miércoles, 31 de agosto de 2011

ORACIÓN DE SANTO TOMÁS MORO (Mártir 1478-1535)


Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado por esta cosa embarazosa que soy yo.

Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar la felicidad en esta vida y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción, una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido, pues tengo mucha necesidad de él.

Señor, concédeme la gracia, en este momento supremo de miedo y angustia, de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia que tú experimentaste en el Monte de los Olivos antes de tu pasión.

Haz que a fuerza de meditar tu agonía, reciba el consuelo espiritual necesario para provecho de mi alma.

Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.

Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena, una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad, sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.

martes, 30 de agosto de 2011

Diácono Jorge Novoa: Testimonio personal

Mi familia estaba marcada por la indiferencia religiosa que esparce el "laicismo", yo me convertí al catolicismo cuando tenía 20 años, un amigo creyente fue el instrumento elegido por el Señor. En ese mismo período, llegaba a la sede de San Pedro, Juan Pablo II.


En esos años iniciales de mi vida de fe, sentía una gran gratitud para con el Papa, me sentía acompañado y feliz de verlo con pasión anunciando el Evangelio del Señor a lo largo y ancho de toda la tierra. En ese camino inicial, un tanto arduo, para salir de mi vida de pecado y oscuridad, el Papa fue una gran luz en mi vida de fe. Recuerdo que repetía asiduamente: "que maravilloso debe ser tener la oportunidad de estar frente al Papa, auque supongo que me desmayaría de estar en su presencia..."

Antes de participar de la Eucaristía realizaba habitualmente una visita al Señor en el sagrario, y un día, estaba con este pensamiento en mi mente:"si me encuentro con el Papa me muero..." Y así me arrodillé ante el Señor, con este pensamiento, y vino a mi mente como un rayo esta palabra interior: "todos los días ves a uno más grande que el Papa, y sin embargo, sigues viviendo"..

lunes, 29 de agosto de 2011

MONSEÑOR ANTONIO MARINO: LOS SÍMBOLOS RELIGIOSOS EN LOS ESPACIOS PÚBLICOS

Artículo de monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata,
publicado en el Diario La Capital, de Mar del Plata (agosto de 2011)

En la Legislatura de la ciudad autónoma de Buenos Aires se ha presentado recientemente un proyecto de ley que propone la supresión de símbolos religiosos (crucifijos, imágenes de la Virgen) en los espacios públicos. La Dra. María José Lubertino invoca el “derecho a no creer”. Existen otros antecedentes que van en la misma dirección, como el cuestionamiento de la presencia del signo de la cruz en el escudo de la ciudad de Buenos Aires, o la propuesta del retiro de los restos del general San Martín del recinto de la catedral primada.

Si tomáramos en serio la propuesta de erradicar los símbolos religiosos de las instituciones civiles y de los espacios públicos, esto nos llevaría muy lejos. La aplicación coherente y sistemática de este principio impulsado por una minoría, parece suponer que en la organización de la sociedad se puede ignorar su pasado y su identidad histórica y cultural. Esto equivaldría a pretender fundar nuevamente la patria sobre fundamentos diversos de los ya puestos. Sería preciso cambiar el preámbulo de la Constitución Nacional donde invocamos a Dios como “fuente de toda razón y justicia”. Habría también que eliminar el artículo 2 de la misma, conforme al cual la Iglesia Católica es considerada como una institución de derecho público.

Deberíamos notar que según la misma línea argumentativa, que ve en los símbolos religiosos una amenaza para la democracia y la libertad, deberíamos entonces cambiar los nombres de innumerables ciudades, provincias y calles que llevan la marca de lo cristiano y católico. ¿Habrá que rebautizar a las provincias de Santa Fe, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Misiones, Santiago del Estero? ¿Le cambiaremos el nombre a las ciudades de Jesús María, Exaltación de la Cruz, Concepción (Tucumán), Concepción del Uruguay (ER), Pilar, San Miguel de Tucumán, Santa Rosa (LP), San Salvador de Jujuy…? ¡La lista sería tan larga! Por no hablar de los resabios del lenguaje bíblico que han quedado impresos en las lenguas romances y en la lengua castellana en que nos expresamos, y que sería largo ilustrar. Un botón de muestra: ¿de dónde proviene el hablar del “talento” de una persona? La propuesta, de ser llevada a cabo en forma sistemática y coherente, desembocaría en la negación misma de la historia y de la cultura de occidente.

Subyace en esta postura el temor de una indebida injerencia de la autoridad eclesiástica en las instituciones civiles de la República. La tensión no es de ahora. Pero una mirada serena y objetiva sobre la historia de la cultura occidental, nos llevaría a descubrir que es precisamente el cristianismo la fuerza espiritual que ha llevado a distinguir, sin oponer, el ámbito del poder espiritual y el ámbito del poder político. “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Rectamente entendida la laicidad del Estado se origina con la fe cristiana. Otra cosa distinta es el laicismo, que intenta marginar a Dios de la vida pública y relegarlo al interior de la conciencia y al interior de los templos.

Curiosamente se habla del “derecho a no creer”. ¿A alguien se lo persigue por no creer? ¿No habría que hablar del derecho a creer? ¿O por defender el derecho de minorías debemos atacar las convicciones de las mayorías? Además, ¿nuestra patria debe renunciar a su pasado y a su identidad histórica y cultural?

Mons. Antonio Marino, obispo de Mar del Plata


sábado, 27 de agosto de 2011

PADRE FIDEL OÑORO: LETCIO DIVINA MES DE SEPTIEMBRE


Mes de Septiembre

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XXIII Semana del Tiempo Ordinario

XXIV Semana del Tiempo Ordinario

XXV Semana del Tiempo Ordinario

XXVI Semana del Tiempo Ordinario

SANDRO MAGISTER: TRES ASPECTOS NUEVOS DE LAS JMJ DE BENEDICTO XVI

Cómo Benedicto XVI ha innovado las JMJ

Son al menos tres las novedades que caracterizan las Jornadas Mundiales de la Juventud con este Papa: los espacios de silencio, la edad muy joven, la pasión de testimoniar la fe en el mundo

por Sandro Magister




ROMA, 24 de agosto del 2011 – Después de cada viaje fuera de Italia, a Benedicto XVI le gusta mucho hacer un balance del mismo en la audiencia general del miércoles siguiente.

Así lo hizo después de la Jornada de la Juventud de Colonia, en agosto del 2005:

> "Queridos hermanos y hermanas..."

No lo hizo regresando de Sydney porque fue en julio y en ese mes las audiencias generales se suspenden. Pero el Papa comentó más tarde su viaje a Australia en el discurso dado a la curia romana por los saludos de Navidad del 2008, reproducido en este reciente servicio de www.chiesa:

> Brilla una estrella en Madrid

Esta vez, de regreso de Madrid, esta es la reflexión que Benedicto XVI ha dedicado el miércoles 24 de agosto a su tercera Jornada Mundial de la Juventud:

> "Oggi vorrei riandare brevemente con il pensiero..."


De esta y de sus anteriores reflexiones, es evidente que Benedicto XVI ve las Jornada Mundiales de la Juventud como un momento relevante de su misión de sucesor de Pedro.

A una simple observación externa estas reuniones mundiales manifiestan también características distintivas, que en Madrid aparecieron con particular notoriedad.

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La primera es el silencio. Un silencio prolongado, intensísimo, que irrumpe en los momentos clave, en una marea de jóvenes que hasta inmediatamente antes estaba estallando de fiesta.

El Vía Crucis es uno de estos momentos. Otro aún más impresionante es el de la adoración de la Hostia santa durante la vigilia nocturna. Un tercero es el de la comunión durante la misa conclusiva.

La adoración silenciosa del la Hostia santa es una innovación introducida en las Jornadas Mundiales de la Juventud por Benedicto XVI. El Papa se arrodilla y con él se arrodillan sobre la tierra desnuda cientos de miles de jóvenes. Todos en dirección no del Papa sino de aquel "pan nuestro de cada día" que es Jesús.

