San Agustín, In Ioannem tract., 15
Lo cual es verdadero, ya se trate del agua material o ya de aquella que ésta representa; porque el agua está en el pozo, y las pasiones del mundo en una profundidad oscura, de donde las sacan los hombres con la vasija de sus pasiones. Porque el que no realiza los deseos, no puede llegar a los placeres. Y cuando alguno llega hasta los placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo? Luego el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí, no tendrá sed eternamente. ¿Y cómo tendrán sed otra vez los que estén embriagados por la abundancia de la casa de Dios? ( Sal 35). Prometía, por lo tanto, cierto alimento y la saciedad del Espíritu Santo.
Crisóstomo, ut supra
Véase cómo aquella mujer era conducida poco a poco a la altura de los grandes misterios. Porque primeramente creyó que el Salvador era algún malvado de los judíos. Después, oyendo decir "agua viva", creyó que se trataba del agua material. Después, diciendo que se trataba de cosas espirituales, creyó, en verdad, que podía haber una agua capaz de apagar para siempre la sed. Aunque todavía no sabía qué agua sería ésta, la pedía creyendo que sería mejor que todas las aguas materiales. Por esto añade: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". En este concepto le cree superior al patriarca Jacob, de quien tenía formada una opinión tan alta.
San Agustín, ut supra
O de otra manera: aún se fijaba en lo material aquella mujer. Se complacía en no tener sed y creía que era esto lo que el Señor le había ofrecido, pero en sentido material. Dios había concedido en una ocasión a su siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en el espacio de cuarenta días. Y el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no podría darlo para siempre? ( 1Re 19). Complacida, pues, con tal obsequio, le ruega que le dé agua viva. Por esto sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". La pedía por evitarse el trabajo, porque, como persona débil, rehusaba el trabajar. Ojalá que hubiese oído: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré" ( Mt 11,28). Y esto lo decía Jesús para que ya no trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente, quiso el Señor que le entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella agua por medio de su trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla por medio de su marido, así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres: "que si alguna quiere aprender pregunte a su marido en su casa" ( 1Cor11,35). Pero lo que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que enseñe. Mas como el mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad había de hablarle por medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a María Magdalena, que estuvo sentada junto a los pies del Salvador?
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