miércoles, 26 de junio de 2013

SAN FRANCISCO DE SALES: PURIFICAR EL AFECTO AL PECADO


AFECTO AL PECADO

Todos los israelitas salieron de Egipto, pero no todos partieron de corazón, por lo cual, cuando estaban en medio del desierto, muchos de ellos echaban de menos las cebollas y los manjares de aquella tierra. De la misma manera, hay penitentes que salen, en efecto, del pecado, pero no todos dejan la afición a él; es decir, proponen no pecar más, pero con cierta mala gana de privarse y abstenerse de los deleites pecaminosos; su corazón renuncia al pecado y se aleja de él, mas no por ello deja de volver, de vez en cuando, la cabeza hacia aquel lado, como la volvió la mujer de Lot hacia Sodoma. 

Se abstienen del pecado, como los enfermos de la fruta, que no comen de ella porque el médico les amenaza con la muerte sí no saben privarse; pero se inquietan, hablan de ella y de la posibilidad de comer; quieren, a lo menos, olfatearla y tienen por dichosos a los que la pueden gustar. También estos débiles y cobardes penitentes se abstienen, por algún tiempo, del pecado, pero a regañadientes; quisieran poder pecar sin condenarse, hablan con afecto y gusto del pecado, y consideran felices a los que lo cometen. Un hombre decidido a vengarse cambiará de resolución en la confesión, pero enseguida se le verá entre los amigos, complaciéndose en hablar de su querella, diciendo que, si no hubiese sido por el temor de Dios hubiera hecho esto o aquello y que el artículo de la ley divina que nos manda perdonar, es difícil; que ojalá fuese permitido vengarse.

 ¡Ah! ¿quién no ve que este Pobre hombre, si bien está libre del pecado, continúa encadenado por el afecto al mismo, y que, hallándose fuera de Egipto, con el cuerpo, está todavía allí, con el deseo, y suspira por los ajos y las cebollas que allí solía comer? 

Tal hace también la mujer que habiendo detestado sus perversos amores, gusta todavía de ser festejada y cortejada. ¡Ah! ¡Qué peligro más grande no corren estas personas! ¡Oh Filotea! puesto que quieres emprender la vida devota, es necesario no sólo que dejes el pecado, sino que purifíquese enteramente tu corazón de todos los afectos que de él dimanan, porque, aparte del peligro de reincidir, estas desdichadas aficiones debilitarían continuamente tu espíritu y lo gravarían de tal suerte, que no podría hacer las buenas obras con aquella prontitud, celo y frecuencia que constituyen la esencia de la devoción. 

Las almas que, habiendo salido del pecado, tienen todavía estos afectos y estas debilidades, se parecen, a mi modo de ver, a las doncellas de pálido color, cuyas acciones sin estar ellas enfermas son todas enfermizas; comen sin gusto, duermen sin reposo, ríen sin gozo, y andan a rastras, en vez de caminar. De la misma manera hacen estas almas el bien, con una dejadez espiritual tan grande, que quita toda la gracia a sus buenos ejercicios, que son pocos en número y de muy reducida eficacia.

COMO SE DEBE HACER ?

El primer motivo para llegar a esta segunda purificación es el vivo y fuerte conocimiento del gran mal que nos acarrea el pecado, conocimiento que excita en nosotros una profunda y vehemente contrición; pues, así como la contrición, con tal que sea verdadera, por pequeña que sea, sobre todo si se junta a la virtud de los sacramentos, nos purifica suficientemente del pecado, asimismo, cuando es grande y vehemente, nos purifica de todos los afectos que del pecado se derivan. 

Un odio o un rencor flojo y débil nos hace antipática la persona odiada y nos induce a evitar su compañía; mas, cuando el odio es mortal y violento, no sólo huimos de la persona aborrecida, sino que nos disgusta, y no podemos sufrir el trato de sus compañeros, amigos y parientes y su imagen y todo cuanto a ella se refiere. 

