jueves, 30 de septiembre de 2010

HANS URS VON BALTHASAR: VIGÉSIMOSEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

"Por qué me haces ver desgracias?"Para el profeta de la primera lectura la situación del mundo ya no puede soportarse más:¡ violencia, ultraje y opressión por todas partes!No comprende ue aquí Dios pueda ser un mero espectador.El hombre por sí solo nopuede remediar la situación del mundo, Dios debería intervenir o al menos ayudar a mejorar las relaciones sociales. La respuesta de Dios es ciertamente de un tenor claramente veterotestamentario:ten pacienci, pronto llegará la salvación mesiánica:"Ha de llegar sin retrasarse".En lo esencial ésta será también la respuesta neotestamentaria, por ejemplo en el Apocalipsis, donde el hombre ya no puede resistir más en la lucha contra lo poderes infernales y diabólicos y grita a Dios:¡Ven!, y el Señor reponde: "Sí, voy a llegar enseguida" (Ap 22,17.20). Pero hay una diferencia: en la Nueva Alianza el cristiano no solamente epera ("espera,porque ha de llegar), sino que lucha junto con el Cordero y cabalga con él enmedio de la batalla (Ap 19,14), donde sucumbir aparentemente con el Cordero puede ser ya una forma de triunfo.

"Dios no nos ha dado un Espíritu cobarde".la segunda lectur alude a esto. El elegido debe acordarse del Espíritu que le ha sido conferido con la imposición de manos. Debe "avivar" en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente, porque "es un Espíritu de enrgía, amor y buen juicio". En estas tres palabras podemos ver tres realidades que se implican mutuamente: la fuerza se encuentra precisamente en el amor, que no es extático, sino sensato y prudente para luchar contra los poderes antidivinos, ésta fuerza del amor es el Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que permanecer en el amor que se nos ha dado, y todo ello confrme al ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerzas para sufrir por el Evangelio; éste precisamente puede ser el buen combate (2 Tim 4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero.

"Prepárame de cenar". El evangelio lo aclara aún más: creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, sino que la fe obediente su inconcebible eficacia (arrancar el árbol de raíz y trasplantarlo al mar) en el servicio al Señor, que se ha convertido en el servidor de todos nosotros y que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides), sino que considera como algo natural que sirvamos junto con él; y esto significa en realidad servirle. "porque donde estoy yo, allí estará también mi servidor" y esto sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús "no podéis hacer nada" (jn 15,5). Como el ha hecho ya todo por nosotros, la única manera de valorarnos correctamente a nosotros mismos es la que el propio Señor nos recomendó:
"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

domingo, 26 de septiembre de 2010

EL CONTROL DE LA POBLACIÓN

MEDJUGORJE MENSAJE DEL 25 DE SEPTIEMBRE 2010


"¡Queridos hijos! Hoy estoy con ustedes y los bendigo a todos con mi bendición maternal de paz,y los exhorto a vivir aún más su vida de fe, porque aún son débiles y no son humildes.Los exhorto, hijitos, a hablar menos y a trabajar más en su conversión personal,para que su testimonio sea fecundo. Y que su vida sea una oración continua.

¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

viernes, 24 de septiembre de 2010

ENCUENTROS CON JESÚS 25 DE SEPTIEMBRE

Nuestra comunidad los días 25 de cada mes, tributa un honor particular a María Reina de la Paz, en esta ocasión tendremos el retiro abierto del mes de septiembre, que denominamos "Encuentros con Jesús".

La Palabra de Dios que conducirá nuestra reflexión está tomada del evangelista san Lucas:

"Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (Lc 2, 48).

Se podría descubrir aquí el eco de los "porqués" de tantas madres ante los sufrimientos que les causan sus hijos, así como los interrogantes que surgen en el corazón de todo hombre en los momentos de prueba. Te animamos a participar, somos testigos en estos cuatro años de las gracias que Dios genrosamente dispone para ponernos en el camino de la santidad.


15.30 Rosario ante ante el Santísimo Sacramento.

17- Enseñanza. (Diác. Jorge Novoa)

18- Paseo con el Santísimo.

19-Santa Misa (Preside Pbro. Gonzalo Estevez)

20- Oración con imposición de manos.
CAPILLA MARÍA REINA DE LA PAZ

martes, 21 de septiembre de 2010

JUAN CARLOS SANAHUJA: USA-REINO UNIDO, CONTRA EL ABORTO, ORACIÓN Y AYUNO

“El servicio al Evangelio de la vida es, pues, vasto y complejo. Se nos presenta cada vez más como un ámbito privilegiado y favorable para una colaboración activa con los hermanos de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, en la línea de aquel ecumenismo de las obras que el Concilio Vaticano II autorizadamente impulsó”. (Juan Pablo II, enc. Evangelium vitae, n. 91)

El 22 de septiembre dará comienzo la edición de otoño de la campaña 40 Días por la Vida, que se extenderá hasta el 31 de octubre, se realizará en 238 ciudades de USA, Canadá, Australia, Irlanda del Norte y Dinamarca, y por primera vez en Londres.

