viernes, 23 de octubre de 2015

ENCUENTROS CON JESÚS (OCTUBRE 2015)




ENCUENTROS CON JESÚS

24   DE OCTUBRE 2015
16 –20 HS
Parroquia María Reina de la Paz

Octubre es un mes mariano por excelencia, y la Iglesia nos invita, en el ,  a contemplar a San Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia y devoto amantísimo del Inmaculado Corazón de
María..

“Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera, rogándote que nos acompañes en nuestro camino.   La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita. Puede hacer de este mundo un jardín o reducirlo a un cúmulo de escombros.” San Juan Pablo II

16- Adoración y Santo Rosario
      Bendición imagen de la Gospa

17- Predicación Diác. Jorge Novoa
      “Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra alegría..”

18- Paseo con el Santísimo Sacramento

19- Santa Misa
Preside Pbro. Sebastián Pinazo

Al concluir habrá imposición de manos y confesiones desde las 17.30 hs..

Retiro gratuito y abierto

miércoles, 14 de octubre de 2015

SANTA TERESA DE JESÚS (DOCTORA DE LA IGLESIA)

Ofrecemos al lector a continuación parte del texto de la homilía pronunciada por el Papa Pablo VI, en al basílica de San Pedro, durante el acto de la proclamación de Santa Teresa como doctora de la Iglesia Universal (27 de setiembre de 1970, L'Observatore Romano)

Significación del título concedido a Santa Teresa
Hablemos primero sobre ella, sobre Teresa. La luz del título doctoral pone de relieve valores indiscutibles que ya le habían sido ampliamente reconocidos; ante todo, la santidad de vida, valor este oficialmente proclamado el 12 de marzo de 1622 - Santa Teresa había muerto 30 años antes- por nuestro predecesor Gregorio XV en el célebre acto de la canonización que incluyó en el libro de los santos, junto con esta santa carmelita, a Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Isidro Labrador, todos ellos gloria de la España católica, y al mismo tiempo al florentino-romano Felipe Neri. Por otra parte, la luz del título doctoral pone de relieve la eminencia de la doctrina y esto de un modo especial.

Los carismas de la doctrina teresiana
La doctrina de Teresa de Avila brilla por los carismas de la verdad, de la fidelidad a la fe católica, de la utilidad para la formación de las almas. Y podríamos resaltar de modo particular otro carisma, el de la sabiduría, que nos hace pensar en el aspecto más atrayente y al mismo tiempo más misterioso del doctorado de Santa Teresa, o sea, en el influjo de la inspiración divina en ésta prodigiosa y mística escritora.

¿De dónde le venía a Teresa el tesoro de su doctrina? Sin duda alguna, le venía de su inteligencia y de su formación cultural y espiritual, de sus lecturas, de su trato con los grandes maestros de la teología y de espiritualidad, de su singular sensibilidad, de su habitual e intensa disciplina ascética, de su meditación contemplativa, en una palabra de su correspondencia a la gracia acogida en su alma, extraordinariamente rica y preparada para la práctica y para la experiencia de la oración. Pero¿ era ésta la única fuente de su eminente doctrina?¿ O acaso no se encuentran en Santa Teresa hechos, actos y estados en los que ella no es el agente, sino más bien el paciente, o sea, fenómenos pasivos y sufridos, místicos en el verdadero sentido de la palabra, de tal forma que deben ser atribuidos a una acción extraordinaria del Espíritu Santo?Estamos, sin duda alguna, ante un alma en la que se manifiesta la iniciativa divina extraordinaria del Espíritu Santo?

Estamos, sin duda alguna, ante un alma en la que se manifiesta la iniciativa extraordinaria, sentida y posteriormente descrita llana, fiel y estupendamente por Teresa con un lenguaje literario peculiarísimo.

miércoles, 7 de octubre de 2015

VITTORIO MESSORI: TODO SOBRE MARÍA


Con 23 años se convirtió al catolicismo. Y desde entonces es un apologista de masas. “Periodista católico”, es la única persona que puede presumir de haber escrito un libro con cada uno de los dos últimos Papas. Acaba de publicar en Italia su “Hipótesis sobre María”, un profundo análisis sobre la veracidad de la madre de Jesús.

¿Sigue habiendo apariciones de la Virgen?
En el libro sólo me ocupo de apariciones reconocidas por la Iglesia. Sólo menciono marginalmente las apariciones de Medjugorie, en la ex-Yugoslavia. Como allí sigue habiendo apariciones, la Iglesia no se ha pronunciado.

