo modo junto al Señor Crucificado. No ostento la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino que resto al servicio de la oración, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me servirá de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino a una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.
Doy las gracias a todos y cada uno, también por el respeto y la comprensión con la que habéis acogido esta decisión tan importante. Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con la dedicación al Señor y a su Esposa, que he tratado de vivir hasta ahora cada día y quisiera vivir siempre. Os pido que os acordéis de mí delante de Dios, y sobre todo que recéis por los Cardenales, llamados a un cometido tan importante, y por el nuevo Sucesor del Apóstol Pedro: el Señor le acompañe con la luz y el poder de su Espíritu.
Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia para que acompañe a cada uno de nosotros y toda la comunidad eclesial; a Ella nos encomendamos con profunda confianza.
¡Queridos amigos y amigas! Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, y especialmente en tiempos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo. En nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, haya siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cerca de nosotros y nos envuelve con su amor. ¡Gracias!”
Siento que os llevo a todos conmigo en la oración, en un presente que es de Dios, en el que recojo cada uno de los encuentros, cada uno de los viajes, cada visita pastoral. Todo y todos reunidos en oración para confiarlos al Señor, porque tenemos pleno conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, y por qué nos comportamos de una manera digna de Él y de su amor, llevando fruto en toda buena obra.
En este momento, dentro de mí hay mucha confianza, porque sé, porque todos sabemos que la palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, da fruto, en todo lugar donde la comunidad de los creyentes lo escucha y recibe la gracia de Dios en la verdad y en la caridad. Esta es mi confianza, esta es mi alegría.
Cuando, el 19 de abril de hace casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tenía esta firme certeza que siempre me ha acompañado ,esta certeza de la vida de la Iglesia, de la Palabra de Dios. En aquel momento, como ya he dicho varias veces, las palabras que resonaban en mi corazón eran: Señor, ¿ por qué me pides esto ? Y ¿que me pides? Es un gran peso el que colocas sobre mis hombros, pero si Tu me lo pides, con tu palabra, echaré las redes, seguro de que me guiarás, también con todas mis debilidades. Y ocho años después puedo decir que el Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir su presencia todos los días. Ha sido un trozo de camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos difíciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca del lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera, días en que la pesca ha sido abundante; también ha habido momentos en que las aguas estaban agitadas y el viento contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en aquella barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda: es El quien conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo quiso. Esta ha sido una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios porque no ha dejado nunca que a su Iglesia entera y a mí, nos faltasen su consuelo, su luz, su amor.
Estamos en el Año de la fe, que he proclamado para fortalecer nuestra fe en Dios en un contexto que parece dejarlo cada vez más en segundo plano. Me gustaría invitar a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son lo que nos permiten caminar todos los días, también entre las fatigas. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y nos ha mostrado su amor sin límites.
Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. Hay una hermosa oración que se reza todas las mañanas y dice: "Te adoro, Dios mío, y te amo con todo mi corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano... " Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el don más precioso, que ninguno puede quitarnos! Demos gracias al Señor por ello todos los días, con la oración y con una vida cristiana coherente. !Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos¡
Pero no es sólo a Dios, a quien quiero dar las gracias en este momento. Un Papa no está sólo en la guía de la barca de Pedro, aunque sea su principal responsabilidad, y yo no me he sentido nunca solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino, el Señor me ha puesto al lado a tantas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mi. Ante todo. Vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría y vuestros consejos, vuestra amistad han sido preciosos para mí. Mis colaboradores, empezando por mi Secretario de Estado, quien me ha acompañado fielmente en estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, así como a todos aquellos que, en diversos ámbitos, prestan su servicio a la Santa Sede: tantos rostros que no se muestran, que permanecen en la sombra, pero que en silencio, en su trabajo diario, con espíritu de fe y de humildad han sido para mí un apoyo seguro y confiable. Un recuerdo especial para la Iglesia de Roma, !mi diócesis! No puedo olvidar a los hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, a las personas consagradas y a todo el Pueblo de Dios en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he recibido mucha atención y un afecto profundo. Pero yo también os he querido, a todos y a cada uno de vosotros sin excepción, con la caridad pastoral, que es el corazón de cada pastor, especialmente del Obispo de Roma, del Sucesor del Apóstol Pedro. Todos los días he tenido a cada uno de vosotros en mis oraciones, con el corazón de un padre.
Querría que mi saludo y mi agradecimiento llegase a todos: el corazón de un Papa se extiende al mundo entero. Y me gustaría expresar mi gratitud al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que hace presente la gran familia de las Naciones. Aquí también pienso en todos los que trabajan para una buena comunicación y les doy las gracias por su importante servicio.
Ahora me gustaría dar las gracias de todo corazón a tanta gente de todo el mundo que en las últimas semanas me ha enviado pruebas conmovedoras de atención, amistad y oración. Sí, el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo en un modo tan grande que toca el corazón. El Papa pertenece a todos y tantísimas personas se sienten muy cerca de él. Es cierto que recibo cartas de los grandes del mundo – de los Jefes de Estado, líderes religiosos, representantes del mundo de la cultura, etc.-. Pero también recibo muchas cartas de gente ordinaria que me escribe con sencillez, desde lo más profundo de su corazón y me hacen sentir su cariño, que nace de estar juntos con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe a un príncipe o a un gran personaje que uno no conoce. Me escriben como hermanos y hermanas, hijos e hijas, con un sentido del vínculo familiar muy cariñoso. Así, se puede sentir que es la Iglesia - no es una organización, no es una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera y casi poder tocar con las manos la fuerza de su verdad y de su amor es una fuente de alegría, en un tiempo en que muchos hablan de su decadencia. Y, sin embargo, vemos como la Iglesia hoy está viva.
En estos últimos meses, he sentido que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia en la oración que me iluminase con su luz para que me hiciera tomar la decisión más justa no para mi bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su gravedad y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.
Permitid que vuelva una vez más al 19 de abril de 2005. La gravedad de la decisión reside precisamente en el hecho de que a partir de aquel momento yo estaba ocupado siempre y para siempre por el Señor. Siempre - quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad-. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida es, por así decirlo, totalmente carente de la dimensión privada. He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la propia vida cuando la da. Dije antes que mucha gente que ama al Señor ama también al Sucesor de San Pedro y le quieren; que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que él se siente seguro en el abrazo de su comunión, porque ya no se pertenece a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.
