Un día soñado! La imagen de la Virgen, réplica de la que está en Tiljalina quedó entronizada por el Arzobispo de Montevideo en el frente de la parroquia María Reina de la Paz.
“¡Dichosa
tú que has creído –le dijo su anciana y gestante prima Isabel- porque te ha
dicho el Señor se cumplirá!”. La fe es la brújula
del camino del cielo, es su luz en medio de las nieblas y de las oscuridades:
no permite verlo todo, pero sí nos alumbra según avanzamos, según seguimos
recorriendo el camino.
Se encuentra ubicada en un jardín, en el que recibirá a sus hijos, los discípulos de Jesús que buscan la Paz. La imagen es signo de su presencia entre nosotros. Si vas a visitarla, podrás percibir su presencia materna.
Sus hijos la visitan con flores, llevando sus penas y alegrías , y le cantan cánticos para alegrarle el corazón.
Vamos a pedirle paz para nuestra familias, tan necesitadas del amor de Dios, que su paz alcance nuestros corazones, que atribulados no encuentran sosiego en sus vidas.
Vamos a pedirle paz para nuestra familias, tan necesitadas del amor de Dios, que su paz alcance nuestros corazones, que atribulados no encuentran sosiego en sus vidas.
El Arzobispo la bendice, y Ella lo bendice a él... Y bendice a todos los sacerdotes, hijos muy queridos, a los que cubre con su manto.
El
primer servicio de María y por ello su primer mérito para ser asunta en cuerpo
y alma a los cielos fue escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Y solo así fue
posible que Palabra tomara carne y habitara y floreciera en sus mismísimas y
virginales entrañas maternas.
Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener
tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de
la sabiduría.
María desea que Dios sea grande
en el mundo, así lo expresa en el Magnificat, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No
tiene miedo de que Dios sea un “competidor” en nuestra vida, de que con su
grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital.
Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime
nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se
hace grande con el esplendor de Dios.
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