La violenta lluvia tormentosa que en Madrid antecedió la adoración eucarística hizo aún más impresionante tal silencio. Y algo igual ha ocurrido en la mañana después, en la misa. La inesperada cancelación de la distribución de la comunión - por razones de seguridad no aclaradas - no produjo desorden y distracción en la muy amplia extensión de jóvenes sino, al contrario, un silencio de compostura e intensidad sorprendente, una "comunión espiritual" de masa sin precedentes.

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Una segunda característica distintiva de esta última Jornada Mundial de la Juventud es la edad media muy baja de los asistentes: 22 años.

Esto significa que muchos de ellos han participado de la misma por primera vez. El Papa de ellos es Benedicto XVI, no Juan Pablo II, que conocieron sólo de niños. Ellos son parte de una generación de jóvenes y de muy jóvenes que está muy expuesta a una cultura secularizada. Pero son al mismo tiempo la señal de que las preguntas sobre Dios y los destinos últimos están vivas y presentes también en esta generación. Y lo que mueve a estos jóvenes es precisamente estas preguntas, a las cuales un Papa como Benedicto XVI ofrece respuestas simples y sin embargo fuertemente comprometedoras y atractivas.

Los veteranos de las Jornadas Mundiales de la Juventud estaban en Madrid. Pero sobre todo entre las decenas de miles de voluntarios que se han ofrecido para la organización. O entre los numerosos sacerdotes y religiosas que han acompañado a los jóvenes, y cuyas vocaciones surgieron precisamente en anteriores Jornadas Mundiales de la Juventud. Ya es algo que consistente afirmar que encuentros como este son un vivero para los futuros líderes de las comunidades católicas en el mundo.

*

Una tercera característica distintiva es la proyección "ad extra" de estos jóvenes. A ellos no les interesa para nada las batallas internas de la Iglesia para que se modernice al paso con los tiempos. Se encuentran a años luz de las "cahier de doléances" de ciertos hermanos mayores suyos: por los sacerdotes casados, por las mujeres sacerdotes, por la comunión a los divorciados vueltos a casar, por la elección popular de los obispos, por la democracia en la Iglesia, etcétera, etcétera.

Para ellos, todo esto es irrelevante. A ellos les basta ser católicos como el Papa Benedicto les hace ver y entender. Sin distractores, sin cuentas. Si alto es el precio con el que hemos sido salvados - la sangre de Cristo -, alto debe ser también el ofrecimiento de la vida de los verdaderos cristianos.

No es la reorganización interna de la Iglesia, sino la pasión por la evangelización del mundo lo que mueve a estos jóvenes. El Papa se lo estaba por decir con estas palabras, en el discurso interrumpido por el temporal:

"Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra".

viernes, 26 de agosto de 2011

HANS URS VON BALTHASAR: XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Cuando Jesús presenta en el evangelio el programa decisivo de su misión, no es solamente el mundo el que se escandaliza de la Cruz , sino también y en primer lugar la Iglesia. Esta Iglesia se compone de hombres, todos los cuales querrían huir lo más lejos posible del sufrimiento. Todas las religiones, excepto el cristianismo, responde a este programa:¿Cómo puede el hombre evitar el sufrimiento, mediante el estoicismo, liberándose de la rueda de las reencarnaciones, sumergiéndose en la meditación? Cristo, por el contrario, Cristo se ha hecho hombre para sufrir más de lo que nadie ha sufrido nunca. El que quiere impedírselo es para él un adversario. Y éste no oirá decir a Jesús: alégrate porque yo sufro por ti, sino esto otro: carga con tu cruz, por amor a mí y a tus hermanos, por cuya salvación hay que sufrir necesariamente. No hay más camino de salvación que yo mismo. Tu salvación no consiste en liberarte de tu yo, sino en sacrificar constantemente tu yo por los demás, algo que no es posible sin dolor y sin cruz.
Y la primera lectura nos muestra precisamente que, si nuestra pertenencia a Dios es coherente, la cruz es inevitable.

El siervo como el amo. El anuncio de la Palabra de Dios- sin edulcoraciones ni reducciones de ningún tipo- es para el profeta Jeremías algo insoportable. Tiene que reprender al pueblo por su injusticia e incluso tiene que gritarle: Violencia y destrucción (dos palabras que aparecen a menudo en este profeta).pero con ello solo consigue el oprobio y el desprecio de todos. En la palabra del Señor que él debe proclamar, prevé la ruina del pueblo, pero nadie le cree. Se siente como engañado por el mismo Dios: su misión es algo totalmente inútil. Se comprende que quiere eludirla:¡no pensar más en la palabra de Dios, no hablar más de ella! Pero entonces sí que su situación es realmente insoportable: ahora la palabra no dicha le quema en su interior, es como fuego ardiente en sus entrañas. También el cristiano debe hablar y exponerse a ser el hazmerreír del pueblo, debe exponerse al desprecio y a las burlas de los que le rodean, de la opinión pública, de los periódicos, de los medios de comunicación. La tentación de callar, de no decir ya más, de dejar que el mundo siga su curso, es ciertamente grande. El mundo camino de todos modos hacia su ruina:¿ de qué sirven las palabras?¿para qué hablar más? Pero este silencio debería quemar también las entrañas del cristiano como quemaba las del profeta: no se debe callar hay que proclamar la palabra de Dios. Y resistir en medio del desprecio, de las injurias y de las burlas de los hombres no es más que seguir a Cristo: “No es el siervo más que su amo” (Jn 15,20). Precisamente en la cruz Jesús fue despreciado e injuriado como nadie había sido despreciado e injuriado antes. Y fue precisamente así como tomó sobre sí el rechazo del mundo y lo venció y superó desde lo más profundo de sí mismo.

En la segunda lectura Pablo resume en pocas palabras la tarea vital de los cristianos: éstos deben, por la misericordia de Dios, ofrecer sus propios cuerpos como hostias vivas y santas y en esos consiste el culto verdadero, el culto conforme al Logos, Cristo. La entrega de toda la vida por la causa de Dios y de Cristo hace de la existencia entera una única celebración litúrgica. Esta se celebra ante el mundo,pero sin acomodarse, sin ajustarse al mundo. Por eso la existencia cristiana, cuando es vivida conforme al Logos, en la imitación de Cristo, es tanto una predicación al mundo como un sacrificio por el mundo, pues los cristianos participan de la autoinmolación de Cristo por el mundo. Naturalemente dice Pablo, esto exige un exámen de conciencia permanente en el que cada cristiano debe pregunatarse si realmente dice sí al escándalo de la cruz<, si dice sí a la presencia de la verdad de Cristo en el mundo que le rodea.

MEDJUGORJE MENSAJE DEL 25 DE AGOSTO DE 2011



“¡Queridos hijos! Hoy los invito a orar y a ayunar por mis intenciones, porque Satanás quiere destruir mi plan. Aquí inicié con esta parroquia y he llamado al mundo entero. Muchos han respondido, sin embargo, es enorme el número de aquellos que no desean escuchar ni aceptar mi invitación. Por eso, ustedes que han dicho Sí, sean fuertes y decididos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Message 25 August 2011
“Dear children! Today I call you to pray and fast for my intentions, because Satan wants to destroy my plan. Here I began with this parish and invited the entire world. Many have responded, but there is an enormous number of those who do not want to hear or accept my call. Therefore, you who have said ‘yes’, be strong and resolute. Thank you for having responded to my call.”

Messaggio 25 agosto 2011
“Cari figli, oggi vi invito a pregare e a digiunare per le mie intenzioni, perché satana vuole distruggere il mio piano. Ho iniziato qui con questa parrocchia e ho invitato il mondo intero. Molti hanno risposto ma è enorme il numero di coloro che non vogliono sentire ne accettare il mio invito. Perciò voi che avete pronunciato il SI, siate forti e decisi. Grazie per aver risposto alla mia chiamata.”

miércoles, 24 de agosto de 2011

ENTREVISTA A MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA SOBRE LA JMJ


MADRID, miércoles 24 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- La consagración de los jóvenes al Corazón de Jesús realizada por Benedicto XVI durante la vigilia de Cuatro Vientos el sábado 20 de agosto en Madrid fue el momento cumbre de la vigésimo sexta Jornada Mundial de la Juventud.