El "siempre" es también un "para siempre" - no existe un volver al privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio del ministerio activo, no lo revoca. No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sigo de un nuevo modo junto al Señor Crucificado. No ostento la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino que resto al servicio de la oración, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me servirá de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino a una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.
Doy las gracias a todos y cada uno, también por el respeto y la comprensión con la que habéis acogido esta decisión tan importante. Seguiré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con la dedicación al Señor y a su Esposa, que he tratado de vivir hasta ahora cada día y quisiera vivir siempre. Os pido que os acordéis de mí delante de Dios, y sobre todo que recéis por los Cardenales, llamados a un cometido tan importante, y por el nuevo Sucesor del Apóstol Pedro: el Señor le acompañe con la luz y el poder de su Espíritu.
Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia para que acompañe a cada uno de nosotros y toda la comunidad eclesial; a Ella nos encomendamos con profunda confianza.
¡Queridos amigos y amigas! Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, y especialmente en tiempos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo. En nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, haya siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cerca de nosotros y nos envuelve con su amor. ¡Gracias!”
CARDENAL OSCAR MARADIAGA: LOS ELEMENTOS ESENCIALES DE MEDJUGORJE SON UN GPS PARA LA HUMANIDAD
El Cardenal Oscar Andrés Rodríguez de Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y uno de los cardenales considerados ‘papables’ por la prensa mundial, habló abiertamente con ReL sobre el fenómeno de Medjugorje, en el marco del I Festival Centroamericano de Jóvenes, que tuvo lugar en Danlí, Honduras, del 8 al 10 de febrero pasados.
Al Festival acudieron unos 4.000 peregrinos de diferentes países americanos y tuvo entre sus invitados a Ivan Dragicevic, uno de los supuestos videntes de las apariciones marianas.
Al Festival acudieron unos 4.000 peregrinos de diferentes países americanos y tuvo entre sus invitados a Ivan Dragicevic, uno de los supuestos videntes de las apariciones marianas.
-Eminencia, tenemos en Honduras a unos 4000 jóvenes, venidos de diferentes países, en torno a la espiritualidad mariana de Medjugorje. ¿Por qué este Festival de Medjugorje en Honduras?
-Porque en la Universidad Católica de Honduras decidimos hace años que en este Campus de Danlí, al sur del país, íbamos a tener una réplica de la parroquia de Santiago Apóstol de Medjugorje, réplica que ya lleva en pie algunos años. Cuando el año pasado visitó el Campus el vicario parroquial de Medjugorje, lanzó la idea de celebrar aquí, en Danlí, una réplica del Festival de Jóvenes que cada año se celebra allí. Como sabemos que muchos jóvenes de Centroamérica no pueden peregrinar hasta Bosnia, aprobamos que se hiciera aquí.
-¿Qué valoración hace de la respuesta que ha tenido la convocatoria?
-Estoy muy contento y muy satisfecho con la propuesta. En Danlí tenemos una ventaja y es que la frontera hacia el Sur está muy cerca, así que Nicaragua, Costa Rica y Panamá tienen fácil acceso. Tampoco Guatemala y El Salvador están muy lejos. De manera que lo que pretendemos es convertir esto ya en la meta de un festival que se realice todos los años.
-Al Festival de Jóvenes de Medjugorje acuden cada año unos setenta mil jóvenes de todo el mundo. A este primer Festival Centroamericano han respondido cerca de cuatro mil ¿Qué ofrece Medjugorje como reclamo mediante el que la Iglesia pueda captar la atención de los jóvenes?
-En la sencillez del mensaje de María, encontramos valores que llaman mucho al corazón de los jóvenes. Este mensaje se basa en el amor, la paz y la justicia, todo ello en la libertad. Tenga en cuenta que solo en Honduras, el 42% de la población tiene menos de quince años, y es muy importante que los jóvenes puedan encontrar al Señor y vivir una vida cristiana, porque es fuente de alegría, de paz y también de compromiso social.
-En el mundo actual, ¿qué puede ofrecer la Iglesia a los jóvenes?
- Yo cada año celebro más de 10.000 confirmaciones, lo que significa que la juventud busca al Señor, y los jóvenes necesitan que se les den respuestas claras ante los retos de la vida. Yo les digo que nunca como hoy hemos tenido tecnologías de orientación tan precisas. Ahí está el GPS, que es un invento impresionante. Sin embargo, nunca como ahora la Humanidad ha estado tan desorientada, lo que quiere decir que necesitamos también un GPS espiritual. Ese GPS tiene unas coordenadas, unos satélites, que son la Palabra de Dios, la Eucaristía y la devoción mariana, elementos centrales del mensaje de Medjugorje.
-¿Ha estado usted alguna vez en Medjugorje?
-No he podido… todavía. Pero eso no significa que no vaya a estar algún día.
-Respetando el trabajo y los tiempos que la Comisión de Investigación para este asunto están empleando, ¿ha hablado usted alguna vez con Su Santidad Benedicto XVI sobre Medjugorje?
-Una vez que comentamos sobre Medjugorje, Su Santidad me dijo: “Por sus frutos los conoceréis”, y los frutos que yo estoy viendo son frutos sumamente positivos, y digo lo mismo que él.
FUENTE: RELIGIÓN EN LIBERTAD
miércoles, 27 de febrero de 2013
CUARESMA: LA LECTURA DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
La Iglesia exhorta a los fieles a la lectura frecuente, de manera individual o comunitaria, de la Palabra de Dios. Ahora bien, no hay duda de que entre las páginas de la Biblia, la narración de la Pasión del Señor tiene un valor pastoral especial, por lo que, por ejemplo, el Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae sugiere la lectura, en el momento de la agonía del cristiano, de la narración de la Pasión del Señor o de alguna paso de la misma.
Durante el tiempo de Cuaresma, el amor a Cristo crucificado deberá llevar a la comunidad cristiana a preferir el miércoles y el viernes, sobre todo, para la lectura de la Pasión del Señor.
Esta lectura, de gran sentido doctrinal, atrae la atención de los fieles tanto por el contenido como por la estructura narrativa, y suscita en ellos sentimientos de auténtica piedad: arrepentimiento de las culpas cometidas, porque los fieles perciben que la Muerte de Cristo ha sucedido para remisión de los pecados de todo el género humano y también de los propios; compasión y solidaridad con el Inocente injustamente perseguido; gratitud por el amor infinito que Jesús, el Hermano primogénito, ha demostrado en su Pasión para con todos los hombres, sus hermanos; decisión de seguir los ejemplos de mansedumbre, paciencia, misericordia, perdón de las ofensas y abandono confiado en las manos del Padre, que Jesús dio de modo abundante y eficaz durante su Pasión.
