martes, 28 de octubre de 2014

PAPA FRANCISCO: CRISTIANOS DE LA LUZ O LAS TINIEBLAS?

 

 
(RV).- El examen de conciencia sobre nuestras palabras nos hará comprender si somos cristianos de la luz, de las tinieblas o cristianos “grises”. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Los hombres se reconocen por sus palabras. San Pablo – afirmó el Papa – al invitar a los cristianos a comportarse como hijos de la luz y no como hijos de las tinieblas, “hace una catequesis sobre la palabra”. Y dijo que hay cuatro palabras para entender si somos hijos de las tinieblas:

“¿Es palabra hipócrita? ¿Un poco de acá, un poco de allá, para estar bien con todos? ¿Es una palabra vacía, sin sustancia, llena de vacuidad? ¿Es una palabra vulgar, trivial, es decir mundana? ¿Una palabra sucia, obscena? Estas cuatro palabras no son las de los hijos de la luz, no vienen del Espíritu Santo, no vienen de Jesús, no son palabras evangélicas… este modo de hablar, hablar siempre de cosas sucias o de mundanidad o de vacuidad o hablar hipócritamente”.

¿Cuál es, por tanto – se preguntó Francisco – la palabra de los Santos, es decir la de los hijos de la luz?
“Lo dice Pablo: ‘Háganse imitadores de Dios: caminen en la caridad; caminen en la bondad; caminen en la mansedumbre. Quien camina así... ‘Sean misericordiosos –  dice Pablo perdonándose recíprocamente, como Dios los ha perdonado a ustedes en Cristo. Háganse, por lo tanto, imitadores de Dios y caminen en la caridad’, es decir, caminen en la misericordia, en el perdón, en la caridad. Ésta es la palabra de un hijo de la luz”.

El Santo Padre observó además que hay cristianos “luminosos, llenos de luz”, que tratan de servir al Señor con esta luz y añadió que hay “cristianos tenebrosos” que conducen “una vida de pecado, una vida alejada del Señor” y que usan esas cuatro palabras que “son del maligno”. “Pero hay un tercer grupo de cristianos”, que no son “luminosos ni oscuros”:

“Son los cristianos grises. Y estos cristianos grises una vez están de esta parte, y otra vez de aquella. La gente dice de éstos: ‘Pero esta persona ¿está bien con Dios o con el diablo?’ ¡Eh! Siempre en el gris. Son los tibios. No son ni luminosos ni oscuros. Y a éstos Dios no los ama. En el Apocalipsis, el Señor a estos cristianos grises les dice: ‘Pero no, tú no eres ni caliente, ni frío. Ojalá fueras caliente o frío. Pero porque eres tibio – tan gris – estoy por vomitarte de mi boca’. El Señor es fuerte con los cristianos grises. ‘Yo soy cristiano, ¡pero sin exagerar!’ dicen, y hacen tanto mal, porque su testimonio cristiano es un testimonio que, al final, siembra confusión, siembra un testimonio negativo”.

No nos dejemos engañar por las palabras vacías  – fue la exhortación del Papa Francisco – “oímos tantas, algunas bellas, bien dichas, pero vacías, sin nada adentro”. Comportémonos en cambio como hijos de la luz. Y concluyó diciendo: “Nos hará bien hoy pensar en nuestro lenguaje y preguntarnos: ¿Soy cristiano de la luz? ¿Soy cristiano de la oscuridad? ¿Soy cristiano gris? Y así podemos dar un paso adelante para encontrar al Señor”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

lunes, 27 de octubre de 2014

EL SANTO CURA DE ARS

Podemos distinguir en la actividad parroquial de San Juan María dos aspectos fundamentales, que en cierta manera corresponden también a dos fases de su vida.

Mientras no se inició la gran peregrinación a Ars, el cura pudo vivir enteramente consagrado a sus feligreses. Y así le vemos visitándoles casa por casa; atendiendo paternalmente a los niños y a los enfermos; empleando gran cantidad de dinero en la ampliación y hermoseamiento de la iglesia; ayudando fraternalmente a sus compañeros de los pueblos vecinos. Es cierto que todo esto va acompañado de una vida de asombrosas penitencias, de intensísima oración, de caridad, en algunas ocasiones llevada hasta un santo despilfarro para con los pobres. Pero San Juan María no excede en esta primera parte de su vida del marco corriente en las actividades de un cura rural.