Así, cuando el penitente odia el pecado, movido de una ligera, aunque verdadera contrición, resuelve sinceramente no volver más a pecar; pero cuando el aborrecimiento es fruto de una contrición vigorosa y potente, no sólo detesta el pecado, sino todos los afectos, relaciones y caminos que a él conducen. 

Conviene, pues, Filotea, que acrecentemos nuestra contrición y nuestro arrepentimiento, a fin de que llegue a extenderse hasta las más insignificantes manifestaciones del pecado. Magdalena, en su conversión, de tal manera perdió el gusto por el pecado y por los placeres que en él había hallado, que jamás Pensó en ellos; y David no sólo aborreció el pecado, sino también todos sus caminos y senderos: en esto consiste la renovación del alma, que el mismo profeta compara con la renovación del águila.

Ahora bien, para llegar a este conocimiento y contrición, es necesario que te ejercites en las siguientes meditaciones, las cuales, bien practicadas, desarraigarán de tu corazón, mediante la gracia de Dios, el pecado y las principales aficiones al mismo; precisamente con este fin las he compuesto. Las harás por el orden indicado, y solamente una cada día, por la mañana, a ser posible, porque es el tiempo más a propósito para todas las actividades del espíritu, e irás rumiándola durante todo el día. Y, si todavía no estás acostumbrada a meditar, atiende a lo que diremos en la segunda parte.

viernes, 21 de junio de 2013

HANS URS VON BALTHASAR: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. La escena del evangelio de hoy constituye un punto culminante en los sinópticos : es como la linea divisoria de las aguas en la vida de Jesús. Hasta ahora,conforme al encargo del Padre, Jesús ha actuado mesiánicamente; ha suscitado, sobre todo entre sus discípulos, un presentimiento sobre la esencia de su persona.Dada la importancia del cambio que se produce en esta escena, Lucas la sitúa en el contexto de una oración de Jesús a solas.Al plantear la cuestión de su identidad, Jesús aprovecha la ocasión para desvelar lo central de su misión.Las ideas de la gente al respecto son tan vagas e imperfectas que él no puede seguir callando; la afirmación de Pedro: tú eres el Mesías de Dios, es correcta, aunque la idea que Pedro tiene del Mesías es todavía enteramente veterotestamentaria y está determinada por la mentalidad de la época, según la cual el Mesías debe ser liberador de Israel. De ahí la prohibición terminante de difundir este título, y de ahí también, mucho más profundamente, la clara exposición de la verdadera misión del Mesías: ser desechado, morir y resucitar. Y para que todo esto no sea percibido como un acontecimiento incomprensible, en cierto modo mitológico, se saca enseguida la consecuencia para todo el que quiera ser un discípulo: que cargue con su cruz cada día y se venga conmigo; eso es seguir al Mesías. La fe exigida incluye la acción que implica: seguir a Jesús no por una especie de ganancia ventajosa, sino mediante la pérdida incondicional: El que pierda su vida por mi causa...



Harán llanto como llanto por el Hijo único. Ciertamente la primera lectura del profeta Zacarías, por su proximidad a la cruz de Cristo, seguirá estando siempre rodeada de misterio y nuanca podrá explicarse del todo. Quizá ni siquiera el porpio profeta sabe quién es este hijo único, por el que se entona un lamento tan grande como el luto de los sirios paganos de su dios Hadad-Rimón, que muere y resucita, del que se dice que los mismos que se lamentan lo han matado, traspasado.Además este gran llanto está sucitado por un espíritu de gracia y de clemencia que es derramado por Dios, y con motivo de tan gran lamentación se alumbrará en la ciudad santa un manantial contra los pecados e impurezas¿Tuvo realmente el profeta un presentimiento de que todo esto sucedería: el Hijo de Dios traspasado, el manantial, que en último término brota de él mismo y el espíritu de oración que por la muerte del traspasado se derrama sobre el pueblo?Resulta casi obligado suponer que aquí aparece un oscuro barrunto de lo que se dice claramente en el evangelio: el Mesías tendrá que padecer mucho y morir, y el espíritu de oración y puerificación hará posible una compasión interior.