Fuera de la celebración litúrgica, la lectura de la Pasión se puede "dramatizar" si es oportuno, confiando a lectores distintos los textos correspondientes a los diversos personajes; asimismo, se pueden intercalar cantos o momentos de silencio meditativo
martes, 26 de febrero de 2013
MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI
“La renuncia de Benedicto XVI ha causado sorpresa y conmoción en todo el mundo. Especialmente nos ha conmovido a nosotros, miembros de la Iglesia, hijos de la Iglesia”.
“Yo he ponderado las reacciones de los medios de comunicación y he visto allí muchas intervenciones razonables, comprensivas, incluso elogiosas, pero también algunos comentarios malsonantes y hasta, yo diría, innobles”.
“Por eso el primer pensamiento mío en esta comunicación con ustedes, mis amigos televidentes, es de agradecimiento y homenaje al Santo Padre Benedicto XVI, este gran Papa, que es un hombre de Dios, que ama tan profundamente a la Iglesia y lo ratifica con este gesto final donde se manifiesta su amor a la Iglesia”.
“Por eso me gustaría destacar tres puntos fundamentales de su Pontificado, que me parece que han marcado fuertemente a la comunidad cristiana y se ha hecho notar en el mundo, incluso entre los críticos”.
“En primer lugar su enseñanza, su magisterio, que se ha notado como algo nuevo, destacado, desde el principio de su Pontificado. No me refiero sólo a las encíclicas, los numerosos y variados discursos, sino también y sobretodo a las homilías dirigidas a los fieles, que han sido siempre de una gran profundidad y sencillez. No es fácil, aún para el que está acostumbrado a hablar y que tiene, digamos, experiencia de cátedra, aunar la profundidad y la sencillez”.
“Pero lo más importante es que todo el Magisterio del Papa está centrado en Jesucristo y en la fe. El centro de la vida de la Iglesia es Jesucristo y la fe es el medio de vida por el cual nosotros adherimos a Cristo y nos unimos a Él. Esta misma dimensión parece obvia, elemental, pero es preciso subrayarla en nuestro tiempo”.
“En segundo lugar, el Papa Benedicto XVI ha afirmado la identidad católica en tiempos difíciles, de grandes convulsiones y de mucha discusión. Yo aquí quisiera apuntar, precisamente, a la interpretación que él ha hecho, en continuidad con el Magisterio de Juan Pablo II, del Concilio Vaticano II y especialmente lo que ha llamado la hermenéutica de la reforma en la continuidad que hay que contraponer a una hermenéutica de la ruptura y de la discontinuidad”.
“La Iglesia sigue una tradición que nos viene de los Apóstoles, la actualiza continuamente y la comunica intacta y siempre de un modo adecuado, procurando que sea comprensible al hombre de hoy”.
“En tercer lugar y ligado a lo anterior, rescataría la intencionalidad pastoral de este Pontificado. Podríamos pensar a propósito de este aspecto de la misión pontificia, en los viajes apostólicos del Santo Padre, en sus visitas a las parroquias, y cómo en el trato cercano se ha mostrado siempre sencillo, acogedor. Quiero pensar sobretodo en la pastoral de la cultura y en el dialogo entre la fe y la razón. El Papa Benedicto XVI en esto ha abierto caminos importantísimos en los discursos que ha pronunciado en universidades o ante el Parlamento alemán y el Parlamento inglés. Ha mostrado la necesidad para la razón humana de abrirse a la trascendencia; sólo así podrá ser verdaderamente humana. Ha mostrado, por otra parte, los fundamentos del derecho, de la vida política, la necesidad de que se abra un espacio público a la religión, la presencia de lo religioso en la sociedad de hoy”.
“Pues bien, he hecho una rápida síntesis de lo que a mí me ha parecido digno de ser subrayado de este Pontificado tan rico”.
“Pero, por último, volviendo a la cuestión de los comentarios que se han hecho en estos días, me parece que no es posible comprender a la Iglesia, entender qué es la Iglesia y comprender, por tanto, un gesto como el de Benedicto XVI, si no se tiene fe. Una persona sin fe por más gran periodista o excelente comunicador que sea una persona respetable pero sin fe no puede entender a la Iglesia”.
“Y eso es lo que ha pasado, eso es lo que se ha notado. Hemos escuchado muchas versiones altisonantes, innobles, pero de personas que no tienen fe y entonces no saben de qué se trata. Consideran a la Iglesia, en todo caso, como una ONG internacional, un centro de poder, y no se dan cuenta que en la organización, por más compleja que sea, aunque con muchas fallas y demás, es solo el envoltorio de un contenido, y el contenido es un misterio. Ya el Concilio Vaticano II lo expresaba muy bien; comenzaba a hablar sobre la Iglesia hablando del misterio de la Iglesia”-
“Para terminar les dejo una frase del mismo Benedicto XVI, que ha dicho que el corazón de la Iglesia no está donde se proyecta, se administra y se gobierna sino que está donde se ora, ¡donde se ora! Creo que lo que tenemos que hacer nosotros ahora, en este momento tan singular, tan insólito y tan importante de la vida de la Iglesia es preciso eso: ¡orar por la Iglesia!”
Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
lunes, 25 de febrero de 2013
MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA: BENDICTO XVI: INFATIGABLE BUSCADOR DE LA UNIDAD
Hay algunos acontecimientos que requieren de una cierta distancia para poder ser valorados, como es el caso de la renuncia de Benedicto XVI. Si bien es cierto que el Papa nos ha sorprendido tras la noticia inesperada, cuando reflexionamos con detenimiento su decisión, nos percatamos de que Joseph Ratzinger no ha hecho sino continuar con la que ha sido su más clara opción de vida: la ‘renuncia’ de sí mismo por amor a Cristo y a su Iglesia. En efecto, renunció desde el primer momento a tener una vida tranquila y cómoda, renunció a formar una familia, renunció a una formación mediocre, renunció a su amada patria, renunció a la vanidad, renunció a ejercer la defensa propia cuando era atacado y traicionado… Y ahora, en este momento de su vida en el que se ha sentido débil para poder llevar adelante su ministerio, ha renunciado al liderazgo en el seno de la Iglesia. La decisión de Benedicto XVI solo se explica por su viva conciencia de no ser dueño de la vocación que ha recibido de Dios.