Hay muchos católicos que no creen que la Virgen se aparezca...
Las apariciones son revelaciones privadas. Por lo tanto, no es obligatorio creérselas. Si uno no se las cree, aunque la Iglesia la haya reconocido, no es un pecado.

¿Y usted cree en ellas?
Estoy convencido de que muchas son auténticas. Pienso que son importantes porque acompañan la historia de la Iglesia.

¿Para qué se aparece o se ha aparecido la Virgen?
La Virgen se aparece cuando el pueblo de Dios está en peligro de algún modo. Cuando están amenazados, María, como todas las madres, corre a ayudar a sus hijos. He hecho una especie de “calendario de apariciones” y he descubierto que constituyen una Historia paralela.

Póngame algún ejemplo.
Piense en Fátima. Las fechas coinciden con el momento en que los comunistas se hacen con el poder de la que será más tarde la Unión Soviética. El martirio de los cristianos bajo el comunismo comienza exactamente aquel 1917. Pienso que se apareció para consolar a los cristianos al inicio de esta Vía Crucis, para recordar que a pesar de todo lo que iba a pasar no sucumbiría la fe.

¿No será casualidad?
La última aparición mariana reconocida por la Iglesia es la de Baneux, en las Ardenas belgas. Hablamos de apariciones de enero de 1933. Coinciden perfectamente con la llegada de Hitler al poder.

¿Cómo se sabe que una aparición es realmente de la Virgen?
Cuando no se aparece para decir algo distinto al Evangelio. Si un día se apareciera una Virgen que dice algo que no está en el Evangelio o que lo contradice, no es la Virgen. Sería quizá una manifestación diabólica o un timo o algo por el estilo.

¿Por qué su interés en las apariciones?
Estudiar las apariciones es interesante porque nos permite ver el papel de María.

Con su libro “Hipótesis de María”, ¿qué ha descubierto sobre la Virgen?
Que no existe la Mariología. El discurso teológico sobre María es más bien Cristología. Los 4 ó 5 dogmas marianos son en defensa del Hijo. Por ejemplo, la Maternidad divina no consiste en exaltar a María sino en defender que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre porque fue concebido y nutrido en el útero de una mujer.

Su primer libro fue “Hipótesis sobre Jesús”. Es normal que ahora lance una hipótesis sobre su Madre.
Cuando escribí “Hipótesis sobre Jesús”, muchos me escribieron diciendo que debería hacer uno sobre María. Yo sonreía porque me parecía improponible. Y ahora, me encuentro que he escrito 550 páginas y 50 capítulos sobre esto.

¿Por qué lo ha escrito?
Cuanto más profundizaba en la figura de Jesús, más me daba cuenta de que su Madre no es un accesorio del que puede prescindirse ni un optional para viejas devotas. Un Cristianismo que no haga sitio a María, no puede funcionar. Donde se olvida a la Madre, antes o después desaparece también el Hijo porque María es la garantía de la verdad de la Encarnación.

No opinan lo mismo otros cristianos, como los protestantes...
Los protestantes pensaron que los católicos adoran a María y se equivocaron. Pensaban que lo que se da a María se le quita a Jesús. Y no es así. Si un católico adorase a María, se equivocaría, dejaría de ser católico. No se nos pide que adoremos a María, sino venerarla en cuanto madre del Hijo.

La figura de María, ¿es un obstáculo para dialogar con otras confesiones?
Los protestantes son un caso aislado en la historia de la Iglesia. Tanto católicos como ortodoxos se caracterizan por una gran devoción mariana. También María es un punto muy importante en el diálogo con los musulmanes.

¿Qué tiene que ver María con el Islam?
Hay un capítulo entero del Corán sobre Mariam, como la llaman ellos. Si uno de nosotros blasfemia públicamente contra la Virgen, al máximo sería tachado de maleducado. Pero si un musulmán pone en duda la virginidad de María, sería lapidado allí mismo.

¿Cuáles son sus fuentes para hablar de la Virgen?
No se sabría nada de ella si no fuera por los Evangelios. Aunque aparece poco, no es un personaje secundario porque aparece en los momentos fundamentales: la anunciación, el parto de Jesús, junto a la Cruz, después de la Ascensión, Pentecostés...