40 Días por la Vida comenzó en Texas en el 2004. En el 2007, se extendió por los Estados Unidos, y se “internacionalizó” a partir de 2008. La campaña se realiza dos veces por año -primavera y otoño del hemisferio norte- y consiste en 40 días de ayuno, oración y constantes vigilias pacíficas, delante de centros que perpetran abortos. Participan en ella comunidades cristianas, de evangélicos y católicos, (vid. NG 939, 959, 1001, 1023).

Desde 2007, a través de los Estados Unidos, en seis provincias canadienses, en tres estados australianos, y ciudades de Irlanda del Norte y Dinamarca, intervinieron en la campaña 350.000 personas y 11.500 comunidades y grupos cristianos.

Los organizadores de la campaña tienen registros que, como consecuencia de la oración, el ayuno y las vigilias, se han salvado, al menos, 2.811 niños de la muerte por aborto. Además, en estos años, cerraron definitivamente seis establecimientos de esa criminal industria, 35 personas dejaron de prestar servicios en ella, y miles de hombres y mujeres fueron ilustrados sobre las consecuencias físicas, morales y psicológicas de ese atentado contra la vida humana en gestación.

El inicio de la campaña en Londres significará que, fuera del “abortorio” central de Marie Stopes International, se mantendrá una vigilia constante de 24 horas, durante 40 días, lo mismo que se hace desde hace unos años frente a la central de Planned Parenthood en Washington. Así, las dos emblemáticas centrales del crimen del aborto, estarán cubiertas por la campaña. En el Reino Unido, Marie Stopes asesina, con el aborto, alrededor de 65.000 niños por nacer al año. FIN, 11-09-10

FUENTE: NOTICIAS GLOBALES

lunes, 20 de septiembre de 2010

MARCO AGOSTINI: RECLINATORIOS DE PIEDRA

Es impresionante el cuidado que la arquitectura antigua y moderna reservó, hasta la mitad del siglo XX, a los pisos de las iglesias. No sólo mosaicos y frescos para las paredes, sino pintura en piedra, taraceas, tapetes de mármol también para los pisos.

Me viene a la memoria el variopinto "tessellatum" de las basílicas de San Zenón o del hipogeo de Santa María en Stelle de Verona, o de aquel extenso y refinado de la basílica de Teodoro en Aquileia, de Santa María en Grado, de San Marcos de Venecia, o del misterioso de la catedral de Otranto. El "opus tessulare" cosmatesco brillante de oro de las basílicas romanas de Santa María Mayor, San Juan de Letrán, San Clemente, San Lorenzo en Verano, de Santa María en Aracæli, en Cosmedín, en Trastevere, o del complejo episcopal de Tuscania o de la Capilla Sixtina en el Vaticano.

Y además a las taraceas marmóreas de San Esteban Rotondo, San Jorge en Velabro, Santa Constanza, Santa Inés en Roma y de las basílicas de San Marcos en Venecia, del baptisterio de San Juan y de la iglesia de San Miniato en Monte de Florencia, o la incomparable "opus sectile" de la catedral de Siena, o los escudos marmóreos blancos, negros y rojos en Santa Anastasia en Verona o los pavimentos de la capilla grande del obispo Giberti o de las capillas del siglo XVIII de la Virgen del Pueblo y del Sacramento, siempre en la catedral de Verona, y – sobre todo – el sorprendente y precioso tapete lapídeo de la basílica vaticana de San Pedro.

En verdad el cuidado por los pisos no es sólo de los cristianos: son emocionantes los pavimentos en mosaico de las villas griegas de Olinto o de Pella en Macedonia, o de la imperial villa romana de Casale en Plaza Amerina en Sicilia, o los de las villas de Ostia o de la casa del Fauno en Pompeya o las preciosas escenas del Nilo del santuario de la Fortuna Primigenia en Palestrina. Pero también los pisos en "opus sectile" de la curia senatorial en el Foro romano, los lacertos provenientes de la basílica de Giunio Basso, también en Roma, o las taraceas marmóreas de la "domus" de Amor y Psique en Ostia.

El cuidado griego y romano por el pavimento no era evidentemente en los templos, sino en las villas, en las termas y en los otros ambientes públicos donde la familia o la sociedad civil se reunían. También el mosaico de Palestrina no estaba en un ambiente de culto en sentido estricto. La celda del templo pagano era habitada sólo por la estatua del dios y el culto se realizaba en el exterior frente al templo, alrededor del altar del sacrificio. Por tale razones los interiores casi nunca eran decorados.