Así lo señala en la siguiente entrevista a ZENIT monseñor José Ignacio Munilla el obispo responsable -junto al de Solsona, monseñor Xavier Novell- del departamento de pastoral de juventud de la Conferencia Episcopal Española.

El obispo de San Sebastián destaca la imprevisible movilización de jóvenes españoles para la JMJ, propiciada a última hora por el testimonio de los jóvenes extranjeros durante los Días en las diócesis previos al gran encuentro de Madrid.

Ahora, invita a releer ahora todos los discursos que el Papa pronunció –y el que no pronunció- durante la JMJ y a buscar un director espiritual como ayuda en el seguimiento de Cristo.

- ¿Qué destaca de la JMJ celebrada en Madrid?

Monseñor José Ignacio Munilla: Durante los meses y las semanas previas a la JMJ, no era previsible una movilización de jóvenes españoles tan grande como la que se ha producido. El número de inscripciones de peregrinos de los demás países era muy numeroso, pero el número de españoles inscritos dejaba bastante que desear.

Pues bien, la explicación de esta masiva asistencia a última hora, que a todos nos ha dejado sorprendidos, la tenemos que buscar, entre otros factores, en la gran animación que los peregrinos venidos de todas las partes del mundo, han realizado en las diócesis españolas, durante los días previos a la JMJ.

Una vez más, la iniciativa de los DED (Días previos en las diócesis), ha resultado ser muy efectiva y pedagógica. La huella que han dejado los jóvenes que venían camino de Madrid, ha sido verdaderamente profunda y efectiva.

- En su opinión, ¿cuáles son las principales novedades que ha ofrecido esta JMJ respecto a ediciones anteriores?

Monseñor José Ignacio Munilla: La dinámica de la JMJ está ya muy consolidada, y el esquema del encuentro de Madrid ha sido muy similar a los anteriores.

Creo que cabría destacar la amplísima oferta de la agenda cultural de esta JMJ, así como el novedoso método de provisión de alimentos, no ya por catering, sino sirviéndose de 2.500 restaurantes de Madrid, lo cual ha contribuido a una mayor integración de los jóvenes en la ciudad.

- ¿Cómo interpreta usted la lluvia de la vigilia nocturna en Cuatro Vientos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Es curioso comprobar que esa fuerte tormenta, que nos sorprendió a todos los allí presentes, haciéndonos sentir la debilidad humana ante la naturaleza, introdujo el momento cumbre de la JMJ de Madrid.

Ciertamente, fue un momento de gracia, porque nos hizo ver cómo en un momento el viento nos despojaba de nuestros planes y programaciones, y quedábamos al desnudo ante la grandeza de Dios.

Justamente en ese instante, el Papa decidió suprimir sus palabras y pasar a lo esencial, a la adoración eucarística.

En medio de un silencio de oración impresionante, el Papa pronunció con voz confiada la Consagración de los jóvenes del mundo entero al Corazón de Jesús. Fue el momento cumbre de esta JMJ, que pasará a la historia.

- Ha sido poco comentada esa consagración de los jóvenes al Corazón de Jesús que el Papa realizó. ¿Qué sentido tiene ese gesto?

Monseñor José Ignacio Munilla: El Papa quiso con este gesto subrayar, ante unos jóvenes deseosos de transformar el mundo, que hay que priorizar el “ser” sobre el “hacer”.

¡Sólo los enamorados de Cristo pueden cambiar el mundo! Para poder llevar a cabo esa tarea de transformación del mundo, es necesario “ser de Cristo”, tener intimidad con Él, dejarnos mover por su Espíritu…

El Papa utilizó una sencilla fórmula, presentando a todos los jóvenes ante Jesucristo: “(…) con ardiente plegaria los consagro a tu Corazón, para que arraigados y edificados en Ti, sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte. Que jamás se aparten de Ti! (…)”.

Fue una imagen impresionante del Papa, que nos traía a la memoria la conocida como Oración Sacerdotal de Jesucristo (cf Jn 17), en la que Éste oró al Padre para que no le fuese arrebatado ninguno de los que le habían sido confiados…

- ¿Con qué palabras se queda, de lo que ha dicho el Papa en sus discursos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Ya de regreso en nuestras casas, tenemos que hacer un ejercicio de relectura de todos los discursos.

No me cabe duda de que fue providencial que el Papa no pudiese responder a las preguntas de los jóvenes en la vigilia de Cuatro Vientos, porque ello nos obliga más si cabe, a acceder por internet a sus respuestas íntegras y a profundizar en ellas, sin quedarnos con una mera frase a modo de titular.

- ¿Qué reacciones está observando en los jóvenes con los que ha tenido contacto estos días?

Monseñor José Ignacio Munilla: Los jóvenes están impresionados, al mismo tiempo que abiertos a un nuevo itinerario en sus vidas…

En estos días, el consejo que más estoy repitiendo es el siguiente: ¡Buscad un director espiritual para ayudaros en vuestro seguimiento de Cristo! No me cabe duda de que el fruto de esta JMJ será directamente proporcional a la cantidad de acompañamientos espirituales que se inicien.

- ¿Cómo se vive la JMJ como obispo?

Monseñor José Ignacio Munilla: En Sidney viví mi primera JMJ como obispo, y tengo que confesar que en aquella JMJ me costó participar de esta manera, porque eché en falta la cercanía de acompañar como sacerdote a un grupo concreto de jóvenes…

Pero por otra parte, la relación con los demás hermanos obispos durante esos días, es también una ocasión de gracia, ya que habitualmente no tenemos muchas oportunidades de convivir entre nosotros, e intercambiar nuestras impresiones y experiencias diocesanas.

La organización tuvo un gran detalle con todos nosotros, al ofrecernos un magnífico concierto a cargo del Orfeón Donostiarra en el Auditorio Nacional de Madrid, seguido de una cena en el IFEMA. ¡Fue un momento inolvidable!

- ¿Cómo han ido las catequesis de los obispos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Las catequesis con los jóvenes son uno de los momentos principales en los que un obispo ejerce su ministerio en la JMJ. Se trata de una oportunidad para tener un contacto muy directo con los jóvenes, y responder en un diálogo abierto y sin filtro alguno a sus dudas y a sus preocupaciones.

Es un método muy sanador de la imagen deformada de los obispos que muchos jóvenes han podido recibir desde los medios de comunicación. Los pastores están cerca de ellos, comparten sus experiencias, les escuchan, y les comunican la Palabra…

Añado a lo anterior que en la ocasión presente, con motivo de la distribución del YouCat(Catecismo para jóvenes) en la mochila del peregrino, hemos tenido la oportunidad de animar a los jóvenes a emprender procesos de formación de calado.

El clima de secularización en el que vivimos nos obliga a hacer un esfuerzo especial para poder dar razón de nuestra fe ante quienes nos rodean…

- El Papa les aconseja a los chicos no dejarse llevar por sus impulsos, que sirvan a los demás y se planteen compromisos de por vida; un obispo iraquí pide a los jóvenes árabes que no emigren de sus países. ¿No son propuestas poco realistas para los jóvenes de hoy?

Monseñor José Ignacio Munilla: Decía el Padre Morales, un santo jesuita ya fallecido: “A los jóvenes, si les pides mucho, dan más; pero si les pides poco, no dan nada”.

Dicho de otro modo, la radicalidad evangélica encuentra un eco muy especial en el corazón del joven, cuando no ha sido “domesticado” o “rendido” al espíritu de este mundo…

O como decía Chesterton: “El catolicismo es la única religión que nos libera de la esclavitud de ser hijos de nuestro tiempo”.

