"Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra".
El libro de los Hechos, manifiesta la voluntad del Señor para que sus seguidores prediquen el Evangelio; en Jerusalén, Judea y Samaría, y hasta los confines del orbe. Es claro, que aparecen tres círculos concéntricos, y un movimiento que va desde lo más interior a al más exterior, desde Jerusalén hasta los “confines del orbe”.
Podemos, a partir de este texto, y a la luz de la Misión Continental, trazarnos tres círculos concéntricos para establecer cuales son sus posibles radios de acción, para que orienten mi compromiso misionero.
El primer destino es Jerusalén, en el lenguaje del libro de los Hechos refiere a la ciudad donde acontecieron los sucesos centrales de la Pascua del Señor, los más dolorosos y los más alegres. Los apóstoles, como testigos oculares de estos acontecimientos, los han vivido intensamente. Es lo más próximo, aquello que se encuentra al alcance de la mano.
Anunciar a Jesucristo en Jerusalén, para nosotros, es mirar a nuestro alrededor, y anunciarlo a los más próximos. Testimoniar a Cristo y su salvación, en ese entorno inmediato, cotidiano, podríamos decir; de lo más inmediato. Anunciar a Jesús en Jerusalén, es hacerlo en mi familia,a los de mi casa, de palabra y de obra.
El segundo destino es Judea y Samaría, de la región de los más cercanos, pasamos a la de los " próximos", en el libro de los Hechos, los apóstoles cumplen el mandato, cuándo se desata la persecución y la muerte de Esteban. La huida que inicialmente aparece bajo un signo negativo, permite pasar del primer círculo (Jerusalén), al segundo (Judea y Samaría) cumpliendo el mandato del Señor. Podemos saliendo de lo más íntimo, como es la familia, pasar a un segundo círculo, que estaría habitado por los amigos, vecinos, compañeros de trabajo o estudio, son cercanos que deben ser alcanzados por la predicación del Evangelio.
El tercer destino lo contiene una expresión más indefinida, ”hasta los confines del orbe”, somos enviados a los que se encuentran lejos, a los que por diversos motivos están alejados del Señor. Cómo debemos actuar con los que se encuentran alejados? No debemos, debido a nuestra ansiedad, desesperarnos. No hay en este destino una “hoja de ruta” única, hay fe, esperanza y caridad. Están lejos y hacia ellos nos orienta el Señor. Aquí debemos dejarnos conducir por Él.
Podemos observar en esta realidad dos perspectivas: a) los caminos irrastreables de Dios, que exigen disponibilidad para la acción del Espíritu Santo, será él, quien nos conduzca por senderos inesperados, en los que debemos adentrarnos con fe. Y por otra parte, b) alcanzar a los alejados. No son cercanos ni próximos, son desconocidos pero muy amados por el Señor.
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