Por el contrario, el culto cristiano es un culto interior. Instituido en la bella habitación del cenáculo, adornada de tapetes en el piso superior de una casa de amigos, y propagado inicialmente en la intimidad del hogar doméstico, en las "domus ecclesiae", cuando el culto cristiano asumió dimensión pública transformó las casas en iglesias. La basílica de San Martín en los Montes surge sobre una "domus ecclesiae", y no es la única. Las iglesias no fueron jamás el lugar de un simulacro, sino la casa de Dios entre los hombres, el tabernáculo de la real presencia de Cristo en el santísimo sacramento, la casa común de la familia cristiana. También el más humilde de los cristianos, el más pobre, como miembro del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, en la iglesia estaba en casa y era señor: pisaba pisos preciosos, gozaba de los mosaicos y de los frescos de las paredes, de las pinturas sobre los altares, olía el perfume del incienso, sentía la alegría de la música y del canto, veía el esplendor de los ornamentos usados para gloria de Dios, gustaba el don inefable de la eucaristía que le venía dada en cálices de oro, se movía procesionalmente sintiéndose parte del orden que es alma del mundo.

Los pavimentos de las iglesias, lejos de ser ostentaciones de lujo, aparte de constituir el suelo que se pisa, tenían también otras funciones. Seguramente no estaban hechos para ser cubiertos de bancas, introducidas estas últimas en edad relativamente reciente cuando se pensó disponer las naves de las iglesias para la escucha cómoda de largos sermones. Los pavimentos de las iglesias debían ser bien visibles: conservan en la figuración, en los entretejidos geométricos, en la simbología de los colores la mistagogía cristiana, las direcciones procesionales de la liturgia. Son un monumento al fundamento, a las raíces.

Estos pavimentos son principalmente para aquellos que la liturgia la viven y en ella se mueven, son para aquellos que se arrodillan frente a la epifanía de Cristo. El arrodillarse es la respuesta a la epifanía donada por gracia a una persona única. El que está impactado por el resplandor de la visión se postra a tierra y desde allí ve más que todos aquellos que alrededor suyo se han quedado de pie. Estos, adorando o reconociéndose pecadores, ven reflejos en las piedras preciosas, en los entretejidos de oro de las que a veces se componen los pavimentos antiguos, la luz del misterio que refulge del altar y la grandeza de la misericordia divinas.

Pensar que aquellos pavimentos tan bellos están hechos para las rodillas de los fieles es algo conmovedor: un tapete de piedra perenne para la oración cristiana, para la humildad; un tapete para ricos y pobres indistintamente, un tapete para fariseos y publicanos, pero que sobre todo estos últimos saben apreciar.

Hoy los reclinatorios han desaparecido de muchas iglesias y se tiende a remover las balaustradas a las que uno se podía acercar a la comunión de rodillas. Sin embargo en el Nuevo Testamento el gesto de arrodillarse se presenta cada vez que a un hombre se le presenta la divinidad de Cristo: se piense por ejemplo en los Magos, el ciego de nacimiento, la unción de Betania, la Magdalena en el jardín la mañana de Pascua.

Jesús mismo dijo a Satanás, que le quería imponer una genuflexión equivocada, que sólo a Dios se debe doblar la rodilla. Satanás pide todavía hoy que se escoja entre Dios o el poder, Dios o la riqueza, y trata todavía más profundamente. Pero así no se dará gloria a Dios de ninguna manera; las rodillas se doblarán para aquellos que el poder les ha favorecido, para aquellos a los cuales se tiene el corazón unido a través de un acto.

Volver a arrodillarse en la misa es un buen ejercicio de entrenamiento para vencer la idolatría en la vida, además de ser uno de los modos de "actuosa participatio" de los que habla el último Concilio. La práctica es útil también para darse cuenta de la belleza de los pavimentos (al menos de los antiguos) de nuestras iglesias. Frente a algunos da ganas de quitarse los zapatos como hizo Moisés frente a Dios que le hablaba desde la zarza ardiente.
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El diario de la Santa Sede de donde se ha tomado el artículo:
> L'Osservatore Romano
Traducción en español de Juan Diego Muro, Lima, Perú.

E-mail: s.magister@espressoedit.it
Dirección postal: Sandro Magister, "L'espresso", via C. Colombo 90, 00147 Roma

domingo, 19 de septiembre de 2010

HOMILÍA DE BENEDICTO XVI EN LA BEATIFICACIÓN DE J.H.NEWMAN


"El corazón habla al corazón"