Por Patricia Navas

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA: EN DEFENSA DE LA VIDA DE LA MADRE Y DEL HIJO

Declaración del Episcopado en defensa de la vida: de la madre y del hijo
Conferencia Episcopal Argentina

Conferencia Episcopal Argentina

(AICA) Hablar del tema de la vida en el actual contexto nacional, “tiene una significación muy concreta”, porque “hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida”, expresa la declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina que, titulada “No una vida, sino dos”, se dio a conocer hoy. “Junto con estos peligros -añade la declaración- nos encontramos frente al planteo del aborto. Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente”, porque “el derecho a la vida es el derecho humano fundamental”. El siguiente es el texto completo de la declaración episcopal:
NO UNA VIDA, SINO DOS ("Elige la vida y vivirás" (Dt. 30, 19)
Durante este Año de la Vida, hemos reflexionado sobre ella y la hemos reconocido como un regalo maravilloso que recibimos de Dios, y que hace posible todos los otros bienes humanos. También hemos observado con dolor situaciones sociales en las que no se está promoviendo el valor supremo de la vida.

Hablar de este tema, en el actual contexto nacional, tiene una significación muy concreta. En efecto, hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida.

Junto con estos peligros nos encontramos frente al planteo del aborto. Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.

En nuestro país hay un aprecio de la vida como valor inalienable. La vida propia y ajena es para los creyentes un signo de la presencia de Dios, e incluso a quienes no conocen a Dios o no creen en Él, les permite "sospechar" la existencia de una realidad trascendente.

Valoramos las recientes medidas adoptadas respecto del cuidado de la vida en la mujer embarazada. Es absolutamente prioritario proteger a las futuras madres, en particular a las que se encuentran en estado de marginalidad social o con dificultades graves en el momento del embarazo. Los varones, que también lo hicieron posible, no deberían desentenderse.

Deseamos escuchar, acompañar y comprender cada situación, procurando que todos los actores sociales seamos corresponsables en el cuidado de la vida, para que tanto el niño como la madre sean respetados sin caer en falsas opciones. El aborto nunca es una solución.

Una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas. Las leyes van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad.

Invitamos a nuestros fieles laicos y a todos los ciudadanos a reflexionar y expresarse con claridad a favor del derecho a la vida humana. Lejos estamos de desear que este debate provoque más divisiones en la sociedad argentina. Solicitamos, por ello, que las expresiones vertidas sobre este tema se realicen con el máximo respeto, eliminando toda forma de violencia y de agresividad, ya que estas actitudes no están a la altura del valor y de la dignidad que promovemos.

Invocamos la protección de Dios, fuente de toda vida, para que ilumine a los legisladores. En el marco del Bicentenario, cada vida humana acogida con grandeza de corazón renueva la existencia de nuestra Patria como hogar abierto a todas y a todos.

Buenos Aires, 18 de agosto de 2011. 159º Reunión de la Comisión Permanente
Conferencia Episcopal Argentina+

LA BIBLIA Y EL CELULAR

¿Te imaginás qué pasaría si tratáramos a nuestra Biblia de la misma forma que tratamos a nuestro celular?
Y siempre cargáramos nuestra Biblia en la cartera, en el maletín, en el cinturón o en el bolsillo del traje?
Y le diéramos una ojeada varias veces al día?
Y nos volviéramos para buscarla cuando nos la olvidamos en casa o en la oficina?
Y si la usáramos para enviar mensajes a nuestros amigos?
Y si la tratáramos como si no pudiéramos vivir sin ella?
Y si la diéramos de regalo a los chicos, para su seguridad, y para estar comunicados con ellos?
Y si la lleváramos cuando viajamos, en caso de necesitarla como auxilio, como ayuda?
Y si echáramos mano a ella en casos de emergencia?
Al contrario del celular, la Biblia no se queda sin señal.
Nos podemos conectar con ella en cualquier lugar.
No precisamos preocuparnos por la falta de crédito, porque Jesús ya pagó la cuenta y los créditos no tienen fin.
Y lo mejor de todo: no se corta la comunicación, y la carga de baterías es para toda la vida.
"Busca al Señor mientras puede ser hallado, llámalo porque está cerca"(ls.55,6)

TELEFONOS DE EMERGENCIA

Cuando estés triste, marca Juan 14.
Cuando las personas hablen de ti, marca Salmo 27.
Cuando estés nervioso, marca Salmo 51.
Cuando estés preocupado, marca Mateo 6, 19-34
Cuando estés en peligro, marca Salmo 91.
Cuando tu fe precisa ser fortalecida, marca Hebreos 11.
Cuando estés solitario y con miedo, marca 1 Corintios 13
Para saber el secreto de la felicidad, marca Colonenses 3,12-17
Cuando te sientas triste y solo, marca Mateo 11, 25-30
Cuando el mundo parece más grande que Dios, marca Salmo 90


¡¡Anótalos en tu agenda, a lo mejor pueden ser importantes en algún momento de tu VIDA!!
(Enviado por Hugo Rey)

martes, 23 de agosto de 2011

P.CARLOS BUELA V.E: LAS TRIBULACIONES, CAMINO AL CIELO...

El texto sobre el cual quería predicar hoy es un versículo de los Hechos de los Apóstoles. Es un texto muy hermoso y muy denso en contenido: Nos es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hch 14,22). Difícilmente con tan pocas palabras se diga tanto. Nos es preciso, es decir, nos es necesario. Por más que le demos vueltas a la cosa no hay otro camino. Y eso por altísimas razones: en primer lugar, porque es Jesús el que nos dio ejemplo de seguir el camino de cruz, de tribulación, de dificultades, de persecuciones; un camino de sudar sangre en Getsemaní, de flagelación, de coronación de espinas. Él siguió ese camino. En segundo lugar, porque Él nos enseñó que ese es el camino: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Mt 16,24). Y no solamente en ese versículo, que es el único que voy a citar, sino en muchas otras partes de la Sagrada Escritura aparece con toda claridad que Nuestro Señor Jesucristo nos invita al seguimiento de Él por el camino de la Cruz.

¿Y por qué Jesús siguió ese camino? ¿Por qué Jesús nos enseña ese camino? Porque es el camino que lleva al cielo. Nos es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. Para ir al cielo necesaria y fatalmente hay que pasar por muchas tribulaciones. Es un camino difícil, arduo, por eso son pocos los que siguen a Jesús. La mayoría busca el camino ancho y cómodo, y son muchos los que lo siguen dice Jesús en el Evangelio. En cambio el camino estrecho es el camino verdadero, el camino difícil, y son pocos los que lo siguen.

Además las tribulaciones, las dificultades, las persecuciones nos hacen ganar mucho mérito para la Vida Eterna. Por eso es que los santos entendían perfectamente bien que lo mejor era pasar por la cruz. Cuando Nuestro Señor se le aparece a San Juan de la Cruz y le pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?", él le responde: "Sufrir y padecer por vos, mi Señor". Pedía lo mejor, pedía aquello que le iba hacer ganar en el cielo grados superiores de gloria.

Por otro parte, las tribulaciones las merecemos por nuestros pecados. Somos grandes pecadores. Cometemos, como dice San Francisco Javier, ‘infinitésimos pecados’. Entonces evidentemente que si tenemos que sufrir cruz, dificultad, esa cruz y esa dificultad nos ayuda para hacer penitencia por nuestros pecados. Santa Gema Galgani, que nunca en su vida cometió un pecado mortal, sin embargo se sabía la más grande pecadora; y no solamente la más grande pecadora, sino que de alguna manera ella, a semejanza de Nuestro Señor, era como que se había hecho pecado. Ella de alguna manera había pecado con todos los pecados de los hombres y de alguna manera también los asumía.

¿Qué otra razones hay para que amemos las tribulaciones, para que se nos haya enseñado que son necesarias para entrar en el Reino de los cielos?. Muchas más. La tribulación nos enseña a hacer un cambio en el significado y en el sentir de las cosas. La tribulación, la cruz, hace que las más duras espinas se vuelvan suaves rosas. Eso lo dijeron de tantas maneras los santos. Por que si en el momento presente es un dolor, es una tribulación, es un sufrimiento (y muchas veces gran sufrimiento), pero Dios lo tiene dispuesto justamente para concedernos luego un gran fruto o una gran gloria. Por eso decía San Francisco de Asís (se le atribuye a él): "Tanto es el bien que espero que toda pena me da consuelo".