Hijos de Dios en Cristo Jesús. La segunda lectura cierra el abismo que parece abrirse entre el destino del Mesías traspasado y el llamamiento a seguirle que se hace en el evangelio a hombres completamente normales. Si estos pierden su vida por mi causa, entran en la esfera del que padece originariamente y por sustitución vicaria, se convierten en Hijos de Dios en él, no en el sentido de los misterios paganos de Hadad-Rimón , sino en el sentido que Pablo desvela cuando muestra cómo el creyente por el Bautismo se reviste de Cristo. Se sobrentiende que nos se trata de algo externo como el vestido, que permanece fuera del cuerpo, sino de una realidad dentro de la cual el hombre se pierde. Por eso los cristianos no llevan cada uno su vestido personal, sino el vestido de Crsito, el Cristo vivo que acoge a todos en sí para que todos sean uno en él y puedan así participar interiormente de un único destino...

viernes, 14 de junio de 2013

JUAN PABLO II: YO SOY EL QUE SOY ( LA REVELACIÓN DEL NOMBRE)


Sabemos que, después de haber recibido esta misión, Moisés preguntó a Dios su nombre. Y recibió la respuesta: 'Yo soy el que soy'. En la tradición exegética, teológica y magisterial de la Iglesia, que fue asumida también por Pablo VI en el 'Credo del Pueblo de Dios' (1968), esta respuesta se interpreta como la revelación de Dios como el 'Ser'


En la respuesta dada por Dios: 'Yo soy el que soy', a la luz de la historia de la salvación se puede leer una idea más rica y más precisa. Al enviar a Moisés en virtud de este Nombre, Dios -Yahvéh- se revela sobre todo como el Dios de la Alianza: "Yo soy el que soy para vosotros'; estoy aquí como Dios deseoso de la alianza y de la salvación, como el Dios que os ama y os salva. Esta clave de lectura presenta a Dios como un Ser que es Persona y se auto-revela a personas, a las que trata como tales. Dios, ya al crear el mundo, en cierto sentido salió de su propia 'soledad', para comunicarse a Sí mismo, abriéndose al mundo y especialmente a los hombres creados a su imagen y semejanza (Gen 1, 26). En la revelación del Nombre 'Yo soy el que soy' (Yahvéh), parece poner de relieve sobre todo la verdad de que Dios es el Ser-Persona que conoce, ama, atrae hacia sí a los hombres, el Dios de la Alianza.


En el coloquio con Moisés prepara una nueva etapa de la Alianza con los hombres, una nueva etapa de la historia de la salvación. La iniciativa del Dios de la Alianza, efectivamente, va rimando la historia de la salvación a través de numerosos acontecimientos, como se manifiesta en la IV Plegaria Eucarística con las palabras; "Reiteraste tu alianza a los hombres'.


Conversando con Moisés al pie del monte Horeb, Dios -Yahvéh- se presenta como 'el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob', es decir, el Dios que había hecho una Alianza con Abrahán (Cfr. Gen 17, 1-14) y con sus descendientes, los patriarcas, fundadores de las diversas estirpes del pueblo elegido, que se convirtió en Pueblo de Dios.


Sin embargo, las iniciativas del Dios de la Alianza se remontan incluso antes de Abrahán. El libro del Génesis registra la Alianzacon Noé después del diluvio (Cfr. Gen 9, 1-17). Se puede hablar también de la Alianza originaria antes del pecado original (Cfr. Gen 2, 15-17). Podemos afirmar que la iniciativa del Dios de la Alianza sitúa, desde el principio, la historia del hombre en la perspectiva de la salvación. La salvación es comunión de vida sin fin con Dios; cuyo símbolo estaba representado en el paraíso por el 'árbol de la vida' (Cfr. Gen 2, 9). Todas las alianzas hechas después del pecado original confirman, por parte de Dios, la misma voluntad de salvación. El Dios de la Alianza es el Dios 'que se dona' al hombre de modo misterioso: El Dios de la revelación y el Dios de la gracia. No sólo se da a conocer al hombre, sino que lo hace partícipe de su naturaleza divina (2 Pe 1, 4)...