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Nos encontramos aquí en Birmingham en un día realmente feliz. En primer lugar, porque es el día del Señor, el Domingo, el día en que el Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos y cambió para siempre el curso de la historia humana, ofreciendo nueva vida y esperanza a todos los que viven en la oscuridad y en sombras de muerte. Es la razón por la que los cristianos de todo el mundo se reúnen en este día para alabar y dar gracias a Dios por las maravillas que ha hecho por nosotros. Este domingo en particular representa también un momento significativo en la vida de la nación británica, al ser el día elegido para conmemorar el setenta aniversario de la Batalla de Inglaterra. Para mí, que estuve entre quienes vivieron y sufrieron los oscuros días del régimen nazi en Alemania, es profundamente conmovedor estar con vosotros en esta ocasión, y poder recordar a tantos conciudadanos vuestros que sacrificaron sus vidas, resistiendo con tesón a las fuerzas de esta ideología demoníaca. Pienso en particular en la vecina Coventry, que sufrió durísimos bombardeos, con numerosas víctimas en noviembre de 1940. Setenta años después recordamos con vergüenza y horror el espantoso precio de muerte y destrucción que la guerra trae consigo, y renovamos nuestra determinación de trabajar por la paz y la reconciliación, donde quiera que amenace un conflicto. Pero existe otra razón, más alegre, por la cual este día es especial para Gran Bretaña, para el centro de Inglaterra, para Birmingham. Éste es el día en que formalmente el Cardenal John Henry Newman ha sido elevado a los altares y declarado beato.

Agradezco al Arzobispo Bernard Longley su amable acogida al comenzar la Misa en esta mañana. Agradezco a cuantos habéis trabajado tan duramente durante tantos años en la promoción de la causa del Cardenal Newman, incluyendo a los Padres del Oratorio de Birminghan y a los miembros de la Familia Espiritual Das Werk. Y os saludo a todos los que habéis venido desde diversas partes de Gran Bretaña, Irlanda y otros puntos más lejanos; gracias por vuestra presencia en esta celebración, en la que alabamos y damos gloria a Dios por las virtudes heroicas de este santo inglés.

Inglaterra tiene un larga tradición de santos mártires, cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica local durante siglos. Es justo y conveniente reconocer hoy la santidad de un confesor, un hijo de esta nación que, si bien no fue llamado a derramar la sangre por el Señor, jamás se cansó de dar un testimonio elocuente de Él a lo largo de una vida entregada al ministerio sacerdotal, y especialmente a predicar, enseñar y escribir. Es digno de formar parte de la larga hilera de santos y eruditos de estas islas, San Beda, Santa Hilda, San Aelred, el Beato Duns Scoto, por nombrar sólo a algunos. En el Beato John Newman, esta tradición de delicada erudición, profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor ha dado grandes frutos, como signo de la presencia constante del Espíritu Santo en el corazón del Pueblo de Dios, suscitando copiosos dones de santidad.

El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, "el corazón habla al corazón", nos da la perspectiva de su comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios. Nos recuerda que la fidelidad a la oración nos va transformando gradualmente a semejanza de Dios. Como escribió en uno de sus muchos hermosos sermones, «el hábito de oración, la práctica de buscar a Dios y el mundo invisible en cada momento, en cada lugar, en cada emergencia -os digo que la oración tiene lo que se puede llamar un efecto natural en el alma, espiritualizándola y elevándola. Un hombre ya no es lo que era antes; gradualmente... se ve imbuido de una serie de ideas nuevas, y se ve impregnado de principios diferentes» (Sermones Parroquiales y Comunes, IV, 230-231). El Evangelio de hoy afirma que nadie puede servir a dos señores (cf. Lc 16,13), y el Beato John Henry, en sus enseñanzas sobre la oración, aclara cómo el fiel cristiano toma partido por servir a su único y verdadero Maestro, que pide sólo para sí nuestra devoción incondicional (cf. Mt 23,10). Newman nos ayuda a entender en qué consiste esto para nuestra vida cotidiana: nos dice que nuestro divino Maestro nos ha asignado una tarea específica a cada uno de nosotros, un "servicio concreto", confiado de manera única a cada persona concreta: «Tengo mi misión», escribe, «soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas. No me ha creado para la nada. Haré el bien, haré su trabajo; seré un ángel de paz, un predicador de la verdad en el lugar que me es propio... si lo hago, me mantendré en sus mandamientos y le serviré a Él en mis quehaceres» (Meditación y Devoción, 301-2).

