La Palabra se hace carne. En el grandioso prólogo de Juan se despliega ante nosotros toda la plenitud del plan divino de la salvación. Ciertamente dentro de la historia surge el testigo que como testimonio del precursor del más grande es la entrada en nuestro mundo de aquel que en el principio, antes de la creación de todo mundo, estaba junto a Dios y como Dios ha creado, vivificado e iluminado todo en el mundo. Navidad no es un acontecimiento intrahistórico, sino la irrupción de la eternidad en el tiempo. Por eso Pascua tampoco será un mero evento intrahistórico, sino el retorno del Resucitado desde la historia de la eternidad.La ley dada por Moisès era intrahistórica, pero toda ella remitìa prolèpticamente al verdadero intèrprete de Dios, el “único que es Dios y està al lado del Padre,, el que nos ha mostrado a Dios tal cual es, como gracia y verdad. Verdad quiere decir: Dios es asì; y gracia quiere decir: Dios es amor puro y gratuito. Este primero de todos ha venido hoy al mundo, al mundo que èl ha creado y que le pertenece. Hay muchos hombres que nole conocen y no le aceptan, pero a nosotros, que creemos y le amamos, se nos ha dado la gracia de poder acogerlo en nosotros , y por èlmcon èl llegar a ser hijos de Dios. Navidad no es sòlo su nacimiento, debe ser también nuestro nacimiento de Dios junto con èl.
Hoyte he engendrado. La segunda lectura,de la carta a los Hebreos , habla igualmentede la divinidad del Verbo encarnado. Mientras que Juan acentúa más el alfa, ahora se pone el acento sobre la omega: en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente. Ahora, en esta etapa final, al final de la historia enla omega, el Padre ha resumido todo en una única Palabra. Pero este orien y este final de todas las cosas es un acontecimiento en el hoy. En Dios no hay ni pasado ni futuro, sino eterno presente, eterno hoy se hace presenteen lo temporal. Esto significa no solamente que todo lo precedente, lo veterotestamentario, era desde siempre el alba de este hoy , sino también que el hoy de la irrupción del acontecimiento eterno en Dios jamás podrá convertirse en un pasado temporal. En cada fiesta de Navidad, el ahora de la venida de Dios al mundo no solamente se hace de nuevo actual, sino que no puede, en ningún momento de la vida cotidiana, no ser presente. Las fiestas nos recuerdan solamente, a nosotros, hombres olvidadizos, que la entrada de Dios en la historia se realiza siempre ahora. El Señor que viene cada vez, está siempre por venir de nuevo; él nunca se aleja para poder venir de nuevo. Esto es precisamente lo que hay que tener presente para su venida eucarística.
Los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios. En la primera lectura el profeta introduce otros dos elementos: en primer lugar la existencia de los mensajeros del gozo que anuncian la venida del Señor. Sin esta llamada permanente y este regocijo de los mensajeros, tal vez olvidáramos la venida del Señor. Mensajeros eran los profetas, mensajero es la Sagrada Escritura; mensajeros son en la Iglesia los santos y todos aquellos que están animados por el Espíritu Santo. Y el segundo elemento es que el mensaje gozoso de la Iglesia no es una doctrina secreta sólo conocida en algunos círculos esotéricos, sino que es un mensaje abierto al mundo: el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. En la revelación de Cristo no hay nada oculto. Jesús dirá ante Pilato: Yo he hablado públicamente a todo el mundo, siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen los judíos. La profundidad de su revelación es desde el principio un misterio sagrado, pero públicamente revelado.
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