La revelación del Nombre de Dios al pie del monte Horeb prepara la etapa de la Alianza que el Dios de los Padres estrecharía con su pueblo en el Sinaí. En ella se pone de relieve de manera fuerte y expresiva el sentido monoteísta del 'credo' basado en la Alianza: 'creo en un sólo Dios': Dios es uno, es único.


He aquí las palabras del Libro del Éxodo: 'Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre. No tendrás otro Dios que a mí' (Ex 20, 2-3). En el Deuteronomio encontramos la fórmula fundamental del 'Credo' veterotesta-mentario expresado con las palabras: 'Oye, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es único' (6, 4; cfr. 4, 39-40).


Isaías dará a este 'Credo' monoteísta del Antiguo Testamento una magnífica expresión profética: 'Vosotros sois mis testigos -diceYahvéh- mi siervo, a quien yo elegí, para que aprendáis y me creáis y comprendáis que soy yo. Antes de mí no fue formado Dios alguno, ninguno habrá después de mí. Yo, yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador. Vosotros sois mis testigos, dice Yahvéh, y yo Dios desde la eternidad y también desde ahora lo soy' (Is 45, 22).

PAPA FRANCISCO: "DEBEMOS PODAR NUESTRA LENGUA Y EVITAR INSULTOS"...

jueves, 13 de junio de 2013

PAPA FRANCISCO: LA GRATUIDAD

INOS BIFFI: COMO HABLAN DEL DIABLO LAS ESCRITURAS

 Tras la aparición del hombre, obra del sexto día de la creación, se advierte la presencia de algo misterioso e inquietante, la serpiente. Asombra y desconcierta lo que ésta inicia con los progenitores, y lo que quiere de obtener de estos: insinuar en ellos la sospecha hacia Dios, es decir, persuadirles de que las prohibiciones por él planteadas provienen de sus celos, de su temor de que ellos quieran equipararse a él. La serpiente encarna, precisamente al principio del mundo y de su historia, la presencia de un ser envidioso: "Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo" (Sabiduría 2, 24).

En el Nuevo Testamento se menciona a menudo esta serpiente. Jesús declara que el diablo es "homicida desde el principio"; en él "no hay verdad"; "cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Juan 8, 44). Y de nuevo Jesús lo define "Príncipe de este mundo" (Juan 12, 31; 16, 11).

Pablo afirma que "la serpiente engañó a Eva con su astucia" (2 Corintios 11, 3) y menciona a quien se pierde "yendo en pos de Satanás" (1 Timoteo 5, 15). El mismo apóstol habla del vivir mundano con el que se sigue al "Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes" (Efesios 2, 2); menciona las "acechanzas del diablo" y nuestra batalla "contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal" (Efesios 6, 12). 

La primera carta de Pablo nombra el "enemigo", "el diablo" o el "acusador", que "ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (5, 8). Y en las cartas de Juan se recuerda al "anticristo" que debe venir (1 Juan 2, 18); el "mentiroso" que niega que Jesús es el Cristo; el "anticristo" que "niega al Padre y al Hijo" (2, 22). En el Apocalipsis está escrito: " Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él" (12, 7-9).

Entre estos textos y la exegesis de Jesús sobre el diablo, homicida y mentiroso desde el principio, el acuerdo es perfecto: se trata de un ser hostil a Dios, que quiere destruir su Palabra y, al mismo tiempo, hostil al hombre, al cual quiere seducir, induciéndolo a rebelarse contra el diseño divino. Es el maligno. En especial, el acuerdo exegético se refiere a aquel a quien el diablo reserva su aversión, a saber: Jesucristo.

