Describió de este modo, el objetivo del sexto curso “Exorcismo y Oración de Liberación”, iniciado en Roma el pasado lunes, Giuseppe Ferrari, secretario del Grupo de Investigación e Información Socio-Religiosa (GRIS), que ha organizado junto al Instituto Sacerdos del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, la iniciativa, apoyada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y por la Congregación para el Clero.
En la lección introductoria, Ferrari advirtió que la resolución de problemas relacionados con el satanismo o la magia “puede ser aplazada u obstaculizada por la poca preparación de aquellos presbíteros que no se sienten capaces o no tienen los instrumentos necesarios para acercarse de un modo adecuado a las exigencias de las personas mencionadas”.
Para esto, es “evidente que solo la formación en profundidad de un número adecuado de sacerdotes permite afrontar con mayor eficacia y distribuidas mejor entre los distintos sacerdotes, las diversas peticiones de intervención, dirigiéndolas hacia los exorcistas, oficialmente encargados, sólo los casos que verdaderamente necesitan su intervención”.
Cuatro elementos
El experto quiso centrarse sobre todo en cuatro aspectos que pueden tener relevancia con respecto a los temas del exorcismo y del satanismo: la legalidad del exorcismo, negatividad y contradicción del ambiente satánico; eficacia de la acción a distancia de maleficios u otras acciones mágicas, comparación entre la figura del exorcista y la del mago o trabajador de lo oculto.
En cuanto al primer punto, destacó que los devotos del satanismo podrían “decir no sentir respetada la propia dignidad de persona por el ejercicio de prácticas que tienden a aplastar la entidad o la energía, como la quieran definir, a la que pretenden dirigir su culto”.
Exactamente por esto, explicó, “hay que evidenciar que el rito del exorcismo respeta plenamente la libertad y la dignidad humana”: “no impone nada a nadie y que no tiene ningún efecto si no hay adhesión de la voluntad de la persona para liberarse de lo que considera malo, es decir de la influencia o acción, sea verdadera o presunta”.
El satanismo, prosiguió Ferrari, “crea un problema social, ético y cultural de gran importancia, pues consigue aprobar una inversión completa de los valores”.
Entre las demostraciones de contradicción, “no se ve como pueda tener una justificación lógica y racional el comportamiento de una persona que incluso no creyendo ni en el demonio, ni en Dios, ni en la Iglesia, ni en el Sacrificio Eucarístico, se compromete de un modo tan fanático en las llamadas 'misas negras'”.
Acerca de los maleficios o acciones mágicas, el experto observó que las actitudes irracionales y supersticiosas “no son de quien cree en un modo racional en la existencia del más allá y en su acción en el mundo material, sino de quien está convencido de poder usar al más allá a su voluntad, y de quien llega a pensar que tiene el poder de sobrepasar las leyes naturales y someterlas a su voluntad, evidenciando implícitamente, y de este modo, una especie de delirio de omnipotencia”.
Ferrari subrayó finalmente “la profunda y sustancial diferencia existente entre el ocultista o mago y el exorcista” indicando que la clave está en “una simple pero significativa pregunta: '¿Quién os manda?'”.
“El exorcista no es sólo el que recibe un mandato explícito del obispo, sino que es, también y sobre todo, un sacerdote, es decir el que tiene el inmenso poder de consagrar el pan y el vino convirtiéndolo en Cuerpo y Sangre de Cristo”. “El mandato del presbítero es un mandato que viene directamente de Cristo a través de la Iglesia”.
Jóvenes y satanismo
El periodista y escritor Carlo Climati se centró en “el satanismo juvenil”, recordando que “el interés de los jóvenes por el mundo del satanismo ha llenado, en estos últimos años, las páginas de los periódicos”.
En este contexto, exhortó a hacerle frente a un tema tan delicado “con espíritu constructivo, sin difundir alarmismos, tratando de examinar la realidad de un fenómeno que obviamente no afecta a la mayoría de los jóvenes, pero que al mismo tiempo no debe ser ignorada”.
El satanismo, destacó, “busca derrocar y destruir los valores universales que están inscritos en el corazón de todo ser humano” y “crear confusión entre los jóvenes para construir una especie de sociedad al contrario en la que el bien se convierte en mal y el mal en bien”.
“Esta idea se representa perfectamente a través de un símbolo típico de los satanistas: la cruz invertida, que significa la inversión de los valores del Cristianismo”, observó.
El satanismo tiende, además, “a difundir entre los jóvenes un sentido de pesimismo, de rendición, de oscuridad, de desesperación”, representando “la muerte de la esperanza” y empujándoles a creer “que la vida es un especie de jungla en la que vencen sólo los más fuertes”.
Por esta razón, es necesario “ayudar a los sacerdotes, maestros, padres, educadores a hacer una obra de prevención entre los jóvenes, para que las nuevas generaciones no sean víctimas de determinadas tendencias peligrosas”.
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