Ante todo y sobre todo, quiero expresar el más profundo agradecimiento de nuestra Diócesis de San Sebastián a Benedicto XVI. Le debemos, no digo mucho, sino ¡muchísimo! Su denuncia profética del relativismo, acompañada por la perspectiva de fe con la que con la que nos ha enseñado a afrontar la existencia, han sido y siguen siendo el mejor antídoto para nuestra particular crisis local. No estaría de más que reconociésemos humildemente que, con frecuencia, los prejuicios nos han impedido acoger adecuadamente la riqueza de este pontificado. ¡A veces, es la propia enfermedad la que indispone para recibir al médico! Pero afortunadamente, las resistencias del primer momento han ido cediendo ante la evidencia de un hombre de fe, bueno, humilde, libre y sabio; y posiblemente en el momento actual tengamos mejor disposición para recibir el legado que nos deja Benedicto XVI. La magistral homilía del Papa en su última Misa pública, el Miércoles de Ceniza, alertando sobre los golpes contra la unidad de la Iglesia y las divisiones internas, es el testamento más elocuente de un pontificado que ha luchado en todo momento por la “caridad en la verdad”.
Es momento de aprender de nuestros errores para disponernos adecuadamente ante el nombramiento de su sucesor. En efecto, la Iglesia va a poner en marcha el proceso electivo de un nuevo Papa, y lo hace invocando con fe y confianza al Espíritu Santo, para que ilumine al Colegio Cardenalicio. Como responsable de nuestra Iglesia diocesana, he pedido a nuestros sacerdotes que durante los días del cónclave celebren la liturgia de la Misa ‘Pro eligendo Pontífice’, y que cuando se produzca la ‘fumata blanca’, resuenen las campanas de nuestras iglesias. Si el proceso sigue los cauces previsibles, el segundo domingo de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia —que este año será el 7 de abril— celebraré una Eucaristía de acción de gracias en nuestra Catedral del Buen Pastor, al mismo tiempo que lo hacen los sacerdotes en todas las parroquias.
Desde ahora nos adherimos plenamente a quien vaya a ser elegido como próximo Papa, aún sin saber su nombre, su procedencia u otras circunstancias. Os pido que ya recéis por él, que nos unamos todos en la oración por el futuro Romano Pontífice: Se trata de una actitud de fe, sabiendo que el Espíritu de Dios nos conduce a través de las mediaciones humanas, e incluso por encima de ellas. En medio de tantas quinielas y de comentarios ‘politizantes’ ajenos a la vida de la Iglesia, nuestra confianza en el Espíritu Santo nos preserva de los peligros a los que alude San Pablo ya en el siglo primero de la Iglesia: “Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: «yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Acaso está divido Cristo?..” (Cfr. 1 Co 1, 12-13). Me permito insistir: la adhesión de los católicos al Papa es previa a haberle conocido, porque es una adhesión en la fe, en la esperanza y en la caridad.
Como todavía estamos a tiempo de recibir de Benedicto XVI su gran legado, quisiera concluir con una selección de diez ‘perlas’, diez reflexiones luminosas ofrecidas por el todavía Papa, en el ejercicio de lo que muchos han calificado como una “pastoral de la inteligencia”:
“Donde Dios no ocupa el primer lugar, corre peligro la dignidad del hombre”.
“Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los
ídolos”.
“Una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe”.
“La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana”.
“Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca”.
“El laicismo se está convirtiendo en una ideología autoritaria e intolerante”.
“No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor”.
“Hay quien afirma que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad. Pero, ¿qué objeto tiene entonces la libertad?”.
“Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas del universo, sin Dios, tampoco cuadran”.
“La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico romano”.
sábado, 23 de febrero de 2013
MONSEÑOR JAIME FUENTES: APARICIONES DE LA VIRGEN
Recurrir a la Virgen y confiar en su mediación materna es una actitud que, desde hace no pocos años, se verifica en todo el mundo: por una especie de “instinto” sobrenatural, en tiempos difíciles los hijos van a buscar protección en la Madre que tenemos en el Cielo.
En septiembre de 2008 participé en el Congreso Mariológico Internacional que tuvo lugar en Lourdes. El tema fue Las apariciones marianas, y allí, entre otras cosas, me enteré de que la Santa Sede había reconocido las de la Virgen en Kibeho, Ruanda, ocurridas el 28 de noviembre de 1981 y en los seis meses siguientes.
La Declaración correspondiente se dio a conocer en Roma el 29 de junio de 2001, o sea, 20 años después de los hechos. Este periodo de tiempo tiene especial interés. Y también lo tiene la puntualización que hizo el Obispo de Gikongoro, Augustin Misago, al que correspondió encargarse de la investigación sobre la veracidad de las apariciones.
Explicó que, después de realizado el estudio, podía afirmar que la Virgen se había aparecido solamente a tres chicas (Alphonsine Mumureke, Nathalie Mukamazimpaka y Marie Claire Mukangango), que han correspondido satisfactoriamente a todos los criterios establecidos por la Iglesia en materia de apariciones y revelaciones privadas.
Por el contrario, continuaba el obispo Misago, la evolución de los presuntos videntes sucesivos (otras cuatro personas), sobre todo tras acabar las apariciones, deja ver situaciones personales inquietantes, que han reforzado las reservas ya existentes respectos a ellos.
El motivo de traer hoy aquí este sucedido, es el anuncio de que Ivan Dragicevic, presunto vidente de la Virgen en Medjugorje que hasta hoy recibe sus mensajes, vendrá a Montevideo el 8 y 9 de marzo, y dará una conferencia en la parroquia Punta Carretas y en el Palacio Peñarol, después del rezo del Rosario y de la Santa Misa.
Pienso que es importante tener en cuenta el “antecedente” de las apariciones de la Virgen en Ruanda, para encuadrar el evento que nos ocupa. En concreto, hay que destacar que el 10 de abril de 1991 los Obispos de la ex Yugoslavia declararon que en base a las investigaciones realizadas hasta ahora (acerca de los acontecimientos de Medjugorje) no es posible afirmar que se trate de apariciones o de revelaciones sobrenaturales. Y, sobre todo, es necesario considerar que, tanto en lo referente a las apariciones de Ruanda como en el caso que nos ocupa, los respectivos comunicados fueron previamente aprobados por la Santa Sede.