Se sitúan así, en antítesis, dos realezas: la de Jesús y la del príncipe de este mundo. El demonio no tolera a Jesucristo e intenta obstaculizar de todas las maneras posibles el eterno plan divino concebido para él. Así sucede en el desierto.

Pero Jesús se proclama vencedor de este príncipe: " Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder" (Juan 14, 30); es precisamente cuando llega la hora de Jesús, la de su elevación en la cruz y a la derecha del Padre, cuando ese príncipe es derrotado: "en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado". Con la efusión del Espíritu del Señor glorificado ese príncipe encuentra su condena (Juan 16, 11). Sobre todo Pablo resalta el dominio del Resucitado: en él el Padre "nos libró del poder de las tinieblas" (Colosenses 1, 13) y "una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal" (2, 15). 

El cristiano ha pasado a ser partícipe del dominio de Jesús sobre el demonio: "estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo (…) y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Efesios 2, 5-6).

Si bien ha sido derrotado definitivamente por el Señor, el demonio sigue insidiando para hacer caer al hombre redimido. Por este motivo hay que estar alerta. Pedro hablaba de su rugido y de su aún no aplacada voluntad de dañar; Pablo exhorta a aferrar el escudo de la fe con el cual apagar los "encendidos dardos del Maligno" (Efesios 6, 16). Y el mismo Jesús había enseñado a rezar pidiendo al Padre que nos liberase del maligno (Mateo 5, 13).

Las múltiples exegesis sobre la serpiente que aparece en los orígenes nos inducen a hacer algunas consideraciones.

La primera es sobre la “historia” consumada y decidida antes de la creación del hombre, y que consiste en el estallido de una "gran guerra en el cielo" (Apocalipsis 12, 7), es decir, en un consenso o en una rebelión acaecidos en el mundo angelical: un consenso o una rebelión no genéricos, pero cuyo objetivo es el concreto y eterno proyecto divino, que es personalmente Jesucristo.

La orgullosa intolerancia de los ángeles rebeldes tiene como objeto Jesús, el que  "prevalece sobre todas las cosas" y que, por tanto, prevalece también sobre ellos. Se entiende, entonces, como la vida de Jesús haya estado obstaculizada por la presencia y las maquinaciones del diablo; y, por otra parte, desde el anuncio de su nacimiento hasta la ascensión, ha estado acompañada, servida y consolada por la presencia de los ángeles, que se alegran con él, y con él son vencedores del gran dragón y de sus satélites, expulsados del cielo y precipitados, como afirmaba el Apocalipsis. El mismo Jesús afirmaba haber visto "a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lucas 10, 18) y hablaba del "fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles" (Mateo 25, 41).

Hemos hablado de historia que precede a la historia visible del hombre: lo que conocemos es lo que aflora como si de un panorama escondido se tratara, que nos sobrepasa y se nos escapa, y que ahora sólo podemos presumir e intuir.

La segunda consideración se refiere al poder impresionante de Satanás, tan fuerte y tenaz que sólo la fuerza del Hijo de Dios lo puede doblegar y desbaratar; es más, la fuerza del Hijo de Dios derrotado en la cruz y, por tanto, en una condición de extrema debilidad humana se convierte, paradójicamente y sin esfuerzo, en potencia absoluta. El diablo consigue arrastrar todo y a todos, pero frente a Jesús sucumbe totalmente. El Crucificado resucitado recrea una humanidad vencedora, apartada de la influencia perversa del maligno. El atractivo del dominio es reemplazado por el atractivo de Cristo, que declara: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Juan 12, 32). Sólo compartiendo el vigor de Jesús muerto y glorioso conseguimos oponernos a la lisonja de la serpiente de los orígenes. 