Según Dan Brown no es la Virgen sino Magdalena el personaje femenino más importante del Evangelio.
Me niego a dar mi opinión sobre el Código da Vinci. No razono sobre basura. Dan Brown se ríe de nosotros porque es una persona inteligente. No es que escribe estas cosas creyendo lo que dice. Lo escribe porque estas cosas tienen su público. Yo cada año podría publicar un Código da Vinci, lo digo porque soy escritor... Conozco los ingredientes: templarios, santo grial, María Magdalena, merovingios, Jesús que muere aparentemente, Jesús en India...

Pero entonces, ¿la Virgen o la Magdalena?
Sólo hay una mujer decisiva en la historia de Jesús, la madre. Sin la madre, no tendríamos un Dios que es al mismo tiempo Dios verdadero y hombre verdadero. La Magdalena existió y yo la quiero mucho porque es patrona de la ciudad donde vivo. Pero si no tuviera esta devoción, no pasaría nada. Sin embargo, si no hubiera María, materialmente el Cristianismo sería imposible.

LÁGRIMAS EN LA LLUVIA: LA VEJEZ (JUAN MANUEL DE PRADA)

jueves, 1 de octubre de 2015

BENEDICTO XVI: SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

Hoy quiero hablaros de santa Teresa de Lisieux, Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, que sólo vivió en este mundo 24 años, a finales del siglo XIX, llevando una vida muy sencilla y oculta, pero que, después de su muerte y de la publicación de sus escritos, se ha convertido en una de las santas más conocidas y amadas. «Teresita» no ha dejado de ayudar a las almas más sencillas, a los pequeños, a los pobres, a los que sufren, que la invocan, y también ha iluminado a toda la Iglesia con su profunda doctrina espiritual, hasta el punto de que el venerable Juan Pablo II, en 1997, quiso darle el título de doctora de la Iglesia, añadiéndolo al de patrona de las misiones, que ya le había otorgado Pío XI en 1927. Mi amado predecesor la definió «experta en la scientia amoris» (Novo millennio ineunte, 42).

Esta ciencia, que ve resplandecer en el amor toda la verdad de la fe, Teresa la expresa principalmente en el relato de su vida, publicado un año después de su muerte bajo el título de Historia de un alma. Es un libro que inmediatamente tuvo un enorme éxito, fue traducido a muchas lenguas y difundido en todo el mundo. Quiero invitaros a redescubrir este pequeño gran tesoro, este luminoso comentario del Evangelio plenamente vivido. De hecho, Historia de un alma es una maravillosa historia de Amor, narrada con tanta autenticidad, sencillez y lozanía que el lector no puede menos de quedar fascinado ante ella.

¿Cuál es ese Amor que colmó toda la vida de Teresa, desde su infancia hasta su muerte? Queridos amigos, este Amor tiene un rostro, tiene un nombre: ¡es Jesús! La santa habla continuamente de Jesús. Recorramos, pues, las grandes etapas de su vida, para entrar en el corazón de su doctrina.

Teresa nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, una ciudad de Normandía, en Francia. Era la última hija de Luis y Celia Martin, esposos y padres ejemplares, beatificados juntos el 19 de octubre de 2008. Tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en edad temprana. Quedaron las cinco hijas, que se hicieron todas religiosas. Teresa, a los 4 años, quedó profundamente afectada por la muerte de su madre (MS, A 13r). El padre, junto con las hijas, se trasladó entonces a la ciudad de Lisieux, donde se desarrollaría toda la vida de la santa. Más tarde Teresa, atacada por una grave enfermedad nerviosa, se curó por una gracia divina, que ella misma definió como «la sonrisa de la Virgen» (ib., 29v-30v). Recibió la primera Comunión, vivida intensamente (ib., 35r), y puso a Jesús Eucaristía en el centro de su existencia.

La «Gracia de Navidad» de 1886 marca un giro de 180 grados, que ella llama su «completa conversión» (ib., 44v-45r). De hecho, se cura totalmente de su hipersensibilidad infantil e inicia una «carrera de gigante». A la edad de 14 años, Teresa se acerca cada vez más, con gran fe, a Jesús crucificado, y se toma muy en serio el caso, aparentemente desesperado, de un criminal condenado a muerte e impenitente (ib., 45v-46v). «Quería a toda costa impedirle que cayera en el infierno», escribe la santa, con la certeza de que su oración lo pondría en contacto con la Sangre redentora de Jesús. Es su primera y fundamental experiencia de maternidad espiritual: «Tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús», escribe. Con María santísima, la joven Teresa ama, cree y espera con «un corazón de madre» (cf. PR 6/10r).