No le faltaron, sin embargo, calumnias y persecuciones. Se empleó a fondo en una labor de moralización del pueblo: la guerra a las tabernas, la lucha contra el trabajo de los domingos, la sostenida actividad para conseguir desterrar la ignorancia religiosa y, sobre todo, su dramática oposición al baile, le ocasionaron sinsabores y disgustos. No faltaron acusaciones ante sus propios superiores religiosos. Sin embargo, su virtud consiguió triunfar, y años después podía decirse con toda verdad que «Ars ya no es Ars». Los peregrinos que iban a empezar a llegar, venidos de todas partes, recogerían con edificación el ejemplo de aquel pueblecillo donde florecían las vocaciones religiosas, se practicaba la caridad, se habían desterrado los vicios, se hacía oración en las casas y se santificaba el trabajo.

La lucha tuvo en algunas ocasiones un carácter más dramático aún. Conocemos episodios de la vida del Santo en que su lucha con el demonio llega a adquirir tales caracteres que no podemos atribuirlos a ilusión o a coincidencias. El anecdotario es copioso, y en algunas ocasiones sobrecogedor.

Ya hemos dicho que el Santo solía ayudar, con fraternal caridad, a sus compañeros en las misiones parroquiales que se organizaban en los pueblos de los alrededores. En todos ellos dejaba el Santo un gran renombre por su oración, su penitencia y su ejemplaridad. Era lógico que aquellos buenos campesinos recurrieran luego a él, al presentarse dificultades, o simplemente para confesarse y volver a recibir los buenos consejos que de sus labios habían escuchado. Éste fue el comienzo de la célebre peregrinación a Ars. Lo que al principio sólo era un fenómeno local, circunscrito casi a las diócesis de Lyón y Belley, luego fue tomando un vuelo cada vez mayor, de tal manera que llegó a hacerse célebre el cura de Ars en toda Francia y aun en Europa entera. De todas partes empezaron a afluir peregrinos, se editaron libros para servir de guía, y es conocido el hecho de que en la estación de Lyón se llegó a establecer una taquilla especial para despachar billetes de ida y vuelta a Ars. Aquel pobre sacerdote, que trabajosamente había hecho sus estudios, y a quien la autoridad diocesana había relegado en uno de los peores pueblos de la diócesis, iba a convertirse en consejero buscadísimo por millares y millares de almas. Y entre ellas se contarían gentes de toda condición, desde prelados insignes e intelectuales famosos, hasta humildísimos enfermos y pobres gentes atribuladas que irían a buscar en él algún consuelo.

Aquella afluencia de gentes iba a alterar por completo su vida. Día llegará en que el Santo Cura desconocerá su propio pueblo, encerrado como se pasará el día entre las míseras tablas de su confesonario. Entonces se producirá el milagro más impresionante de toda su vida: el simple hecho de que pudiera subsistir con aquel género de vida.

Porque aquel hombre, por el que van pasando ya los años, sostendrá como habitual la siguiente distribución de tiempo: levantarse a la una de la madrugada e ir a la iglesia a hacer oración. Antes de la aurora, se inician las confesiones de las mujeres. A las seis de la madrugada en verano y a las siete en invierno, celebración de la misa y acción de gracias. Después queda un rato a disposición de los peregrinos. A eso de las diez, reza una parte de su breviario y vuelve al confesonario. Sale de él a las once para hacer la célebre explicación del catecismo, predicación sencillísima, pero llena de una unción tan penetrante que produce abundantes conversiones. Al mediodía, toma su frugalísima comida, con frecuencia de pie, y sin dejar de atender a las personas que solicitan algo de él. Al ir y al venir a la casa parroquial, pasa por entre la multitud, y ocasiones hay en que aquellos metros tardan media hora en ser recorridos. Dichas las vísperas y completas, vuelve al confesonario hasta la noche. Rezadas las oraciones de la tarde, se retira para terminar el Breviario. Y después toma unas breves horas de descanso sobre el duro lecho. Sólo un prodigio sobrenatural podía permitir al Santo subsistir físicamente, mal alimentado, escaso de sueño, privado del aire y del sol, sometido a una tarea tan agotadora como es la del confesonario.