Otra razón es que los sufrimientos nos hace conocer mejor la Pasión de Cristo: "Nadie llega a conocer la Pasión como aquel que pasa algún dolor, algún sufrimiento"1 . Cuando nosotros nos sentimos incomprendidos, cuando sufrimos injusticias, levantemos la mirada, miremos al Crucificado y entonces entenderemos lo que pasó Jesús en su corazón en el sagrado tiempo de Pasión. Y esas tribulaciones son las que nos dan una fecundidad del todo particular. "La cruz fecunda cuanto toca". No hay otra manera de ser fecundos sobrenaturalmente que abrazarse a la cruz y llevarla con alegría, no con desgana ni con depresión ni con tristeza, sino con alegría. Los apóstoles cuando sufrieron persecución del Sanedrín, dice el libro de los Hechos, salieron contentos por haber sido encontrados dignos de sufrir algo por Nuestro Señor Jesucristo.

Y una razón más, la última, el pasar dificultades, el tener tribulaciones, nos hace tomar conciencia de nuestra indigencia. Nosotros somos mendigos totales, absolutos. Todo lo esperamos de las manos de Dios y cuando nos toca sufrir es cuando más el alma se une a Dios, se entrega a Él, se abandona y le pide la ayuda que sólo Él puede dar. Nos toca en este sentido a nosotros la gracia de haber pasado una dura prueba. Siempre pienso cuando hablo de esto de manera especial en los diáconos. Llevan más de tres años esperando la ordenación sacerdotal, y siempre con motivos distintos, posponiendo, posponiendo, posponiendo y posponiendo, sin que hubiese de parte de ellos ninguna causa grave. "No, ahora no". Porque somos muy gorditos algunos. "Porque no, porque sos petiso". Y así, uno por gordo, otro por flaco, otro por alto, otro por bajo. "Bueno, ahora si se hace tal cosa, sí. De los olivos tienen que crecer melones. Cuando crezcan los melones, señal de que obedecen". Y bueno, llegó a su fin. A no haber estado Yahve con nosotros, diga Israel, a no haber estado Yahve con nosotros cuando se alzaron contra nosotros los hombres, vivos nos habrían tragado entonces cuando ardía su ira contra nosotros. Ya entonces nos habrían sumergido las aguas, hubiera pasado sobre nuestra alma un torrente, ya habrían pasado sobre nosotros las impetuosas aguas. Bendito sea Yahve que no nos dio por presa de sus dientes. Escapó nuestra alma como pájaro del lazo del cazador. Rompiose el lazo y fuimos librados. Nuestro auxilio está en el nombre del Yahve que hizo los cielos y la tierra (Sal 124).

Pidámosle a la Santísima Virgen la gracia de comprender siempre que el camino está marcado por la cruz y que ese camino marcado por la cruz es el camino que lleva al cielo.

P. Carlos M. Buela, VE

(Sermón predicado por el P. Buela el 13 de mayo de 2001: puedes visitar su página web, te será de mucha edificación espiritual http://www.padrebuela.com.ar/ )

lunes, 22 de agosto de 2011

BENDICTO XVI; JMJ 2011- MISA CLAUSURA

SANTA MISA PARA LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
PALABRAS DEL SANTO PADRE AL INICIO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid
Domingo 21 de agosto de 2011

Queridos jóvenes:
He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez, y no sólo los ojos, también el corazón, y esto os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe.
* * *
HOMILÍA
Queridos jóvenes:
Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre.

Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?

En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.

Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena.

Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.

Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.

Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.

De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.

Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.

sábado, 20 de agosto de 2011

MONSEÑOR JAIME FUENTES: JMJ,TODO PREVISTO


Lo de esta tarde en la JMJ ha sido único. No podìa creer lo que estaba viendo por TV: un panorama asombroso, primero, con las tomas aéreas que mostraban el aeródormo de Cuatro Vientos repleto de gente joven hasta casi tocar el horizonte. Y se sentía un calor del que estaba mañana me había hablado mi hermana Betty con el adjetivo "insoportable"; y le creo.

Pero hete aquí que esos centenares de miles de chicas y chicos estaban ahí, felices de la vida... Y, cuando llegó el Papa, rompieron a aplaudir y a vivarlo con más entusiasmo que a nadie.

Hubo música, cánticos, ¡vivas! y preguntas a Benedicto XVI. Hubo lecturas de la Escritura. Todo perfecto, muy bien preparado. Cuando el Papa empezó a hablar, vi con alivio que su capita roja empezaba a moverse: - Bueno, un poco de aire fresco, menos mal. Eso pensé, pero inmediatamente caí en la cuenta de que el vientito era el que anuncia un temporal: como si Santa Rosa se hubiera equivocado de día y de hemisferio...

Voló el solideo del Papa, que interrumpió su discurso. Se abrieron unos cuantos paraguas; soplaba y soplaba el viento. Y empezó el desparramo de goterones gruesos a granel...

Dos monseñores cubrieron al Papa con paraguas que debieron sujetar en las puntas para que no se los llevara el viento. Mientras, Benedicto XVI sonreía, ¡sonreía! ¡Pero si era un desastre! Y los chicos de la JMJ seguían ahí, de pie, tapándose algunos como podían y, la inmensa mayoría, cantando bajo la lluvia... ¡Qué espectáculo!

Duró ¿cuánto? Diez, doce minutos, quizás. Paró la lluvia y el viento, igualito a aquella vez, en el lago de Genesaret... El aire estaba más fresco, naturalmente.
El Papa continuó hablando, como si nada. Dio las gracias a los chicos. Acortó su discurso preparado.

Trajeron el Santísimo. Pidieron silencio, que aquí está el Rey de reyes, que lo importante es adorarlo. Silencio completo. Apareció la magnífica custodia de Toledo y en ella fue entronizado el Señor. Silencio total: ¡un millón de jóvenes en silencio y de rodillas! Un minuto, dos, cinco, siete... Vi lágrimas en muchas caras; recogimiento en adoración; manos juntas y la vista baja.

Fue una catequesis fuera de lo común; eficacísima. Creo que, desde Arriba, estaba todo previsto.

JMJ: TESTIMONIO DE LOS JÓVENES QUE COMIERON CON EL PAPA

¿Cómo es Benedicto XVI en persona? Todos destacan lo mismo “Muy cercano, familiar e inteligente”

Los 12 jóvenes que han comido con el Papa coinciden en que ha sido una comida muy familiar

Comido300Madrid, 19 de agosto de 2011.- Los 12 jóvenes que han tenido el privilegio de comer con Benedicto XVI han regresado contentos y emocionados. Todos ellos coinciden: los nervios previos al encuentro se han disipado en cuanto ha llegado Benedicto XVI, y la comida ha trascurrido “relajada, muy familiar y espontánea”, todo lo contrario a lo que uno podría esperar de una comida con una figura de tal importancia.

“El Papa se ha mostrado contento, encantado de poder conocernos y charlar” ha contado Martin, quien ha calificado la reunión como una experiencia “refrescante” que ha disfrutado enormemente, y que además ha aprovechado para invitar al Santo Padre a visitar su tierra, Nueva Zelanda.
Comida1300
La invitada número 13

Por otro lado, a los 12 jóvenes que iban a comer con el Papa se ha sumado una más en el postre, y es que cuando Olivier, francés, comentó que se había casado el mes anterior y que su mujer también es voluntaria de estas Jornada, el Papa invitó a Alexandra a unirse al encuentro. “Ha sido muy especial” han declarado Alexandra y Olivier a los que el Papa ha felicitado su reciente enlace.

“El Papa ha querido saber sobre la juventud en nuestras tierras de origen y los problemas que encontramos para transmitir nuestra fe a otros jóvenes” ha contado Claire, de Australia. “Y eso que se le notaba cansado” ha explicado Paola “pero contento, y realmente interesado por lo que le decíamos”.