En noviembre de 1887, Teresa va en peregrinación a Roma junto a su padre y su hermana Celina (ib., 55v-67r). Para ella, el momento culminante es la audiencia del Papa León XIII, al que pide permiso de entrar, con apenas 15 años, en el Carmelo de Lisieux. Un año después, su deseo se realiza: se hace carmelita, «para salvar las almas y rezar por los sacerdotes» (ib., 69v). Al mismo tiempo, comienza la dolorosa y humillante enfermedad mental de su padre. Es un gran sufrimiento que conduce a Teresa a la contemplación del rostro de Jesús en su Pasión (ib., 71rv).

De esta manera, su nombre de religiosa —sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz— expresa el programa de toda su vida, en la comunión con los misterios centrales de la Encarnación y la Redención. Su profesión religiosa, en la fiesta de la Natividad de María, el 8 de septiembre de 1890, es para ella un verdadero matrimonio espiritual en la «pequeñez» del Evangelio, caracterizada por el símbolo de la flor: «¡Qué fiesta tan hermosa la de la Natividad de María para convertirme en esposa de Jesús!» —escribe—. Era la Virgencita recién nacida quien presentaba su florecita al Niño Jesús» (ib., 77r). Para Teresa, ser religiosa significa ser esposa de Jesús y madre de las almas (cf. MS B, 2v). Ese mismo día, la santa escribe una oración que indica toda la orientación de su vida: pide a Jesús el don de su Amor infinito, el don de ser la más pequeña, y sobre todo pide la salvación de todos los hombres: «Que hoy no se condene ni una sola alma» (PR 2). Es de gran importancia su Ofrenda al Amor misericordioso, que hizo en la fiesta de la Santísima Trinidad de 1895 (MS A, 83v-84r; PR 6): una ofrenda que Teresa comparte enseguida con sus hermanas, siendo ya vice-maestra de novicias.

Diez años después de la «Gracia de Navidad», en 1896, llega la «Gracia de Pascua», que abre el último período de la vida de Teresa, con el inicio de su pasión en profunda unión a la Pasión de Jesús; se trata de la pasión del cuerpo, con la enfermedad que la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos, pero sobre todo se trata de la pasión del alma, con una dolorosísima prueba de la fe (MS C, 4v-7v). Con María al pie de la cruz de Jesús, Teresa vive entonces la fe más heroica, como luz en las tinieblas que le invaden el alma. La carmelita es consciente de vivir esta gran prueba por la salvación de todos los ateos del mundo moderno, a los que llama «hermanos». Vive, entonces, más intensamente el amor fraterno (8r-33v): hacia las hermanas de su comunidad, hacia sus dos hermanos espirituales misioneros, hacia los sacerdotes y hacia todos los hombres, especialmente los más alejados. Se convierte realmente en una «hermana universal». Su caridad amable y sonriente es la expresión de la alegría profunda cuyo secreto nos revela: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» (P 45/7). En este contexto de sufrimiento, viviendo el amor más grande en las cosas más pequeñas de la vida diaria, la santa realiza en plenitud su vocación de ser el Amor en el corazón de la Iglesia (cf. MS B, 3v).

Teresa muere la noche del 30 de septiembre de 1897, pronunciando las sencillas palabras: «¡Dios mío, os amo!», mirando el crucifijo que apretaba entre sus manos. Estas últimas palabras de la santa son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio. El acto de amor, expresado en su último aliento, era como la respiración continua de su alma, como el latido de su corazón. Las sencillas palabras «Jesús, te amo» están en el centro de todos sus escritos. El acto de amor a Jesús la sumerge en la Santísima Trinidad. Ella escribe: «Lo sabes, Jesús mío. Yo te amo. Me abrasa con su fuego tu Espíritu de Amor. Amándote yo a ti, atraigo al Padre» (P 17/2).

Queridos amigos, también nosotros, con santa Teresa del Niño Jesús, deberíamos poder repetir cada día al Señor, que queremos vivir de amor a él y a los demás, aprender en la escuela de los santos a amar de una forma auténtica y total. Teresa es uno de los «pequeños» del Evangelio que se dejan llevar por Dios a las profundidades de su Misterio. Una guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos. Con la humildad y la caridad, la fe y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que contiene el Misterio de Cristo. Y esta lectura de la Biblia, alimentada con la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. De hecho, la ciencia de los santos, de la que habla ella misma en la última página de la Historia de un alma, es la ciencia más alta: «Así lo entendieron todos los santos, y más especialmente los que han llenado el universo con la luz de la doctrina evangélica.