El servicio concreto al que fue llamado el Beato John Henry incluía la aplicación entusiasta de su inteligencia y su prolífica pluma a muchas de las más urgentes "cuestiones del día". Sus intuiciones sobre la relación entre fe y razón, sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad civilizada, y sobre la necesidad de un educación esmerada y amplia fueron de gran importancia, no sólo para la Inglaterra victoriana. Hoy también siguen inspirando e iluminando a muchos en todo el mundo. Me gustaría rendir especial homenaje a su visión de la educación, que ha hecho tanto por formar el ethos que es la fuerza motriz de las escuelas y facultades católicas actuales. Firmemente contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso. El proyecto de fundar una Universidad Católica en Irlanda le brindó la oportunidad de desarrollar sus ideas al respecto, y la colección de discursos que publicó con el título La Idea de una Universidad sostiene un ideal mediante el cual todos los que están inmersos en la formación académica pueden seguir aprendiendo. Más aún, qué mejor meta pueden fijarse los profesores de religión que la famosa llamada del Beato John Henry por unos laicos inteligentes y bien formados: «Quiero un laicado que no sea arrogante ni imprudente a la hora de hablar, ni alborotador, sino hombres que conozcan bien su religión, que profundicen en ella, que sepan bien dónde están, que sepan qué tienen y qué no tienen, que conozcan su credo a tal punto que puedan dar cuentas de él, que conozcan tan bien la historia que puedan defenderla» (La Posición Actual de los Católicos en Inglaterra, IX, 390). Hoy, cuando el autor de estas palabras ha sido elevado a los altares, pido para que, a través de su intercesión y ejemplo, todos los que trabajan en el campo de la enseñanza y de la catequesis se inspiren con mayor ardor en la visión tan clara que el nos dejó.

Aunque la extensa producción literaria sobre su vida y obras ha prestado comprensiblemente mayor atención al legado intelectual de John Henry Newman, en esta ocasión prefiero concluir con una breve reflexión sobre su vida sacerdotal, como pastor de almas. Su visión del ministerio pastoral bajo el prisma de la calidez y la humanidad está expresado de manera maravillosa en otro de sus famosos sermones: «Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros ("Hombres, no ángeles: los Sacerdotes del evangelio", Discursos a las Congregaciones Mixtas, 3). Él vivió profundamente esta visión tan humana del ministerio sacerdotal en sus desvelos pastoral por el pueblo de Birmingham, durante los años dedicados al Oratorio que él mismo fundó, visitando a los enfermos y a los pobres, consolando al triste, o atendiendo a los encarcelados. No sorprende que a su muerte, tantos miles de personas se agolparan en las calles mientras su cuerpo era trasladado al lugar de su sepultura, a no más de media milla de aquí. Ciento veinte años después, una gran multitud se ha congregado de nuevo para celebrar el solemne reconocimiento eclesial de la excepcional santidad de este padre de almas tan amado. Qué mejor que expresar nuestra alegría de este momento que dirigiéndonos a nuestro Padre del cielo con sincera gratitud, rezando con las mismas palabras que el Beato John Henry Newman puso en labios del coro celestial de los ángeles:

"Sea alabado el Santísimo en el cielo,
sea alabado en el abismo;
en todas sus palabras el más maravilloso,
el más seguro en todos sus caminos".
(El Sueño de Gerontius)

[Traducción distribuida por la Santa Sede

BIRMINGHAM, domingo, 19 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).-Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI este domingo al presidir en el Cofton Park de Rednal, Birmingham, la celebración eucarística de beatificación de John Henry Newman (1801-1890), cardenal y fundador de los Oratorios de San Filipino Neri, en Inglaterra.


martes, 14 de septiembre de 2010

ENCUENTROS CON JESÚS (9 y 10 DE OCTUBRE)

Realizaremos los días 9 y 10 de octubre, el Encuentro con Jesús cerrado de octubre, que mira especialmente a la Virgen María.

Queremos verla a través de los evangelistas, cada uno de ellos nos ha regalado el misterio de su presencia en la obra de la salvación."María no es el Evangelio pero sin María no hay Evangelio".

"Sanar con María las heridas del alma"

Predicadores. RP Horacio Bojorge y Diác. Jorge Novoa
Información e inscripciones. 094 311 823

Casa de Retiros de las Esclavas del Sagrado Corazón-Costo $550

viernes, 10 de septiembre de 2010

MONS. CHARLES J CHAPUT: VIVIR EN LA VERDAD


LIBERTAD RELIGIOSA Y MISIÓN CATÓLICA EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Justificar a ambos lados

Hoy en una era de interconexión global, los desafíos que enfrentan los católicos en Estados Unidos son sustancialmente los mismos que en Europa: enfrentamos una visión política agresivamente laica y un modelo económico consumista que desembocan – en la práctica, si no con intención explícita – en un nuevo tipo de ateísmo incentivado por el Estado. […]

En los Estados Unidos, una nación que todavía es cristiana al 80 por ciento con altos niveles de práctica religiosa, las agencias de gobierno pretenden cada vez más dictar cómo es que los ministros de la Iglesia deben actuar, y pretenden así obligarlos a comportamientos capaces de destruir su identidad católica. Se han hecho esfuerzos para desalentar o criminalizar la expresión de algunas creencias católicas como si fueran "discursos de odio". Nuestros tribunales y administraciones cumplen actos recurrentes que minan el matrimonio y la vida de familia, y buscan eliminar de la vida pública los símbolos cristianos y los signos de su influencia.

