El Padre Pío escribió a menudo de su amor por la Madre de Dios, recordándonos:“descansar vuestro oído sobre Su Corazón Maternal y escuchar Sus sugestiones, y luego sentir todos los mejores deseos de perfección nacidos en usted”. El Padre consideró a Nuestra Señora como la gran fuerza armonizante y directriz detrás del Santo Sacramento de la Penitencia, y dijo que “para comprender y hacer más fructífero el sacramento, usted debe confiarse a la inspiración y guía de la Santísima Vírgen.”
Como verdadero hijo de Nuestra Señora, el Padre Pío amó el Rosario y se sabía que rezaba las 15 decenas del Rosario tanto como 35 veces en el día. En muchas fotografías, se lo mostró con la mano derecha dentro del bolsillo en el que siempre conservaba las cuentas de su Rosario. En verdad, él urgía a todos los católicos a “amar a la Madonna y a rezar el Rosario, pues el Rosario es el arma contra los males del mundo.”
Cuando se lo consultaba sobre el papel de Nuestra Señora en el plan de Dios para la salvación, el Padre Pío respondía que “todas la gracias dadas por Dios pasan a través de Su Santísima Madre.” Fue en ese entendimiento que casi diariamente, en la última década de su vida en esta tierra, ofrecía la Misa de la Inmaculada Concepción. Se dice de haberlo escuchado decir que (Nuestra Señora) “me acompaña al altar y permanece a mi lado cuando ofrezco la Santa Misa.”
El Padre Pío y Nuestra Señora de Fátima
El Padre Pío expresaba diariamente su especial devoción a Nuestra Señora de Fátima, cuando se arrodillaba y rezaba en Su capilla dentro del monasterio, ante una gran pintura, rodeado por velas ardientes. En verdad, él atribuía a la Virgen de Fátima el haberle salvado la vida.
En 1959, la Imagen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima visitó Italia. Al mismo tiempo, el Padre Pío se puso muy enfermo y se le diagnosticó un tumor canceroso fatal. El 6 de agosto, la imagen de Nuestra Señora llegó a San Giovanni Rotondo. Levantándose de su lecho de enfermo, el Padre Pío rezó delante de la imagen y besó su pié. Cuando la imagen partía en helicóptero, él dijo: “Oh, Madre mía, cuando Tu llegaste a Italia me encontraste con esta enfermedad. Tu viniste a visitarme aquí a San Giovanni y me encontraste aún sufriendo de ella. ¡Ahora Tu te vas y no fui librado de mi enfermedad”
Cuando el Padre Pío dijo esta oración, ocurrió un milagro. En lo alto del monasterio, el helicóptero con la imagen de Nuestra Señora voló repentinamente en círculo tres veces sobre el monasterio. El piloto diría luego que él no pudo explicar como ocurrió. Al mismo tiempo el Padre Pío sintió inmediatamente que lo recorría un escalofrío. Su cuerpo fue penetrado por un chorro de luz y sintió estallar el tumor. El gritó, “¡Estoy curado! ¡Nuestra Señora me ha curado!”
“Doy gracias a la Virgen de Fátima,” escribió poco después. “El mismo día que Ella partíó, me sentí bien otra vez. He vuelto a celebrar Misa desde hace tres días.”
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