Por si fuera poco, sus penitencias eran extraordinarias, y así podían verlo con admiración y en ocasiones con espanto quienes le cuidaban. Aun cuando los años y las enfermedades le impedían dormir con un poco de tranquilidad las escasas horas a ello destinadas, su primer cuidado al levantarse era darse una sangrienta disciplina...

Dios bendecía manifiestamente su actividad. El que a duras penas había hecho sus estudios, se desenvolvía con maravillosa firmeza en el púlpito, sin tiempo para prepararse, y resolvía delicadísimos problemas de conciencia en el confesonario. Es más: cuando muera, habrá testimonios, abundantes hasta lo increíble, de su don de discernimiento de conciencias. A éste le recordó un pecado olvidado, a aquél le manifestó claramente su vocación, a la otra le abrió los ojos sobre los peligros en que se encontraba, a otras personas que traían entre manos obras de mucha importancia para la Iglesia de Dios les descorrió el velo del porvenir... Con sencillez, casi como si se tratara de corazonadas o de ocurrencias, el Santo mostraba estar en íntimo contacto con Dios Nuestro Señor y ser iluminado con frecuencia por Él.
* * *

MEDJUGORJE 25 DE OCTUBRE

“Queridos hijos, orad en este tiempo de gracia y pedid la intercesión de todos los santos que ya están en la luz. Que ellos sean un ejemplo y un estímulo día tras día en el camino de vuestra conversión. Hijitos, sed conscientes de que vuestra vida es breve y pasajera. Por eso anhelad la eternidad y preparad vuestros corazones en la oración. Yo estoy con vosotros e intercedo ante mi Hijo por cada uno de vosotros, especialmente por aquellos que se han consagrado a mí y a mi Hijo. ¡Gracias queridos hijos míos por haber respondido a mi llamada!”

miércoles, 22 de octubre de 2014

JUAN PABLO II: LA ZARZA QUE ARDE SIN CONSUMIRSE


Hagamos referencia aquí al acontecimiento bíblico narrado en el libro del Éxodo (3, 1-14). Moisés que apacentaba la grey en las cercanías del monte Horeb advierte un fenómeno extraordinario. 'Veía Moisés que la zarza ardía y que no se consumía' (Ex 3, 2). Se acercó y Dios 'le llamó de en medio de la zarza: "Moisés!. "Moisés!, él respondió: Heme aquí. Yahvéh le dijo: 'No te acerques. Quita las sandalias de tus pies, que el lugar en que estás es tierra santa'; y añadió: 'Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro, pues temía mirar a Dios' (Ex 3, 4-6).

El acontecimiento descrito en el libro del Éxodo se define una 'teofanía', es decir, una manifestación de Dios en un signo extraordinario y se muestra, entre todas las teofanías del Antiguo Testamento, especialmente sugestiva como signo de la presencia de Dios. La teofanía no es una revelación directa de Dios, sino sólo la manifestación de una presencia particular suya. En nuestro caso esta presencia se hace conocer tanto mediante las palabras pronunciadas desde el interior de la zarza ardiendo, como mediante la misma zarza que arde sin consumirse.

Dios revela a Moisés la misión que pretende confiarle: debe liberar a los israelitas de la esclavitud egipcia y llevarlos a la tierra Prometida. Dios le promete también su poderosa ayuda en el cumplimiento de esta misión: 'Yo estaré contigo'. Entonces Moisés se dirige a Dios: 'Pero si voy a los hijos de Israel y les digo: el Dios de vuestros padres me envía a vosotros, y me pregunta cual es su nombre, ¿Qué voy a responderles?'. Dijo Dios a Moisés: 'Yo soy el que soy'. Después dijo: 'Así responderás a los hijos de Israel: Yo soy me manda a vosotros' (Ex 3, 12-14).
Así, pues, el Dios de nuestra fe -el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob- revela su nombre. Dice así: 'Yo soy el que soy'. Según la tradición de Israel, el nombre expresa la esencia.