Como se sabe, el Papa Benedicto XVI nombró una Comisión internacional de expertos, presidida por el Cardenal Ruini, para estudiar lo ocurrido en Medjugorje. En diciembre pasado, el propio Cardenal Ruini declaró que aún llevará tiempo arribar a alguna conclusión. En todo caso, la Congregación para la Doctrina de la Fe deberá estudiar primero el informe de la Comisión, que posteriormente se entregará al Papa: él es quien confirmará o no, y de qué manera, las disposiciones que desde 1991 hasta hoy continúan en vigor.
Estos días me llegan variados rumores, acerca del evento programado en Montevideo con ocasión de la llegada del presunto vidente. En síntesis, pienso que todo lo que sea orar a María invocando su intercesión materna, es no sólo bueno sino muy bueno y necesario. Y, a su vez, los antecedentes y los juicios autorizados que mencioné dan pié para que las tomas de posición en relación a Ivan Dragicevic reclamen una especial prudencia.
viernes, 22 de febrero de 2013
DIÁCONO JORGE NOVOA: LA CONFESIÓN DE FE DE PEDRO
Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.
Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
La confesión de fe de Pedro es la confesión de fe de la Iglesia. Nos recordaba el beato Juan Pablo II, "Tú eres el Cristo": sobre esta profesión de fe de Pedro, y sobre la consiguiente declaración de Jesús: "Tú eres Pedro", se funda la Iglesia. Un fundamento invencible, que las fuerzas del mal no pueden destruir, pues lo protege la voluntad misma del "Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17).
La nave de la Iglesia al atravesar los mares de la historia calmos y también tempestuosos, es portadora de esta confesión de fe para la humanidad, Jesús es el Cristo, el Mesías esperado. Esta palabra sembradora de esperanza es su riqueza y el origen de sus sufrimientos, por ser fiel a ella, debe estar dispuesta a dar la vida. Aquí está el origen de su gozo, saberse amada por el Señor y portadora de la revelación de Dios para la humanidad.
La pretensión de Jesús, atestiguada por la Iglesia, lejos está de equipararse a la de un líder revolucionario o social, El expresa claramente que la suerte de la humanidad está directamente vinculada con su existencia.Su pretensión confesada por la Iglesia es inaudita, en uno de los platillos del fiel de la balanza se encuentra Él y en el otro toda la humanidad. Jesús es el salvador de la humanidad y el único mediador entre Dios y los hombres.
¡Cristo es único e irrepetible! grita Juan Pablo II, y agrega en Cruzando el umbral de la Esperanza:"No habla solamente, como Mahoma, promulgando principios de disciplina religiosa, a los que deben atenerse todos los adoradores de Dios. Cristo tampoco es simplemente un sabio en el sentido en que lo fue Sócrates, cuya libre aceptación de la muerte en nombre de la verdad tiene, sin embargo, rasgos que se asemejan al sacrificio de la Cruz.
Menos aún es semejante a Buda, con su negación de todo lo creado. Buda tiene razón cuando no ve la posibilidad de la salvación del hombre en la creación, pero se equivoca cuando por ese motivo niega a todo lo creado cualquier valor para el hombre. Cristo no hace esto ni puede hacerlo, porque es testigo eterno del Padre y de ese amor que el Padre tiene por Su criatura desde el comienzo. El Creador, desde el comienzo, ve un múltiple bien en lo creado, lo ve especialmente en el hombre formado a Su imagen y semejanza; ve ese bien, en cierto sentido, a través del Hijo encarnado. Lo ve como una tarea para Su Hijo y para todas las criaturas racionales. Esforzándonos hasta el límite de la visión divina, podremos decir que Dios ve este bien de modo especial a través de la Pasión y Muerte del Hijo."
Quieren las corrientes del humanismo ateo desvirtuar la imagen de Cristo, buscan reducirlo a un hombre heroico e idealista, reduciendo su obrar al ejercicio de la solidaridad, silenciando su ser de Hijo Eterno y la relación permanente que dirige toda su vida. Para esta autodemolición de la imagen cristiana estorba la Iglesia, de allí el rechazo visceral que realizan de la esposa de Cristo, que sigue navegando en los mares tempestuosos. Por ello perturban los que predican la vida eterna, santidad, adoración, sacramentos y sacramentales, exorcismos y tantas otras realidades sobrenaturales que enriquecen nuestra fe.
La confesión de fe afirma que Cristo ha Resucitado,venciendo la muerte y abriéndonos las puertas del cielo, demos gracias por el don de la fe y por el santo Bautismo que nos unió a Cristo, como sarmientos a la vid, para ser hijos de la Iglesia y confesar con ella, tú eres el Cristo.
Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
La confesión de fe de Pedro es la confesión de fe de la Iglesia. Nos recordaba el beato Juan Pablo II, "Tú eres el Cristo": sobre esta profesión de fe de Pedro, y sobre la consiguiente declaración de Jesús: "Tú eres Pedro", se funda la Iglesia. Un fundamento invencible, que las fuerzas del mal no pueden destruir, pues lo protege la voluntad misma del "Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17).
La nave de la Iglesia al atravesar los mares de la historia calmos y también tempestuosos, es portadora de esta confesión de fe para la humanidad, Jesús es el Cristo, el Mesías esperado. Esta palabra sembradora de esperanza es su riqueza y el origen de sus sufrimientos, por ser fiel a ella, debe estar dispuesta a dar la vida. Aquí está el origen de su gozo, saberse amada por el Señor y portadora de la revelación de Dios para la humanidad.
La pretensión de Jesús, atestiguada por la Iglesia, lejos está de equipararse a la de un líder revolucionario o social, El expresa claramente que la suerte de la humanidad está directamente vinculada con su existencia.Su pretensión confesada por la Iglesia es inaudita, en uno de los platillos del fiel de la balanza se encuentra Él y en el otro toda la humanidad. Jesús es el salvador de la humanidad y el único mediador entre Dios y los hombres.
¡Cristo es único e irrepetible! grita Juan Pablo II, y agrega en Cruzando el umbral de la Esperanza:"No habla solamente, como Mahoma, promulgando principios de disciplina religiosa, a los que deben atenerse todos los adoradores de Dios. Cristo tampoco es simplemente un sabio en el sentido en que lo fue Sócrates, cuya libre aceptación de la muerte en nombre de la verdad tiene, sin embargo, rasgos que se asemejan al sacrificio de la Cruz.