Sin embargo, podría quedar una pregunta: sin duda, la caída del ángel y del hombre dependen únicamente de la libre voluntad de la criatura. No sólo: el perdón del hombre estaba incluido en el amor misericordioso del Padre, que predestinaba el Hijo Jesús redentor. Entonces, ¿por qué el orden concreto elegido por Dios incluye esa caída y, por tanto, la realidad del pecado? No somos capaces de responder a esto: pertenece al "pensamiento del Señor", a sus "insondables designios" y a sus "inescrutables caminos" (Romanos 11, 32-34).

Una tercera consideración es para manifestar sorpresa ante la ausencia en la predicación y en la catequesis de la verdad relativa al demonio. Por no hablar de esos teólogos que, por un lado, aplauden que por fin el Vaticano II haya declarado la Escritura "alma de la Sagrada Teología" (Dei Verbum, 24) y, por otro, no dudan tanto en decidir su inexistencia - como hacen con los ángeles -, como en considerar marginal una dato muy claro y ampliamente dado por cierto en la Escritura misma como es el que hace referencia al demonio, considerándolo la personificación de una oscura y primordial idea del mal, ahora ya desmitificado e inaceptable.

Un concepto como éste es una obra maestra de la ideología y equivale, sobre todo, a banalizar la obra misma de Cristo y su redención.

Es por esto por lo que no nos parecen secundarias las referencias al demonio que observamos en los discursos del Papa Francisco.

sábado, 8 de junio de 2013

HANS URS VON BALTHASAR : X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

Que vuelva al niño la respiración". La resurrección del niño operada por Elías en la primera lectura se diferencia de la que realiza Jesús en el evangelio en la persona del hijo de la viuda de Naín. La viuda veterotestamentaria hace amargos reproches al profeta: le dice que ha venido a su casa para avivar el recuerdo de sus culpas (se sobrentiende) habría muerto su hijo. En el fondo Elías pide primero a Dios que devielva la fe a la mujer, se hecha después tres veces sobre el cadaver del niño y finalmente se lo entrega vivo a su Madre, quien acto seguido confiesa su fe.

Al verla tuvo compasión".La resurrección operada por Jesús en el evangelio está motivada únicamente por su compasión. Nadie le pede que haga semejante cosa ,como tampoco en los otros casos de resurrecciones se narran en el evangelio, y para la realización del milgaro no precisa ni de una oración especial de súplica ni de una especie de trasmisión de la vida, como el ritual de echarse tres veces sobre el cadáver que realiza el profeta en la primera lectura, sino únicamente del mayestático gesto que hace que se detenga el cortejo fúnebre y ordena levantarse al muerto. Jesús se muestra aquí, como en el caso de la hija muerta de Jairo y en la tumba de Lázaro,como el Señor de la vida y de la muerte. Po eso para él la resurrección de un muerto no es más dificil que la curación de un enfermo, y precisamente por eso puede ordenar de una vez a los discípulos que envía a la misión: Resicitad muertos, limpiad leprosos (Mt 10,8). Para él tanto lo segundo como lo primero es sólo un signo de lo decisivo: la resurrección y la liberación del hombre de la muerte espiritual del pecado, como muetra del episodio de Mc 2,1-12, donde al paralítico primero se le perdonan sus pecados y despué se produce la curación: ¿Qué es más facil: decirle al paralítico primero se le perdonan sus pecados y después se produce la curación:¿Qué es más fácil: decirle al paralítico tus pecados te quedan perdonados o decirle levántate, toma tu camilla y cpmienza a andar?Como Jesús, por su muerte en la cruz, tiene el poder de perdonar los pecados, posee también el poder de curar físicamente a los enfermos y de resucitar corporalmente a los muertos.
Pero cuando Dios se dignó revelar a su Hijo a mí.La segunda lectura confirma en la conversión de Pablo el poder superior del Señor glorificado para operar una resurrección espiritual, que aparece como un acontecimiento mucho más poderoso en sus efectos que toda resurrección física a una vida físca. la soberanía del Señor glorificado que se aparece a Pablo es mucho más elevada que su gesto terreno ante el ataúd del hijo de la viuda de Naín.Pues aquí toda una existencia es transformada en su contrario espiritual. la conducta pasada de Pablo era la de una existencia fanáticamente militante, que defendía con celo extremos las tradiciones de los antepasados y por eso perseguía desposeída ahora de toda esa tradición nacional para anunciar un evangelio que no ha recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Y sin embargo, esa expropiación para ponerse al servicio de una verdad extraña es precisamente para lo que Pablo había sido escogido desde el seno de su Madre, algo que marcó mucho más profundamente su personalidad que todo lo que había aprendido de la tradición.La violenta expropiación que se produce cerca de Damasco es en realidad un retorno a la vocación más originaria. Esto muestra una vez más que para Jesús la muerte física puede ser un simple episodio ,la llama dos veces sueño Mt 9,24;Jn 11,11. El mismo es la vida, indivisa, y no una síntesis de vida y muerte.