ENCUENTROS CON JESÚS 25 DE OCTUBRE

ENCUENTROS CON JESÚS
25 de octubre 16 hs
Tributo en honor de María Reina de la Paz 

Parroquia María Reina de la Paz 

16 hs. SANTO ROSARIO en el jardín de la Virgen, en su día,  y oración de la Gospa por los enfermos.
17 hs. PREDICACIÓN  Diác. Jorge Novoa

Nuestra madre, María, en su Corazón Inmaculado vive el dolor de la búsqueda de los que están perdidos ,y nos manifiesta  al Padre que amorosamente busca a cada uno de sus hijos. Cómo busca el Padre a los que están alejados? Qué relación tiene esto con las apariciones marianas? La Madre expresa la búsqueda del Padre?

Te esperamos, invita a los que estén en problemas (atribulados, tristes) la Virgen obra milagros en su jardín...

18 hs. Adoración y paseo con el Santísimo Sacramento.
19 hs. Santa Misa preside p. Sabastián Pinazzo

Habrá confesiones desde las 17 hs.
Luego de la Misa habrá imposición de manos.

lunes, 20 de octubre de 2014

JOSÉ LUIS IRABURU: LOS SANTOS Y EL DON DE CIENCIA


Al don de ciencia se le suele decir la ciencia de los santos. Así la llamó Juan de Santo Tomás, en alusión a aquel texto de la Escritura: el Señor «les dió la ciencia de los santos» (Sab 10,10; In I-II, d.18, 43,10).


En todos los santos, es cierto, tanto en los cultos como en los incultos, ha brillado siempre el don de ciencia, por el cual el mundo visible viene a ser revelación de Dios. Ya no es el mundo para ellos un lastre, una distracción o una tentación, sino que se torna para ellos en escala maravillosa hacia la perfecta unión con Dios.

San Francisco de Asís, por ejemplo, «abrazaba todas las cosas con indecible devoción afectuosa, les hablaba del Señor y les exhortaba a alabarlo. Dejaba sin apagar las luces, lámparas, velas, no queriendo extinguir con su mano la claridad que le era símbolo de la luz eterna. Caminaba con reverencia sobre las piedras, en atención a Aquel que a sí mismo se llamó Roca... Pero ¿cómo decirlo todo? Aquel que es la Fuente de toda bondad, el que será todo en todas las cosas, se comunicaba a nuestro Santo también en todas las cosas» (Tomás de Celano, II Vida cp.124).

Por el precioso don de ciencia todos los santos, como el Poverello, han encontrado a Dios en las criaturas, y se han conmovido profundamente ante la belleza del mundo visible. San Juan de la Cruz, por ejemplo, a un tiempo místico y poeta, halla palabras para expresar estas maravillas que da a conocer el don de ciencia:

El alma «comienza a caminar [espiritualmente] por la consideración y conocimiento de las criaturas al conocimiento de su Amado, Creador de ellas; porque, después del ejercicio del conocimiento propio, esta consideración de las criaturas es la primera en este camino espiritual» (Cántico 5,1). Y es que, «aunque muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta que es crear nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia. Y así el alma mucho se mueve al amor de su Amado Dios por la consideración de las criaturas, viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas» (Cántico 5,3). Ve el alma que es Él quien las mantiene en su perenne belleza: «siempre están con verdura inmarcesible, que ni fenece ni se marchitan con el tiempo» (5,4).

Por eso, en la contemplación del mundo, el alma creyente, iluminada por el don de ciencia, «halla verdadero sosiego y luz divina y gusta altamente de la sabiduría de Dios, que en la armonía de las criaturas y hechos de Dios reluce; y siéntese llena de bienes y ajena y vacía de males, y, sobre todo, entiende y goza de inestimable refección de amor, que la confirma en amor» (14,4).
El don de ciencia da a conocer muy especialmente la belleza fascinante del alma humana que está en la gracia divina:

Sobre esto, santa Catalina de Siena le decía al Beato Raimundo, su director: «Padre mío, si viera usted el encanto de un alma racional, no dudo en absoluto que daría cien veces la vida por la salud de esa alma, pues en este mundo no hay nada que pueda igualar tanta belleza» (Leyenda 151). Y lo mismo decía Santa Teresa: «el alma del justo es un paraíso donde dice Él que tiene sus deleites... No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma» (I Moradas 1,1). Y San Juan de la Cruz: «¡oh alma, hermosísima entre todas las criaturas!» (Cántico 1,7).

