Jesucristo
rey del Universo! La liturgia concluye su año con la celebración de Cristo Rey,
testificando la orientación de la Creación y la historia, que se encaminan, como lo indica la Escritura de
modo concluyente, a ponerse bajo la
realeza de Cristo: “Rey de reyes y Señor de señores”.
Cabe preguntarse si su realeza será una realidad únicamente escatológica? La "modernidad" detesta a los reyes. Debemos silenciar los
aspectos esenciales de ésta celebración debido al mal ejemplo de los reyes de
este mundo?
Los
creyentes “gustan” servir a su Señor, viven y experimentan en la fe el misterio de su realeza. A pesar de las contrariedades propias de lo contingente,
y de las debilidades pecaminosas de sus seguidores, Cristo reina, y ciertamente, “su reino no tendrá fin”.
Pilato
inquieto y preocupado, como tantos personajes actuales, le interroga acerca
del Reino y su realeza. Y siendo que lo ve maltrecho, se desborda de curiosidad
malsana. “Eres tú Rey?”(Jn 18,38). La realeza de Cristo comienza en
el corazón del hombre. La pretensión de Cristo se introduce en la aparente contrariedad,
no resuelta en el corazón de Pilato y en el de tantos hombres,que
ejercen cargos de responsabilidad pública y se escandalizan con el modo que Cristo tiene de ejercer su reinado.
Dice San Agustín: “Así el reino, que no era
de este mundo, triunfaba del mundo soberbio, no luchando violentamente, sino
sufriendo con humildad”. Habiendo probado que su reino no es de este mundo,
añadió: "Ahora, pues, mi reino no es de aquí". No dice: No está aquí,
porque aquí está su reino hasta el fin de los tiempos, conteniendo dentro de sí
la mala yerba mezclada con el trigo hasta la siega; pero, sin embargo, no es de
aquí, sino que peregrina en este mundo.
Y añade San Juan Crisóstomo:
“Pero aunque dice: "Mi reino no es de aquí", no priva al mundo de su
providencia y de su gobierno, sino que quiere demostrar solamente que su reino
no es humano ni perecedero.”
“Para
esto he venido”(Jn 18,37). Expresión clara, terminante y tarea apremiante e
inequívoca para su Iglesia. Ayudar a descubrir al Rey, que quiere reinar en
el corazón de todos los hombres. Si los
cristianos viven ésta verdad, buscarán que pueda vivirse en las familias. Un
reinado personal y familiar que tiende a propagarse socialmente, como a modo de
círculos concéntricos, desde la realidad más interior a la más exterior. En
nuestras casas, escuelas y realidades sociales.
No
se debe avasallar a los que no creen, ni silenciar a Jesús, y el deseo que tiene
de reinar en las almas, familias y sociedades. Aquí, no está en juego una
estrategia pastoral, o un poder real o político al estilo de los poderes de
este mundo. Está en juego la Verdad, la única que existe sobre el hombre, el mundo,
su vocación y destino último.
Está
clara la pretensión, no de ser un rey más, que descansa en el mausoleo de
la historia, de los que se conservan algunos objetos que utilizó en el museo de
la ciudad. Jesucristo es el Rey, y “su reino no tendrá fin”.
Concluyamos
con San Agustín:
“¡Oh inefable poder de Dios, aun en los corazones de los que no le
conocen! Esto no puede llamarse sino una voz secreta que silenciosamente
resonaba en el alma de Pilato, repitiendo lo que tanto tiempo antes estaba
escrito en los salmos: "No alteres el título de la inscripción".
Pero, ¿qué decís, insensatos Pontífices? ¿Acaso no es esto una prueba de la
verdad, de lo que Jesús dice: ¿Yo soy el rey de los judíos? ¿Si no puede
corregirse lo que Pilato ha dicho, podrá alterarse lo que dijo la verdad? Si
Pilato ha escrito lo que ha escrito, es porque el Señor ha dicho lo que ha
dicho.” Bendito y alabado sea Jesucristo Rey del Universo!
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