En Europa, asistimos a tendencias semejantes, aunque marcadas de un desprecio más abierto por el cristianismo. Se burlan de los jefes de la Iglesia en los medios de comunicación y en los tribunales, simplemente porque explican las enseñanzas católicas. […] Al inicio de este verano hemos asistido a formas de prevaricación no antes vistas en este continente desde los días del nazismo y de los métodos de policía soviéticos: el palacio arzobispal de Bruselas rebuscado por los agentes, los obispos arrestados e interrogados por nueve horas sin las garantías de ley, sus computadoras personales, los teléfonos celulares y los documentos decomisados. Hasta las tumbas de difuntos hombres de Iglesia fueron violadas durante las pesquisas. Para la mayor parte de los estadounidenses, esta especie de calculada pública humillación de jefes religiosos sería un ultraje y un abuso de poder del Estado. Y esto no por motivo de la virtud o de la culpa de alguno de los líderes religiosos involucrados, ya que todos nosotros tenemos el deber de obedecer a las leyes justas. Más bien, el ultraje está en el hecho de que la autoridad civil, con su acidez, muestra desprecio por las creencias y los creyentes que son representados por sus jefes. [...]

El cardenal Henri de Lubac escribió una vez que "no es verdad que el hombre no puede organizar el mundo sin Dios. Lo que sí es verdad es que sin Dios [el hombre] puede al final organizarlo sólo contra el hombre. Un humanismo exclusivo es un humanismo inhumano".

Occidente se está ahora decididamente moviendo en la dirección de este nuevo "humanismo inhumano". Y si la Iglesia quiere reaccionar en plena fe, debemos poner en práctica la lección que hemos aprendido bajo los regímenes totalitarios. Un catolicismo de resistencia debe fundarse en la fe en las palabrasd de Jesús: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32).

Vivir en la verdad significa vivir según Jesucristo y la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras. Significa proclamar la verdad del Evangelio cristiano, no sólo con nuestras palabras sino con nuestro ejemplo. Significa vivir cada día y cada momento con la sólida convicción de que Dios vive y que su amor es la fuerza que mueve la historia humana y el motor de cada auténtica vida humana. Significa creer que vale la pena sufrir y morir por las verdades del Credo.

Vivir en la verdad significa también decir la verdad y llamar a las cosas por su nombre. Y ello significa desenmascarar las mentiras según las cuales algunos hombres buscan forzar a los otros a vivir.

*
Dos de las más grandes mentiras en el mundo de hoy son estas: la primera, que el cristianismo ha sido de importancia relativamente menor en el desarrollo de Occidente; la segunda, que los valores y las instituciones occidentales pueden sostenerse sin basarse en los principios morales cristianos. […]

Disminuir el pasado cristiano de Occidente tal vez se hace con las mejores intenciones, con el deseo de promover una coexistencia pacífica en una sociedad pluralista. Pero más frecuentemente se hace para marginar a los cristianos y neutralizar el testimonio público de la Iglesia.

La Iglesia tiene el deber de anunciar y combatir esta mentira. Ser europeo o americano es ser heredero de una profunda síntesis cristiana del arte y de la filosofía griega, del derecho romano y de la verdad bíblica. Esta síntesis ha dado origen al humanismo cristiano que anima la entera sociedad occidental.

Sobre este punto podemos citar al estudioso y pastor luterano alemán Dietrich Bonhoeffer. Él escribió estas palabras en los meses previos a su arresto por parte de la Gestapo en 1943: "La unidad de Occidente no es una idea sino una realidad histórica, cuyo único fundamente es Cristo".

Nuestras sociedades en Occidente son cristianas por nacimiento y su supervivencia depende de la persistencia de los valores cristianos. Nuestros principios mayores y las instituciones políticas están fundadas, en gran medida, en la moral del Evangelio y en la visión cristiana del hombre y del poder. Hablamos por lo tanto no sólo de teología cristiana o de ideas religiosas. Estamos hablando de los fundamentos de nuestras sociedades: gobiernos representativos y separación de poderes; libertad de religión y de conciencia; y sobre todo dignidad de la persona humana.

Esta verdad respecto a la esencial unidad de Occidente tiene un corolario, que Bonhoeffer ha señalado: quitar a Cristo es remover el único fundamento confiable para nuestros valores, instituciones y modos de vida.

Esto significa que no podemos prescindir de nuestra historia por cualquier superficial preocupación de no ofender a nuestros vecinos no cristianos. No obstante las habladurías de los "nuevos ateos" no hay ningún riesgo de que el cristianismo sea impuesto por la fuerza a ningún pueblo, en Occidente. Los únicos "estados confesionales" en el mundo de hoy son los de la esfera islámica o los de dictaduras ateas: regímenes que rechazan la creencia del Occidente cristiano en los derechos individuales y en el balance de poderes.

Quisiera observar que la defensa de los ideales occidentales es la única protección que nosotros y nuestros vecinos tienen para defenderse de una caída en nuevas formas de represión, ya sea por manos del Islam extremista o de tecnócratas laicistas.