Pero, al mismo tiempo que esta grandeza y belleza de las criaturas, el don de ciencia muestra la vanidad profunda del mundo presente. Los santos, por eso, siempre han entendido con evidencia que «todas las cosas de la tierra y del cielo, comparadas con Dios, nada son, como dice Jeremías [4,3]» (1 Subida 4,3).

En efecto, «todo el ser de las criaturas, comparado con el infinito ser de Dios, nada es; y, por tanto, el alma que en ellas pone su afición [desordenada], delante de Dios también es nada y menos que nada» (ib.4,4).

El don de ciencia, de este modo, perfeccionando la fe, desengaña al hombre espiritual de todas las fascinaciones y mentiras con que el mundo engaña a los hombres mundanos. Son indecibles las fascinaciones que el mundo ejerce sobre los hombres, también sobre tantos cristianos: «toda la tierra seguía maravillada a la Bestia» (Ap 13,3). El resultado es un espanto: «mi pueblo está loco, me ha desconocido; son necios, no ven: sabios para el mal, ignorantes para el bien» (Jer 4,22).
Santa Teresa de Jesús, por el don de ciencia, captó con especial lucidez este engaño general en que viven los hombres.

Ella lo ve todo «al revés» de como lo ven los mundanos o de cómo lo veía ella antes. Y por eso se duele al pensar en su vida antigua, «ve que es grandísima mentira, y que todos andamos en ella» (Vida 20,26); «ríese de sí, del tiempo en que tenía en algo los dineros y la codicia de ellos» (20,27), y «no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran engaño en que andamos y la ceguedad que traemos» (21,4). «¡Oh, qué es un alma que se ve aquí haber de tornar a tratar con todos, a mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal concertada!» (21,6).

Asistido por el don de ciencia, el cristiano perfecto -santa Teresa, concretamente- ve la mentira de las cosas más estimadas por el mundo, y también muchas veces por los mismos cristianos piadosos.

En cierta ocasión, doña Luisa de la Cerca enseña en su casa una colección de joyas a su amiga Teresa de Jesús: «Ella pensó que me alegraran. Yo estaba riéndome entre mí y habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de lo que nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me sería, aunque yo conmigo misma lo quisiese procurar, tener en algo aquellas cosas, si el Señor no me quitaba la memoria de otras.

«Esto es un gran señorío para el alma, tan grande que no sé si lo entenderá sino quien lo posee; porque es el propio y natural desasimiento, porque es sin trabajo nuestro: todo lo hace Dios [es, pues, don de ciencia], que muestra Su Majestad estas verdades de manera que quedan tan imprimidas, que se ve claro que no lo pudiéramos por nosotros de aquella manera en tan breve tiempo adquirir» (Vida 38,4).

El don de ciencia muestra también el pecado, por muy escondido que esté en la práctica común y general. El santo distingue con toda seguridad y facilidad lo que ofende a Dios y le desagrada, lo que es contrario al Evangelio, por muy aceptado que esté en el mundo y entre los mismos cristianos: costumbres, modas, criterios, espectáculos, etc. Y alcanza a ver, ve con una ciencia espiritual luminosa, la absoluta vanidad de todo aquello que en el mundo no está ordenado a Dios. Ve cómo las criaturas no finalizadas en su Creador, por mucho que se hinchen y aparenten -en la televisión y en la prensa, sea en la sociedad, sea en el mismo mundo de la Iglesia-, son nada, menos que nada, por grande que sea su brillo y esplendor. Lo ve, lo ve con toda claridad, porque el Señor mismo se lo muestra, como se lo hizo ver a Teresa:

«¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todos es mentira lo que no es agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes en lo que aprovecha a tu alma.

«Y así lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios, que no lo sabría yo decir como lo entiendo, y lástima me hacen los que veo con la oscuridad que están en esta verdad» (Vida 40,1-2).