Menos aún es semejante a Buda, con su negación de todo lo creado. Buda tiene razón cuando no ve la posibilidad de la salvación del hombre en la creación, pero se equivoca cuando por ese motivo niega a todo lo creado cualquier valor para el hombre. Cristo no hace esto ni puede hacerlo, porque es testigo eterno del Padre y de ese amor que el Padre tiene por Su criatura desde el comienzo. El Creador, desde el comienzo, ve un múltiple bien en lo creado, lo ve especialmente en el hombre formado a Su imagen y semejanza; ve ese bien, en cierto sentido, a través del Hijo encarnado. Lo ve como una tarea para Su Hijo y para todas las criaturas racionales. Esforzándonos hasta el límite de la visión divina, podremos decir que Dios ve este bien de modo especial a través de la Pasión y Muerte del Hijo."
Quieren las corrientes del humanismo ateo desvirtuar la imagen de Cristo, buscan reducirlo a un hombre heroico e idealista, reduciendo su obrar al ejercicio de la solidaridad, silenciando su ser de Hijo Eterno y la relación permanente que dirige toda su vida. Para esta autodemolición de la imagen cristiana estorba la Iglesia, de allí el rechazo visceral que realizan de la esposa de Cristo, que sigue navegando en los mares tempestuosos. Por ello perturban los que predican la vida eterna, santidad, adoración, sacramentos y sacramentales, exorcismos y tantas otras realidades sobrenaturales que enriquecen nuestra fe.
La confesión de fe afirma que Cristo ha Resucitado,venciendo la muerte y abriéndonos las puertas del cielo, demos gracias por el don de la fe y por el santo Bautismo que nos unió a Cristo, como sarmientos a la vid, para ser hijos de la Iglesia y confesar con ella, tú eres el Cristo.
MONSEÑOR NICOLÁS COTUGNO : LA ENCÍCLICA DEL PAPA BENEDICTO XVI ESCRITA CON SU VIDA
El Papa Benedicto XVI renuncia a ser Obispo de Roma
A la sorpresa inicial por la noticia de la renuncia del Papa al ministerio de Sucesor del Apóstol Pedro, le siguió la tristeza porque este Padre nos deja, y no contaremos ya con su guía paterna y humilde, segura e inteligente al frente de la Iglesia. Estos sentimientos primeros han dado paso a la gratitud y a la esperanza por lo que ha significado Benedicto XVI en sus casi ocho años de pontificado y por la siembra generosa de su magisterio, que nos toca a nosotros cosechar.
Por otro lado, al contemplar este acontecimiento desde la fe que proclamamos en el CREDO Niceno-Constantinopolitano, cuando afirmamos: “Creemos en la Iglesia UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA”, me surge espontáneo decirme a mí mismo que este gesto del Papa es uno de los actos de su magisterio más importante de su pontificado.
Como Arquidiócesis de Montevideo queremos con toda la Iglesia rodear al Papa Benedicto con nuestro cariño y oración, expresarle nuestra gratitud y continuar aprendiendo de sus enseñanzas. Al mismo tiempo nos unimos a todo el Pueblo de Dios en la esperanza que el Señor dará a la Iglesia un Pastor según su corazón para que tome el timón de la barca de Pedro y nos guíe entre las aguas embravecidas con la serenidad de saberse instrumento en las manos de Dios.
Personalmente quisiera humildemente tratar de entender más a fondo el contenido de fe y de “salvación” de este histórico acontecimiento, no sólo para la Iglesia sino también para el mundo entero.
Es evidente que hay que ubicar la renuncia del Papa en el contexto de la realidad de la Iglesia asumida desde la Palabra de Dios y de la eclesiología del Concilio Vaticano II. Es decir: ¿quién es el Papa en la Iglesia? ¿Cuál es su función fundamental?
Si bien no es mi intención hacer un tratado de eclesiología es imprescindible tener presentes los aspectos incuestionables que nos presenta la Revelación acerca de Pedro y de su vocación recibida del Señor Jesús como Pastor de todo el Pueblo de Dios.
1. Jesús, sobre la ‘piedra’- Pedro, edifica SU Iglesia. Nunca podremos olvidar que Jesús ama a la Iglesia como SU Esposa. Como ‘Esposo’ acepta tener amigos que lo acompañen y participen de su fiesta de bodas; pero no permite que otro tome SU lugar. Por eso Pedro es VICARIO DE CRISTO, NO SU SUTITUTO.
2. EL ÚNICO PASTOR de la Iglesia es EL SEÑOR RESUCITADO que nos aseguró: “Yo estaré SIEMPRE con ustedes, todos los días, HASTA EL FIN DEL MUNDO (Mt 28,20 ). Por eso Pedro tendrá que estar SIEMPRE detrás del Maestro, para aprender de él el camino y no enseñárselo a Quien lo llamó para seguirlo como discípulo (Mc 8,33).
3. El Concilio Vaticano II enseña que “En la persona de los obispos (no olvidemos que el Papa es obispo de Roma) – asistidos por los presbíteros, ES EL MISMO SEÑOR JESUCRISTO, PONTÍFICE SUPREMO, QUIEN SE HALLA PRESENTE EN MEDIO DE LOS CREYENTES. Sentado a la derecha de Dios Padre no está ausente del orden de sus pontífices, sino que por su excelso servicio predica ante todo la palabra de Dios a todos los pueblos y administra sin cesar a los creyentes los sacramentos de la fe. […] Por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el carácter de tal forma que LOS OBISPOS OCUPAN DE MANERA VISIBLE Y EMINENTE EL LUGAR DE CRISTO maestro, pastor y pontífice y lo personifican en su actuación” (LG 21).
Ya lo había afirmado con toda claridad san León Magno: “No es temerario, carísimos, sino conforme a la fe el confesar que el SEÑOR JESUCRISTO ESTÁ EN MEDIO DE SUS FIELES; y sin dejar de estar sentado a la derecha de Dios Padre hasta que haya puesto a todos sus enemigos por escabel de sus pies, el sumo sacerdote SIGUE PRESENTE en la asamblea de sus pontífices” (San León I, Sermo 5,3; PL 54,154).