“Yo le he hablado sobre la situación que existe en Latinoamérica” ha relatado Juan Carlos, de Ecuador, “¡y le ha gustado!” comenta con orgullo. También se ha interesado en el trabajo de estos jóvenes como voluntarios de la JMJ, como el trabajo que ha estado realizando Eva, otra de las invitadas y proveniente de Eslovaquia, como community manager del perfil oficial de la JMJ en Facebook.

JMJ: HOMILÍA DEL SANTO PADRE CON LOS SEMINARISTAS


HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Catedral de Santa María la Real de la Almudena de Madrid
Sábado 20 de agosto de 2011

Señor Cardenal Arzobispo de Madrid,
Venerados hermanos en el Episcopado,
Queridos sacerdotes y religiosos,
Queridos rectores y formadores,
Queridos seminaristas,
Amigos todos

Me alegra profundamente celebrar la Santa Misa con todos vosotros, que aspiráis a ser sacerdotes de Cristo para el servicio de la Iglesia y de los hombres, y agradezco las amables palabras de saludo con que me habéis acogido. Esta Santa Iglesia Catedral de Santa María La Real de la Almudena es hoy como un inmenso cenáculo donde el Señor celebra con deseo ardiente su Pascua con quienes un día anheláis presidir en su nombre los misterios de la salvación. Al veros, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del evangelio al mundo. Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de la misión que Cristo recibió del Padre. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado. Poned vuestros ojos en Él, que por su encarnación es el revelador supremo de Dios al mundo y por su resurrección es el cumplidor fiel de su promesa. Dadle gracias por esta muestra de predilección que tiene con cada uno de vosotros.

La primera lectura que hemos escuchado nos muestra a Cristo como el nuevo y definitivo sacerdote, que hizo de su existencia una ofrenda total. La antífona del salmo se le puede aplicar perfectamente, cuando, al entrar en el mundo, dirigiéndose a su Padre, dijo: “Aquí estoy para hacer tu voluntad” (cf. Sal 39, 8-9). En todo buscaba agradarle: al hablar y al actuar, recorriendo los caminos o acogiendo a los pecadores. Su vivir fue un servicio y su desvivirse una intercesión perenne, poniéndose en nombre de todos ante el Padre como Primogénito de muchos hermanos. El autor de la carta a los Hebreos afirma que con esa entrega perfeccionó para siempre a los que estábamos llamados a compartir su filiación (cf. Heb 10,14).

La Eucaristía, de cuya institución nos habla el evangelio proclamado (cf. Lc 22,14-20), es la expresión real de esa entrega incondicional de Jesús por todos, también por los que le traicionaban. Entrega de su cuerpo y sangre para la vida de los hombres y para el perdón de sus pecados. La sangre, signo de la vida, nos fue dada por Dios como alianza, a fin de que podamos poner la fuerza de su vida, allí donde reina la muerte a causa de nuestro pecado, y así destruirlo. El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio.

Queridos amigos, os preparáis para ser apóstoles con Cristo y como Cristo, para ser compañeros de viaje y servidores de los hombres. ¿Cómo vivir estos años de preparación? Ante todo, deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia. Iglesia que es comunidad e institución, familia y misión, creación de Cristo por su Santo Espíritu y a la vez resultado de quienes la conformamos con nuestra santidad y con nuestros pecados. Así lo ha querido Dios, que no tiene reparo en hacer de pobres y pecadores sus amigos e instrumentos para la redención del género humano. La santidad de la Iglesia es ante todo la santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos, la santidad de aquella fuerza de lo alto que la anima e impulsa. Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar.

Meditad bien este misterio de la Iglesia, viviendo los años de vuestra formación con profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y de radical fidelidad evangélica, así como en amorosa relación con el tiempo y las personas en medio de las que vivís. Nadie elige el contexto ni a los destinatarios de su misión. Cada época tiene sus problemas, pero Dios da en cada tiempo la gracia oportuna para asumirlos y superarlos con amor y realismo. Por eso, en cualquier circunstancia en la que se halle, y por dura que esta sea, el sacerdote ha de fructificar en toda clase de obras buenas, guardando para ello siempre vivas en su interior las palabras del día de su Ordenación, aquellas con las que se le exhortaba a configurar su vida con el misterio de la cruz del Señor.

Configurarse con Cristo comporta, queridos seminaristas, identificarse cada vez más con Aquel que se ha hecho por nosotros siervo, sacerdote y víctima. Configurarse con Él es, en realidad, la tarea en la que el sacerdote ha de gastar toda su vida. Ya sabemos que nos sobrepasa y no lograremos cumplirla plenamente, pero, como dice san Pablo, corremos hacia la meta esperando alcanzarla (cf. Flp 3,12-14).

Pero Cristo, Sumo Sacerdote, es también el Buen Pastor, que cuida de sus ovejas hasta dar la vida por ellas (cf. Jn 10,11). Para imitar también en esto al Señor, vuestro corazón ha de ir madurando en el Seminario, estando totalmente a disposición del Maestro. Esta disponibilidad, que es don del Espíritu Santo, es la que inspira la decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo.

Pedidle, pues, a Él, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afrontad este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales. Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia.

Alentados por vuestros formadores, abrid vuestra alma a la luz del Señor para ver si este camino, que requiere valentía y autenticidad, es el vuestro, avanzando hacia el sacerdocio solamente si estáis firmemente persuadidos de que Dios os llama a ser sus ministros y plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia.

Con esa confianza, aprended de Aquel que se definió a sí mismo como manso y humilde de corazón, despojándoos para ello de todo deseo mundano, de manera que no os busquéis a vosotros mismos, sino que con vuestro comportamiento edifiquéis a vuestros hermanos, como hizo el santo patrono del clero secular español, san Juan de Ávila. Animados por su ejemplo, mirad, sobre todo, a la Virgen María, Madre de los sacerdotes. Ella sabrá forjar vuestra alma según el modelo de Cristo, su divino Hijo, y os enseñará siempre a custodiar los bienes que Él adquirió en el Calvario para la salvación del mundo. Amén.


ANUNCIO DE LA PRÓXIMA DECLARACIÓN DE SAN JUAN DE ÁVILA,
PRESBÍTERO, PATRONO DEL CLERO SECULAR ESPAÑOL, COMO DOCTOR DE LA IGLESIA UNIVERSAL

Queridos hermanos:

Con gran gozo, quiero anunciar ahora al pueblo de Dios, en este marco de la Santa Iglesia Catedral de Santa María La Real de la Almudena, que, acogiendo los deseos del Señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Eminentísimo Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, de los demás Hermanos en el Episcopado de España, así como de un gran número de Arzobispos y Obispos de otras partes del mundo, y de muchos fieles, declararé próximamente a San Juan de Ávila, presbítero, Doctor de la Iglesia universal.

Al hacer pública esta noticia aquí, deseo que la palabra y el ejemplo de este eximio Pastor ilumine a los sacerdotes y a aquellos que se preparan con ilusión para recibir un día la Sagrada Ordenación.

Invito a todos a que vuelvan la mirada hacia él, y encomiendo a su intercesión a los Obispos de España y de todo el mundo, así como a los presbíteros y seminaristas, para que perseverando en la misma fe de la que él fue maestro, modelen su corazón según los sentimientos de Jesucristo, el Buen Pastor, a quien sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

SAN JUAN DE DIOS - PRÓXIMAMENTE DECLARADO DOCTOR DE LA IGLESIA

San Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499 (o 1500) en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena, y supieron dar al niño una formación cristiana de sacrificio y amor al prójimo. Son conocidas las escenas de entregar su sayo nuevo a un niño pobre, sus prolongados ratos de oración, sus sacrificios, su devoción eucarística y mariana.