El santo, por el don de ciencia viene a ser desengañado del engaño colectivo; es decir, despierta del sueño que le mantenía espiritualmente dormido, como a tantos otros.

El Señor, sigue Teresa de Jesús, «me ha dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que veo: ni contento ni pena que sea mucha no la veo en mí... Y esto es entera verdad, que aunque después yo quiera holgarme de aquel contento o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona discreta tener pena o gloria de un sueño que soñó. Porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas del mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a cegar» (Vida 40,22).

Experiencias espirituales semejantes del don de ciencia, igualmente impresionantes, las hallamos en Santa Catalina de Siena. Cuenta el Beato Raimundo de Capua, dominico, director suyo:

Una vez el Señor Jesucristo se aparece a Santa Catalina y le dice: «¿Sabes, hija, quién eres tú y quién soy yo? Si llegas a saber estas dos cosas, serás bienaventurada. Tú eres la que no es; yo, en cambio, soy el que soy» (Leyenda 92). De esta premisa parte toda la doctrina espiritual de esta Doctora. «Si el alma -decía- conoce que por sí misma no es nada y que todo se lo debe al Señor, resulta que no confía ya en sus operaciones, sino sólo en las de Dios. Por esto el alma dirige toda su solicitud a Él. Sin embargo, el alma no deja para más tarde hacer lo que puede, pues al derivarse tal confianza del amor y al causar necesariamente el amor al amante el deseo de la cosa amada -deseo que no puede existir si el alma no hace las obras que le son posibles- resulta que ella actúa por razón del amor. Pero no por ello confía en su operación como cosa suya, sino como operación del Creador. Todo esto se lo enseña perfectamente [por el don de ciencia] el conocimiento de la nada que es y la perfección del mismo Creador» (99).
Hasta tal punto llega la lucidez espiritual sobrehumana de Catalina, y la referencia continua que ella hacía de la criatura a su Creador, que veía ella en los hombres con más claridad sus almas que sus cuerpos. Así se lo había pedido ella al Señor, y el Señor se lo concedió. «Y la gracia de este don, atestigua el Beato Raimundo, fue tan eficaz y perseverante que, a partir de entonces, Catalina conoció mejor que los cuerpos, las operaciones y la índole de todas las almas a las que se acercaba».
Una vez, «cuando le dije a solas que algunos murmuraban porque habían visto a hombres y a mujeres arrodillados ante ella, sin que ella lo impidiera, me respondió: "Sabe el Señor que yo poco o nada veo de los movimientos de quien tengo cerca. Estoy tan ocupada leyendo sus almas, que no me fijo para nada en sus cuerpos". Entonces le pregunté: "¿Ves, acaso, sus almas?". Y ella me respondió: "Padre, le revelo ahora en confesión que desde que mi Salvador me concedió la gracia de liberar a una cierta alma... no aparece casi nunca ante mí nadie de quien no intuya el estado de su alma"» (151).
«Daré una confirmación de esto que he dicho. Recuerdo que hice de intérprete entre el Sumo Pontífice Gregorio XI, de feliz memoria, y nuestra santa virgen, porque ella no conocía el latín y el Pontífice no sabía italiano. Mientras hablábamos, la santa virgen se lamentó de que en la Curia Romana, donde debería haber un paraíso de celestiales virtudes, se olía el hedor de los vicios del infierno. El Pontífice, al oirlo, me preguntó cuánto tiempo hacía que había llegado ella a la Curia. Cuando supo que lo había hecho pocos días antes, respondió: "¿Cómo en tan poco tiempo has podido conocer las costumbres de la Curia Romana?". Entonces ella, cambiando súbitamente su disposición sumisa por una actitud mayestática, tal como lo vi con mis propios ojos, erguida, prorrumpió en estas palabras: "Por el honor de Dios Omnipotente, me atrevo a decir que he sentido yo más el gran mal olor de los pecados que se cometen en la Curia Romana sin moverme de Siena, mi ciudad natal, del que sienten quienes los cometieron y los cometen todos los días". El Papa permaneció callado, y yo, consternado, razonaba en mi interior y me preguntaba con qué autoridad habían sido dichas unas palabras como aquéllas a la cara de un Pontífice» (152).
Ésta es la lucidez espiritual propia del don de ciencia. Esta santa sin estudios, más aún, analfabeta, viviendo siempre en Siena, sirviendo en la casa de su padre, el tintorero Benincasa, penúltima de veinticinco hermanos, siendo joven -muere a los treinta y tres años-, por el don espiritual de ciencia, por obra del Espíritu Santo, conoce mil veces mejor el mundo -el mundo de su época, el corazón de los hombres, el mundillo romano eclesiástico-, que tantos otros que, a pesar de sus muchos estudios y experiencias, no entienden nada, y ni sospechan siquiera cuáles son los problemas reales del siglo y de la Iglesia en que viven.
El don de ciencia da al pensamiento y a la acción del santo una suprema libertad respecto del mundo de su tiempo. Esa independencia total del mundo, se dice fácilmente, pero si no es por obra del Espíritu Santo, concretamente por el don de ciencia y por otros dones suyos, es imposible de vivir, al menos en forma plena. Conviene saberlo.
«Esta tan perfecta osadía y determinación en las obras -advierte San Juan de la Cruz- pocos espirituales la alcanzan, porque, aunque algunos tratan y usan este trato, nunca se acaban de perder en algunos puntos o de mundo o de naturaleza, para hacer las obras perfectas y desnudas por Cristo, no mirando a lo que dirán o qué parecerá... No están perdidos [del todo] a sí mismos en el obrar; todavía tienen vergüenza de confesar a Cristo por la obra delante de los hombres, teniendo respeto a cosas. No viven en Cristo de veras» (Cántico 30,8). Alude aquí a su verso «diréis que me he perdido», y aún más a la enseñanza de Jesús: «el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará» (Mt 16,25).
Aún hay, sin embargo, quien estima que los santos, especialmente los de vida mística más alta, apenas entienden nada de la vida presente, alienados como están de ella por su misma vida contemplativa. Pero no, ellos son los únicos que de verdad entienden lo que sucede en el mundo y en la Iglesia de su tiempo. Eso está claro.