Servus servorum Dei, Siervo de los Siervos de Dios
Es el título de los Papas que define su propia identidad y su propio servicio en la Iglesia y en el mundo. No es una atribución folklórica o analógica. Quiere expresar que si los sucesores de Pedro en la Iglesia deben imitar los ejemplos del príncipe de los apóstoles, deben estar dispuestos, como él, a dar la vida por el rebaño que se les ha confiado apacentar. Y puesto que son vicarios de Cristo, la imitación de Pedro los lleva a tomar como referencia fundamental a ese Cristo, del que son vicarios, que no vino a ser servido, sino a servir, hasta entregar toda su vida.
Benedicto XVI sabe más y mejor que nadie todo esto. Sabe que si ya no puede prestar el servicio de la VICARIEDAD DE CRISTO por las razones que él mismo ha presentado, justamente para servir a Cristo, a la Iglesia y al mundo, debe dar un paso al costado para que otro tome ese servicio.
Una cosa es cierta: no estamos frente a una renuncia por falta de amor, de sacrificio o de coraje. Al contrario: se necesita más amor, más sacrificio y más coraje para adelantar en vida lo que normalmente acontece con la propia muerte.
Intuyo que para el Papa, esta renuncia sabe de alguna manera a ese anonadamiento de que habla san Pablo en la carta a los Filipenses cuando dice que el Hijo de Dios se anonadó a sí mismo tomando forma de esclavo (Cfr Fil 2). Me imagino que el Papa Benedicto XVI podrá tener la sensación que por el deterioro de sus capacidades físicas ya no pueda seguir siendo ese “humilde trabajador en la viña del Señor”, como él mismo se definía, y que por eso podría sufrir menoscabo su capacidad de re-presentación de Cristo Resucitado-Pastor de la Iglesia.
Gracias, querido Papa Benedicto por tu coherencia. Gracias por todo lo que nos ha dado a lo largo de estos años de tu pontificado. Gracias por esta encíclica vital que has empezado a escribir el 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, en el día mundial de los enfermos y que seguirás escribiendo después del 28 de febrero cuando, aun siendo Papa, dejarás de ejercer el ministerio petrino.
Querido Papa Benedicto, nunca podré olvidar esos nuestros encuentros en Roma, en los que me sentía recibido con tanto afecto y mirado con tanto cariño que se me comunicaba desde tu corazón y que se transparentaba en tu mirada y que yo también compartía desde lo más profundo de mi alma.
Gracias, muchas gracias. Te has ganado un lugar en nuestro corazón que permanecerá para siempre.
+ Nicolás Cotugno, sdb.
ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Departamento de Comunicación Social
+(598) 2 916 11 30 int. 211
jueves, 21 de febrero de 2013
DIÁCONO JORGE NOVOA: LA TRANSFIGURACIÓN
lunes, 18 de febrero de 2013
MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: BENEDICTO XVI Y SU LEGADO
“La renuncia de Benedicto XVI ha causado sorpresa y conmoción en todo el mundo. Especialmente nos ha conmovido a nosotros, miembros de la Iglesia, hijos de la Iglesia”.
“Yo he ponderado las reacciones de los medios de comunicación y he visto allí muchas intervenciones razonables, comprensivas, incluso elogiosas, pero también algunos comentarios malsonantes y hasta, yo diría, innobles”.
“Por eso el primer pensamiento mío en esta comunicación con ustedes, mis amigos televidentes, es de agradecimiento y homenaje al Santo Padre Benedicto XVI, este gran Papa, que es un hombre de Dios, que ama tan profundamente a la Iglesia y lo ratifica con este gesto final donde se manifiesta su amor a la Iglesia”.
“Por eso me gustaría destacar tres puntos fundamentales de su Pontificado, que me parece que han marcado fuertemente a la comunidad cristiana y se ha hecho notar en el mundo, incluso entre los críticos”.
“En primer lugar su enseñanza, su magisterio, que se ha notado como algo nuevo, destacado, desde el principio de su Pontificado. No me refiero sólo a las encíclicas, los numerosos y variados discursos, sino también y sobretodo a las homilías dirigidas a los fieles, que han sido siempre de una gran profundidad y sencillez. No es fácil, aún para el que está acostumbrado a hablar y que tiene, digamos, experiencia de cátedra, aunar la profundidad y la sencillez”.
“Pero lo más importante es que todo el Magisterio del Papa está centrado en Jesucristo y en la fe. El centro de la vida de la Iglesia es Jesucristo y la fe es el medio de vida por el cual nosotros adherimos a Cristo y nos unimos a Él. Esta misma dimensión parece obvia, elemental, pero es preciso subrayarla en nuestro tiempo”.
“En segundo lugar, el Papa Benedicto XVI ha afirmado la identidad católica en tiempos difíciles, de grandes convulsiones y de mucha discusión. Yo aquí quisiera apuntar, precisamente, a la interpretación que él ha hecho, en continuidad con el Magisterio de Juan Pablo II, del Concilio Vaticano II y especialmente lo que ha llamado la hermenéutica de la reforma en la continuidad que hay que contraponer a una hermenéutica de la ruptura y de la discontinuidad”.
“La Iglesia sigue una tradición que nos viene de los Apóstoles, la actualiza continuamente y la comunica intacta y siempre de un modo adecuado, procurando que sea comprensible al hombre de hoy”.
“En tercer lugar y ligado a lo anterior, rescataría la intencionalidad pastoral de este Pontificado. Podríamos pensar a propósito de este aspecto de la misión pontificia, en los viajes apostólicos del Santo Padre, en sus visitas a las parroquias, y cómo en el trato cercano se ha mostrado siempre sencillo, acogedor. Quiero pensar sobretodo en la pastoral de la cultura y en el dialogo entre la fe y la razón. El Papa Benedicto XVI en esto ha abierto caminos importantísimos en los discursos que ha pronunciado en universidades o ante el Parlamento alemán y el Parlamento inglés. Ha mostrado la necesidad para la razón humana de abrirse a la trascendencia; sólo así podrá ser verdaderamentehumana. Ha mostrado, por otra parte, los fundamentos del derecho, de la vida política, la necesidad de que se abra un espacio público a la religión, la presencia de lo religioso en la sociedad de hoy”.
“Pues bien, he hecho una rápida síntesis de lo que a mí me ha parecido digno de ser subrayado de este Pontificado tan rico”.
“Pero, por último, volviendo a la cuestión de los comentarios que se han hecho en estos días, me parece que no es posible comprender a la Iglesia, entender qué es la Iglesia y comprender, por tanto, un gesto como el de Benedicto XVI, si no se tiene fe. Una persona sin fe por más gran periodista o excelente comunicador que sea una persona respetable pero sin fe no puede entender a la Iglesia”.