Pero la indiferencia por nuestro pasado cristiano contribuye a la indiferencia por la defensa de nuestros valores e instituciones en el presente. Y esto me conduce a la segunda gran mentira según la cual vivimos hoy: la mentira de que no existe ninguna verdad inmutable.

El relativismo es hoy la religión civil y la filosofía pública de Occidente. De nuevo, los argumentos esgrimidos para sostener este punto de vista pueden parecer persuasivos. Dado el pluralismo del mundo moderno, puede parecer sensato que la sociedad quiera afirmar que ningún individuo o grupo tenga el monopolio de la verdad; que lo que una persona considera bueno y deseable no lo sea para otro; y que todas las culturas y las religiones deban ser respetadas como igualmente válidas.

Sin embargo, en la práctica constatamos que si no se cree en principios morales estables y en verdades trascendentes nuestras instituciones políticas y los lenguajes se vuelven instrumentos al servicio de una nueva barbarie. En el nombre de la tolerancia llegan a tolerar la más cruel de las intolerancias; el respeto por otras culturas llega a imponer el desprecio de la nuestra; enseñar a "vivir y dejar vivir" justifica que los fuertes vivan a expensas de los débiles.

*
Este diagnóstico nos ayuda a entender una de las fundamentales injusticias en Occidente hoy: el crimen del aborto.

Se que la licencia del aborto es materia de leyes en casi todas las naciones de Occidente. En algunos casos, esta licencia refleja la voluntad de la mayoría y está confirmada por instrumentos legales y democráticos. Y soy consciente de que muchos, incluso dentro de la Iglesia, encuentran extraño que nosotros los católicos en Estados Unidos sigamos colocando la sacralidad de la vida prenatal tan al centro de nuestro espacio público.

Permítanme deciles por qué creo que el aborto es la cuestión crucial de nuestro tiempo.

Primero porque también el aborto tiene que ver con vivir en la verdad. El derecho a la vida es el fundamento de todos los demás derechos humanos. Si este derecho no es inviolable, ningún otro derecho puede ser garantizado.

O para decirlo más claramente: el homicidio es homicidio, sin importar cuan pequeña sea la víctima.

Hay otra verdad que muchas personas en la Iglesia no tiene bien en consideración. La defensa del neonato y de la vida prenatal es un elemento central de la identidad católica desde el tiempo de los apóstoles. […]

Lo prueban los más antiguos documentos de la historia de al Iglesia. En nuestros días – cuando la sacralidad de la vida está amenazada no sólo por el aborto, el infanticidio y la eutanasia, sino también por la investigación con embriones y por las tentaciones eugenésicas de eliminar a los débiles, los discapacitados y los ancianos enfermos – este aspecto de la identidad católica se vuelve más vital para nuestro ser discípulos.

El motivo por el que cito el aborto es este: su difundida aceptación en Occidente nos muestra que sin un fundamento en Dios o en una verdad altísima nuestras instituciones democráticas pueden convertirse muy fácilmente en armas contra nuestra misma dignidad humana.

Los valores que nos son queridos no pueden ser defendidos por la sola razón, o simplemente por sí mismo.
Los valores que nos son queridos no pueden ser defendidos por la sola razón, o simplemente por sí mismos. No tienen ninguna auto-sostenibilidad o justificación "interna".
No hay ninguna lógica intrínseca o razón utilitaria por la que la sociedad deba respetar los derechos de la persona. Hay menos razones aún para reconocer los derechos de aquellos cuyas vidas imponen pesadas cargas a otros, como en el caso de los niños en el seno materno, de los enfermos terminales, o de los discapacitados físicos o mentales.

Si los derechos humanos no vienen de Dios, entonces dependen de convenciones arbitrarias entre hombres y mujeres. El mismo estado existe para defender los derechos de los hombres y mujeres y promover la expresión de los mismos. El estado no puede nunca ser fuente de estos derechos. Cuando el estado se atribuye a sí mismo este poder, también una democracia puede convertirse en totalitaria.

¿Qué es el aborto legalizado si no una forma de sustancial violencia que se disfraza de democracia? A la voluntad de poder del fuerte se le da la fuerza de la ley para asesinar al débil.

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He allí la dirección en la que se mueve Occidente. [...] En los años Sesenta Richard Weaver, un estudioso y filósofo social americano, escribió: "Estoy absolutamente convencido de que el relativismo al final llevará a un dominio de la fuerza"

Tenía razón. Hay una suerte de "lógica interna" que conduce el relativismo a la represión. Esto explica la paradoja de cómo las sociedades occidentales pueden predicar tolerancia y respeto de las diferencias mientras agresivamente demuelen y penalizan la vida católica. El dogma de la tolerancia no puede tolerar la convicción de la Iglesia de que algunas ideas y comportamientos no deben ser tolerados porque nos deshumanizan. El dogma que todas las verdades son relativas no puede permitir el pensamiento de que algunas verdades pueden no serlo.