martes, 14 de octubre de 2014

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA FAMILIA ESTÁ EN CRISIS?


Me preguntaban en un programa radial: la familia está en crisis? La respuesta es afirmativa pero merece alguna consideración sobre lo que afirmamos. Están en crisis las personas, porque no aceptan vivir las exigencias de lo que supone ser parte de una familia. La institución familiar como tal, mantiene su verdad y validez. Si los hombre no llegan preparados adecuadamente al matrimonio y a la conformación de una familia, lo que viven y el modo en que lo hacen, no puede expresar en sus fracasos una prueba de la crisis familiar, debido a que sus decisiones y opciones no son la emergentes de la verdad sobre el matrimonio y la familia. Los fracasos no devienen de la institución familiar o matrimonial sino de las infidelidades de los hombres a la verdad que estas realidades contienen en sí mismas.

Comprender el matrimonio como un mero contrato que alberga en el horizonte, aún antes de unirse, la posibilidad de separarse, supone entrar inadecuadamente en la realidad matrimonial, y por lo tanto, no asumir toda su verdad.

Tal vez debemos preguntarnos, si solamente por vivir bajo el mismo techo y llevar el mismo apellido, esto supone que somos una familia, aunque lo nuestro carezca de las notas que edifican la realidad familiar.

Queremos ser parte de nuestra familia? Su construcción exige renuncias y entrega generosa, no deben sus miembros imponer sus proyectos personales, o poner a los demás  al servicio de sus intereses egoístas, deslindándose de aportar a la construcción de la vida familiar.

El matrimonio y la familia son la escuela del verdadero humanismo, ese que se abre a la trascendencia, para comprender lo sagrado y valioso del otro, y allí buscar la felicidad de los demás encontrando la propia. Familia sé lo que eres!!!!

SÍNODO DE LA FAMILIA: SIETE CLAVES (PRIMER DOCUMENTO)

lunes, 6 de octubre de 2014

FERNANDO LEIVA: VEN

Fernando estará con nosotros el próximo mes de noviembre, desde el 19 al 25,visitando distintos departamentos de nuestro país.un adelanto de uno de sus temas...Ven