“Y eso es lo que ha pasado, eso es lo que se ha notado. Hemos escuchado muchas versiones altisonantes, innobles, pero de personas que no tienen fe y entonces no saben de qué se trata. Consideran a la Iglesia, en todo caso, como una ONG internacional, un centro de poder, y no se dan cuenta que en la organización, por más compleja que sea, aunque con muchas fallas y demás, es solo el envoltorio de un contenido, y el contenido es un misterio. Ya el Concilio Vaticano II lo expresaba muy bien; comenzaba a hablar sobre la Iglesia hablando del misterio de la Iglesia”.
“Para terminar les dejo una frase del mismo Benedicto XVI, que ha dicho que el corazón de la Iglesia no está donde se proyecta, se administra y se gobierna sino que está donde se ora, ¡donde se ora! Creo que lo que tenemos que hacer nosotros ahora, en este momento tan singular, tan insólito y tan importante de la vida de la Iglesia es preciso eso: ¡orar por la Iglesia!”
MONSEÑOR ANTONIO MARINO: ANTE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI
La conmoción que en estos momentos recorre el mundo, ante la noticia de la renuncia del papa Benedicto XVI a seguir ocupando la sede de Pedro, me lleva a ofrecer una breve reflexión a los fieles de mi diócesis de Mar del Plata, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
De una vida enteramente dedicada a Jesucristo y a su Iglesia, como fue la suya, no podemos esperar sino motivaciones santas. En un hombre extremadamente lúcido, la conciencia de la seriedad de esta decisión ha sido largamente ponderada ante Dios.
Resulta edificante leer sus propias palabras, pronunciadas ante los cardenales reunidos en consistorio:“Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino (…) De cara a gobernar la barca de San Pedro y difundir el Evangelio, son necesarias tanto la fortaleza de mente como la del cuerpo, fuerza que en los últimos meses se ha deteriorado hasta tal punto en mi que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir”.
No nos queda otra actitud más que el sincero agradecimiento y la admiración por todo lo que un hombre excepcional como él ha entregado a la Iglesia. Su magisterio nos ha iluminado y queda en el tesoro de la sabiduría de la Iglesia. Su fortaleza ante las contradicciones del mundo nos ha dado ejemplo para vivir el Evangelio: “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Las palabras finales de su anuncio nos conmueven en forma especial: “En cuanto a mí, deseo servir devotamente a la Santa Iglesia de Dios en el futuro a través de una vida dedicada a la oración”.
Santidad, en nombre de la diócesis de Mar del Plata, quiero asegurarle que lo seguiremos acompañando, también en esta nueva etapa de su vida, seguramente llena de nueva fecundidad.
Mons. Antonio Marino, obispo de Mar del Plata
11 de febrero de 2013.
De una vida enteramente dedicada a Jesucristo y a su Iglesia, como fue la suya, no podemos esperar sino motivaciones santas. En un hombre extremadamente lúcido, la conciencia de la seriedad de esta decisión ha sido largamente ponderada ante Dios.
Resulta edificante leer sus propias palabras, pronunciadas ante los cardenales reunidos en consistorio:“Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino (…) De cara a gobernar la barca de San Pedro y difundir el Evangelio, son necesarias tanto la fortaleza de mente como la del cuerpo, fuerza que en los últimos meses se ha deteriorado hasta tal punto en mi que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir”.
No nos queda otra actitud más que el sincero agradecimiento y la admiración por todo lo que un hombre excepcional como él ha entregado a la Iglesia. Su magisterio nos ha iluminado y queda en el tesoro de la sabiduría de la Iglesia. Su fortaleza ante las contradicciones del mundo nos ha dado ejemplo para vivir el Evangelio: “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Las palabras finales de su anuncio nos conmueven en forma especial: “En cuanto a mí, deseo servir devotamente a la Santa Iglesia de Dios en el futuro a través de una vida dedicada a la oración”.
Santidad, en nombre de la diócesis de Mar del Plata, quiero asegurarle que lo seguiremos acompañando, también en esta nueva etapa de su vida, seguramente llena de nueva fecundidad.
Mons. Antonio Marino, obispo de Mar del Plata
11 de febrero de 2013.
COMISIÓN PERMANENTE DE LA CEU: ANTE LA RENUNCIA DEL PAPA
Ante la renuncia de
Benedicto XVI a su ministerio como Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, los
miembros del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay con
afecto filial presentamos al Santo Padre nuestros respetos por su decisión,
tomada en ejercicio de su libertad y de su responsabilidad.
Recogiendo los
sentimientos de los católicos del Uruguay, expresamos al Papa nuestra honda
gratitud:
- por su magisterio,
que desde su primera encíclica “Dios es Amor” ha puesto de relieve el corazón
de nuestra fe,
- por sus valientes
decisiones e intervenciones para sanar a la Iglesia, pedir perdón cuando ha
sido necesario y buscar en todo momento que la vida de los creyentes y de sus
pastores esté profundamente anclada en Cristo,
- por su cercanía
pastoral, expresada en sus significativas visitas, como la participación en la
Conferencia de Aparecida y la más reciente a México y a Cuba,
- por convocar el
Año de la Fe que estamos celebrando.
Exhortamos a todos
los católicos de Uruguay, en este tiempo de Cuaresma que iniciamos, a unirnos
en oración con toda la Iglesia por Benedicto XVI, para que el Señor le dé
consolación y paz y pueda seguir sirviendo a la Iglesia tal como él propone,
con una vida dedicada a la plegaria.
Oremos asimismo para
que el Espíritu Santo ilumine a quienes tendrán la delicada tarea de elegir a
su sucesor en el cónclave que habrá de convocarse y por la persona de quien
resulte electo, para que sea el Pastor según el Corazón de Jesús que afiance a
la Iglesia en la Comunión y la Misión.
Mons. Carlos M. Collazzi, sdb
Obispo de Mercedes
Pesidente de la CEU
Obispo de Mercedes
Pesidente de la CEU
Mons. Rodolfo Wirz
Obispo de Maldonado-Punta del Este
Vicepresidente de la CEU
Obispo de Maldonado-Punta del Este
Vicepresidente de la CEU
Mons. Heriberto Bodeant
Obispo de Melo
Secretario General de la CEU
Obispo de Melo
Secretario General de la CEU
Montevideo,
Miércoles de Ceniza, 13 de Febrero de 2013.-
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