Las convicciones católicas que más profundamente irritan las ortodoxias de Occidente son las referentes al aborto, la sexualidad y el matrimonio entre hombre y mujer. Esto no es una casualidad. Estas convicciones cristianas dicen la verdad sobre la fertilidad, el significado y el destino del hombre.

Estas verdades son subversivas en un mundo que quiere que creamos que Dios no es necesario y que la vida humana no tiene ninguna naturaleza o fin intrínseco. Por lo tanto la Iglesia debe ser castigada porque, a pesar de todos los pecados y debilidades de su pueblo, ella es todavía la esposa de Jesucristo; es todavía una fuente de belleza, de significado y de esperanza que se niega a morir; es, en suma, la más irreducible y peligrosa hereje del nuevo orden mundial. [...]

No podemos y no debemos abandonar el duro trabajo de un diálogo honesto. Jamás. La Iglesia tiene siempre necesidad de buscar amistades, áreas de consenso y vías para llevar argumentos positivos y razonados en el espacio público. Pero es absurdo esperarse gratitudes o incluso respeto de los líderes culturales y políticos que dominan hoy. La imprudencia ingenua no es una virtud evangélica.

La tentación en toda edad de la Iglesia es la de buscar ponerse de acuerdo con el César. Y es muy cierto: la Escritura nos dice que respetemos y oremos por nuestros gobernantes. Debemos tener un gran amor por el país que llamamos patria. Pero no podemos jamás dar al César lo que es de Dios. Como primera cosa debemos obedecer a Dios; las obligaciones de las autoridades políticas vienen siempre en segunda instancia. [...]

Vivimos en un tiempo en el que la Iglesia está llamada a ser una comunidad creyente de resistencia. Debemos llamar a las cosas por su nombre verdadero. Debemos combatir el mal que vemos. Y - cosa más importante - no debemos ilusionarnos con la idea de que poniéndonos de acuerdo con las voces del laicismo y de la descristianización podemos de alguna manera mitigar o cambiar las cosas. Sólo la verdad puede hacer libre al hombre. Debemos ser apóstoles del Señor Jesús y de la verdad que Él encarna.
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Fuente: http://chiesa.espresso.repubblica.it

miércoles, 1 de septiembre de 2010

EDUARDO VERÁSTEGUI: MARÍA ES LA MUJER MÁS BELLA

BENEDICTO XVI: LA IMPORTANCIA DE LA HUMILDAD


Queridos hermanos y hermanas,

en el Evangelio de este domingo (Lc 14,1.7-14), encontramos a Jesús como comensal en la casa de un jefe de los fariseos. Dándose cuenta de que los invitados elegían los primeros puestos en la mesa, Él contó una parábola, ambientada en un banquete nupcial. “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio' ... Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio” (Lc 14,8-10). El Señor no pretende dar una lección sobre etiqueta, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades. Él insiste más bien en un punto decisivo, que es el de la humildad: “el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Lc 14,11). Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la posición del hombre en relación con Dios. El “último lugar” puede representar de hecho la condición de la humanidad degradada por el pecado, condición por la cual sólo la encarnación del Hijo Unigénito puede ensalzarla. Por esto el propio Cristo “tomó el último lugar en el mundo – la cruz – y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente” (Enc. Deus caritas est, 35).

Al final de la parábola, Jesús sugiere al jefe de los fariseos que invite a su mesa no a sus amigos o parientes o vecinos ricos, sino a las personas más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolvérselo (cfr Lc 14,13-14), para que el don sea gratuito. La verdadera recompensa, de hecho, al final, la dará Dios, “que gobierna el mundo... Nosotros le prestamos nuestro servicio en lo que podamos y hasta que Dios nos dé la fuerza para ello” (Enc. Deus caritas est, 35). Una vez más, por tanto, vemos a Cristo como modelo de humildad y de gratuidad: de Él aprendemos la paciencia en las tentaciones, la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de que Aquél que nos ha invitado nos diga: “Amigo, sube más arriba” (cfr Lc 14,10); el verdadero bien, de hecho, es estar cerca de Él. San Luis IX, rey de Francia – cuya memoria se celebraba el pasado miércoles – puso en práctica lo que está escrito en el Libro del Eclesiástico: “Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor" (3,18). Así lo escribía en su “Testamento espiritual al hijo": "Si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas" (Acta Sanctorum Augusti 5 [1868], 546).

Queridos amigos, hoy recordamos también el martirio de san Juan Bautista, el más grande entre los profetas de Cristo, que supo negarse a sí mismo para dejar espacio al Salvador y que murió por la verdad. Pidámosle a él y a la Virgen María que nos guíen por el camino de la humildad, para poder ser dignos de la recompensa divina.

CASTEL GANDOLFO, domingo 29 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus.

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