miércoles, 5 de junio de 2013

JORGE LORING S.I: DIEZ DESEOS DE UN NIÑO PARA SU PADRE

1.- Deseo sentirme bienvenido en mi familia.

2.- Deseo sentirme querido por todos.

3.- Deseo que me dediques tu tiempo para educarme física, intelectual y moralmente.

4.- Deseo que me prepares para ser el día de mañana una persona de provecho.

5.- Deseo que me enseñes los que es bueno y lo que es malo para saber a qué atenerme.

6.- Deseo que me des buen ejemplo para ver confirmado lo que me dices.

7.- Deseo que me elogies cuando hago algo bien para animarme a ir por ese camino.

8.- Deseo que me corrijas cuando hago algo mal, para ir mejorando.

9.- Deseo que si tienes que castigarme lo hagas según corresponde a mi falta, y no según tu mal humor.

10.- Gracias por atender a mis deseos.

martes, 4 de junio de 2013

PAPA FRANCISCO: LOS CORRUPTOS HACEN MUCHO DAÑO A LA IGLESIA...

BENEDICTO XVI : REAFIRMA EL CULTO AL CORAZÓN DE JESÚS Y LA ACTUALIDAD DE LA ENCÍCLICA HAURIETIS AQUAS


Por lo demás, este misterio del amor que Dios nos tiene no sólo constituye el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el cristianismo. En efecto, sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la cruz de nuestro Redentor, "al que traspasaron" (Jn 19, 37; cf. Zc 12, 10). La encíclica Haurietis aquas recuerda, con razón, que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más eficazmente su vida (cf. n. 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, como santo Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda acogiendo sin reservas el amor de Dios (cf. Haurietis aquas, 49).

El significado más profundo de este culto al amor de Dios sólo se manifiesta cuando se considera más atentamente su contribución no sólo al conocimiento sino también, y sobre todo, a la experiencia personal de ese amor en la entrega confiada a su servicio (cf. ib., 62). Obviamente, experiencia y conocimiento no pueden separarse: están íntimamente relacionados. Por lo demás, conviene destacar que un auténtico conocimiento del amor de Dios sólo es posible en el contexto de una actitud de oración humilde y de generosa disponibilidad. Partiendo de esta actitud interior, la mirada puesta en el costado traspasado por la lanza se transforma en silenciosa adoración. La mirada puesta en el costado traspasado del Señor, del que brotan "sangre y agua" (cf. Jn 19, 34), nos ayuda a reconocer la multitud de dones de gracia que de allí proceden (cf. Haurietis aquas, 34-41) y nos abre a todas las demás formas de devoción cristiana que están comprendidas en el culto al Corazón de Jesús.

(En la siguiente dirección puedes obtener la carta que Benedicto XVI, envió al general de la Compañía de Jesús, con motivo de los 50 años de la enciclica Haurietis Aquas)