Probablemente en 1513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, de donde volvería después de cuatro años para llevar una vida retirada en Almodóvar. A pesar de llamarlas ‘leyes negras’ los estudios de Salamanca dejaron huella en su formación eclesiástica, como puede constatarse en sus escritos de reforma. Esta nueva etapa en Almodóvar, en casa de sus padres, viviendo una vida de oración y penitencia, durará hasta 1520. Pues aconsejado por un religioso franciscano, marchará a estudiar artes y teología a Alcalá de Henares (1520-1526). De esta etapa en Alcalá existen testimonios de su gran valía intelectual, como así lo atestigua el Mtro. Domingo de Soto. Allí estuvo en contacto con las grandes corrientes de reforma del momento. Conoció el erasmismo, las diversas escuelas teológicas y filosóficas y la preocupación por el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia. También trabó amistad con quienes habían de ser grandes reformadores de la vida cristiana, como don Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, y posiblemente también con el venerable Fernando de Contreras. Incluso pudo haber conocido allí al P. Francisco de Osuna y a San Ignacio de Loyola.

Primeros años de sacerdocio

Durante sus estudios en Alcalá, murieron sus padres. Juan fue ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando su Primera Misa en Almodóvar del Campo. La ceremonia estuvo adornada por la presencia de doce pobres que comieron luego a su mesa. Después vendió todos los bienes que le habían dejado sus padres, los repartió a los pobres, y se dedicó enteramente a la evangelización, empezando por su mismo pueblo.

Un año después, se ofreció como misionero al nuevo obispo de Tlascala (Nueva España), Fr. Julián Garcés, que habría de marchar para América en 1527 desde el puerto de Sevilla. Con este firme propósito de ser evangelizador del Nuevo Mundo, se trasladó san Juan de Ávila a Sevilla, donde mientras tanto se entregó de lleno al ministerio, en compañía de su compañero de estudios en Alcalá el venerable Fernando de Contreras. Ambos vivían pobremente, entregados a una vida de oración y sacrificio, de asistencia a los pobres, de enseñanza del catecismo.

Esta amistad y convivencia con Fernando de Contreras, fueron posiblemente las que motivaron el cambio de las ansias misioneras de Juan de Ávila. El P. Contreras habló con el arzobispo de Sevilla, D. Alonso Manrique, y éste le ordenó a Juan que se quedara en las ‘Indias’ del mediodía español. El mismo arzobispo quiso conocer personalmente la valía del nuevo sacerdote y le mandó predicar en su presencia. Juan de Ávila contaría después la vergüenza que tuvo que pasar; orando la noche anterior ante el crucifijo, pidió al Señor que, por la vergüenza que él pasó desnudo en la cruz, le ayudara a pasar aquel rato amargo. Y cuando, al terminar el sermón, le colmaron de alabanzas, respondió: <>. Este hecho y las envidias de algunos eclesiásticos, llevaron precisamente a los clérigos a denunciar a San Juan de Ávila ante la Inquisición sevillana en 1531.

Procesado por la Inquisición

Desde 1531 hasta 1533 Juan de Ávila estuvo procesado por la Inquisición. Las acusaciones eran muy graves en aquellos tiempos: llamaba mártires a los quemados por herejes, cerraba el cielo a los ricos, no explicaba correctamente el misterio de la Eucaristía, la Virgen había tenido pecado venial, tergiversaba en sentido de la Escritura, era mejor dar limosna que fundar capellanías, la oración mental era mejor que la oración vocal... Todo menos la verdadera acusación: aquel clérigo no les dejaba vivir tranquilos en su cristianismo o en su vida ‘clerical’. Y Juan fue a la cárcel donde pasó un año entero.

Juan de Ávila no quiso defenderse y la situación era tan grave que le advirtieron que estaba en las manos de Dios, lo que indicaba la imposibilidad de salvación; a lo que respondió: <>. San Juan fue respondiendo uno a uno todos los cargos, con la mayor sinceridad, claridad y humildad, y un profundo amor a la Iglesia y a su verdad. Y aquél que no quiso tachar a los cinco testigos acusadores, se encontró con que la Providencia le proporción 55 que declararon a su favor.

Este tiempo en la cárcel produjo sus frutos interiores, al igual que lo hiciera con san Juan de la Cruz. En ella escribió un proyecto del Audi, Filia, pero sobre todo, como él nos cuenta, allí aprendió, más que en sus estudios teológicos y vida anterior, el misterio de Cristo. Juan fue absuelto. Pero lo que más humillante fue la sentencia de absolución: “Haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron bien sonantes”, y le mandan, bajo excomunión, que las declare convenientemente, donde las haya predicado.

Viajes y ministerio desde 1535 a 1554

En 1535 marcha Juan de Ávila a Córdoba, llamado por el obispo Fr. Álvarez de Toledo. Allí conoce a Fr. Luis de Granada, con quien entabla relaciones espirituales profundas. Organiza predicaciones por los pueblos (sobre todo por la Sierra de Córdoba), consigue grandes conversiones de personas muy elevadas, entabla buenas relaciones con el nuevo obispo de Córdoba, D. Cristobal de Rojas, que quien dirigirá las Advertencias al Concilio de Toledo.

La labor realizada en Córdoba fue muy intensa. Prestó mucha atención al clero, creando centros de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano), el Colegio de la Asunción (donde no se podía dar título de maestro sin haberse ejercitado antes en la predicación y el catecismo por los pueblos). Explica las cartas de san Pablo a clero y fieles. Un padre dominico, que primero se había opuesto a la predicación de san Juan, después de escuchar sus lecciones, dijo: <>, si bien sus escritos de reforma se ciñen a los Memoriales para el Concilio de Trento, escritos para el arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, ya que Juan de Ávila no pudo acompañarle a Trento debido a su enfermedad, y a las Advertencias al Concilio de Toledo, escritas para el obispo de Córdoba, D. Cristóbal de Rojas, que habrían de presidir el Concilio de Toledo (1565), para aplicar los decretos tridentinos.

La doctrina de san Juan de Ávila sobre le sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio, del que conocemos sólo una parte, pero una belleza y contenido extraordinarios, y que sirvió de pauta para sus pláticas y retiros a clérigos, y para que sus discípulos hicieran otro tanto donde no podía llegar ya el Maestro.

Escuela Sacerdotal

Este término aparece con frecuencia en las primeras biografías de nuestro santo, para referirse a sus discípulos. Todos ellos tienen un denominador común, a pesar de ministerios muy diversos y de encontrarse en lugares muy distantes: predicar el misterio de Cristo, enderezar las costumbres, renovación de la vida sacerdotal según los decretos conciliares, no buscar dignidades ni puestos elevados, vida intensa de oración y penitencia, paciencia en las contradicciones y persecuciones, sentido de Iglesia, enseñar la doctrina cristiana, dirección espiritual, etc. Los encontramos en los pueblecitos más alejados de pastores y agricultores como en las aldeas de Fuenteovejuna, como entre los consejeros de los grandes; en los colegios y universidades o en las costas de Andalucía; en las prelaturas o en las minas de Almadén.

El grupo sacerdotal de Juan de Ávila parece que se estructura en Granada hacia el año 1537, aunque ya antes se habían hecho discípulos suyos algunos sacerdotes de Sevilla, Écija y Córdoba. En Córdoba reunió a más de veinte en el Alcázar Viejo. Y fue allí donde dirigió un centro misional durante ocho o nueve años. La gran misión del mediodía español es una de las manifestaciones típicas de la escuela sacerdotal de Juan de Ávila.

La escuela sacerdotal de Juan de Ávila no se puede estudiar sino teniendo a la vista la relación con la Compañía de Jesús. Juan encaminó a muchos de sus discípulos a la Compañía, y hubo intentos de fusión, cesión de colegios, estudio conjunto, ayuda a los jesuitas, que en Salamanca encontraron muchas dificultades. Pero Juan de Ávila no entró en la Compañía. Éste era el gran deseo de san Ignacio, hasta el punto de afirmar que “o nosotros nos unamos a él o él a nosotros”. Pero la voluntad del Señor no era ésta, la enfermedad de Juan y los caminos del Señor lo impidieron. A pesar de ello, él fue enviando a sus mejores discípulos a la Compañía.