¿No fue en la oración donde san Pablo, san Agustín, san Juan de la Cruz, santo Tomás de Aquino, san Francisco, santo Domingo y tantos otros amigos ilustres de Dios bebieron aquella ciencia divina que cautivaba a los más grandes genios?» (MS C, 36r). La Eucaristía, inseparable del Evangelio, es para Teresa el sacramento del Amor divino que se rebaja hasta el extremo para elevarnos hasta él. En su última Carta, sobre una imagen que representa a Jesús Niño en la Hostia consagrada, la santa escribe estas sencillas palabras: «Yo no puedo tener miedo a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí (...) ¡Yo lo amo! Pues él es sólo amor y misericordia» (Carta 266).

En el Evangelio Teresa descubre sobre todo la misericordia de Jesús, hasta el punto de afirmar: «A mí me ha dado su misericordia infinita, y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas (...). Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás más aún que todas las demás), me parece revestida de amor» (MS A, 84r). Así se expresa también en las últimas líneas de la Historia de un alma: «Sólo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr... No me abalanzo al primer puesto, sino al último... Sí, estoy segura de que, aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que pueden cometerse, iría, con el corazón roto de arrepentimiento, a echarme en brazos de Jesús, pues sé cómo ama al hijo pródigo que vuelve a él» (MS C, 36v-37r). «Confianza y amor» son, por tanto, el punto final del relato de su vida, dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo «caminito de confianza y de amor», de la infancia espiritual (cf. MS C, 2v-3r; Carta 226). Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo» (Poesía Por qué te amo, María: p 54/22). Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás.

JUAN PABLO II:TERESA DE LISIEUX RECIBIÓ DEL MAESTRO DIVINO LA "CIENCIA DEL AMOR"...

También se alegra la Madre Iglesia al constatar que, en el decurso de la historia, el Señor sigue revelándose a los pequeños y a los humildes, capacitando a sus elegidos, por medio del Espíritu que «todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios» (1 Co 2, 10), para hablar de las cosas «que Dios nos ha otorgado (...), no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales» (1 Co 2, 12. 13). De este modo el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia la verdad plena, la dota de diversos dones, la embellece con sus frutos, la rejuvenece con la fuerza del Evangelio y la hace capaz de escrutar los signos de los tiempos, para responder cada vez mejor a la voluntad de Dios (cf. Lumen gentium, 4 y 12; Gaudium et spes, 4).

Entre los pequeños, a los que han sido revelados de manera muy especial los secretos del Reino, resplandece Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, monja profesa de la orden de los Carmelitas Descalzos, de la que este año se celebra el centenario de su ingreso en la patria celestial.


Durante su vida, Teresa descubrió «luces nuevas, significados ocultos y misteriosos» (Ms A 83 v) y recibió del Maestro divino la «ciencia del amor», que luego manifestó con particular originalidad en sus escritos (cf. Ms B 1 r). Esa ciencia es la expresión luminosa de su conocimiento del misterio del Reino y de su experiencia personal de la gracia. Se puede considerar como un carisma particular de sabiduría evangélica que Teresa, como otros santos y maestros de la fe, recibió en la oración (cf. Ms C 36 r)

(Palabras pronunciadas el 19 de octubre de 1997 al declarar a santa Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia)

SANTA TERESITA DE LISIEUX


María Francisca Teresa nació el 2 de Enero de 1873en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre.

Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el cuidado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina, Leonia y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.
Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.
Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.

Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.
Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.
Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”
En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.
Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.
En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año.
Fue enterrada en el cementerio municipal de Lisieux, el 4 de octubre de 1897. Precisamente fue ella la que estrenó la nueva sepultura comprada por el Carmelo a raíz de las nuevas disposiciones legales, que prohibían las inhumaciones en la clausura de los monasterios. Con la perspectiva del tiempo y a la vista de los acontecimientos sucedidos después de su muerte, se puede afirmar que dicha prohibición fue providencial, pues permitió a cientos de miles de peregrinos acudir a su tumba durante 25 años, cosa que jamás hubiera sucedido si Teresa hubiese sido enterrada en el interior de su convento.
Fue beatificada en 1923 y los restos mortales de Santa Teresita fueron llevados a la Capilla del Carmelo, donde descansan desde entonces. Fue canonizada en 1925.