La escuela sacerdotal avilista ser refleja principalmente en su Maestro. El testimonio y la doctrina de Juan dejaron huella imborrable, como le iba dejando su sello personal que tenía dibujado el Santísimo Sacramento. En sus discípulos dejó impresa la ilusión por la vocación sacerdotal, el amor al sacerdocio, con los matices de la vida eucarística, vida litúrgica y de oración personal profunda, devoción al Espíritu Santo, a la Pasión del Señor, a la Virgen María, entrega total al servicio desinteresado de la Iglesia en la expansión del Reino y la predicación de la Palabra de Dios. Pero lo que consideraba esencial en todo aquel que quería ser buen sacerdote era la vida de oración, ya que en la caridad y en la oración era en los que según él habrían de consistir los exámenes de Órdenes.

En la Santa Misa centraba toda la evangelización y vida sacerdotal. La celebraba empleando largo tiempo, con lágrimas por sus pecados. Sobre la Eucaristía jamás le faltó materia para predicar, especialmente en la fiesta y octava del Corpus. “Trátalo bien, que es hijo de buen Padre”, dijo a un sacerdote de Montilla que celebraba con poca reverencia; la corrección tuvo como efecto conquistar un nuevo discípulo. Ya enfermo en Montilla, quiso ir a celebrar misa a una ermita; por el camino se sintió imposibilitado; el Señor, en figura de peregrino, se le apareció y le animó a llegar hasta la meta. Fue el gran apóstol de la comunión frecuente, a pesar de las contradicciones que se le siguieron. Prefería la presencia eucarística a la visita de los Santos Lugares.

Su virtud principal fue la caridad. Tenía un amor entrañable a la humanidad de Cristo: “el Verbo encarnado fue el libro y juntamente maestro”. Su Tratado del amor de Dios es una joya de la literatura teológica en lengua castellana. Su amor al prójimo fue la expresión del ministerio sacerdotal. Toda la obra de Juan de Ávila mira hacia la caridad cristiana. De ahí la preocupación por la educación cristiana y humana integral, la preocupación por los problemas sociales, por la reforma del estado seglar (como él decía), por la reforma del clero.

Una cruz grande de palo en su habitación de Montilla, la renuncia a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada), así como el capelo cardenalicio (ofrecido por Paulo III), son índice de la pobreza y humildad de quien “fue obrero sin estipendio..., y habiendo servido tanto a la Iglesia, no recibió de ella un real” (Lic. Muñoz). No renunció al episcopado por desprecio, sino por imitar al Señor y por sentirse indigno. Su amor a la pobreza no tiene otra motivación sino un amor profundo a Jesucristo. Asistía a los pobres. Vivía limpia y pobremente y no consiguieron cambiarle el manteo o la sotana ni aun con engaño.

Su humildad le llevó a ser un verdadero reformador. No pudieron sacarle ningún retrato. Su predicación iba siempre acompañada del catecismo a los niños; su método catequético tiene sumo valor en la historia de la pedagogía.

El celo por la extensión del Reino aparece en sus obras y palabras. Las cartas a los predicadores son pura llama de apóstol. No admitía que murmurasen de nadie. La castidad la veía en relación al sacerdocio, principalmente como ministro de la Eucaristía. La devoción a María la expresa continuamente y la aconseja a todo el mundo.

De todas sus virtudes, de su prudencia, consejo, discreción, etc., hablan sus biógrafos. Pero él conocía bien sus propios defectos y, por eso, pidió en las últimas horas de su vida que no le hablaran de cosas elevadas, sino que le dijeran lo que se dice a los que van a morir por sus delitos. A Juan de Ávila no le atraían propiamente las virtudes en sí mismas, sino el misterio de Cristo vivido y predicado.

Entregado al estudio continuo de las Escrituras y de otras materias eclesiásticas, gastando su vida en la oración, predicación y fundación de obras apostólicas y sociales, en la dirección de las almas y en la enseñanza del catecismo, en la formación de sacerdotes y futuros sacerdotes, Juan de Ávila es un maestro de apóstoles.

La figura personal y pastoral de Juan de Ávila encontró pronto eco en Italia con san Carlos Borromeo, y en Francia en la escuela sacerdotal francesa del siglo XVII. Pero su obra quedó, en parte, en la tiniebla en su aportación más profunda a la vida evangélica precisamente para el clero diocesano y la vida de perfección cristiana en las estructuras de todo el pueblo de Dios.

Muerte de Juan de Ávila.

La estancia definitiva en Montilla fue especialmente fructífera. Dejó una huella imborrable en los sacerdotes de la ciudad. En una de sus últimas celebraciones de la misa le hablo un hermoso crucifijo que él veneraba: “perdonados te son tus pecados”.

Pero la enfermedad iba pudiendo más que su voluntad. A principio de mayo de 1569 empeoró gravemente. En medio de fuertes dolores se le oía rezar: “Señor mío, crezca el dolor, y crezca el amor, que yo me deleito en el padecer por vos”. Pero en otras ocasiones podía la debilidad: “¡Ah, Señor, que no puedo!”. Una noche, cuando no podía resistir más, pidió al Señor le alejara el dolor, como así se hizo en efecto; por la mañana, confundido, dijo a los suyos: “¡Qué bofetada me ha dado Nuestro Señor esta noche!”.

Juan de Ávila no hizo testamento, porque dijo que no tenía nada que testar. Pidió que celebraran por él muchas misas; rogó encarecidamente que le dijeran lo que se dice a quienes van a morir por sus delitos. Quiso que se celebrara la misa de resurrección en aquellos momentos en que se encontraba tan mal. Manifestó el deseo de que su cuerpo fuera enterrado en la iglesia de los jesuitas, pues a los que tanto había querido en vida, quiso dejarles su cuerpo en muerte. Quiso recibir la Unción con plena conciencia. Invocó a la Virgen con el Recordare, Virgo Mater... Y una de sus últimas palabras mirando el crucifijo, fue “ya no tengo pena de este negocio”. Era el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar y, preguntándole la causa, dijo: “Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna”.

La persona, los escritos, la obra y los discípulos de Juan de Ávila influirán en los siglos posteriores. Hemos visto los santos y autores que estuvieron relacionados más o menos con san Juan de Ávila; casi todos ellos influenciados por sus escritos, por su persona o por su obra. Se suelen encontrar, además, vestigios de influencia místico-poética en san Juan de la Cruz y en Lope de Vega. San Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio citan frecuentemente a san Juan de Ávila. Y san Antonio Mª Claret reconocía el bien que le hicieron los escritos de san Juan de Ávila como predicador. Su influencia es notoria en la escuela francesa de espiritualidad sacerdotal, en cuyos escritos y doctrina se inspiraron.

En 1588, Fr. Luis de Granada, recogiendo algunos escritos enviados por los discípulos y recordando su propia convivencia con san Juan de Ávila, escribió la primera biografía. En 1623, la Congregación de san Pedro Apóstol, de sacerdotes naturales de Madrid, inicia la causa de beatificación. En 1635, el Licdo. Luis Muñoz escribe la segunda biografía de Juan de Ávila, basándose en la de Fr. Luis, en los documentos del proceso de beatificación y en algunos documentos que se han perdido. El día 4 de abril de 1894, León XIII beatifica al Maestro Ávila. Pío XII, el 2 de julio de 1946 lo declara Patrono del clero secular español. Pero el maestro de santos tendrá que esperar hasta el año 1970 para ser canonizado por el Papa Pablo VI.

La iglesia de la Compañía de Montilla, donde descansan sus restos, y la pequeña casa donde vivió sus últimos años san Juan de Ávila, son centros de continuo peregrinar de obispos, sacerdotes y fieles de toda España.

La Conferencia Episcopal Española ha pedido a la Santa Sede, con motivo del centenario del nacimiento de san Juan de Ávila, que sea declarado Doctor de la Iglesia Universal. Esperamos que aquél que ha sido conocido a lo largo de los últimos cinco siglos como el Maestro, pronto le sea reconocido por la Iglesia oficial el título de Doctor y Maestro del pueblo cristiano.

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